jueves, 9 de mayo de 2013

CABALLO DE TROYA 2 DE LA PAG 61 A LA PAG 90, SE CONSIGUE EL RETO DE LOS MANUSCRITOS DEL MAYOR JASON


sobrevolaba el área de Refidim. En dicho punto, en aquellas fechas, se hallaba
estacionado parte del arsenal nuclear israelí, (En octubre de ese mismo año de
1973, en el transcurso de las primeras y dramáticas horas de la guerra del Yom
Kippur -cuando el Estado judío se vio sorprendido por los ataques sirio-egipcios-,
el propio Parlamento de Israel llegó a contemplar la hipótesis de
utilización de una de sus bombas atómicas sobre la ciudad de Damasco. Pero
este tenebroso asunto nos llevaría muy lejos del verdadero objetivo del
presente diario.) (1)
---
(1) Nueve meses después del derribo del Boeing libio, el prestigioso
comentarista político Hassaneín Helkal, amigo personal del presidente egipcio
Sadat, daría a conocer (23 de noviembre) una información que ratificaba lo
apuntado por los servicios de información judío norteamericanos. Según
Heikal, Israel disponía ya en aquellas fechas de tres bombas nucleares y de la
capacidad para fabricar otras en un plazo de seis meses. "Los esfuerzos de los
israelíes por disponer de este tipo de armas -escribía el comentarista cairota-se
remontan a 1957; es decir, después de la guerra de Suez, en la que Israel,
ayudado por Gran Bretaña y Francia, atacó a Egipto. En aquella ocasión,
Francia vendió a los judíos un reactor atómico que fue instalado en Dimona.
Por su parte, los árabes también han pujado para conseguir bombas atómicas.
Que se sepa -proseguía Heikal-, en tres ocasiones:
"La primera, antes de que estallara la guerra de los Seis Días, en 1967. Pero la
falta de medios y la escasez de dinero les hizo desistir.”
"La segunda, después de 1967, cuando China comenzó a estrechar lazos con
los países árabes. Pero Pekín les aconsejó que, en este asunto, aprendieran a
depender de sí mismos.”
"La tercera fue protagonizada por el coronel libio Muammar el Gadafi, en
1970, cuando trató de comprar una bomba nuclear. El Club Atómico le
respondió que "las bombas atómicas no estaban en venta"."
Un día antes de estas revelaciones del comentarista egipcio, otro prestigioso
periódico -el New York Times- insistía sobre el tema de las armas nucleares.
El diario norteamericano aseguraba que Rusia había enviado bombas atómicas
a Egipto, a raíz de la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973. Dichas
bombas se hallaban bajo el rígido control de los asesores soviéticos. Estas
informaciones, logradas por los servicios de Inteligencia de USA, fueron una
de las principales causas de que Nixon pusiera en estado de máxima alerta a
las tropas norteamericanas en el mundo durante la citada "cuarta guerra"
árabe-israelí. (El 26 de octubre de ese año de 1973, el presidente Nixon
declaraba al respecto: "La crisis mundial más difícil y grave desde 1962,con el.envío de misiles rusos a Cuba,
ha tenido lugar durante la guerra del Yom
Kippur. Rusia se disponía a enviar a Egipto una "fuerza sustancial", por
---
La desobediencia de los pilotos del avión libio, en definitiva, crispó los
nervios del Estado Mayor judío, que dio la orden de “neutralizarlo”. Lo que
nunca se averiguó -Kissinger, al menos, parecía no saberlo- es si el 727 llegó a
registrar información a su paso sobre Refidim o si, como opinaban algunos
sectores del Mossad, los planos secretos de dicha base viajaban en el referido
Boeing. En este supuesto, el desvío del avión podía obedecer a un afán de
ratificación de lo que ya tenían. De una u otra forma, la verdad es que la caída
del 727 segó de raíz ambas verosímiles posibilidades. (Hay que recordar que
las últimas -incluidos los siete supervivientes- y los restos del aparato fueron
controlados desde el primer instante por el Ejército de Israel.)
Si esto era cierto, el desacostumbrado silencio del coronel Gadafi sí estaba
justificado...
Según Kissinger, este incidente resultaba demasiado sospechoso como para
colgarle la etiqueta de “casual" o atribuirlo a una "desgraciada audacia" de los
libios, mortales enemigos de Israel. El Mossad estaba especialmente
preocupado por aquel sobrevuelo. ¿Cómo habían obtenido una información
tan altamente secreta? ¿Quién estaba detrás de los mediocres servicios de
espionaje de Libia?
La posible respuesta aparecía irremediablemente vinculada a la segunda
información proporcionada por el consejero presidencial a Curtiss. Una
información que hizo palidecer a nuestro jefe y a nosotros con él...
El bramido de Charlie era tal que Curtiss nos invitó a buscar un lugar más


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sosegado. Pero antes, abriendo las páginas de un ejemplar del diario New
York Times exclamó, señalando el interior del rotativo:
-Fíjense en esto!... Mao también está aprendiendo inglés!
Desconcertados por el insólito comentario nos precipitamos sobre el periódico
que sostenía el general. En la página sexta, en efecto, entre otras
informaciones de las agencias United Press International y Associated Press
aparecía una breve y discreta reseña de una entrevista televisada en los
estudios de la NBC (National Broadcasting Company), en Nueva York. Los
protagonistas: Henry Kissinger y la temida periodista Bárbara Walters.
Con la excusa de su reciente viaje a China y de su entrevista con Mao Tse-Tung,
Bárbara había preguntado al consejero presidencial acerca del inglés del
líder chino.
-Lean, lean! -nos animó Curtiss-. Es un diálogo que no debemos olvidar!
---.lo que Estados Unidos puso a su Ejército en estado de máxima alerta..." (N.
Del m.)
---
Nos miramos con extrañeza. ¿Qué quería decir? ¿Por qué no debíamos
“olvidar" aquella trivialidad? Refiriéndose a un comentario anterior de
Kissinger -en el que afirmaba que Mao “usaba algunas frases en inglés"- la
periodista le formulaba la siguiente pregunta:
-¿Nos podría decir cuáles?
-Siéntese, por favor -respondía Kissinger.
-Eso es más de lo que usted puede decir en chino...
-Así es, en efecto.
Alguien del grupo interrogó a Curtiss sobre el interés de tan intrascendente
diálogo. El jefe, tras carraspear banalmente, lanzó una huidiza mirada a los
técnicos de mantenimiento del generador. Seguían distantes y ajenos a nuestra
conversación.
-Simplemente -sentenció con autosuficiencia-, no lo olviden. Puede sernos útil
en la fase “roja”.
Obedecimos sin rechistar. Al cabo de unos minutos, cuando hubimos
memorizado el diálogo, el general pasó un par de hojas, mostrándonos otra
“sorpresa". Sobre la totalidad de la página dedicada a la habitual sección de
“Business-Finance” había sido cuidadosamente pegada una hoja de papel,
mecanografiada y con un encabezamiento que, en principio, no nos dijo gran
cosa: “EL RAPTO DE EUROPA."
Por lo poco que alcanzamos a leer, aquel documento -tan diestramente
camuflado- hablaba de un plan secreto entre la Unión Soviética y nuestro país,
los Estados Unidos. Y digo que apenas si tuvimos tiempo material de pasar del
primer párrafo porque cuando Curtiss estimó que había enganchado nuestra
atención, cerró el diario dejándonos en suspenso. Ascendimos los escalones de
piedra, y una vez en el campamento el rostro del general sufrió una drástica
transformación. días después, con el arribo de los nuevos equipos, sus ojos
volverían a oscurecerse con una amargura similar.
El sol empezaba a teñir de violeta el horizonte del desierto, y sin prisas,
simulando un paseo, fuimos aproximándonos a la mitad oriental de la
empalizada. Allí, sentados sobre los sacos de tierra, a prudente distancia de los
atareados israelíes, tuvimos conocimiento del más sucio e inhumano proyecto
que pueda imaginar hombre alguno.
Curtiss abrió de nuevo el periódico y, con voz queda y destemplada, leyó
aquel documento: la segunda información -altamente confidencial-, facilitada
por Kissinger..En síntesis -porque la exposición del detallado plan podría ocupar muchas
páginas y no es éste mi verdadero objetivo-, tal y como habíamos leído,
estábamos ante un acuerdo secreto de los dos grandes -URSS y USA- para
provocar el hundimiento moral y económico de dos peligrosos “rivales" en el
concierto mundial: Europa y Japón. Ambos bloques estaban poniendo en un
grave aprieto los programas económicos y expansionistas de soviéticos y
norteamericanos. Pues bien, semanas antes, Moscú y Washington habían
trazado el llamado Rapto de Europa: Minos en clave (1) de una diabólica
maniobra. Tanto el corrupto Nixon como el frío y despiadado Brézhnev sabían
que la fórmula más eficaz para lograr sus propósitos era la utilización de una
nueva e infalible “arma”: el petróleo. Si Europa y el imperio nipón veían
cortados sus respectivos suministros de crudo, las economías de ambos
quedarían violentamente frenadas. Pero ¿cómo conseguirlo? ¿Cómo hacer


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para que los pozos de Oriente Medio -principales “grifos” de alimentación de
pujanza del mundo occidental- fueran cerrados? Y, sobre todo, ¿cómo lograr
que ninguno de los “inspiradores” de este macabro proyecto se viera
descubierto o involucrado directamente?
Ni que decir tiene que semejante plan sólo era conocido por los muy allegados
a los citados Nixon y Brézhnev.
La Operación Rapto de Europa contemplaba una siniestra solución: una cuarta
guerra en Oriente Medio, así de simple y despiadado. Para ello -prosiguió el
general con una voz que parecía hundirse por momentos-, siempre de común
acuerdo, los "grandes" debían manipular todos los procedimientos a su alcance
para "estimular y dirigir los maltrechos sentimientos patrióticos de los árabes
contra el siempre odiado vencedor: Israel".
Esa guerra había sido meticulosamente planeada desde el Kremlin y el
Pentágono. El documento establecía, incluso, las posibles fechas para la
contienda, su duración máxima, países que deberían enfrentarse al Ejército
judío, tácticas a seguir, tipo de equipos bélicos a utilizar, límites en los apoyos
logísticos y de material por parte de Estados Unidos y la Unión Soviética a sus
respectivos “aliados” y hasta el número de bajas estimado en las hostilidades
(2)
---
(1) El Rapto de Europa era un título tristemente inspirado en la mitología
griega. Europa, hija de Fénix, rey de Fenicia, se hallaba un día junto a la
orilla, cogiendo flores. En ese momento le llamó la atención la
presencia de un toro de pelo brillante y aspecto majestuoso, que yacia
entre los rebaños de su padre. Europa no imaginaba que se trataba del
dios Zeus, que había adoptado esta forma para raptarla. La muchacha se
acercó al animal, acariciándole Y el toro, gentilmente, dobló las.rodillas, permitiendo a la joven que montara
sobre su grupa. De pronto,
el toro se incorporó, lanzándose al agua y arrastrando con el a la
infortunada Europa. Zeus la llevó hasta Gortina, en la costa meridional
de la isla de Creta. De la unión del dios y Europa nacieron Minos,
Radamantis y Sarpedon. El rey Asterion, de Creta, los adoptó,
convirtiéndose en el esposo de Europa. (N. del m.)
(2) Aunque me repugna recordar esta demencial historia, he aquí, muy
resumidos, algunos de los informes de la Operación Rapto de Europa:
Las fechas mas propicias para el ataque a israel fueron determinadas
inicialmente en tres momentos de 1973: en la segunda quincena de noviembre
---
Entre los métodos a seguir para "elevar la temperatura de preguerra" en la
zona, el plan Rapto de Europa especificaba una serie de escalonadas
movilizaciones de los ejércitos árabes (desde enero de 1973, Egipto
movilizaría sus reservas en 20 partes, en septiembre y en el mes de octubre.
De hecho, en enero de ese año, Sadat ordenaría al jefe del Estado Mayor
egipcio, gencral Shalli, la “puesta a punto" del cruce del canal de Suez. Con el
paso de los días, los rusos se inclinarían por la tercera fecha. Y el día D fue
fijado para el 6 de ese mes de octubre. El ciego odio de los árabes hacia los
judíos les impulsaría a elegir dicha fecha, no sólo porque el estado de la marca
en el canal era el mas favorable, sino, muy especialmente, porque ese día
coincidía con el décimo del Ramadan. (En tal fecha, en el año 624, el profeta
Mahoma inició los preparativos para la batalla del Badr, que sería el preludio
de su triunfante entrada en La Meca y del comienzo de la expansión del islam.
En el colmo de las coincidencias, ese 6 de octubre era el día del Perdón para
los israelitas: una solemne celebración religiosa en la que todo judío está
obligado a reconciliarse y solicitar disculpas a quien haya ofendido en el curso
del año. Durante el Yom Kippur o día del Perdón, todo se paraliza en Israel. El
maquiaselismo árabe y -¿por qué negarlo?- ruso-norteamericano llegó a estos
repugnantes extremos..”Un ataque masivo en dicha jornada -preveía el plan-resultará
ventajoso para los ejércitos atacantes: egipcios, sirios y jordanos..
Estos eran -según Rapto de Europa- los países árabes que soportarían el peso
de la nueva guerra. Otras naciones de Oriente Medio figuraban como "fuerzas
de apoyo y reserva.., tanto en el envío de tropas como de armamento en
general. A la hora de la verdad, el prudente rey jordano no caería en la trampa,
limitándose a enviar la Brigada 40 cuando la guerra llegaba a siete días y las
presiones sobre él se hicieron insoportables.



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---
La duración máxima -¿permisible..!- de las hostilidades -revelaba el plan
secreto- será de 40 días. Efectivamente, el acuerdo final de aludir fuego.egipcio-israelí fue firmado el domingo,
II de noviembre, por el general
Aharon Yariv, anterior jefe del Servicio de Información Militar judío y por el
también general egipcio Ismail Jamsi, jefe de operaciones del Ejército. (Desde
el 6 de octubre habían transcurrido 35 días.)
El plan general de ataque -bautizado con el nombre en clase de Chispa- se
basaba en dos fases: la primera, el cruce del canal de Suez y la consolidación
en el Sinaí de los ejércitos egipcios y, segunda, una invasión masiva y
simultánea de los altos del Golán por parte de las fuerzas sirio-jordanas. Con
el mas gélido pragmatismo, los "artífices de la guerra” habían previsto,
incluso, el número de bajas en soldados, blindados y acciones, en especial en
el frente del canal: el mas virulento.
En total, la operación de cruce podría costar cerca de 30000 bajas a los
egipcios, incluyendo 10000 muertos. El minucioso estudio ruso-norteamericano
especificaba cuál podía ser el contingente de fuerzas de ambos
bandos antes de la guerra. Israel dispondría de 30000 hombres, aunque era
factible una movilización de 300000 reservistas en 72 horas. En cuanto al
potencial bélico de los egipcios, sirios y jordanos, Rapto de Europa lo
estimaba en unos 500000 hombres (298000 egipcios, 132000 sirios y
alrededor de 7000 jordanos. Israel contaba con 1700 carros
---
siones), intensas campañas terroristas (1), intoxicación de la opinión mundial
contra Israel, difundiendo emisiones de radio que apuntasen hacia un
inminente ataque de los judíos en cualquiera de sus fronteras, falsas pistas y
comunicados a la prensa extranjera en relación al “deficiente material bélico
de los árabes" (2) y un pormenorizado etcétera que contribuyó aún más a
avergonzarnos.
La operación concluía con un no menos exhaustivo análisis de las posiciones
políticas y económicas de los países europeos y de Japón respecto a árabes y
judíos y de las “casi seguras” consecuencias de dicha cuarta guerra. Unas
consecuencias
---
de combate, de tipo mediano, contra unos 4000 de sus enemigos. La temida y
eficaz Fuerza Aérea judía disponía, a su vez, de 488 aviones de combate (12
bombarderos ligeros, 9 cazas F-4, 36 Mirages, 165 caza bombarderos
Skyhawks del tipo A-4, 24 cazas Baraks, 18 Super-Mystéres y 23 Mystéres
entre otros). Los atacantes sumaban algo más de 1200 aparatos, sin contar los
200 aviones egipcios “en reserva".
Esta abrumadora desproporción de fuerzas y el factor sorpresa (los árabes
disponían de 16 preciosos minutos antes de que saltasen las alarmas
electrónicas de Israel) inclinaban la balanza de la guerra hacia el bando.atacante. Sin embargo, según el
documento de Curtiss, la "victoria sería
parcial". Es decir, las batallas tendrían un único objetivo doble: reconquistar
las alturas del Golán y parte del Sinaí y descargar un "golpe moral" sobre
Israel. Los suministros de munición y equipos militares a los contendientes -tanto
en el caso ruso como norteamericano- eran estimados en un máximo de
100000 y con una inversión tope en armas (antes del conflicto) de 1500
millones de dólares, respectivamente. El obstáculo que suponía la "no
presencia de asesores soviéticos en Egipto” -expulsados en julio de 1972- fue
salvado con el compromiso de sucesivas reuniones ruso-egipcias y, durante la
guerra, con un "puente” aéreo, a través de Yugoslavia. (En enero de ese año,
Sadat visitó al mariscal Tito, consolidando el derecho de tránsito de la URSS
sobre territorio yugoslavo.) (N. del m.)
(1) Entre los atentados y operaciones terroristas desplegados en los meses
previos a la guerra del Yom Kippur, cabe destacar -como simple muestra- el
asalto, el 29 de septiembre, a un tren que conducía a emigrantes judíos de
Moscú a Viena. En el momento en que dicho convoy llegó a la frontera entre
Checoslovaquia y Austria, dos guerrilleros palestinos se apoderaron de cinco
ciudadanos judíos y un funcionario austriaco de aduanas. En el transcurso de
las tensas negociaciones, el entonces primer ministro de Austria, Bruno
Kreisky, propuso que a cambio de la libertad de los rehenes se cerrara el
campamento de tránsito para los emigrantes israelíes de Rusia, situado en el



