martes, 7 de mayo de 2013

CABALLO DE TROYA 2 DE LA PAG. 31 A LA PAG 60, SE PROGRAMA UN NUEVO "VIAJE DE LA CUNA"


El paquete contenía cuatro libros no muy voluminosos. Todos en torno a un
mismo tema. Curtiss, al seleccionar a los autores -Flavio Josefo, Adolfo
Schulten, Yadin y el colectivo formado por Avi-Yonah, N. Avigad, Y.
Aharoni, L. Dunayevsky y S. Guttman- había perseguido, como siempre, la
máxima eficacia.
Al informarme, a través de aquellas páginas, de las sucesivas expediciones
arqueológicas protagonizadas y dirigidas por los referidos autores (con
excepción, naturalmente, del judío-romanizado Flavio Josefo), empecé a
comprender. “Aquel" lugar, descrito con todo lujo de detalles en las obras que
me había entregado el general, tenía que ser el misterioso asentamiento de la
estación receptora de imágenes..., y de la “cuna". Si esto era así, la no menos
intrigante Operación Eleazar del Ejército judío también comenzaba a tener un
indudable e inteligente sentido...
Permanecí embebido en el estudio y lectura de aquellos textos, mapas y
fotografías hasta bien entrada la noche. Mi máxima preocupación entonces fue
la estimable distancia existente entre dicho "monumento” de la historia de
Israel y el “punto de contacto” que habíamos elegido, en principio, para el
descenso del módulo. Esta circunstancia, como dije, podía multiplicar los
riesgos de la misión. Pero, justo es decirlo, también la supuesta futura “base”
de operaciones reunía considerables ventajas (1)..Cuando Eliseo me reclamó a través del hilo telefónico caí en
la cuenta que
había olvidado a mis compañeros. El equipo se hallaba concentrado, desde
hacia horas, en la habitación contigua: la de mi hermano. No tardé en
sumarme a ellos para reanudar las exhaustivas revisiones del plan. Nadie me
preguntó nada. Sin embargo, al observar mi rostro grave y preocupado, Eliseo
me traspasó con la mirada. Dos días después -en pleno desarrollo de la
Operación Eleazar- me recordaría aquel momento y cómo presintió que yo
estaba al corriente de “algo” importante. Poco faltó para que, al retirarnos a
descansar-bien entrada ya la madrugada-, hiciera participe a mi entrañable
---
(1) La persona que llegue a leer este diario deberá perdonar que, por el
momento, no cite el nombre del lugar, motivo de las referidas expediciones
arqueológicas. Es mí propósito intentar respetar al máximo el orden
cronológico de aquellos vitales acontecimientos que precedieron a nuestra
"partida”. (N. del m.)
---
compañero de lo que Curtiss había puesto en mis manos. Pero el sentido de la
disciplina se impuso y dejé que los acontecimientos siguieran su curso natural.
Al contrario de lo que debió suceder con los directores del programa y con
Eliseo, la tensión nerviosa me traicionó. Fue una noche difícil. Cargada de
presagios. Angustiosa. Después de revolverme una y otra vez en el lecho, opté
por levantarme, enfrascándome nuevamente en los libros del general. Aquella
información me obsesionó. Pero las largas horas de vigilia no resultaron del
todo infructuosas. Había llegado, al menos, a una conclusión que sería de
indudable utilidad en el desenlace de la futura exploración: una vez
consumada la inversión axial de las partículas subatómicas del módulo, éste
debería efectuar un vuelo horizontal y manual, hasta el “punto de contacto” en
la cima del monte de los Olivos. Esa sería mí definitiva propuesta...
A las ocho de la mañana del miércoles, 21 de febrero, tras una prolongada y
relajante ducha, me reuní en el hall con los directores y con el puntual Curtiss.
Y quiero anotar un hecho que descubrí aquella misma mañana, justamente
cuando me disponía a asearme y que entonces no valoré en su justa medida.