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castillo de Schónau, cerca de Viena. La medida causó indignación en Israel,
forzando, incluso, un viaje relámpago de Golda Meir a Viena. (N. del m.)
(2) Entre los “engaños” árabes, recuerdo un extraño informe aparecido en la
prensa británica sobre "el pobre estado de mantenimiento de los misiles
antiaéreos en Egipto”.Las "fuentes" informantes-rusas, por supuesto-aseguraban
que dichas armas eran prácticamente inservibles. Después de la
cuarta guerra, Sadat declararía, con evidente regocijo, que "los israelíes
llegaron a tragar el anzuelo..." (N. del m.)
---
-como fatalmente así sucedería- que traerían la división entre los pueblos y el
negro estancamiento de las economías. (Ni Rusia ni Estados Unidos
dependían del crudo árabe.) En el caso del imperio nipón, por ejemplo, su
consumo de petróleo desde 1971 representaba un 8 por ciento de toda la
producción mundial. De ese porcentaje, el 75 por ciento procedía de los pozos
de Oriente Medio...
La “trampa", en suma, era perfecta. En el fondo, el resultado de la contienda -”
predibujado" por Washington y Moscú- era poco importante. La clave de la
oscura operación era otra: forzar al mundo musulmán al cierre o recorte del
abastecimiento de crudo. El fantasma del alza de los precios del petróleo hacía.tiempo que planeaba sobre los
países industrializados. Con esta “criminal
jugada", Europa y Japón se verían forzados a tomar posiciones, bien a favor
del dinero judío o del vital flujo del crudo árabe. La neutralidad ante la guerra
era casi impensable. E, incluso en el caso de producirse, ni unos ni otros la
perdonarían.
La suerte de Japón y Europa estaba echada. (Basta lanzar una ojeada a los
meses que siguieron a la citada guerra del Yom Kippur para percatarse de la
magnitud del diabólico plan (1). Un proyecto que nadie se ha atrevido a
desvelar hasta hoy.)
---
(1) La gran crisis del petróleo -de la que todavía no se ha recuperado el
mundo- fue, en definitiva, el resultado del enfrentamiento de 6500000 árabes
contra 650 millones de europeos y japoneses. El 8 de noviembre de ese año de
1973, Arabia Saudita, el primer país exportador de crudo del mundo, cortaría
su producción de petróleo en un 31,7 por ciento, comparándola con la
producción de septiembre. Arabia Saudita planeaba para ese noviembre de
1973 una producción global de 9,1 millones de barriles diarios. Este cupo,
como digo, sería reducido a 3,44 millones/día. El ejemplo de Arabia sería
secundado por el resto de los países de Oriente Medio, cayendo así en la
“trampa" ruso-norteamericana. El 13 de noviembre, por ejemplo, el primer
ministro de Libia, Abdel Salam Jallud, declararía que el embargo de crudo a
Europa y Japón continuaría en tanto siguieran negándose a facilitar armas
modernas al mundo árabe. Europa se vino abajo y los países del golfo Pérsico
aprovecharon la "anemia y las disputas" de Occidente para intensificar la peor
de las guerras: la de la energía. Excepto Irán, los citados paises del golfo -que
representaban el 60 por ciento de la producción mundial de crudo-establecieron
tres frentes de “batalla": uno, aumentando el precio del oro
negro en un 17 por ciento. El barril, con 158,9 litros, pasó a costar 3,65
dólares. Dos: Abu Dhabi, primero, y el resto de los países árabes, después,
decidieron suspender el envío de petróleo a cualquier nación que se declarase
partidaria de Israel. Además, redujeron su producción en un 10 por ciento y,
más tarde, en un 5 por ciento acumulativo. Y tres: tendencia a la
nacionalización de sus recursos e industrias derivadas. De haberse producido
la nacionalización absoluta, la medida se habría vuelto contra USA. Pero,
obviamente, eso no llegaría a ocurrir jamás... (N. del m.)
---
Era grotesco. Sentados sobre unos prosaicos sacos de tierra, acabábamos de
conocer uno de los secretos más celosamente guardado. Pero lo más
paradójico es que nosotros estábamos allí, en lo alto de Masada, en pleno
corazón de Israel, colaborando en el montaje de una estación receptora de.imágenes espías y, al mismo
tiempo, los que se declaraban “amigos” de los
judíos -los Estados Unidos de Norteamérica- fraguaban y consentían una
guerra contra dicho aliado... ¿No era para enloquecer?
En opinión de Curtiss, el derribo del Boeing libio formaba parte de la campaña
orquestada por Rapto de Europa para instigar y promover el odio generalizado



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hacia los israelíes, contribuyendo así al creciente deterioro de la atmósfera
política en Oriente Medio. En este sentido, Kissinger le había “insinuado” que,
según su servicio de Inteligencia, la información sobre el arsenal nuclear en
Refidim había sido suministrada a Libia, siguiendo un típico y tortuoso
camino que no infundiera sospechas a los receptores de tan alto secreto. La
sibilina operación fue activada a finales de 1972 por el GRU (1), servicio
secreto soviético, previo conocimiento y consentimiento de la CIA. Los
agentes rusos expulsados de Egipto en julio de 1972 por el presidente Sadat
habían logrado hacerse con preciosos y precisos detalles en torno a la
ubicación y naturaleza de las bombas atómicas judías. El Mukhabarat el
Kharbelyah (servicio de espionaje de El Cairo) había presionado a los asesores
soviéticos para que le informaran sobre tan apetitoso asunto. Pero Moscú se
negó en redondo. Como suele suceder en el tenebroso mundo de los servicios
de información, los egipcios, contrariados, no tuvieron escrúpulos en canjear
esta pista con los cada vez más numerosos hombres de la CIA en tierras
egipcias. A cambio, la Inteligencia USA les proporcionó informes (2) de
“segundo rango” y otros, “altamente secretos”.., y falsos.
El caso es que, una vez que los rusos abandonaron el país, los servicios
egipcios de espionaje -y, casi simultáneamente,
---
(1) GRU: Glavanoie Razviedilx'atelnoie Upravienie. (N. del m.)
(2) Los servicios secretos norteamericanos se multiplicaron en Egipto a raíz de
la citada expulsión de los asesores rusos. Sustanciosos créditos USA y una
paciente labor de la CIA, intoxicando al Mukhabarat el Kharbeiyah y al
Mukhabarat Elasma (servicio secreto de contraespionaje egipcio),
"convencieron" a Sadat de que Moscú podía arrebatarle el poder, dictando la
referida expulsión. Entre otros argumentos, la CIA esgrimió ante los egipcios
el hecho -totalmente falso- de que los servicios de información soviéticos
habían conectado con el partido comunista en El Cairo, con el fin de llevar a
cabo un estudio que situara a dicho partido comunista en el poder. Para ello
contaron con la ayuda de un falso agente chino que, en Kenia, contactó con un
miembro del servicio secreto de Egipto, informándole sobre las ansias de
hegemonía rusa en Egipto. (N. del m.)
---.los norteamericanos- se encontraron con varias sorpresas. Una de ellas, sobre
todo, fue especialmente grave. Durante su estancia en Egipto, los agentes del
Departamento de Tecnología e investigación del Ministerio de Defensa de la
URSS habían efectuado pruebas de guerra bacteriológica en el interior de las
pirámides.
Aquello conmocionó a la CIA. Por lo que le relató Ktsstnger a Curtiss, las
sorprendentes alteraciones de radiación dentro de dichas pirámides favorecían
en extremo el desarrollo de unas determinadas bacterias, altamente letales. Los
egipcios no supieron qué hacer con aquella peligrosa información. Pero la CIA
sí.
Aquel mismo verano de 1972, representantes del KGB soviético y de la CIA
concertaron una entrevista en terreno neutral: en París. Allí, unos y otros
confirmaron la veracidad de sus respectivas sospechas: los norteamericanos
sabían de las actividades rusas en las pirámides y Moscú, a su vez, del arsenal
atómico judío y de la asistencia técnica de Washington a los citados
emplazamientos nucleares. Y, como en ocasiones precedentes, establecieron
un pacto: cada parte archivaría lo que había descubierto en relación a la otra.
Ambos bandos tenían mucho que perder y, en consecuencia, el arreglo fue
rápido y sencillo.
Pero, al nacer el proyecto Rapto de Europa, rusos y norteamericanos, de
común acuerdo, decidieron utilizar una parte de aquella información, en
beneficio mutuo.
Era un secreto a voces que Francia venía suministrando armamento -en
especial aviones Mirage- a diferentes países árabes. Libia era uno de sus
clientes. Pues bien, Washington y Moscú extendieron su tela de araña
preparando una sutil trampa.
Casi a finales de ese año de 1972, tres agentes soviéticos en Francia -Alexei
Krojin, V. Romanov y Víctor Volodin (1)- recibieron de sus superiores un
dossier “altamente clasificado", con la misión específica de que terminara en
manos francesas. El documento recogía una detallada y fiel información sobre
la posible base nuclear en Refidim (Sinaí). Uno de los agentes rusos



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mencionado había organizado una red de espionaje dentro de la policía
política de Francia. La “filtración” del dossier, por tanto, no fue laboriosa. Lo
que ignoraban las autoridades galas, naturalmente, es que -paralelamente-,
Gadafi había recibido de
---
(1) Estos espías rusos -el primero fue tercer secretario de la embajada rusa en
París y jefe de entrenamiento del KGB en Francia; el segundo, agregado de
prensa; y el tercero, miembro de los servicios de seguridad de dicha embajada-fueron
expulsados de Francia a finales de 1972, merced a la denuncia de un.cuarto agente soviético -Fedosseiev-,
que se pasó a los servicios secretos de la
OTAN en Inglaterra. (N. del m.)
---
los propios rusos algunas “insinuaciones", dándole a entender que París
disponía de una preciosa información sobre el arsenal atómico de Israel. En
sus conversaciones con el coronel libio, los astutos soviéticos le aconsejaron
que pagara las altas cifras exigidas por Francia para la venta de los Mirages,
“siempre y cuando -en justa compensación-, los franceses "acompañaran" los
cazas del valioso dossier.” El temperamental Gadafi mordió el anzuelo,
frotándose las manos ante la magnífica posibilidad de obtener un secreto que
beneficiaría a sus hermanos árabes. La ambiciosa Francia cedió finalmente a
las pretensiones de Libia, cerrando la venta de veintiocho aviones Mirages (1).
A primeros de 1973, el documento en cuestión fue transferido al jefe de la
revolución libia.
El resto de la truculenta historia es fácil de imaginar. Con una más que notable
torpeza, Gadafi pudo haber encomendado a los pilotos del 727 que
confirmaran la información que obraba en su poder. El resultado final -de
todos conocido- “elevó la tensión en Oriente Medio”, tal y como deseaban los
“padres” de la Operación Rapto de Europa...
Cuando Curtiss finalizó su minuciosa y dramática exposición, un silencio de
muerte cayó sobre nosotros.
No era preciso que el general nos recordara el carácter “absolutamente
confidencial” de tan monstruoso plan, ni tampoco el grave riesgo que corrían
las vidas de todos los presentes, en el supuesto de que alguien se decidiera a
advertir a israelitas o
---
(1) Poco después de la llegada de los Mirages a territorio libio, tal y como
esperaban los responsables del Rapto de Europa, el Mossad israelí descubrió
la presencia de los cazas en Libia. Y el 21 de marzo, un avión de transporte
norteamericano C- 130, preparado para el espionaje electrónico y pilotado por
personal judío, a punto estuvo de ser derribado por dos cazas libios. El C-130,
con base en Atenas, pretendía corroborar las sospechas del Servicio Secreto de
Israel. Al ser atacado al sur de la isla de Malta tuvo que huir precipitadamente.
En aquellos momentos, la prensa internacional asoció este nuevo incidente
con el derribo del Boeing libio en el Sinaí. El Gobierno de Golda denunció la
presencia de aviones Mirage franceses en Libia, pero Francia, en el colmo del
cinismo, negó tal acusación. Como preveían los militares israelíes, dichos
cazas serían traspasados a Egipto. Pero las insistentes denuncias judías fueron
sistemáticamente desatendidas. El 26 de abril de 1973, el Consejo de
Ministros francés, bajo la presidencia de George Pompidou, llegó a publicar.una nota en la que se decía que,
“hasta ahora, no había confirmación de los
rumores que circulan sobre el tema". Horas después, el comentarista Yves
Cau, de Le Figaro, dejaría en entredicho al Gobierno de París, revelando que,
en efecto, los Mirages vendidos por Francia a Libia se encontraban en bases
egipcias próximas al canal de Suez. Dieciocho de los cazas salieron en la
primera semana de abril de Trípoli. El traslado definitivo se llevó a efecto días
después, escalonadamente, y con vuelos entre Tobruk y la base egipcia de El
Nasr. De allí pasaron a las bases de Benisueif y Fayum. (N. del m.)
---
árabes. Sencillamente, estábamos atrapados bajo la gigantesca envergadura del
propio secreto.
Alguien, al fin, se decidió a hacer un comentario, lamentando que todo un
presidente de los Estados Unidos fuera capaz de semejante aberración. Y
Curtiss, con las pupilas fatigadas, se apresuró a responder con unas frases que
resultarían proféticas:



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-Nixon pagará por esto... Watergate será su verdugo.
Antes de retirarnos a las tiendas, el general hizo un último esfuerzo
aconsejándonos que olvidásemos y que nos entregáramos a nuestra verdadera
y secreta misión de paz. Kissinger, al interesarse por los preparativos de
Caballo de Troya para el “segundo gran viaje", le había animado a ejecutarlo
“lo antes posible". Si el plan de Moscú y Washington prosperaba, no habría ya
otras oportunidades. La enloquecida maquinaria de la guerra estaba en
marcha. Era preciso, pues, actuar con tanta cautela como diligencia.
A la mañana siguiente, jueves, 1 de marzo, durante la sobremesa, Bahat, el
supervisor, más excitado que nunca, se enfrascó en una agria polémica con
otros militares judíos. El motivo no fue otro que la repentina visita a Moscú
del ministro de la Guerra de Egipto. El general Ahmed Ismail Ah,
acompañado de representantes de todas las armas de su país, había iniciado en
la capital soviética una sospechosa ronda de conversaciones al más alto nivel.
Aunque esta cumbre egipcio-soviética aparecía rodeada de un impenetrable
secreto, el hecho de que Ismail Ah hubiera volado en un avión especial y
escoltado por altos oficiales de todos los ejércitos egipcios, infundió en Israel
un especial recelo. Para algunos de los técnicos que polemizaban con Bahat,
estábamos ante una peligrosa etapa de rearme egipcio. El supervisor, en
cambio, iba más allá: “Aquel súbito acercamiento de El Cairo y Moscú -expuso
con tanta vehemencia como razón- sólo podía ser el preludio de la
guerra.”
Curtiss, en silencio, les dejaba hablar. Al escuchar la palabra "guerra”, el
general, sosteniendo una elocuente mirada, nos dio a entender que Bahat no
iba descaminado en sus apreciaciones. Aquellos cinco días de entrevistas en la.Unión Soviética no tenían otra
finalidad que “poner al corriente a los egipcios
de algunos de los capítulos esenciales del siniestro plan concebido por
Washington y Moscú". Naturalmente, durante las cinco horas que duró la
reunión entre Ismail y Brézhnev, el premier ruso tuvo especial cuidado para
no levantar sospechas entre sus “amigos”, los egipcios, en relación a los
auténticos objetivos e inspiradores del proyecto Rapto de Europa. Cuando los
enviados de Sadat regresaron a El Cairo, la cuarta guerra era ya irreversible...
Aquel inevitable sentimiento de peligro -paradojas del destino!- beneficiaría
nuestros secretos planes. Israel, desconfiado siempre, activó sus defensas y
redes de información hasta límites insospechados, Y una de las consignas del
Estado Mayor judío, como digo, nos afectó de lleno: “La estación receptora de
fotografías tenía prioridad absoluta. No debían escatimarse hombres ni medios
para su fulminante puesta en marcha.”
Y los militares y técnicos judíos -y nosotros con ellos- se lanzaron a una
agotadora labor. La estación, ésta fue la orden, “debía iniciar sus primeras
recepciones de imágenes el 1 de abril .”
Ello nos proporcionaba un escaso margen de tiempo y, consecuentemente,
nuevas preocupaciones. La más grave, al menos en aquellos momentos, la
constituía el combustible de la “cuna”. Ni los directores del programa, ni
Eliseo ni yo teníamos la más leve idea de cómo y cuándo podía llegar hasta lo
alto de Masada. Por supuesto, nuestras noticias respecto a la “vara de Moisés”
eran igualmente nulas. Pero algo habíamos aprendido en aquella apasionante
aventura: a confiar en Curtiss, así que en el transcurso de la primera semana
de marzo, aunque estos interrogantes estaban en las mentes de todos, nadie
exteriorizó inquietud alguna. Sencillamente, trabajamos duro y esperamos...
Aquel jueves, al tener conocimiento del asalto a la embajada de Arabia
Saudita en Jartum (Sudán), por parte de guerrilleros de Septiembre Negro, el
campamento sufrió una nueva conmoción. Las acciones terroristas, tal y como
preveía el Mossad, seguían su imparable espiral, beneficiando así las
diabólicas maquinaciones de Rapto de Europa.
Por fin, al mediodía del sábado, 3 de marzo, nuestro jefe se decidió a hablar.
Tras hacernos con la contraseña del día -”Yehohanan” (Juan)-, cruzamos el
portón de salida, mezclándonos como unos turistas más con los escasos
visitantes de las ruinas. El general, los directores, mi hermano y yo
comunicamos a Yefet que deseábamos estirar las piernas y que estaríamos de
regreso en el último servicio del aerocarril. La tensión y el esfuerzo de
aquellos días habían sido tales, que los judíos lo comprendieron, no oponiendo
resistencia a lo que se suponía un relajante e inofensivo paseo por el llamado
“sendero de las víboras”..Y con el ánimo bien dispuesto dejamos atrás la cumbre, iniciando un pausado



69
descenso por el zigzagueante camino de la cara oriental de Masada.
Cuando nos encontrábamos a unos cien metros de la cima, Curtiss se detuvo.
Tomó asiento al filo del sendero y, con la cabeza baja, empezó a dibujar
extraños signos sobre la amarillenta y calcinada tierra. Su espíritu parecía más
reposado que en días anteriores. Finalmente, presa de una contagiosa
excitación, nos dio a conocer sus inminentes planes:
-Dada la celeridad con que discurren los trabajos en el campamento Eleazar,
es mas que probable que el lunes o martes próximos nos veamos obligados a
iniciar la fase secreta del ensamblaje de la estación. En ese momento -prosiguió
con una urbujeante euforia- activaremos la última etapa de nuestro
plan la “roja”. Como sabéis, los israelíes deberán desalojar la “piscina".
El general hizo una pausa, como buscando las palabras y el tono adecuados a
lo que pretendía comunicarnos.
-.. Sé cuál va a ser vuestra respuesta -continuó, al tiempo que señalaba hacia lo
alto de Masada-, pero es mi obligación preguntároslo. ¿Están los hombres de
Caballo de Troya en condiciones de encajar un nuevo y considerable
esfuerzo?
-¿De qué clase? -fue nuestra obligada pregunta.
-Es preciso que el módulo esté listo para la tarde-noche del viernes, 9 de
marzo...
Nos miramos en silencio. Suponiendo que, en efecto, la fase secreta del
montaje arrancara el lunes o martes, ello significaba un margen de tres o
cuatro días...
Algunos de los directores movieron la cabeza, manifestando sus dudas.
-¿Para cuándo está previsto el lanzamiento? -intervino -Eliseo con su habitual
pragmatismo.
-Para esa misma noche del 9 -respondió el general sin rodeos-, si es que somos
capaces de situar la “cuna” en el centro del foso...
Creo que ninguno de los presentes dudaba de la eficacia y del espíritu de
entrega del medio centenar de especialistas que nos acompañaba desde el
principio de la misión. Lo que sí nos inquietaba -y así se lo expusimos a
Curtiss- era la falta de noticias en torno al combustible, a la “vara de Moisés”
y al resto de los equipos diseñados para la segunda exploración. Amén de -todo
esto, las reservas de helio -vitales para el funcionamiento de los
amplificadores maser(1)- tampoco habían llegado a lo alto de la roca. El
general, como nosotros, sabía que, sin las botellas de gas, los trabajos eran
inviables..Pero el jefe de Caballo de Troya, como hiciera en fechas anteriores, cuando le
manifestamos estas mismas inquietudes, no se alteró. Evidentemente, lo que le
preocupaba en aquellos momentos,
---
(1) Los dos amplificadores maser de la estación, como creo haber explicado
anteriormente, procesaban los datos con una pureza extraordinaria. Estos
sofisticados equipos requieren una temperatura permanente de 269 grados
centígrados bajo cero. (Es decir, sólo 4 grados más alta que la del cero
absoluto.) Para ello, debían sumergirse en helio 60, previamente licuado en un
criogenerador que formaba parte del instrumental. Este criogenerador o
coldbox había sido comprado a una importante multinacional suiza. Con
ayuda de turbinas de expansión, gradientes o etapas de gas e intercambiadores
térmicos de placas, se alcanzaba la temperatura requerida: -269 °C (4,2 K),
logrando la licuefacción del helio-gas. Lógicamente, sin esas reservas de
helio, el criogenerador y los maser no podían funcionar. (N. del m.)
---
era saber si podía contar, o no, con el supremo esfuerzo que solicitaba de
nuestros hombres. Cuando, al fin, arriesgándonos a asumir el sentimiento de la
mayoría, le garantizamos que la “cuna” estaría lista en el lugar y momento
deseados, Curtiss alivió la ansiedad general anunciándonos que, según los
planes, tanto el helio como el combustible para el módulo se hallaban en
camino. Ambos llegarían al campamento en la noche del día siguiente,
domingo... simultáneamente.
En previsión de un posible sabotaje palestino, el suministro de helio a la
estación receptora había sido planeado -siguiendo las recomendaciones del
Servicio de Información Militar israelí- de acuerdo con una doble vía.
Exceptuados, obviamente, los yacimientos rusos, el resto de las reservas
naturales de este gas noble está localizado en Canadá, Polonia y en mi propio



70
país: Estados Unidos. Esta circunstancia, el hecho de que USA monopolice su
extracción, manipulación y distribución por medio mundo, nos proporcionaron
una estimable ventaja. El abastecimiento se hallaba garantizado, tanto en
volumen como periodicidad.
En cuanto a la doble vía de suministro a Masada, judíos y norteamericanos
habían establecido dos puentes aéreos: uno desde Polonia y el otro desde
USA. Aviones cargueros, especializados en este tipo de trasiego, debían tomar
tierra en Israel en el curso de las primeras horas del domingo, 4 de marzo.
Pero un sospechoso accidente de aviación, acaecido en la noche del 28 de
febrero, obligó a cambiar parte de los planes, forzando a los responsables de la
Operación Eleazar a prescindir de uno de los referidos puentes de suministro:
el polaco..Esa noche del miércoles último, según las informaciones llegadas hasta
Curtiss, hacia las 23 horas, un aparato de las Fuerzas Aéreas polacas, tipo AN-24,
se había estrellado a unos seis kilómetros del aeropuerto de Varsovia.
Procedía de Golenion, cerca del puerto de Sczcecin, en el mar Báltico.
Aunque la visibilidad era buena, el aparato se incendió en el aire, muriendo
sus quince ocupantes. El Mossad no descartaba la posibilidad de un atentado.
El Gobierno de Polonia había sido previamente advertido de las intenciones de
transportar un determinado cargamento de helio a Israel -con fines puramente
“industriales”: como gas portador para cromatografía- y, “casualmente”, la
persona que estaba al tanto de dicha transacción comercial, el ministro polaco
del Interior, Wieslaw Ocieka, viajaba en dicho avión...
Como medida de seguridad, el Estado Mayor judío optó por olvidar la fuente
polaca. El suministro, por tanto, procedería únicamente de los yacimientos de
Estados Unidos.
El resto del paseo hasta la plataforma base del funicular discurrió en animada
charla. El general había logrado contagiarnos su entusiasmo. Casi sin darnos
cuenta estábamos a punto de iniciar la “cuenta atrás” de la ansiada segunda
“aventura". No imaginábamos entonces que, dos días más tarde, nuestras
ilusiones sufrirían un duro revés...
La consigna de Curtiss fue recibida con euforia entre la gente de Caballo de
Troya: “El descenso de las botellas de helio al fondo de la "piscina" señalaría
el inicio de la fase “roja" .” Y todos nos dispusimos para el gran momento.
Al día siguiente, domingo, con la llegada de la noche, un estremecido
resplandor rojizo y el tableteo de motores nos advirtió de la proximidad de los
poderosos S-64. Dos primeros helicópteros-grúa depositaron en la cumbre de
Masada un total de 360 botellas de helio-gas (N-60). Dos horas más tarde, otra
pareja de Sikorsky ultimaba el trasiego con un cargamento similar.
En total, 720 botellas de 9.3 metros cúbicos cada una. Una reserva más que
suficiente para garantizar el funcionamiento permanente (24 horas diarias) del
criogenerador durante 30 días (1). Lo que no podían sospechar los israelíes es
que, confundidas entre dichas botellas de acero de 1,60 metros de altura y 68
kilos de peso cada una, se hallaban también otras “botellas” -idénticas
exteriormente-, pero con un contenido muy diferente: el combustible para la
“cuna”! (2). Según nos explicaría el general, la dirección de Caballo de Troya,
a causa de la mayor duración del tiempo de vuelo del módulo en este nuevo
“salto”, había modificado el tipo de carburante, sustituyendo el peróxido de
hidrógeno por una mezcla más segura y potente. Existía, además, otra razón:
el fuerte carácter oxidante del H202 desaconsejaba su transporte por vía aérea.
En la mezquita de la Ascensión, aunque la argucia para el ingreso del
combustible ha bía sido prácticamente la misma (confundido entre el helio-.gas), Caballo de Troya no tuvo
necesidad de enfrentarse, como ahora, a un
trasiego aéreo de dicho cargamento.
Lo que contaba, en fin, es que el carburante -vital para nuestros propósitos-estaba
ya en el campamento Eleazar.
Como propietarios y únicos responsables del ensamblaje de los maser, la
manipulación del helio N-60 fue dirigida y ejecutada por el grupo
norteamericano. Eso era lo pactado. Los judíos, respetuosos, nos dejaron
hacer. Durante esa noche, bajo la
---
(1) El consumo medio de helio estimado por los expertos en la licuefacción
del gas era de unos 5 litros por hora. (De cada botella de 9,3 m3 se obtenía,
aproximadamente, ese mismo volumen de gas.) (N. del m.)
(2) El nuevo combustible -tetróxido de nitrógeno (oxidante) y una mezcla al



71
50 por ciento de hidracina y dimetril hidracina atmetrica- había sido calculado
para un período global de combustión: de 6 horas y 14 minutos, con una
disponibilidad máxima de décimás. (N. del m.)
---
atenta vigilancia del general, arriamos las 720 botellas hasta el fondo de la
“piscina”, depositándolas cuidadosamente, en posición horizontal, en el
recinto de 20 por 2 metros, destinado a almacén.
Al alba del lunes, 5 de marzo, cuando las nueve hileras -de 80 botellas cada
una- estuvieron dispuestas, Curtiss anunció a Yefet y al resto de los oficiales
israelíes que estábamos listos para iniciar la fase secreta del montaje de la
estación.
Así dio comienzo la última etapa, previa al lanzamiento del módulo. Pero los
“problemas”, como pasaré a relatar a continuación, no habían concluido.
El equipo director de Caballo de Troya supo conjugar nuestras auténticas
necesidades con las de los judíos. En el protocolo previo, Curtiss había
establecido, entre otros acuerdos, un tiempo máximo de dos semanas para el
completo ensamblaje del instrumental “clasificado”. Durante ese período-estimado
como aceptable por el Estado Mayor israelí-, la presencia de técnicos
y militares judíos en el campamento Eleazar se vería reducida
considerablemente. Sólo una mínima parte de los cincuenta hombres
permanecería en la cumbre y, naturalmente, sin posibilidad de acceso al
interior de la estación. Se mantuvieron los servicios de vigilancia, así como los
correspondientes de cocina y supervisión de Charlie y del tanque de
almacenamiento de gas-oil. Yefet, como jefe de campamento, fue el único
oficial autorizado a seguir en la meseta, responsabilizándose de las
comunicaciones. Aquella mañana del lunes, treinta y cuatro israelitas
abandonaron temporalmente Masada, dispuestos a disfrutar de un merecido.descanso. Su retorno fue fijado
para el martes, 20 de marzo. Este era, por
tanto, el margen disponible para la puesta a punto de la “cuna”, para su
lanzamiento y posterior regreso. Si no surgían inconvenientes, la hora cero -es
decir, el despegue del módulo- tendría lugar en la noche del viernes, 9 de
marzo. (Curtiss se reservó la hora exacta hasta la mañana de ese nuevo
histórico día.) De acuerdo con estos planes, Eliseo y yo nos “ausentaríamos”
por espacio de 10 días. La misión debería finalizar, inexcusablemente, en la
madrugada del 19 al 20 del mencionado mes de marzo. Sin embargo, como
había sugerido Eliseo en una de las múltiples sesiones de trabajo de Caballo
de Troya, nuestra estancia real “al otro lado” no sería de 10 días. La
manipulación de los swivels nos brindaba la ocasión única de “vivir” un
periodo indefinido (fijado inicialmente en 40 o 45 días), pudiendo volver a
nuestro presente cronológico (1973) en el instante deseado. Como también
insinué, la idea tropezó inicialmente con la lógica resistencia de algunos de los
directores del proyecto. No había información sobre las posibles repercusiones
de esta extrema manipulación del tiempo en el organismo humano. Era
probable que no sucediera nada. Pero, basándonos en esta misma lógica,
tampoco podíamos ignorar lo contrario. En definitiva, nos disponíamos a
llevar a efecto un experimento singular: vivir un “tiempo” -biológico y
cronológico-, más prolongado y teóricamente disociado de nuestro “ahora”
real. A pesar de esas comprensibles dudas, la misión resultaba tan fascinante,
tanto desde el punto de vista histórico como científico, que los directores
terminaron por claudicar, asumiendo, como nosotros, el posible riesgo. ¿Quién
hubiera imaginado entonces que aquella genial idea de Eliseo nos conduciría a
una “tercera y maravillosa experiencia”... y a la muerte?
Los hombres de Caballo de Troya, tal y como suponíamos, aceptaron
entusiasmados el nuevo desafío. Disponíamos de cuatro días y algunas horas
para situar el módulo en el centro de la “piscina” y proceder a su lanzamiento.
Y a las 12 horas de aquel lunes, 5 de marzo, con una cierta solemnidad, el
cierre hidráulico fue activado, sepultando en el foso a medio centenar de
técnicos e ingenieros, absolutamente eufóricos.
En contra del deseo general, Curtiss estableció un riguroso sistema de turnos
de trabajo. No convenía despertar sospechas entre los israelíes que nos
acompañaban en el campamento lanzándonos -como pretendía el equipo- a
una labor conjunta y sin respiro, en la que la totalidad de la plantilla
norteamericana permaneciese bajo tierra. Por otra parte, amén del necesario
descanso, los hombres libres de servicio deberían vigilar estrechamente los



72
pasos y la actitud de nuestros “aliados”.
Como medida precautoria, la cubierta del foso sólo sería retirada en los
minutos previos al despegue de la “cuna”. Hasta ese instante, las entradas y.salidas del personal se
efectuarían por las dos escotillas de emergencia,
practicadas en el mencionado cierre hidráulico y ubicadas en el centro del
mismo, junto a los lados oriental y occidental del gran rectángulo,
respectivamente. De esta forma, nuestras manipulaciones en el interior de la
estación quedaban a salvo de cualquier e indiscreta mirada.
Mientras los técnicos procedían a un rápido desembalaje de los siete grandes
cubos de “piedra” naranja depositados en el centro de la “piscina”, Curtiss y
otros especialistas se afanaron en una exhaustiva revisión de las botellas de
helio. Aunque, a primera vista, todas eran iguales, pronto caí en la cuenta de lo
que diferenciaba a las que albergaban el combustible. En la parte superior de
éstas -en la zona de la ojiva color tabaco aparecía la etiqueta de contraste que,
habitualmente, se sitúa en el cuerpo de la botella. Y junto a la indicación de
presión (200 bar) podía leerse igualmente un análisis del falso contenido (1).
---
(1) H20 <0,7. Ne <0,6. N2 <0,6.02<0,16. H2 <0,08 y CH4 < 0,01. (Siempre
“ppm”.) (N. del m.)
---
Era menester estar muy al corriente de lo que constituye un análisis típico del
helio N-60 para detectar que uno de los cornponentes de dicho gas -el 02-
aparecía ligeramente alterado en su proporción. En lugar de 0,15 ppm, Caballo
de Troya lo había situado en 0,16. Esta ligerísima diferencia en el índice de
oxígeno y la situación de las etiquetas en las cabezas de las botellas, muy
próximas a los correspondientes grifos, eran las claves para distinguir unas de
otras.
Pero, súbitamente, Eliseo y yo experimentamos una profunda emoción. Al
retirar los paneles de color naranja -que no eran otra cosa que gruesas
planchas de acero, recubiertas exteriormente por una delgada capa de piedra
dolomítica-, el módulo, nuestra querida nave, quedó al descubierto. Y al
acariciar las piezas, un torbellino de recuerdos y sensaciones nos invadió a
ambos...
Todo discurrió con normalidad hasta poco después de aquella comunicación
desde la plataforma-base del aerocarril. Hacia las cuatro de la tarde del martes,
6 de marzo, Yefet anunció al general la llegada de los dos técnicos
norteamericanos que, días atrás, habían volado a USA con los estuches
blindados que, oficialmente, contenían “material de laboratorio”. El regreso de
nuestros compañeros con la “ vara de Moisés “ nos colmó de alegría. Todo
parecía salir a pedir de boca... Sin embargo, para Curtiss, Eliseo y para quien
esto escribe, esa satisfacción se vería empañada por una de las noticias que
portaban los viajeros procedentes de la base de Edwards..El propio jefe de Caballo de Troya, acompañado por
algunos hombres libres
de servicio, salió al encuentro de los recién llegados, trasladando al interior de
la “piscina” las urnas que contenían las diferentes piezas que debían
configurar mi añorada “vara” y dos voluminosos arcones de acero sobre los
que podían leerse idénticos rótulos: “Frágil. Material de laboratorio.”
Los responsables de este transporte hicieron entrega a Curtis de dos sobres
lacrados. Y allí mismo, ante la mal disimulada curiosidad de los técnicos, que
se afanaban en la puesta a punto del módulo, el general abrió uno de ellos.
Tras ojear los documentos, terminó por pasárselos a uno de los directores.
Aquella información -a la que me referiré en su momento- estaba relacionada
con los nuevos equipos a instalar en la “cuna”. Y aportaba igualmente una
serie de instrucciones sobre las modificaciones practicadas en la “vara de
Moisés” y sobre mi equipo personal. El nuevo instrumental se hallaba en los
referidos arcones metálicos.
La lectura de la segunda misiva fue muy distinta. El general, atrapado por los
informes, fue palideciendo por segundos. Uno de los documentos, en especial,
debía contener algo sumamente grave. No satisfecho con un primer repaso, lo
releyó, al tiempo que un casi imperceptible temblor apuntaba entre sus dedos,
traicionándole. Maquinalmente extendió el primer informe a otro de los
directores, guardándose el que le había afectado tan profundamente. Entonces,
con el rostro demudado, me buscó entre los hombres, atravesándome con la
mirada. En ese instante supe que la información tenía que ver conmigo y,



73
presumiblemente, con mi hermano de expedición. Pero ¿en qué sentido? ¿Por
qué había alterado al frío y veterano militar? La respuesta, desoladora, llegaría
esa misma noche.
A partir de esos momentos, excusándose en un pertinaz dolor de cabeza,
nuestro jefe desapareció del foso. Y, tras solicitar permiso para abandonar el
campamento, se perdió en la soledad de las ruinas del sector norte de la
meseta. Era evidente que necesitaba reflexionar y -¿quién podía sospecharlo
entonces?- tomar una crítica decisión.
Eliseo, algunos de los directores y yo intercambiamos una mirada llena de
funestos presagios. Pero las labores en la estación siguieron al ritmo
acostumbrado.
Antes de retirarnos a descansar, Eliseo y yo fuimos requeridos por el equipo
de directores, que nos mostró uno de los documentos: el contenido en el
segundo sobre. Procedía del Centro Geológico de Colorado y era la respuesta
de los expertos en terremotos a los sismogramas obtenidos en la cima del
monte de los Olivos en la imborrable jornada del 7 de abril del año 30. Tal y
como presumía Caballo de Troya, los análisis apuntaban hacia una “estimable
explosión subterránea”, como explicación más verosímil de lo que aparecía en.los registros digitales y
analógicos. Naturalmente, los sismólogos no habían
sido informados del lugar ni de la fecha en que fueron captados dichos
movimientos telúricos. Por esta razón, los especialistas en sismología -aunque
fijaban la magnitud de las sacudidas, la posible energía liberada en la supuesta
explosión y otros parámetros complementarios- hacían hincapié en la
necesidad de conocer, sobre todo, las coordenadas de la estación sismográfica
de la que procedían los misteriosos sismogramas. Con este dato y la datación
exacta de los movimientos sísmicos -olvido calificado de incomprensible por
los mencionados expertos de Colorado-, era posible una consulta a la red de
estaciones más cercana, completando así el estudio (1). Por supuesto, Caballo
de Troya
---
(1) Un importante parámetro para la clasificación de este tipo de
explosiones consiste en la determinación de la latitud y longitud del
fenómeno. La posición se establece registrando los tiempos de llegada de las
ondas “P” de período corto a varias estaciones sismográficas repartidas por el
mundo. Según Lynn R. Sykes y J. F. Everden, “el tiempo que tardan las ondas
“P" en llegar a cada estación es función de la distancia y profundidad del foco.
A partir de los tiempos de llegada, se precisa la localización de la fuente con
un error absoluto inferior a 10025 kilómetros, si los datos sísmicos son de alta
calidad". (N. del m.)
---
jamás les proporcionaría los informes solicitados y supuestamente “
olvidados”...
Para nosotros era más que suficiente la simple ratificación de que estábamos
ante una serie de temblores, provocada por una explosión y no por un
terremoto común y corriente (1). A la vista de las ondas longitudinales -del
tipo “P”-, muy claras, y de las que fueron registradas a continuación -superficiales-,
más pequeñas y regulares, los sismólogos habían fijado la
magnitud de la segunda sacudida entre 6,0 y 6,9, inclinándose, con ciertas
reservas, hacia 6,5. La energía liberada para esta última magnitud
correspondía a 5,6 y 1021 ergios. En otras palabras, una detonación
equivalente a unos 125 kilotones, con una intensidad, según la escala de
Mercalli, de VII, aproximadamente (2).
Gracias a un concienzudo análisis de los tiempos de llegada de las
mencionadas ondas “P” y de otros parámetros más complejos, Caballo de
Troya tenía la certeza de que la misteriosa “explosión” había ocurrido a varios
cientos de millas al estesureste de Jerusalén. quizá en alguno de los domos o
cúpulas salinos o en el interior de una cavidad natural, en los depósitos
estratificados de sal de los desiertos del Nafud o de Dahna. Esta.---
(1) Las actuales redes de instrumentos están perfectamente capacitadas para
diferenciar un seísmo provocado por un terremoto o por una explosión
subterránea, incluso si ésta libera una energía equivalente a un solo kilotón.
(Un kilotón es la energía irradiada por una detonación de mil toneladas de
trinitotolueno o TNT.) Una explosión nuclear subterránea es una fuente casi
pura de ondas “P” o primarias, porque aplica una presión uniforme a las



74
paredes de la cavidad que crea. Un terremoto, en cambio, se produce al
deslizarse rápidamente dos bloques de la corteza terrestre a lo largo de un
plano de falla. Merced a este movimiento en “tijera”, un seísmo natural emite,
sobre todo, ondas del tipo “S” o secundarias. Además, una explosión genera
otro tipo de ondas sísmicas -las llamadas Rayleigh-, que proceden de
complejas reflexiones de parte de la energía que portan las ondas de los
estratos superiores de la corteza terrestre. A diferencia de los terremotos, las
explosiones subterráneas no generan casi ondas del tipo Love. También la
localización de la profundidad del foco permite distinguir a una explosión de
un seísmo normal. Del 55 al 60 por ciento de los terremotos que se registran
en la Tierra se producen a profundidades superiores a los 30 kilómetros. Hasta
hoy, nadie ha sido capaz de perforar la corteza terrestre más allá de los diez.
Las explosiones nucleares más profundas de que se tiene noticia han detonado
a unos 2000 metros. (N. del m.)
(2) De acuerdo con la escala de intensidad Mercalli -modificada y abreviada-,
en un movimiento sísmico de grado VII, “todo el mundo corre al exterior. Se
registran daños de poca consideración en los edificios de buen diseño y
construcción y leves o moderados en estructuras corrientes pero bien
construidas. Los daños, en cambio, son considerables en estructuras
pobremente confeccionadas o mal diseñadas. Se rompen algunas chimeneas y
es notado por personas que conducen automóviles (VIII de la escala de Rossi-Forel)”.
(N. del m.)
---
verificación vino a confirmar nuestra primitiva idea: el terremoto descrito por
el evangelista en los instantes que precedieron a la muerte del Hijo del
Hombre no fue casual ni pudo tener un origen natural. Máxime, en una zona
como Israel, de bajo índice de sismicidad. Aquél, tal y como habíamos
planeado, era un motivo más para “volver”. Curtiss, los directores y nosotros
mismos estábamos de acuerdo en algo: una prospección en el área de la
detonación podía arrojar mucha luz sobre tan increíble suceso.
Quizá la irrupción de Eliseo en mi tienda fuera providencial. Eran las nueve de
la noche y el general seguía sin dar señales de vida. Preocupado, mi.compañero me animó a salir en su
búsqueda. No era normal que, en plena fase
“roja”, Curtiss se ausentara durante tanto tiempo.
La benigna temperatura de aquel martes y el rutilante firmamento de Masada
invitaban a pasear, así que, provistos de sendas linternas y de la
correspondiente contraseña, dejamos atrás la empalizada.
En silencio, con una creciente inquietud, como si presintiéramos algo,
sorteamos el laberinto de los almacenes herodianos, dirigiéndonos al palacio
del Norte. Una vez en la “proa” del “portaaviones” de piedra distinguimos al
momento la negra silueta del general. Se encontraba reclinado sobre la
balaustrada semicircular que cierra la terraza superior.
Al escuchar nuestros pasos se volvió lentamente.
-Os esperaba -exclamó con voz inflamada.
Una familiar corriente de fuego -preludio siempre de situaciones graves o
comprometedoras- me recorrió las entrañas.
-Os esperaba... -repitió con un hilo de voz. E introduciendo la mano derecha
en uno de los bolsillos de su buzo de trabajo nos mostró los documentos que le
habían hecho palidecer en el foso.
Ni Eliseo ni yo nos atrevimos a articular palabra alguna.
El general tomó entonces mi linterna, iluminando el cada vez más intrigante
informe.
-Tengo malas noticias -anunció al fin con el rostro descompuesto-. Esta
información, absolutamente confidencial, procede de Edwards...
-¿Y bien?
La voz de mi hermano surgió preñada de impaciencia.
-Si esto es cierto, quizá hayamos cometido un irreparable error...
Visiblemente agotado, Curtiss se detuvo de nuevo. Eliseo hizo ademán de
arrebatarle los papeles, pero, sujetando su antebrazo, le supliqué calma.
-Será mejor que, como médico -reaccionó el general ofreciéndome el informe-,
lo leas y opines.
Así lo hice. Y después de una atropellada lectura, mi semblante también se
turbó.
Eliseo, sin pestañear, esperaba mi respuesta.



75
-Bueno -balbuceé sin demasiada convicción-; pero esto no parece definitivo...
-Por el amor de Dios! -estalló mi compañero-. ¿Qué diablos ocurre?
-Los muchachos de Mojave -inicié mi explicación, buscando términos poco
enrevesados- han descubierto “algo” anormal en las ratas de laboratorio.
“Algo”, que al parecer, guarda estrecha relación con las experiencias de
inversión de masa de los swivels. “Algo” que puede afectar también a nuestros
cerebros....Ante la mueca de incredulidad de Eliseo, opté por mostrarle varias de las
microfotografías que acompañaban a los documentos. En una de ellas,
señalados con una flecha, aparecían los pigmentos del envejecimiento
(lipofuscina), típicos del paso del tiempo en las neuronas y en otras células
fijas posmitóticas o sumamente diferenciadas de los mamíferos y demás
animales multicelulares. La microfotografía en cuestión mostraba el aspecto
característico del referido pigmento en una neurona del cerebro de una rata de
ocho meses (1). (La imagen había sido aumentada 500 veces.) La presencia de
estos pigmentos del envejecimiento -continué sin demasiadas esperanzas de
que captara el dramático sentido de mis palabras- sería normal, si no fuera por
un “detalle”... escalofriante: esas neuronas de las ratas de laboratorio están
sucumbiendo, ver ti gi no sa men te, a raíz de haber sido sometidas a sucesivos
procesos de inversión de masa. Lo que en un envejecimiento natural habría
necesitado meses o años, en dichas circunstancias ha mutado en cuestión de
días... No sé si me explico con suficiente claridad.
-Pero ¿por qué? -nos interpeló Eliseo, que sí intuía el alcance de aquellos
descubrimientos.
-Eso no está claro -repuse señalando el informe-. Parece ser que durante la
fase infinitesimal de tiempo de la inversión de los swivels “algo” afecta a las
neuronas, sobreexcitándolas o estresándolas, con el consiguiente y galopante
consumo de oxígeno (2). Y eso, como quizá sepas, es un arma de doble filo.
---
(1) Está demostrado que el cuerpo de los mamíferos, incluido el hombre,
contiene en sus tejidos células que envejecen y otras que, por el contrario,
conservan su aspecto juvenil, incluso en seres viejos. Un ejemplo de las
primeras son las neuronas del cerebro y las que se alojan en las criptas de
Lieberkuhn, en el duodeno. Las segundas -ameboides-, tienen una capacidad
inexhaustible de crecimiento. (N. del m.)
(2) En mi calidad de médico, y a raíz de este fatal hallazgo, consulté las
más avanzadas hipótesis en torno al nada claro problema del hombre, en
su servidumbre aerobia de ser pluricelular altamente diferenciado, debe
al oxígeno su vida y su envejecimiento. Estamos, en suma, ante la teoría
de los llamados “radicales libres”, propuesta por los doctores Harman,
Nagy, Hosta y otros (1).
---
Los radicales libres, para que me comprendas, no es
---
envejecimiento humano. En especial, las formuladas por hombres como
Harman, de la Universidad de Nebraska (“padre” de la teoría de los radicales
libres); Warburg, Premio Nobel, que señaló al oxígeno como el gran.responsable de la diferenciación celular; J.
Miquel, jefe de la Sección de
Patología Experimental del Ames Research Center de la NASA; Imre Zs-Nagy,
y un largo etcétera. Todos, a su manera, coincidían en el hecho de que
el “talón de Aquiles” del envejecimiento no está en las células que gozan de la
capacidad de división, sino en aquellas, como la neurona, que han perdido la
virtud de la proliferación y que, debido a su elevado consumo de oxígeno en
las mitocondrias, sufren una desorganización peroxidativa. Miquel, que puso a
prueba la teoría del doctor Harman, lo explica cuando dice: “Nuestra hipótesis
es que el genoma mitocondrial es la clave. Su vulnerabilidad abre el camino a
la involución senil. El envejecimiento celular es el resultado de la toxicidad
del oxígeno o, más bien, de los radicales libres (R-OH). Estos radicales surgen
durante la reducción univalente del oxígeno en la cadena respiratoria
mitocondrial.” (N. del m.)
(1) Dentro de la programación genética de la duración de la vida, como señala
el doctor A. Hosta, la teoría de su limitación por la toxicidad de los radicales
libres a nivel celular está en línea coherente con los conocimientos y
experiencias de los últimos años. La escasa divulgación del concepto de R-OH
me impulsa a considerar, aquí y ahora, qué son y cómo actúan. Con ello, el