Se trataba de una serie de pecas en las que no había reparado anteriormente y
que salpicaban amplias áreas de mis hombros, tórax, brazos, antebrazos y
dorso de las manos. Pero lo que más me sorprendió fue la presencia de
escamas, no muchas, en las piernas (caras anteriores) y en las tonas dorsales
de los antebrazos. Jamás me había ocurrido nada semejante y, la verdad, en
esos momentos tampoco le concedí demasiada importancia.
“Quizá el prolongado uso de la "piel de serpiente" -pensé- ha provocado estas
alteraciones en la epidermis...” Por fortuna fui olvidando el incidente, sin.llegar a comentarlo siquiera con mi
hermano ni con el resto de los hombres de
Caballo de Troya. De haberlo hecho, y teniendo en cuenta el fatal
“descubrimiento” de Curtiss poco antes del lanzamiento, la misión quizá
hubiese naufragado allí mismo... Una vez más, la suerte estuvo de nuestro


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lado.
El general, tal y como prometió, había revisado a fondo el proyecto elaborado
y redactado por los directores de la operación y por nosotros mismos. Pero,
lejos de aclarar dudas, fue él quien dedicó buena parte de la mañana a
interrogarnos. La discusión se centró, como era previsible, en el tiempo de
permanencia del módulo y de sus tripulantes en el “otro lado". Para algunos
jefes de proyecto, lo ideal era una exploración que no sobrepasase los tres
días. Es decir, lo necesario para recuperar el micrófono. Los demás,
prácticamente la mayoría, estimamos que se trataba de una ocasión única para
intentar desvelar lo sucedido en los cuarenta días que, según los escritos
evangélicos, transcurrieron entre la muerte y la supuesta ascensión a los cielos
de Jesús de Nazaret. La nueva misión había sido concebida de forma que,
además de hacerse con la pieza perdida, los “exploradores" tuvieran ocasión
de verificar algunas de las misteriosas “apariciones” del Maestro de Galilea y,
sobre todo, como ya mencioné, analizar la naturaleza del discutible y discutido
“cuerpo glorioso". De hecho, la “vara de Moisés" iba a ser acondicionada para
ello...
Este último criterio-el de los cuarenta días- encerraba, no obstante, un serio
inconveniente que todos reconocimos. Con suerte, alargando al máximo el
periodo de montaje del instrumental secreto de la estación receptora de
imágenes, Caballo de Troya podía disponer de un margen de quince a veinte
días para el lanzamiento de la “cuna”, desarrollo de la misión y vuelta a la
base. Un tiempo insuficiente a todas luces...
La posible solución -que sorprendió a todos- llegó esta vez de la mano de
Eliseo. Después de escucharnos pacientemente planteó lo que él llamó una
“vía intermedia". Consistía básicamente en lo siguiente: la “ausencia” física
del módulo, desde el instante de la inversión de masa hasta el “regreso", podía
establecerse en los quince o veinte días mencionados. Pero, una vez “situados”
en el domingo, 9 de abril del año 30, los expedicionarios ejecutarían su trabajo
por un periodo de tiempo indefinido. Una vez concluida la exploración, sólo
sería cuestión de manipular los swivels, forzando sus ejes al instante elegido
para dicho retorno y descenso... en el siglo XX. Aunque los “astronautas"
vivieran física y realmente esos cuarenta días, o más, en el pasado, la referida
manipulación de los swivels hacia viable el “salto" hacia el futuro, justo al
momento “cronológico” fijado para el final de la operación (1). Se “jugaba",
en consecuencia,.---
(1) Nota del autor: Aunque en mi anterior libro, Caballo de Troya, se incluyen
diversas notas aclaratorias sobre esta intrincada materia (páginas 56 y
siguientes), entiendo que. en estos momentos, quizá sea bueno refrescar la
memoria del lector con algunas de aquellas sorprendentes revelaciones. “En
esencia [escribía el mayor]. ese 'sistema básico' que había impulsado la
operación consistía en el descubrimiento de una entidad elemental -generalizada
en el cosmos- en la que la ciencia no había reparado hasta ese
momento y que ha resultado, y resultará en el futuro, la "piedra angular" para
una mejor comprensión de la formación de la materia y del propio universo.