76
lector podrá aproximarse mejor a la naturaleza de nuestra tragedia. Los R-OH
son compuestos químicos de génesis plural, con una gran capacidad de
reacción y alto poder oxidativo. Digo “génesis plural” ya que pueden
originarse, tanto a nivel celular, resultado obligado de la respiración aerobia
de la célula, como por la acción directa o inducida de la contaminación del
entorno: medio ambiente, radiaciones, alimentación, etc. Los R-OH actúan
interfiriendo con su capacidad reactivo-oxidativa los esquemas de
funcionamiento metabólico preestablecidos. Los R-OH son responsables de la
peroxidación de los ácidos grasos insaturados de los fosfolípidos componentes
de las membranas biológicas. Al desorganizar las membranas celulares y sus
organelos, acumulan lipopigmentos (fundamentalmente en el cerebro y
corazón), incrementan el cross-linking de macromoléculas (especialmente
colágenos y elastina), generan la fibrosis arteriolocapilar y degradan los
mucopolisacáridos. El microscopio electrónico evidencia los cambios
morfológicos que la acción de los R-OH introduce en la célula, sobre todo en
cuanto a pérdida de estructura (membranas), disminución del número de
mitocondrias (fuente de la energía celular o ATP) e inclusiones en el
citoplasma de lipopigmentos inertes (lipofuscina, etc.).
Desde el punto de vista funcional, el panorama anterior conlleva una pérdida
de funcionalismo de la célula, que en la destrucción de la mitocondria alcanza
el clímax de la involución celular puesto que no puede responder a la demanda
de energía (el 90 por ciento de la energía.---
otra cosa que el oxígeno normal, transformado y activado por las células. Pues
bien, si excitamos una neurona, su consumo de: oxígeno se multiplica y los R-OH
(radicales libres) actúan como poderosos y corrosivos oxidantes,
acelerando el envejecimiento de la misma e, incluso, su muerte. Como ves,
paradójicamente, un gasto anormal de oxígeno por parte de las neuronas nos
conduce, en definitiva, a una involución senil. Aunque hay toda una gama de
factores ambientales y de dieta que contribuyen igualmente a la acción
oxidativa de los R-OH, el estrés es, posiblemente, uno de los grandes
“verdugos”. ¿Te has fijado cómo y qué velocidad envejecen los estadistas o
los ejecutivos?
Mi compañero cayó en un profundo abatimiento.
-Sin embargo -repuse, tratando de animarle y de animarme-, esto no puede
tomarse como definitivo. A fin de cuentas, los resultados sobre animales de
laboratorio no siempre son traspolables al hombre...
Curtiss y mi hermano me escucharon con benevolencia. La verdad es que ni
yo mismo concedía demasiada credibilidad a tales razonamientos. En el fondo
no podía comprender mi propio comportamiento. Yo, como Eliseo, era quizá
víctima de un fatal error de la Operación Caballo de Troya. Y, sin embargo, en
lugar de mostrarme nervioso o asustado, estaba luchando por restarle
importancia al asunto. Nunca me he explicado el porqué de aquella anormal
serenidad...
-Lo cierto -argumentó el general abandonando su mutismo y recuperando los
documentos- es que estamos ante una grave posibilidad. Y, para confirmarla o
no, sólo hay un medio: volar a casa y someteros a un minucioso chequeo.
---
Aquí no disponemos
---
celular proviene de la mitocondria), y ya no sólo a la demanda normal sino
que mucho menos a los incrementos de consumo que el organismo del
paciente va a exigir numerosas veces.
La farmacología experimental puede cuantificar, en ensayos adecuados, la
pérdida de funcionalismo (capacidad de apareamiento, coordinación
neuromuscular, rigidez, elasticidad, etc.) que este descenso del tono vital
comporta. Pero ¿es que el organismo no se defiende? La lógica de la biología
nos dice que sí. Existe toda una prevención bioquímica a la degradación
oxidativa, de cuya eficacia es exponente el retardo en la aparición de la
involución senil. La aportación exógena de antioxidantes con la dieta, por
ejemplo, puede ser la explicación del mecanismo de protección que el hombre
necesita para contrarrestar el efecto tóxico de los R-OH, y hoy, más que.nunca, debido al incremento de
fuentes de radicales libres que el entorno
actual posibilita. La presencia del a-tocoferol en su dieta (acumulado en tejido
graso y circulando en sangre) como antioxidante biológico ha sido



77
indispensable en el caminar evolutivo de la especie para asegurar una
protección eficaz frente a la toxicidad de los inevitables R-OH,
consustanciales a la respiración celular. Esto explicaría el aparente
contrasentido entre la existencia de una vitamina tan ampliamente distribuida
y el que no pueda atribuírsele un claro síndrome carencial. (N. del m.)
---
de especialistas ni medios adecuados. Si el proceso de inversión de masa ha
afectado también a vuestros cerebros, quizá aún estemos a tiempo de evitar
una catástrofe...
Y el militar, levantando los ojos hacia las estrellas, suspiró ruidosamente,
encerrándose en una nueva y prolongada meditación.
Un extraño temblor me invadió de pies a cabeza. Yo sabía lo que
representaban las últimas frases del jefe del proyecto. Pero una súbita e
importante pregunta de mi compañero vino a distraer mis temores.
-Dime, Curtiss: ¿por qué no fuimos advertidos antes del primer “salto”? ¿Es
que el fallo no fue detectado en las experiencias preliminares?
Eliseo, inconscientemente, había contestado con su segunda interrogante.
El general dibujó en sus labios una amarga sonrisa.
-¿Insinúas que, de haberlo sabido de antemano, Caballo de Troya os hubiera
lanzado a esta aventura?
-No, supongo que no... -reconoció Eliseo, bajando la mirada.
Lo único que puedo deciros -nos reveló Curtiss, rogando indulgencia- es que,
en todos los ensayos previos con animales de laboratorio, el control y
seguimiento de los expertos se centraron en el comportamiento de las
funciones vitales de dichas cobayas. Y jamás fue detectada una alteración
grave.
Ciertamente, ahora lo sabemos, debimos insistir en las exploraciones con los
scanner, a nivel cerebral, tal y como sugirió el doctor Shock, de Baltimore...
Dios mío! Aquella confesión trajo a mi memoria la inexplicable
obsesión del general en torno a nuestra seguridad poco antes del lanzamiento
del módulo en la mezquita de la Ascensión. Y aunque nunca llegaría a
reprochárselo, en esos momentos tuve la certeza de que el jefe de la operación
sabía “algo”, mucho antes de enero de 1973.
Pero ¿quién podía suponer que se registraría una alteración de esta naturaleza
y en un lugar tan remoto como la colonia neuronal?
En eso, Curtiss llevaba razón. Por otra parte, la mala suerte -¿o no fue la “mala
suerte”?- hizo que la mayoría de aquellos animales utilizados en las.inversiones de los swivels fueran olvidados
o sacrificados una vez concluidas
-”satisfactoriamente”- las mencionadas pruebas. El carácter secreto y militar
de Caballo de Troya, y las prisas que siempre conllevan estas operaciones,
estaban reñidos, evidentemente, con una auténtica y sensata política de
investigación científica... Pero nada de esto tenía ya arreglo. Era menester
afrontar los hechos.
Ahora entendía la razón de la palidez del general en la “piscina” y el porqué
de su anormal aislamiento en la soledad de la roca. Se sentía responsable.
Y de pronto, como un mazazo, nos anunció lo que, sin duda, era fruto de una
prolongada y penosa reflexión:
-Está decidido... No habrá segunda exploración.
Quedé paralizado. Prácticamente clavado al suelo de Masada. Y el general, sin
más comentarios, hizo ademán de retirarse. De no haber sido por Eliseo, allí
mismo habría concluido todo. Pero mi compañero, recuperada su habitual
frialdad, se interpuso en su camino. Y posando sus manos en los hombros de
Curtiss -un gesto muy “familiar” para mí-, le habló en los siguientes términos:
-Un momento. Creo que te equivocas...
Cansado, le miró sin comprender.
-En todo caso -añadió Eliseo con calor-, somos nosotros quienes deberíamos
tomar esa decisión. Son nuestros cerebros los teóricamente lesionados. Si el
descubrimiento de Edwards no fuera con nosotros, reconoce que habríamos
perdido una oportunidad única. Si, por el contrario, están en lo cierto y
nuestras neuronas han sido dañadas, ésta, fíjate bien!, ésta es una ocasión que
no podemos ni debemos desperdiciar...
Curtiss movió la cabeza, aturdido.
Escucha, viejo testarudo! Nos hallamos a un paso del despegue. Tú mismo lo
has reconocido: ahora es imposible analizar nuestros malditos cerebros. En



78
cambio, si continuamos con el plan previsto estas tercera y cuarta inversiones
pueden arrojar nuevos y preciosos datos sobre el problema en cuestión. Como
comprenderás, tanto Jasón como yo estimamos nuestras vidas y no nos
prestaríamos a una misión mortal o irreversible. Entiendo que los médicos y
especialistas podrían quizá atajar o remediar más eficazmente la hipotética
alteración neuronal si contaran con una repetitiva serie de comprobaciones.
Mi hermano buscó apoyo a su dudoso planteamiento, lanzándome una mirada
que jamás olvidaré. Y dejándome guiar por la intuición, terminé de acorralar
el frágil ánimo de nuestro jefe.
-Estoy de acuerdo. Si de verdad estimas nuestras vidas, permítenos seguir
adelante. Eso si-remaché con toda la autoridad de que fui capaz-, exigimos un
minucioso control en el momento de inversión de los swivels. Como habrás
observado, las condiciones físicas y mentales de tus astronautas son.inmejorables. Es más -añadí sin
demasiado convencimiento-, dudo mucho que
nuestras neuronas estén lastimadas...
Aquella verdad a medias naufragaría en mi corazón cuando, casi
simultáneamente, recordé la aparición en mi piel de las escamas y las manchas
de color café. Era más que probable que tales e incipientes síntomas de
envejecimiento estuvieran dando la razón a los científicos de la base de
Edwards. Pero, gracias al cielo, Curtiss no fue informado.., al menos en
aquellas fechas.
Eliseo y yo descubrimos un trasfondo de complacencia en la resucitada mirada
de nuestro amigo.
-¿Y bien? -le animó mi hermano.
El general carraspeó, intentando ganar tiempo.
-No sé... -masculló con terquedad.
-Curtis! En nombre de nuestra amistad: confía en nosotros!
-No sé... Tengo que pensarlo.
Y zafándose de las manos de Eliseo nos dio la espalda, rumbo al campamento.
Segundos más tarde se detuvo. Giró sobre sus talones y, con los ojos
humedecidos, susurró:
-Dios os bendiga.
Aquella noche del martes, 6 de marzo, fue, sencillamente, una pesadilla.
Supongo que Curtiss, como nosotros, tampoco pudo conciliar el sueño. En
frío, en la soledad de mi tienda, la información procedente del desierto de
Mojave se instalaría ya para siempre en mi vida. Los datos eran escasos y
poco contrastados, pero trágicamente correctos. Yo lo sabía. En el fondo,
desde mi perspectiva actual, quizá deba agradecer a la Providencia que las
cosas sucedieran así. De no haber sido por la llegada de aquel sobre lacrado, ni
mi compañero ni yo habríamos tomado una “decisión” como la que -afortunadamenteadoptamos
en plena segunda exploración... Pero ésa es otra
“historia” que deberé contar más adelante.
De momento -y en eso no habíamos mentido-, nuestros cerebros seguían
funcionando con normalidad. Pero ¿hasta cuándo? Entre las farragosas
explicaciones científicas expuestas en el fatídico documento había una que,
intencionadamente, soslayé en nuestra conversación en el extremo norte de
Masada.
Según los neurofisiólogos, la mayor parte de las mutaciones observadas en los
cerebros de las ratas se registraba en el hipocampo (1). Y yo sabía que esa área
cerebral regula el concepto y la sensación del espacio y del tiempo. En
multitud de casos de demencia senil, por ejemplo, el envejecimiento del
hipocampo es una realidad clara e indiscutible. ¿Qué sucedería con Eliseo y
conmigo si nuestros respectivos hipocampos se veían igualmente lesionados?.Y lo que era peor: ¿qué sería de
ambos si dichas alteraciones neuronales se
presentaban en plena ejecución de la misión? Una pérdida de memoria en tales
circunstancias, por poner un ejemplo, hubiera sido el fin...
Asaltado por estos y otros no menos funestos pensamientos,
---
(1) El hipocampo es una eminencia alargada, que ocupa la pared externa del
divertículo esfenoidal de cada ventrículo lateral del cerebro. (N. Del m.)
---
terminé por saltar de la litera, abandonando la tienda. Una ligera brisa había
empezado a soplar desde el norte, haciendo descender la temperatura y
arrancando estremecidos e intermitentes guiños blancos y azules a las



79
estrellas. Y comencé a caminar sin rumbo fijo. A excepción de los diez
vigilantes judíos y del correspondiente turno que se afanaba en el interior del
foso, el resto del campamento dormía apaciblemente. Rodeé el filo norte de la
“piscina” y, buscando un rincón solitario, me dirigí al sector este de la
empalizada. Cuando me encontraba a escasos metros de los sacos de tierra, la
inesperada presencia de un oscuro bulto me sobresaltó. Al verme, el individuo
se puso en pie, avanzando hacia mi. La oscuridad era tal que sólo cuando lo
tuve a un metro distinguí la fornida silueta de Eliseo. Como en mi caso,
tampoco él podía conciliar el sueño. Pero sus razones eran otras.
Sentados sobre los sacos, sin que fuera necesario presionarle, me abrió su
corazón, confesándome por qué había adoptado aquella valiente e insólita
postura frente al general. En cierto modo, aquel deseo de mi hermano no era
nuevo para mí. Durante nuestra estancia en Jerusalén me lo había insinuado:
“Deseaba, necesitaba, ver a Jesús de Nazaret... cara a cara.” Y aquella segunda
oportunidad no volvería quizá a presentarse. No podía permitir que unos
malditos informes, por muy graves que fueran, arruinaran sus propósitos.
-Es más -añadió con vehemencia-, si es preciso, seguiré mintiendo y
fingiendo.
-¿Mintiendo? -le interrumpí sin comprender.
-Querido amigo -manifestó como si leyera mis pensamientos-, tu destino y el
mío están unidos. No nos engañemos. Sabes muy bien que no fui sincero al
anteponer el interés científico de la misión a nuestra supervivencia. Me trae
sin cuidado si, con las nuevas inversiones de masa, se logra atajar o no el mal
que se ha instalado en nuestro organismo. Fue lo primero que se me ocurrió en
aquel crítico momento y parece como si Dios me hubiera iluminado... Curtiss
dudó. ¿No lo crees así?
-Por supuesto que no. El general -le dije sin tapujos- no es hombre fácil de
engañar. Pero en algo sí tuviste razón y él supo captarlo y agradecerlo: la.decisión de llevar a cabo la segunda
exploración depende, ahora más que
nunca, de nosotros.
Eliseo conocía ya mi postura al respecto, pero, con su natural candidez, me
presionó para que la expresara una vez más.
-Está bien -le tranquilicé-, yo también deseo “volver”. Y comparto tus
sentimientos: no es la búsqueda de un remedio a nuestro mal lo que me mueve
a ello. Es “Él” quien tira de mí...
Mi compañero sonrió complacido. Y aunque ambos sabíamos que la última
palabra la tenía Curtiss, nos dejamos arrastrar por el entusiasmo y la
esperanza, discutiendo y analizando hasta el amanecer los pormenores de
nuestra segunda y todavía hipotética misión.
Y justamente al alba, nuestras dudas se verían definitivamente despejadas...
-Muy buenos días, muchachos!
Eliseo, perplejo, no acertó a responder al general. Tuve casi que arrastrarlo
hasta la mesa en la que, en solitario, apuraba una humeante y apetecible taza
de café. El rostro de nuestro jefe aparecía transfigurado. Aquel cordialísimo
saludo y la abierta y sostenida sonrisa, tan opuestos al sombrío semblante de la
noche anterior, nos dejó estupefactos. ¿Qué había ocurrido?
Divertido, repitió el buenos días y, tras beber un par de buches, fue
directamente a lo que deseábamos oír:
-Vosotros ganáis. La misión seguirá adelante.
Poco faltó para que mi hermano saltara sobre él, abrazándole. Curtiss y yo le
contuvimos, haciéndole ver que no estábamos solos en el comedor.
Sobre todo -sentenció, al tiempo que señalaba con su dedo índice los
documentos que conservaba en uno de sus bolsillos-, que nadie sepa, al menos
hasta que regreséis, de la existencia de este informe.
Aceptamos con un fulminante y afirmativo movimiento de cabeza. Sin
embargo, mientras Eliseo, con el ánimo recuperado, despachaba a dos carrillos
su desayuno, Curtiss leyó en mi mirada. “¿Qué le había hecho cambiar?”
-Supongo que tenéis derecho a saber el porqué de esta decisión.
El militar se restregó el rostro blandamente, cerrando los cansados y
enrojecidos ojos. Cuando retiró las manos, la sonrisa inicial se había trocado
en un rictus solemne.
-Como sabéis, los graves acontecimientos que se avecinan en Oriente Medio
han sentenciado ya la Operación Caballo de Troya. Esta es, por tanto, nuestra
última oportunidad de “volver”. Y puesto que vosotros, mis queridos