Esta entidad elemental -que fue bautizada con el nombre de swivel- puso de
manifiesto que todos los esfuerzos de la ciencia por detectar y clasificar
nuevas partículas subatómicas no eran otra cosa que un estéril espejismo.
La razón -minuciosamente comprobada por los hombres de la operación en la
que trabajé- era tan sencilla como espectacular: un swivel tiene la propiedad
de cambiar la posición u orientación de sus hipotéticos "ejes', transformándose
así en un swivel diferente. Aún hoy, y puesto que este sensacional hallazgo no
ha sido dado a conocer a la comunidad científica del mundo, numerosos
investigadores y expertos en física cuántica siguen descubriendo y detectando
infinidad de subpartículas (neutrinos, mesones, antiprotones, etc.) que sólo
contribuyen
---
con dos términos y realidades aparentemente “superpuestos” -el tiempo
“cronológico" que "fluía" en 1973 y el de idéntica naturaleza que había
"fluido" en “otro ahora": el del año 30 de nuestra Era-, pero que, merced -a
nuestra tecnología, resultaban independientes entre si.
---
a oscurecer el intrincado campo de la física. El día que los científicos tengan
acceso a esta información comprenderán que todas esas partículas elementales


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que conforman la materia no son otra cosa que diferentes cadenas de swivels,
cada uno de ellos orientado de una forma peculiar respecto a los demás. Tanto
los especialistas que trabajaron en esta operación, como yo mismo, tuvimos
que doblegar nuestras viejas concepciones del espacio euclideo, con su trama
de puntos y rectas, para asimilar que un swivel está formado por un haz de
ejes ortogonales que "no pueden cortarse entre sí". Esta aparente contradicción
quedó explicada cuando nuestros científicos comprobaron que no se trataba de
"ejes" propiamente dichos, sino de ángulos. (De ahí que haya entrecomillado
la palabra "eje" y me haya referido a hipotéticos ejes.) La clave estaba, por
tanto, en atribuir a los ángulos una nueva propiedad o carácter: el dimensional.
El descubrimiento dejó perplejos a los escasos iniciados, arrastrándolos.irremediablemente a una visión muy
diferente del espacio, de la configuración
íntima de la materia y del tradicional concepto del tiempo. El espacio, por
ejemplo, no podía ser considerado ya como un continuo escalar" en todas
direcciones. El descubrimiento del swivel echaba por tierra las tradicionales
abstracciones del "punto", "plano" y "recta". Éstos no son los verdaderos
componentes del universo. Científicos como Gauss, Riemann, Bolyai y
Lobats chewsky habían intuido genialmente la posibilidad de ampliar los
restringidos criterios de Euclides. elaborando una nueva geometría para un
"espacio". En este caso, el auxilio de las matemáticas salvaba el grave escollo
de la percepción mental de un cuerpo de más de tres dimensiones. Nosotros
habíamos supuesto un universo en el que átomos, partículas, etc., forman las
galaxias, sistemas solares, planetas, campos gravitatorios, magnéticos, etc.
Pero el hallazgo y posterior comprobación del swivel nos dio una visión muy
distinta del cosmos: el espacio no es otra cosa que un conjunto asociado de
factores angulares. integrado por cadenas y cadenas de swivels. Según este
criterio, el cosmos podríamos representarlo no como una recta, sino como un
enjambre de estas entidades elementales. Gracias a estos cimientos, los
astrofísicos y matemáticos que habían sido reclutados por el general Curtiss
para el proyecto Swivel fueron verificando con asombro cómo en nuestro
universo conocido se registran periódicamente una serie de curvaturas u
ondulaciones, que ofrecen una imagen general muy distinta de la que siempre
habíamos tenido. A principios de 1960, y como consecuencia de una más
intensa profundización en los swivels. uno de los equipos del proyecto
materializó otro descubrimiento que, en mi opinión, marcará un hito histórico
en la humanidad: mediante una tecnología que no puedo siquiera insinuar,
esos hipotéticos ejes de las entidades elementales fueron invertidos en su
posición. El resultado llenó de espanto y alegría a un mismo tiempo a todos
los científicos: el minúsculo prototipo sobre el que se había experimentado
desapareció de la vista de los investigadores. Sin embargo, el instrumental
seguía detectando su
---
Otra cuestión era el tiempo “biológico". Los científicos saben y han
demostrado que éste obedece a unos parámetros que en multitud de ocasiones
nada tiene que ver con los del citado tiempo “cronológico". Un ser humano
“ve" o "siente" pasar “su” tiempo “cronológico" y, a la vez, sus órganos
pueden experimentar
---
presencia. Al multiplicar nuestros conocimientos sobre los swivels y dominar
la técnica de inversión de la materia, apareció ante el equipo una fascinante
realidad: "más allá" o al "otro lado" de nuestras limitadas percepciones físicas.hay' otros universos tan físicos y
tangibles como el que conocemos (?). En
sucesivas experiencias, los hombres del general Curtiss llegaron a la
conclusión de que nuestro cosmos goza de un sinfín de dimensiones
desconocidas. (Matemáticamente fue posible la comprobación de diez.) De
estas diez dimensiones, tres son perceptibles por nuestros sentidos y una
cuarta -el tiempo- llega hasta nuestros órganos sensoriales como una especie
de "fluir", en un sentido único, y al que podríamos definir groseramente como
"flecha o sentido orientado del tiempo". A mí, personalmente, lo que terminó
por cautivarme fue el nuevo concepto del "tiempo". Al manipular los ejes de
los swivels se comprobó que estas entidades elementales no "sufrían" el paso
del tiempo. Ellas eran el tiempo! Largas y laboriosas investigaciones pusieron
de relieve, por ejemplo, que lo que llamamos "intervalo infinitesimal de
tiempo no era otra cosa que una diferencia de orientación angular entre dos


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swivels íntimamente ligados. Aquello constituyó un auténtico cataclismo en
nuestros conceptos del tiempo. Las sucesivas verificaciones demostraron, por
ejemplo, que el tiempo puede asimilarse a una serie de swivels cuyos ejes
están orientados ortogonalmente con respecto a los radios vectores que
implican distancias. Según esto, descubrimos que puede darse el caso-si la
inversión de ejes es la adecuada- que un observador, en su nuevo marco de
referencia, aprecie como distancia lo que en el antiguo sistema referencial era
valorado como "intervalo de tiempo". Es fácil comprender entonces por qué
un suceso ocurrido lejos de la Tierra (por ejemplo, en un planeta del cúmulo
globular M-13, situado a 22 500 años-luz) no puede ser jamás simultáneo a
otro que se registre en nuestro mundo. Esto nos dio la explicación de por qué
un objeto que pudiera viajar a la velocidad de la luz acortaría su distancia
sobre el eje de traslación, hasta reducirse a una pareja de swivels. Distancia
que, aunque tiende a cero, no es nula como apunta erróneamente una de las
transformaciones del matemático Lorentz. Y ya que he mencionado el proceso
de inversión de ejes de los swivels, debo señalar que, al principio, muchos de
los intentos de inversión de la materia resultaron fallidos, precisamente por
una falta de precisión en dicha operación. Al no lograr una inversión absoluta,
el cuerpo en cuestión -por ejemplo, un átomo de molibdeno- sufría el
conocido fenómeno de la conversión de la masa en energía. (Al desorientar en
el seno del átomo de Mol un solo nucleón -un protón, por ejemplo-,