80
“exploradores”, libre y voluntariamente, habéis antepuesto el interés histórico
y científico de la misión a vuestra propia seguridad y supervivencia, no seré
yo quien se oponga. Entiendo que hay momentos en la vida de todo ser
humano en los que un ideal puede y debe primar por encima, incluso, de los.intereses individuales o
personales. Ninguno de nosotros, ahora, es demasiado
consciente de la trascendencia de lo que llevamos entre manos. Será la
Historia quien, en su día, juzgue a Caballo de Troya.
Y antes de retirarse, conmovido, resumió sus sentimientos con las mismas
palabras que pronunciara frente al palacio del Norte:
-Que Dios os bendiga...
Tal y como imaginaba, aunque había hecho alusión al “interés histórico y
científico de la misión”, el general estaba al tanto de las verdaderas
motivaciones que nos habían impulsado; a proseguir. Curiosamente, los tres
nos habíamos convertido en cómplices de un “sueño”...
Treinta y seis horas antes del lanzamiento de la “cuna”, la actividad en la
“piscina” alcanzó cotas inimaginables. El renovado optimismo de Curtiss fue
determinante. Todo se hallaba a punto. El módulo, definitivamente
ensamblado y con los nuevos equipos a bordo, esperaba únicamente el llenado
de los tanques de combustible. Pero, por estrictas razones de seguridad, el
carburante no sería trasvasado hasta la mañana del día siguiente, viernes.
El resto de aquel jueves, 8 de marzo, aún arrastrando el cansancio de
una tensa y dramática noche de vigilia, discurrió en un abrir y cerrar de ojos.
Las reuniones con el equipo de directores se sucedieron hasta bien entrada la
tarde. Los planes de la segunda exploración fueron revisados una y otra vez,
prestando una especial atención a los obligados vuelos de la nave desde
Masada al monte de los Olivos y viceversa. Todos éramos conscientes de la
trascendencia de dicha navegación. Cualquier fallo, bien en la ida o en el
retorno a la cumbre de la roca, podía ser desastroso. Pero dejaré para más
adelante los pormenores de nuestro plan de vuelo, así como la descripción de
algunas de las innovaciones incluidas en el módulo y en los equipos de cara a
esta fascinante exploración en el año 30 de nuestra Era. Sí deseo anotar, aquí y
ahora, un hecho ocurrido esa misma noche del jueves y que, en mi opinión,
vino a confirmar lo que ya sabíamos en relación a las auténticas y profundas
motivaciones del general Curtiss a la hora de autorizar aquel segundo
lanzamiento.
Por otro lado, estimo que -de acuerdo con mi intención de transcribir fiel y
escrupulosamente cuanto vi y escuché en la Palestina de Cristo- éste es un
momento idóneo para dar paso a un relato que había quedado pendiente: las
conversaciones de Jesús de Nazaret con sus íntimos en la histórica “última
cena” del jueves, 6 de abril. Por razones estrictamente éticas, como señalé en
páginas anteriores, no me fue permitido estar presente en tan señalado
acontecimiento. Pero merced a las grabaciones captadas desde el módulo y a
mis diálogos con Andrés, el hermano de Simón Pedro, el importantísimo
banquete pudo ser reconstruido por Caballo de Troya. Antes de entrar de lleno.en la transcripción del mismo,
es mi obligación recordar algo que ya apunté en
su momento: por enésima vez, como inevitable consecuencia del paso del
tiempo, muchas de las palabras del Maestro de Galilea en aquella “última
cena” serían mutiladas, ignoradas y, lo que es peor, tergiversadas por los
llamados escritores sagrados y, en última instancia, por las propias Iglesias.
Con los siglos, el maravilloso mensaje que protagonizara Jesús en aquel
“jueves santo” se ha visto reducido y caricaturizado a una mera “fórmula
matemática”.
Fue a eso de las diez de la noche. Yo me había retirado a descansar cuando, de
improviso, se presentó en la tienda uno de los vigilantes israelíes. Curtiss me
reclamaba. En un primer momento imaginé que se trataba de alguna
comprobación técnica. Pero al observar que nos dirigíamos al portón de la
empalizada, mi curiosidad volvió a excitarse. Al proporcionarme el santo y
seña, el judío me señaló en dirección al palacio del Norte, explicándome que
el general y otro compañero me aguardaban junto a la terraza superior. Un
tanto alarmado, dirigí mis pasos hacia el sector en cuestión. Allí, en efecto,
relajados y en animada charla, encontré a mi hermano y al jefe de la
operación.
Al verme, Curtiss me invitó a tomar asiento junto a ellos, sobre el suelo de la
terraza. Y bajo el blanco silencio de miles de estrellas, en un tono dulce, casi



81
suplicante, me rogó que antes de partir colmara un íntimo deseo,
materialmente ahogado hasta ese momento por las circunstancias:
-Háblame de Él!
Ciertamente, los azarosos acontecimientos que nos habían envuelto desde que
posáramos el módulo en el hangar de la mezquita de la Ascensión, sus viajes y
el traslado a Masada no nos habían permitido un sereno y reposado cambio de
impresiones sobre el increíble personaje, motivo de nuestro primer “salto”.
Y aunque me sentí feliz al poder hablar de Jesús de Nazaret, de su rotundo
atractivo humano, de sus palabras y de su fascinante personalidad, tuve
especial cuidado en no mostrar una excesiva vehemencia. La sagacidad del
general no tenía límite y un error en este sentido, revelando mi entusiasmo por
Él y poniendo en duda nuestra obligada objetividad como “exploradores de
otro tiempo”, habría tenido quizá unas repercusiones más severas que las del
descubrimiento de Edwards. Es más. Curándome en salud, manifesté ciertas
dudas en torno a su pretendida resurrección, añadiendo, con toda intención,
que “la nueva exploración podría resultar altamente esclarecedora en este
sentido”.
Durante varias horas, Curtiss escuchó mi exposición, sin apenas formular
pregunta alguna. Pero al llegar a la noche del “jueves santo” y recordarle
cómo las palabras del Nazareno y de sus apóstoles habían quedado grabadas.en la “cuna”, el general, con la
voz quebrada por una súbita emoción, me
suplicó que aguardara. Y abriendo la cremallera de su buzo, extrajo un
pequeño paquete, meticulosamente envuelto en papel de periódico. Lo situó en
tierra y, ceremoniosamente, procedió a descubrirlo.
Al comprobar de qué se trataba, Eliseo y yo nos miramos, intuyendo cuáles
eran sus intenciones. Y un relámpago de sensaciones se propagó por mi
interior nublando mi voluntad.
Curtiss pulsó el diminuto magnetófono y una añorada voz -dulce, profunda y
brillante como aquel firmamento- llenó el silencio de la montaña, erizando mi
piel. El dedo del general detuvo la cinta, haciéndola retroceder hasta el
comienzo de la grabación. Una grabación que yo conocía perfectamente...
-Jasón. Un último favor...
No pude responder. Un nudo había cerrado mi garganta.
-Quiero que me traduzcas sus palabras.
Al no contestar, Curtiss debió de caer en la cuenta de que eran casi las dos de
la madrugada e interpretando mi mutismo como un lógico síntoma de
cansancio, nos rogó que disculpáramos su torpeza. Echó mano del termo que
sostenía mi compañero, ofreciéndome un rebosante vaso de café. Pero no era
la sed o el agotamiento lo que me agarrotaba. Mi hermano sí se percató del
delicado trance por el que atravesaba, y con unos reflejos envidiables, tomó la
iniciativa. Con la excusa de estirar sus doloridas piernas fue a apoyarse en mi
hombro derecho, golpeando con la rodilla el humeante brebaje. El vaso rodó
sobre mis muslos y el dolor me hizo reaccionar. El pequeño e intencionado
incidente me devolvió a la realidad. Apuré una nueva ración de café y, más
sosegado, le anuncié que estaba dispuesto.
Pero antes de que pusiera en marcha el magnetófono procedí a resumirle
algunos de los sucesos previos a las conversaciones que nos disponíamos a
escuchar y que, desde mi punto de vista, eran fundamentales para una mejor
comprensión de lo acaecido aquella noche en el piso superior de la casa de los
Marcos (1).
---
(1) Con el fin de refrescar la memoria del lector -aunque estos sucesos a los
que se refiere el mayor fueron detallados en mi anterior libro (Caballo
de Troya, páginas 280 ss.) he creído oportuno recordarlos en este
momento. Una vez terminada la “última cena”, la narración del mayor
discurría en los siguientes términos:
“... Los once, al menos en aquellos instantes, se hallaban mucho más relajados
que durante la mañana. Se despidieron de la familia y emprendimos el camino
de regreso al campamento de Getsemaní..“Mientras cruzábamos las solitarias calles del barrio bajo, en
dirección a la
puerta de la Fuente, en la esquina sur de Jerusalén, me las ingenié para
decolgar a Andrés del resto del grupo. Y un poco rezagados, me interesé por el
desarrollo de la cena. El jefe de los apóstoles empezó diciéndome que, tanto él
como sus compañeros, estaban intrigados por la súbita desaparición de Judas


82
y, muy especialmente, por el hecho de que no hubiera vuelto al cenáculo. "Al
principio, cuando le vimos salir, todos pensamos que se dirigía al piso de
abajo, quizá en busca de alguno de los víveres para la cena. Otros creyeron
que el Maestro le había encomendado algún encargo..
“Los pensamientos de los discípulos eran correctos, ya que ninguno disponía
de información veraz sobre el complot. Por otra parte, con la excepción de
David Zebedeo -que no había asistido al convite pascual-, ni Andrés ni el resto
sabían aún que el Iscariote había cesado como administrador y que el dinero
común estaba desde esa misma tarde en poder del jefe de los emisarios.
---
Conforme fui avanzando en mi exposición, el rostro del general fue reflejando
la sorpresa. En cierto modo, la situación era absurda. El máximo responsable
de Caballo de Troya -aunque reconozco que había sobradas razones para ello-no
conocía aún muchos de los pormenores de nuestra pasada misión ni las
---
“Y Andrés continuó con su relato, haciendo hincapié en un hecho -acaecido
nada más entrar en el piso superior de la casa de los Marcos, que -desde mí
punto de vista- aclaraba perfectamente por qué el Nazareno se decidió a lavar
los pies de los discípulos. Los evangelistas -habían ofrecido una versión
acertada: Jesús llevó a cabo este gesto, poniendo de manifiesto la honrosísima
virtud de la humildad. Sin embargo, ¿cuál había sido la "chispa" o la causa
final que obligó al Maestro a poner en marcha el citado lavatorio de los pies?
¿Es que todo aquello se debía a una simple y pura iniciativa de Jesús? Sí y
no...
“Al visitar la estancia donde iba a celebrarse la cena pascual, yo había
reparado en los lavabos, jofainas y "toallas", dispuestos para las obligadas
abluciones de pies y manos. La costumbre judía señalaba que, antes de
sentarse a la mesa, los comensales debían ser aseados por los sirvientes o por
los propios anfitriones. Esa, repito, era la tradición. Sin embargo, las órdenes
del Maestro habían sido tajantes: no habría servidumbre en el piso superior. Y
la prueba es que -según pude comprobar- los gemelos descendieron en una
ocasión con el fin de recoger el cordero asado. Pues bien, ahí surgió la
polémica entre los doce...
“-Cuando entramos en el cenáculo -continuó Andrés-, todos nos dimos cuenta
de la presencia de las jofainas y del agua para el lavado de los pies y manos..Pero, si el rabí había ordenado
que no hubiera sirvientes en la estancia, ¿quién
se encargaría del obligado lavatorio?
Debo confesarte humildemente que, tanto yo como el resto, tuvimos los
mismos pensamientos. "Desde luego, yo no caería tan bajo de prestarme a
lavar los pies de los demás. Ésa era una misión de la servidumbre..."
"Y todos, en silencio, nos dedicamos a disimular, evitando cualquier
comentario sobre el asunto del aseo.
"La atmósfera empezó a cargarse peligrosamente y, para colmo, el enojoso
asunto del aseo personal se vio envenenado por otro hecho que nos hizo
estallar, enredándonos en una agria polémica. El Maestro no terminaba de
subir y, mientras tanto, cada cual se dedicó a inspeccionar los divanes. Saltaba
a la vista que el puesto de honor correspondía al diván más alto -el situado en
el centro- y nuevamente caímos en la tentación: ¿Quién ocuparía los lugares
próximos a Jesús? Supongo que casi todos volvimos a pensar lo mismo: "Será
el Maestro quien escoja a los discípulos predilectos." Y en esos pensamientos
estábamos cuando, inesperadamente, Judas se fue hacia el asiento colocado a
la izquierda del que había sido reservado para el rabí, manifestando su
intención de acomodarse en él, "como invitado preferido". Esta actitud por
parte del Iscariote nos sublevó a todos, produciéndose una desagradable
discusión.
Pero Judas se había instalado ya en el diván y Juan, en uno de sus arranques,
hizo otro tanto, apoderándose del puesto de la derecha.
"Como podrás imaginar, la irritación fue general. Pero las amenazas y
protestas no sirvieron de nada. Judas y Juan no estaban dispuestos a ceder.
quizá el más enojado fue mi hermano Simón. Se sentía herido
---
circunstancias que rodearon los once últimos días de la vida del Cristo... De
ahí que, por ejemplo, el incidente de los divanes y la negativa de los apóstoles
a lavarse los pies y las manos causaran en él una especial conmoción. Ninguno



83
de los evangelistas -como apuntó acertadamente- hacía alusión a tales hechos,
---
y defraudado por lo que llamó "orgullo indecente" de sus compañeros. Y
visiblemente alterado, dio una vuelta a la mesa, eligiendo entonces el último
puesto, justamente, en el diván más bajo. A partir de ese momento, el resto se
fue instalando donde buenamente pudo. Tú sabes que Pedro es bueno y que
ama intensamente al Maestro pero, en esa ocasión, su debilidad fue grande.
Conozco a mi hermano y sé por qué hizo aquello...
“-¿Por qué? -le animé a que se sincerara conmigo.
“Andrés necesitaba contárselo a alguien y descargó sobre mi: “-Aturdido por
los celos y por la impertinente iniciativa de Judas y Juan, Simón no dudó en.acomodarse en el último rincón de
la mesa con una secreta esperanza: que,
cuando entrase el Maestro, le pidiera públicamente que abandonara aquel
diván, desplazando así a Judas o, incluso, al joven Juan. De esta forma,
ocupando un lugar de honor, se honraría a si mismo y dejaría en evidencia a
sus "orgullosos" compañeros.
"Cuando el rabí apareció bajo el marco de la puerta, los doce nos hallábamos
aún en plena acometida dialéctica, recriminándonos mutuamente lo sucedido.
Al verle se hizo un brusco silencio.
"Jesús permaneció unos instantes en el umbral. Su rostro se había ido
volviendo paulatinamente serio. Evidentemente había captado la situación.
Pero, sin hacer comentario alguno, se dirigió a su lugar, ante la desoladora
mirada de mi hermano Pedro.
"Fueron unos minutos tensos. Sin embargo, Jesús fue recobrando su habitual y
característica dulzura y todos nos sentimos un poco más distendidos. Al poco,
la conversación volvió a surgir, aunque algunos de mis compañeros siguieron
empeñados en echarse en cara el incidente de la elección de los divanes, así
como la aparente falta de consideración de la familia Marcos al no haber
previsto uno o varios sirvientes que lavaran sus pies.
"Jesús desvió entonces su mirada hacia los lavabos, comprobando que, en
efecto, no habían sido utilizados. Pero tampoco dijo nada.
"Tadeo procedió a servir la primera copa de vino, mientras el rabí escuchaba y
observaba en silencio.
"Como sabes, una vez apurada esta primera copa, la tradición fija que los
huéspedes deben levantarse y lavar sus manos. Nosotros sabíamos que el
Maestro no era muy amante de estos formulismos y aguardamos con
expectación.
"Y ante la sorpresa general, el rabí se incorporó, caminando silenciosamente
hacia las jarras de agua. Nos miramos extrañados cuando, sin más, se quitó la
túnica, ciñéndose uno de los lienzos alrededor de la cintura. Después,
cargando con una jofaina y el agua, dio la vuelta completa a la mesa, llegando
hasta el puesto menos honorífico: el que ocupaba mi hermano. Y
arrodillándose con gran humildad y mansedumbre, se dispuso a lavar los pies
de Pedro. Al verle, los doce nos levantamos como un solo hombre. Y del
estupor pasamos a la vergüenza.
---
Jesús creando con ello un imperdonable “vacío informativo” que mermaba la
realidad histórica. La escena del lavatorio de los pies aparece en los
Evangelios Canónicos como una simple iniciativa del Galileo, desvinculada de
cualquier otro suceso anterior. Sin embargo, basta repasar esos textos que los
cristianos consideran sagrados para observar que el Maestro no era muy.amante de las iniciativas “gratuitas”.
Todos sus actos y palabras tuvieron
siempre una razón de ser. Pero, como ya he relatado y seguiré descubriendo en
próximas páginas, no fueron éstos los únicos acontecimientos escamoteados -consciente
o inconscientemente- por los citados evangelistas...
El micrófono, disimulado en la base del farol que había
---
había cargado con el trabajo de un criado cualquiera, recriminándonos así
nuestra mutua falta de consideración y caridad. Judas y Juan bajaron sus ojos,
aparentemente más doloridos que el resto...
“-¿También Judas? -le interrumpí con cierta incredulidad.
“-Sí...
“Andrés detuvo sus pasos y, mirándome fijamente, preguntó a su vez:
“-Jasón, tú sabes algo... ¿Qué sucede con Judas?