obteníamos un isótopo del Niobio-10.) Cuando esa inversión fue absoluta, el
protón parecía aniquilado, pero sin quebrar el principio universal de la
conservación de la masa y de la energía. No fue muy difícil detectar que, por
uno de esos milagros de la naturaleza, los ejes del tiempo de cada swivel
apuntaban en una dirección común... para cada uno de los instantes que
podríamos.---
otra clase de envejecimiento -el “biológico"-, que no tiene por qué guardar
relación alguna con aquél. Esta fue nuestra gran incógnita. La sugerencia de
Eliseo era técnicamente viable. Sin embargo, en las experiencias efectuadas en
el desierto de Mojave jamás se había manipulado el tiempo hasta esos
extremos. Ignorábamos, por tanto, qué consecuencias podía provocar en el
organismo humano. Y ello, evidentemente,
---
definir puerilmente como "mi ahora". Al instante siguiente, y al siguiente y al
siguiente -y así sucesivamente- esos ejes imaginarios variaban su posición,
dando paso a distintos "ahora". Y lo mismo ocurría, obviamente, con los
"ahora" que nosotros llamamos pasado. Aquel potencial -sencillamente al
alcance de nuestra tecnología- nos hizo vibrar de emoción, imaginando las
más espléndidas posibilidades de "viajes" al futuro y al pasado. Trataré de
señalar, aunque sólo sea someramente, algunas de las líneas básicas de esta
nueva definición de "intervalo de tiempo". Como dije, nuestros científicos
entienden un intervalo de tiempo "1" como una sucesión de swivels cuyos
ángulos difieren entre si cantidades constantes. Es decir, consideremos en un
swivel los cuatro ejes (que no son otra cosa que una representación del marco
tridimensional de referencia), y que no existen en realidad: en otras palabras,
que son tan convencionales como un símbolo aunque sirven al matemático
para fijar la posición del ángulo real. Si dentro de ese marco ideal oscila el
ángulo real, imaginemos ahora un nuevo sistema referencial de los ángulos,
cada uno de los cuales forma 90 grados con los cuatro anteriores. Este nuevo
marco de acción de un ángulo real y el anteriormente definido, definen
respectivamente espacio y tiempo.
Observemos que los "ejes rectores" que definen espacio y tiempo poseen
grados de libertad distintos. El primero puede recorrer ángulos-espacio en tres
orientaciones distintas, que corresponden a las tres dimensiones típicas del
espacio; el segundo está "condenado" a desplazarse en un solo plano. Esto nos
lleva a creer que dos swivels cuyos ejes difieran en un ángulo tal que no exista
en el universo otro swivel cuyo ángulo esté situado entre ambos, definirán el
mínimo intervalo de tiempo. A este intervalo, repito, lo llamamos "instante".
Como he expresado, no puedo sugerir siquiera la base técnica que conduce a
la mencionada inversión de todos y cada uno de los ejes de los swivels, pero
puedo adelantar que el proceso es instantáneo y que la aportación de energía
necesaria para esta transformación física es muy considerable. Esa energía
necesaria, puesta en juego hasta el instante en que todas las subpartículas


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sufren su inversión, es restituida "íntegramente" (sin pérdidas),
retransformándose en el nuevo marco tridimensional en forma de masa. Los.experimentos previos demostraron
que, inmediatamente después de ese salto
de marco tridimensional, el módulo se desplazaba a una velocidad superior,
sin que el cambio brusco de la velocidad (aceleración infinita) en el instante
de la inversión fuera acusado por el vehículo. Este procedimiento de viaje,
como es fácil adivinar, hace inútiles los restantes esfuerzos de los ingenieros y
especialistas en cohetería espacial, empeñados aún en lograr aparatos cada vez
más sofisticados y poderosos... pero siempre impulsados por la fuerza bruta de
la combustión o de la fisión nuclear... “
---
nos preocupaba a todos. Este hecho acarrearía a quien escribe y a mi hermano
gravísimos e irreversibles daños...
El polémico asunto quedó finalmente aparcado, en espera de un estudio más
detallado. Curtiss, nervioso ante los acontecimientos que se avecinaban y que,
lamentablemente, eran de una naturaleza más prosaica, tenía prisa por
terminar la reunión.
Antes de desaparecer del Ramada Shalom nos dio las últimas instrucciones:
Al día siguiente, a las 07 horas, un vehículo especial, al mando de un oficial
judío, pasaría a recogernos. Hasta ese momento "era aconsejable" que no nos
moviéramos del hotel.
-Sobre todo, eviten la mezquita de la Ascensión...