84
“Me encogí de hombros, tratando de esquivar el problema. Pero el jefe de los
apóstoles insistió y -dado lo inminente del prendimiento- le expuse que,
efectivamente, yo también dudaba de la lealtad del Iscariote.
“Proseguimos y, al cruzar el Cedrón, mi acompañante salió de su asombrío
mutismo. Le supliqué que continuara con su relato y Andrés terminó por
aceptar.
“-Cuando Simón vio a Jesús arrodillado ante él, su corazón se encendió de
nuevo y protestó enérgicamente. Como te he dicho, mí hermano ama al
Maestro por encima de todo y de todos. Supongo que al verle así, como un
insignificante sirviente y dispuesto a hacer lo que ni él ni nosotros habíamos
aceptado, comprendió su error y quiso disuadirle. Pero la decisión del rabí era
irrevocable y Pedro se dejó hacer.
Uno a uno, como te decía, Jesús fue lavando nuestros pies. Después de las
palabras de Pedro, ninguno se atrevió a protestar. Y en un silencio dramático,
el Maestro fue rodeando la mesa, hasta llegar al último de los comensales.
" Después se vistió la túnica y retornó a su puesto.
“-¿Juan y Judas seguían a derecha e izquierda del Maestro, respectivamente?
“-Si, nadie se movió de sus asientos, a excepción de Judas, que salió de la
estancia poco antes de que fuera servida la tercera copa: la de las
bendiciones...
“La proximidad del campamento me obligó a suspender aquel esclarecedor
relato. Sin embargo, en mi mente se acumulaban aún muchas interrogantes.
¿Cómo había sido la revelación de Jesús a Juan sobre la identidad del traidor?
¿Cómo era posible que el resto de los apóstoles no lo hubiera oído?
Indudablemente, así era ya que ninguno estaba al tanto de los manejos del
Iscariote. Sólo había sospechas... “ (N. De J. J. Benítez.)
---.alumbrado la mesa en forma de “U” de la “última cena”, había respondido a la
perfección. El sonido fue captado “5 x 5” en los instrumentos del módulo (1).
En mitad de un solemne silencio, Curtiss activó la grabación. Y mi corazón
voló a tan histórica noche.
La extrema sensibilidad del micrófono había registrado hasta el chirriar de la
puerta de doble hoja, empujada por los íntimos de Jesús cuando penetraron en
la estancia, dispuestos a celebrar el convite.
-El Maestro -fui comentando mientras escuchábamos una serie de pasos y
algunos murmullos- se hallaba en el piso inferior, departiendo con la familia
de Elías Marcos...
Las voces -todas ellas en un claro arameo occidental o galilaico (la lengua
hablada por Jesús),- fueron haciéndose más fuertes y nítidas, conforme los
doce comenzaron a distribuirse en torno a la “U”. Durante cuatro o cinco
minutos, todo transcurrió con normalidad. Pero, de pronto, se hizo un brusco
silencio. Segundos más tarde, la señal experimentó una considerable
elevación. En una confusa mezcolanza fueron surgiendo amenazas, protestas y
hasta maldiciones. Los discípulos, encolerizados, recriminaban a Judas que se
hubiera recostado en el diván situado a la izquierda del puesto de honor. Aquel
vocerío se incrementó aún más cuando -a juzgar por los comentarios Juan
Zebedeo hizo otro tanto, acomodándose en el diván de la derecha. La voz de
Simón Pedro, más exaltado que el resto, era fácilmente distinguible. Pero,
también de improviso, el ronco y poderoso tono del fogoso Pedro se esfumó.
Y entre las acaloradas acusaciones oímos unos pasos que, precipitadamente, se
alejaban de la curvatura de la mesa.
-Ese es Pedro -intervine, interrumpiendo la grabación-.
---
(1) Este sofisticado micrófono, de poco más de 10 gramos de peso, medía 20
mm de largo por 12 de ancho y 6 de espesor, con una antena de 25 cm de
longitud y un hilo de 2 mm de diámetro. (La pequeña antena, al igual que el
emisor multidireccional, habían sido perfectamente camuflados entre los
flecos que colgaban del farol.) Los especialistas de Caballo de Troya habían
hecho un excelente trabajo al incorporar a la microemisora un convertidor
A/D (analógico-digital) miniaturizado, que eliminaba cualquier ruido extraño.
Dado que el sonido debía cruzar varios muros antes de propagarse hasta la
cima del monte de los Olivos, dividiendo así por dos su alcance máximo
(calculado en unos dos kilómetros), la transmisión había sido apoyada por un
telemicrófono, de tipo unidireccional, montado sobre la “cuna”, que apuntaba
directamente al piso superior de la casa de Elías Marcos. Esta especie de



85
teleobjetivo sonoro -sincronizado en la misma frecuencia del micro
multidireccional (130 Mhz)- actuaba como un zoom, “enganchando" y.facilitando el “transporte” del sonido
emitido por el micro “espía”. Un
excepcionalmente sensible receptor Sony, alimentado por la pila SNAP-10A,
hacia el resto. (N. del m.)
---
Está buscando el diván más bajo y distanciado, tal y como explicó su hermano
Andrés...
-¿Cuál fue la distribución definitiva en torno a la mesa? preguntó el general.
-Según mi informante, Judas Iscariote y Juan se hallaban a la izquierda y
derecha del Maestro, respectivamente. Este, como sabes, ocupaba el diván de
honor, en el centro de la “U”. El resto se distribuyó en el siguiente orden:
Simón el Zelote, Mateo, Santiago Zebedeo y Andrés, a continuación de Judas.
A la derecha de Juan, los gemelos Alfeo, Felipe, Bartolomé, Tomás y Simón
Pedro en este extremo de la “U”.
Al pulsar el magnetófono, y por espacio de cinco o seis minutos, las violentas
recriminaciones de los discípulos se sucedieron en un más que bochornoso
tono. Probablemente, años más tarde, cuando algunos de aquellos apóstoles y
seguidores del Nazareno se decidieron a poner por escrito la vida y el mensaje
del Hijo del Hombre tuvieron sumo cuidado en “olvidar” un incidente que,
aunque humano, dejaba en entredicho la dignidad del recién nacido “colegio
apostólico”.
Súbitamente, los doce guardaron silencio. Los registros del módulo habían
captado el leve crujir de una puerta.
-Ahí está Jesús... -exclamé, imaginando al Maestro en el umbral del cenáculo.
Cinco segundos después, rotundos en mitad de un espeso silencio, se oían los
pasos del gigante, en dirección al centro de la mesa.
Un minuto. Dos... El mutismo era general, apenas roto por algún que otro
embarazoso carraspeo. Poco a poco, las voces fueron brotando en la sala, algo
más distendidas y cordiales.
Jesús de Nazaret seguía mudo, observando con toda probabilidad a sus
amigos. Y, al fin, como si nada hubiera ocurrido, su voz se propagó dulce y
conciliadora, llenándonos de una indescriptible emoción:
“-He deseado grandemente -fui traduciendo con un hilo de voz- comer esta
cena de Pascua con vosotros... Quería hacerlo una vez más antes de sufrir...
Mi hora ha llegado y, en lo que concierne a mañana, todos estamos en las
manos del Padre, cuya voluntad he venido a cumplir. No volveré a comer con
vosotros hasta que no os sentéis conmigo en el reino que mi Padre me
entregará cuando haya terminado aquello para lo que me ha enviado a este
mundo.”
El Maestro guardó silencio y las conversaciones se reanudaron. Pero ninguno
de los comensales hizo referencia a las proféticas palabras del rabí. Al.contrario, varios de los discípulos
resucitaron la agria polémica de los divanes,
criticando igualmente a la familia Marcos por no haber previsto uno o dos
criados que hubieran zanjado el desagradable tema de las abluciones.
Por un momento imaginé el rostro grave y quizá decepcionado del Galileo,
atento a la polémica. Como me advirtiera Andrés, sus ojos buscarían las jarras
destinadas al lavatorio, verificando que, en efecto, no habían sido usadas.
El ardor de la discusión fue decayendo, siendo sustituido por el inconfundible
sonido del vino al ser escanciado en los recipientes de cristal. Era el ritual de
la primera copa. Dos minutos más tarde, cumplida la ceremonia de la mezcla
del agua y el vino, Tadeo volvió a su lugar y la voz de Jesús de Nazaret -más
severa que en la anterior ocasión- llenó nuevamente el recinto.
Tras dar las gracias, exclamó:
“-Tomad esta copa y divididla entre vosotros. Y cuando la hayáis compartido,
pensad que ya no beberé con vosotros el fruto de la vid... Esta es nuestra
última cena...”
Eliseo, Curtiss y yo captamos una sombra de tristeza en aquella breve pausa.
“-... Cuando nos sentemos otra vez -concluyó el Maestro- será en el reino que
está por llegar.”
Un nuevo silencio cayó sobre la sala. Como ya cité, la tradición judía
establecía que, una vez apurada esta primera copa, los comensales debían
levantarse, procediendo al formulismo de las abluciones. Pero, tal y como
había referido el jefe de los apóstoles, los registros sonoros no detectaron



86
movimiento alguno entre los doce. Mejor dicho, sólo grabaron el roce de las
vestiduras de un hombre que se levanta de su asiento y unos pasos -los del
Nazareno-, rodeando la “U” en dirección a las jofainas. Acto seguido, desde
aquel rincón de la cámara, escuchamos el borboteo de un líquido -el agua de
una de las jarras- al ser vertido en una vasija ancha y metálica. Después, tres o
cuatro nuevos pasos, el golpe seco de una de las jofainas al ser depositada en
el piso y otro impacto -de naturaleza desconocida- sobre el suelo de la
estancia. (Posiblemente, el ruido producido por el Galileo al dejarse caer de
rodillas sobre el entarimado.) Apenas un par de segundos más tarde, el
micrófono nos hacía llegar una confusa y aparatosa mezcla de sonidos: copas
depositadas sobre la mesa, algunas exclamaciones de sorpresa y cuerpos que
se erguían con precipitación. Eran los doce, levantándose de sus bancos,
aturdidos al descubrir las intenciones de su Maestro. Y por espacio de varios y
prolongados minutos, silencio. Un total y elocuente silencio... Nadie parecía
dispuesto a reconocer la infantil y torpe actitud general. El final de aquel
dramático vacío corrió a cargo de Pedro. Con una voz temblorosa e insegura,
preguntó:
“-Maestro, ¿realmente vas a lavar mis pies?”.Jesús debió de levantar su rostro hacia el impetuoso y
decepcionado pescador
porque, a renglón seguido, se le oyó decir:
“-Puede que no comprendáis lo que me dispongo a hacer... de ahora en
adelante, conoceréis el sentido de todas estas...
Un profundo suspiro escapó de la garganta de Simón Pedro.
“-Maestro -se le volvió a oír-, nunca me lavarás los pies!”
Un tímido siseo acompañó a esta imperativa resolución del discípulo. Estaba
claro que los once aprobaban las palabras de su compañero, rechazando lo que
calificaban de penosa humillación.
Cómo deseé haber estado presente en aquella escena y, sobre todo haber
escrutado el rostro del Iscariote! ¿De verdad compartía aquel sentimiento?
“-Pedro -replicó Jesús en un tono que no dejaba lugar a dudas-, en verdad te
digo que, si no te limpio los pies, no tomarás parte conmigo en lo que estoy a
punto de llevar a cabo.”
-Silencio. Quince, veinte, treinta segundos de angustioso silencio. No era
difícil imaginar los atónitos ojos de Simón. Y, finalmente, otra de las típicas
explosiones del buen galileo:
“-Entonces, Maestro, no me laves sólo los pies... También manos y la cabeza”
Nadie en la sala parecía respirar. Sólo el chapoteo del agua revelaba que el
rabí había iniciado el lavatorio.
“-Aquel que ya está limpio -intervino de nuevo el Maestro- sólo necesita que
se le lave los pies. Vosotros, que os sentais conmigo esta noche, estáis
limpios...”
Se produjo una pausa.
“-... Aunque no todos.”
Aguzamos los oídos, tratando de captar alguna pregunta en relación a la
alusión del Cristo. Pero quizá aquellos hombres no supieron valorar la velada
acusación del rabí...
Y la voz de Jesús, entremezclada con el ruido del agua, continuó así:
“-... Deberíais haber lavado el polvo de vuestros pies antes de sentaros a tomar
el alimento conmigo. Además, quiero hacer este servicio para ilustrar un
nuevo mandamiento que voy a daros.”
No hubo más comentarios. Durante el tiempo que el Galileo permaneció
lavando los pies de sus íntimos -36 minutos en total-, sólos sus pasos, el
sucesivo arrodillarse en torno a la “U” y el chapoteo del agua en la jofaina
fueron los únicos registros grabados en el módulo.
Concluida la operación, Jesús de Nazaret retornó a su diván.
El crujir de la madera bajo sus pies fue, en esta ocasión, más lento y reposado.
Como si el lavatorio le hubiera relajado.
Al poco, su potente voz sonó clara y cálida:.“-¿Comprendéis lo que os he hecho?”
Silencio.
“-Me llamáis "rabí” -añadió en un tono condescendiente- y decís bien, pues lo
soy. Entonces, si el Maestro ha lavado vuestros pies, ¿por qué os negábais a
lavaros los unos a los otros?... ¿Qué lección debéis aprender de esta parábola
en la que el Maestro, tan gustosamente, ha hecho un servicio que vosotros os
habéis negado mutuamente? En verdad, en verdad os digo que un sirviente no



87
es más grande que su amo. Ni tampoco es más grande el enviado que aquel
que le envía. Habéis visto cuál ha sido la forma de mi servicio en vida.
Bendito sea quien tenga la graciosa valentía de hacer otro tanto. Pero ¿por qué
sois tan lentos en aprender que el secreto de la grandeza en el reino del
espíritu nada tiene que ver con los métodos del mundo de lo material? Cuando
llegué a esta habitación, no sólo rehusabais lavaros los pies unos a otros sino
que, además, discutíais sobre quién debe ocupar los lugares de honor en torno
a mi mesa. Esos honores los buscan los fariseos.., y los niños. Pero no será así
entre los embajadores del reino celestial. ¿Es que no sabéis que no puede
haber lugar de preferencia en mi mesa? ¿No comprendéis que os amo a cada
uno de vosotros como al resto? El lugar más próximo a mí puede no significar
nada en relación a vuestro puesto en el reino de los cielos. No ignoráis que los
reyes de los gentiles tienen poder y señor¡o sobre sus súbditos y que, incluso,
son llamados benefactores. En el reino de los cielos no será así. Si algunos de
vosotros quiere tener la preferencia, que sepa renunciar al privilegio de la
edad. Y si otro desea ser jefe, que se vuelva sirviente. ¿Quién es más grande:
el que se sienta a comer o el que sirve? ¿No se considera al primero como al
principal? Y, sin embargo, observad que yo estoy entre vosotros como el que
sirve...
“En verdad, en verdad os digo que si así actuáis, haciendo conmigo la
voluntad de mi Padre, entonces sí tendréis un lugar, a mi lado, en el poder.”
Cuando Jesús hubo terminado detuve la cinta, alertando al ensimismado
general sobre las escenas que nos disponíamos a escuchar y que arrojan una
nueva luz en torno a las confusas explicaciones de los evangelistas acerca de
Judas y de su traición.
Hacia las ocho de aquella noche del jueves, 6 de abril del año 30 de nuestra
Era -a la hora, más o menos, de iniciada la histórica última cena-, los sensibles
receptores instalados en la “cuna” registraron una serie de pasos y el agudo
lamento de los goznes de la puerta de doble hoja al ser abierta. Aquellos
sonidos correspondían a la primera salida de los discípulos del cenáculo. Eran
los gemelos, Santiago y Judas de Alfeo, que descendían a la planta baja para
recoger parte del menú. Recuerdo muy bien sus rostros,
desacostumbradamente tristes..El retorno a la cámara quedó igualmente marcado por un segundo chirriar de
la puerta, nuevos pasos sobre el entarimado, el entrechocar de los platos y el
alegre borboteo, aquí y allá, del agua y el vino al ser escanciados nuevamente.
Por espacio de breves minutos, Curtiss asistió -entre divertido y
escandalizado- a una inconfundible “sinfonía” de sonidos. Aquellos hombres
rudos no se distinguían, precisamente, por su delicadeza a la hora de deglutir
los manjares o de sorber las bebidas...
Era evidente que los apóstoles tenían hambre. Durante cinco o diez minutos,
nadie hizo el menor comentario. Pero, poco a poco, mediado este segundo
plato, empezaron a surgir algunas bromas acerca del cordero asado. El
Galileo, recuperado su característico y habitual buen humor, intervino
también, haciendo un encendido elogio de la jaróser: una mermelada a base de
vino, vinagre y frutas machacadas, confeccionada por la madre del pequeño
Juan Marcos y cuya misión era aliviar el riguroso sabor de las obligadas
yerbas amargas. Así, progresivamente, la conversación fue haciéndose más
alegre e intrascendente. Como si nada hubiese ocurrido.
Pero el Maestro tenía aún muchas cosas que decir. Y su voz volvió a sonar, “5
x 5”, anunciando, pública y oficialmente, la traición del Iscariote:
“-Ya os he dicho cuánto deseaba celebrar esta cena con vosotros...”
Jesús de Nazaret parecía turbado.
“-... Y sabiendo en qué forma las demoníacas fuerzas de las tinieblas han
conspirado para llevar a la muerte al Hijo del Hombre, tomé la decisión de
cenar con vosotros, en esta habitación secreta y un día antes de la Pascua...”
Los discípulos, a juzgar por los esporádicos chasquidos de sus lenguas,
el golpeteo de los huesos al ser arrojados sobre los platos y algún que otro
generoso eructo, seguían comiendo, mas atentos, al parecer, a las exquisitas
viandas que a las proféticas frases del rabí.
“-... ya que, mañana, a esta misma hora, no estaré con vosotros.”
El dramático anuncio del Cristo sí debió ser captado por algunos de los
apóstoles porque, de pronto, el trasiego de la cena decreció. Y el silencio se
hizo más intenso.
“-... Os he dicho en repetidas ocasiones -continuó el Nazareno- que debo



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volver al Padre. Ahora ha llegado mi hora, aunque no era necesario que uno de
vosotros me traicionase, poniéndome en manos de mis enemigos.”
Tras estas palabras, la ausencia de sonidos fue tal que Curtiss llegó a insinuar
si se había producido algún fallo en la transmisión. Negué con la cabeza. Por
primera vez, los íntimos del Galileo -alertados por el propio rabí- empezaban a
tomar conciencia de la existencia de un renegado en el seno del grupo.
Aquello fue tan grave e inesperado que necesitaron varios minutos para
reaccionar. Al fin, uno tras otro, con temor, formularon la misma pregunta:.“-¿Soy yo?”
Con toda intención, con el propósito de que el general advirtiera lo que estaba
a punto de acontecer, fui sumando e identificando el origen de las sucesivas
interrogantes. Al llegar al un décimo “¿soy yo?” -todos ellos sin respuesta por
parte del Nazareno-, detuve la cinta.
-Habrás notado -le comenté- que el único que no ha preguntado ha sido
Judas...
-Es obvio -replicó Curtiss-. El Iscariote, aunque traidor, no era necio.
-Pues observa lo que viene a continuación...
Activé la grabación y, tras el referido y undécimo “¿soy yo?”, surgió la voz
del Cristo, repitiendo parte de lo ya expuesto con anterioridad:
“-Es necesario que vaya al Padre. Pero, para cumplir su voluntad, no era
preciso que uno de vosotros se convirtiera en traidor. Esto es fruto de la
maldad de uno que no ha conseguido amar la Verdad... Qué engañoso es el
orgullo que precede a la caída espiritual! Un viejo amigo, que incluso, ahora,
come mi pan, está deseoso de traicionarme. Incluso ahora -reiteró el Galileo,
dando un especial énfasis a sus palabras-, que hunde su mano conmigo en el
plato...”
Esta nueva alocución fue seguida de murmullos y de algún que otro y
repetitivo "¿soy yo?”. Pero el Maestro no respondió.
Los comentarios entre los discípulos se generalizaron y ésta, casi con toda
seguridad, fue la razón de que ninguno de los once prestara atención a un
inmediato y lacónico coloquio entre el Iscariote y Jesús.
En mitad de aquel maremágnum de opiniones, Judas -reclinado a la izquierda
del Maestro- preguntó a su vez, aunque en un tono difícilmente perceptible
para el resto:
“-¿Soy yo?”
A petición mía, durante las horas que precedieron al despegue del módulo y en
las que tuve ocasión de escuchar esta grabación por primera vez, Eliseo había
neutralizado el ruido de fondo, amplificando al máximo aquel breve diálogo y
los escasos sonidos que parecían proceder del centro de la curvatura de la “U”.
Gracias a este milagro de la técnica fue posible reconstruir un detalle que,
como digo, no aparece del todo claro en la exposición de los evangelistas.
Una vez formulada la pregunta de Judas, el rabí hundió un trozo de pan en el
plato de hierbas que tenía frente a él, ofreciéndoselo al traidor. Segundos
después de percibir el crujido del pan al quebrarse contra el fondo de madera
del plato, Jesús -también a media voz- respondió con su fatídico... “ Tú lo has
dicho!”
No hubo silencio o síntoma alguno que, tras la escueta conversación entre el
Iscariote y el rabí, revelaran que los otros once habían escuchado la definitiva.confirmación de la traición.
Normalizados los registros, la cinta sólo ofreció
una continuación de los atropellados y confusos comentarios de los apóstoles,
discutiendo afanosamente sobre la identidad del hipotético renegado. Por pura
lógica, si uno solo de los que se sentaban junto al Galileo le hubiera oído, la
polémica habría muerto. Prueba de ello es que, al poco, Juan Zebedeo -tumbado
a la derecha del Maestro-, y en un nivel de audición sumamente bajo
-como si la pregunta hubiera sido formulada casi al oído (el propio San Juan,
al referir este episodio, especifica que “se recostó sobre el pecho de Jesús”)-,
le plantearía:
“-¿Quién es?... Debemos saber quién es infiel a su creencia.”
Y el rabí -en un tono igualmente confidencial- respondió:
“-Ya os lo he dicho: incluso, aquel a quien doy la sopa...”
No hubo respuesta de Juan. La costumbre por parte del anfitrión o del invitado
de honor de ofrecer pan mojado en una salsa era tan usual en aquellas
celebraciones que, muy probablemente, ninguno de los once -en el caso de
haberlo advertido-, debió conceder demasiada importancia a tan específico
gesto. En aquellos momentos previos a la segunda exploración dudamos,



89
incluso, de que Juan, tan próximo a la escena en cuestión, hubiera captado la
“señal” de Jesús. (Este era otro de los muchos puntos a aclarar en el inminente
“regreso” al año 30.)
Jesús de Nazaret permaneció callado. En la sala proseguía la batalla dialéctica.
Y, de improviso, desde uno de los extremos de la mesa, una excitada e
inconfundible voz eclipsó a las demás. Era Simón Pedro.
“-Pregúntale quién es!... O, si ya te lo ha dicho, dime quién es el traidor.”
Por la dirección del sonido, parecía probable que la sugerencia del nervioso
galileo hubiera sido dirigida a Juan. Sin embargo, éste no tuvo oportunidad de
satisfacer la curiosidad de Pedro. (Suponiendo, claro, que lo supiera en esos
instantes.)
Los cuchicheos y las peregrinas hipótesis de los apóstoles fueron zanjados de
golpe por Jesús.
“-Me apena -les manifestó- que este mal haya llegado a prosperar. Esperaba,
incluso hasta esta hora, que el poder de la Verdad triunfase sobre las
decepciones del mal. Pero estas victorias no se ganan sin la fe y un sincero
amor por la Verdad. No os hubiera dicho esto en nuestra última cena, de no
ser porque deseo advertiros y prepararos acerca lo que está ahora sobre
nosotros...”
A pesar de la nitidez de sus palabras, Curtiss, Eliseo y yo estuvimos de
acuerdo en algo: “aquellos once toscos judíos no parecían comprender el
verdadero alcance de tales manifestaciones”. Como ya relaté anteriormente,.los sucesos registrados en las
horas que siguieron a dicho convite nos darían la
razón.
“-... Os he hablado de esto porque deseo que recordéis, después que me haya
ido, que sabía de todas estas malvadas conspiraciones y que os advertí de la
traición. Y lo hago sólo para que podáis ser más fuertes Frente a las
tentaciones y juicios que tenemos justamente delante.”
Concluidas estas advertencias, el Nazareno, en un tono imperativo y lo
suficientemente alto como para que todos pudieran oírle, se dirigió a Judas,
comunicándole:
“-Lo que has decidido hacer... hazlo pronto.”
Eran las nueve de la noche. El Iscariote no abrió la boca. Se levantó de su
asiento y el precipitado crujir de la madera bajo sus sandalias de cuero nos
reveló que se dirigía hacia la puerta y hacia lo inevitable...
En esta ocasión, Juan Zebedeo llevaba razón. Ninguno de los presentes -ni
siquiera el propio evangelista- entendió el sentido real del mandato de Jesús.
Entre otras razones porque, como expliqué en anteriores páginas, suponían
que Judas seguía como administrador del grupo. (El Iscariote, como es sabido,
hacía horas que había traspasado la bolsa común a David Zebedeo, el jefe de
los emisarios.) Todos dieron por hecho que el encargo del Maestro -”lo que
has decidido hacer..., hazlo pronto”- guardaba relación con su cotidiano
menester como pagador o “habilitado”.
Cuando Judas Iscariote hubo abandonado la sala, Curtiss hizo un interesante
juicio. Una observación que ha provocado ríos de tinta y punzantes polémicas
a lo largo de la Historia:
-Entonces es cierto que el traidor no llegó a comulgar...
Mi respuesta -una inmediata e irónica sonrisa- le dejó perplejo.
-No te comprendo -añadió en un tono de lógico reproche.
-Lo entenderás en seguida -repliqué-. Prepárate a oír algo que nada tiene que
ver con lo que han escrito tres de los cuatro evangelistas y, muchísimo menos,
con la posterior interpretación de las Iglesias...
-¿Es que no hubo institución de la Eucaristía?
Me negué a responder. Pulsé de nuevo la grabación, invitándole a que prestara
toda su atención.
Como decía, los discípulos no concedieron demasiada importancia a la
precipitada salida del Iscariote. Es más, la discusión sobre la identidad del
traidor se prolongaría por espacio de algunos minutos. Es casi seguro que
Jesús hiciera alguna señal porque, de improviso, la polémica cesó. Se
escucharon unos pasos que se aproximaban al diván del rabí y, acto seguido,
el ruido del agua y el vino -a partes iguales-, al ser vertidos en la copa del
Maestro. El discípulo encargado de esta ceremonia -conocida como la “tercera.copa” o “de la bendición”-
retornó a su puesto. El Galileo se puso en pie e,
inmediatamente, el resto hizo otro tanto. Tras una breve pausa -posiblemente,



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de acuerdo con la tradición y con su propia costumbre, Jesús bendijo la copa-,
su voz llenó de nuevo el silencio de Masada:
“-Tomad esta copa y bebed todos de ella... Esta será la copa de mi recuerdo.
Esta es la copa de la bendición de un nuevo designio divino de gracia y
verdad. Este será el emblema de la otorgación y del ministerio del divino
Espíritu de la Verdad.”
De la solemnidad, el rabí pasó a la tristeza.
“-... Ya no beberé con vosotros hasta que no lo haga en una nueva forma, en el
reino eterno de mi Padre.”
Los apóstoles parecían sobrecogidos. Una vez que hubieron bebido, la copa de
cristal fue depositada sobre la mesa. En ese instante, el suave roce de las
vestiduras de Jesús reflejó que estaba inclinándose hacia la “U”. Tomó algo y,
después de dar las gracias, se escuchó el crujido del pan al ser troceado. El
micrófono multidireccional captaría igualmente un movimiento generalizado.
Como si los discípulos distribuyeran los trozos entre ellos.
“-Tomad este pan y comedlo -les anunció el Maestro-. Os he manifestado que
soy el pan de la vida, que es la vida unificada del Padre y del Hijo en un solo
don. La palabra del Padre, tal como fue revelada por el Hijo, es realmente el
pan de la vida.”
Cuando hubieron comido se reclinaron sobre los divanes, haciéndose de nuevo
el silencio. Parecía como si el Galileo -no sé si sus hombres también- hubiera
entrado en una profunda reflexión.
A punto estuve de intervenir. Ardía en deseos de comentar aquellas últimas
frases sobre el vino y el pan, tan distintas a las que figuran en los escritos de
Mateo, Marcos y Lucas. Pero, con buen criterio supongo, lo dejé para el final
de la grabación.
Al fin, Jesús rompió su mutismo:
“-Cuando hagáis estas cosas, recordad la vida que he vivido en la Tierra y
regocijaos porque continuaré viviendo con vosotros. No luchéis para averiguar
quién es el más grande entre vosotros. Sed como hermanos. Y cuando el reino
crezca hasta alcanzar numerosos grupos de creyentes, no luchéis tampoco por
esa grandeza o por buscar el ascenso entre tales grupos. Y tan a menudo como
hagáis esto, hacedlo en memoria mía. Y cuando me recordéis, primero mirad
atrás: a mi vida en la carne. Y recordad que una vez estuve con vosotros.
Entonces, por la fe, percibid que todos cenaréis alguna vez, conmigo, en el
reino eterno del Padre. Esta es la nueva Pascua que os dejo: la palabra de la
eterna verdad, mi amor por vosotros y el derramamiento del Espíritu sobre la
carne...”.A una señal del Maestro, los once se levantaron y entonaron el Salmo 118:
“-Aleluya!”
"Dad gracias a Yavé, porque es bueno, porque es eterno su amor...!”
La voz del Cristo, recia y sostenida -envidia de cualquier buen barítono- se
impuso desde el principio, eclipsando y conduciendo las de sus hombres.
“... Yavé está por mí, no tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre?...”
Sentí un nuevo escalofrío. Hasta las estrofas parecían especialmente escogidas
para aquel momento...
“La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha
convertido; ésta ha sido la obra de Yavé... “
Finalizado el cántico, algunos de los discípulos comentaron la necesidad de
volver a Jetsemaní. La cena había terminado, y, obviamente, se hacía tarde.
Pero Jesús les indicó que se sentaran.
“-Recordáis bien cuando os envié sin bolsa ni cartera e, incluso, os advertí que
no lleváseis ropa de repuesto...“
Los apóstoles, con monosílabos, respondieron afirmativamente.
“-... Todos recordaréis que nada os faltó. Sin embargo, ahora los tiempos son
difíciles. Ya no podéis depender de la buena voluntad de las multitudes. Por
tanto, en adelante, aquel que tenga bolsa, que la lleve. Cuando salgáis al
mundo a proclamar este evangelio, haced provisión para vuestro sustento,
como mejor os parezca. He venido a traer la paz pero, por un tiempo, ésta no
aparecerá.”
"Ha llegado el tiempo en que el Hijo del Hombre será glorificado y el Padre,
en Él...”
Su voz volvió a turbarse.
“Amigos míos: voy a estar con vosotros sólo un poco más. Pronto me
buscaréis, pero no me hallaréis, pues voy a un lugar al que, esta vez, no podéis

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