(Al parecer, la Operación Eleazar daría comienzo esa misma noche, con el
transporte de los containers allí depositados.)
-La hora H -añadió- coincidirá con un ataque preventivo israelí. Este “golpe
de fuerza" busca una doble finalidad: desviar la atención de los palestinos y
del pueblo en general en una dirección opuesta a la que seguirían los convoyes
de la citada Operación Eleazar.
El general hizo una pausa.
En cuanto al segundo objetivo, mañana os enterareis por la prensa. Yo no
estaré en vuestro transporte especial. Mi misión ahora es velar por la
integridad de los equipos. Marcharé al frente de uno de los dos convoyes. Nos
veremos en la nueva "base". Suerte.
Una vez más nos dejó sumidos en la incertidumbre. ¿Qué había querido decir
con lo de la prensa?
Aquél fue uno de los escasos momentos divertidos de la aventura en la que
estábamos inmersos. Cuando, poco antes de las siete de la mañana del jueves,
22 de febrero, los directores del proyecto, Eliseo y yo coincidimos en el hall
del hotel, no pudimos por menos que estallar en una solemne y colectiva
carcajada. Nuestros respectivos atuendos podían corresponder a cualquier
profesión menos a la sugerida por Curtiss: la de arqueólogo..Aunque, dicho sea en nuestro descargo, ¿quién
demonios podía saber cuál es
la vestimenta más usual entre estos esforzados profesionales? El caso es que
dejándonos llevar por el puro instinto o por lo que cada uno recordaba de las
novelas y películas relacionadas con estos menesteres, varios de mis colegas
se tocaron con rudimentarios sombreros de paja (nunca supe dónde los habían
conseguido), gruesas cazadoras de paño -en los más estrambóticos y chillones
colores que pueda imaginarse-, altas y pesadas botas militares y, cómo no!,
cámaras fotográficas y pipas de dudosa utilidad. (Ahorraré una descripción de
mi ropaje, que no se distanciaba gran cosa del de mis compañeros.)
Nuestro regocijo terminaría pronto. A las 07 horas, de acuerdo con lo previsto,
un microbús blanco, con placa amarilla (60-609-72) y unos ventanales negros,
situados a considerable altura del suelo-unos dos metros-, frenaba suavemente
frente al Ramada Shalom. Al punto, un teniente con las insignias de la
División de Zapadores del Ejército de Israel saltaba a tierra, saludándonos. El
conductor, otro oficial de Ingenieros, se hizo cargo de los equipajes y, sin más
demoras, a las siete y quince minutos partíamos con rumbo desconocido.
Como si todo hubiera sido meticulosamente planeado, sobre cada uno de los
asientos que debíamos ocupar se hallaba un ejemplar del diario matutino
Jerusalem Post. Y, recordando las palabras del general, nos lanzamos con
avidez sobre sus páginas. El teniente, sentado al lado del conductor, parecía
esperar esta reacción colectiva. Pero no hizo comentario alguno y se limitó a
espiar nuestros rostros.
Dios mío! En primera página y con grandes caracteres pudimos leer dos


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noticias que nos estremecieron. La primera, tal y como había pronosticado
Curtiss, correspondía al ataque preventivo judío...
“Fuerzas de tierra, mar y aire-rezaba la información- atacaron la noche pasada
varios campamentos palestinos en el Líbano. Ha sido una de las incursiones
más profundas en territorio libanés. Al parecer, hay numerosas víctimas. Los
objetivos militares fueron los campos de guerrilleros y bases terroristas contra
Israel en las proximidades de Trípoli, al norte del Líbano, a unos 190
kilómetros del punto fronterizo israelí más cercano. Dos unidades de la
Marina lanzaron un intenso bombardeo contra el campamento de Nahar el
Bard, al norte de la citada ciudad de Trípoli. Simultáneamente, helicópteros
judíos tomaron tierra en un paraje próximo al campamento Badawi.”
No pude remediarlo. Al leer la escueta y trágica información me sentí
cómplice de aquella masacre. Días después, al repasar los periódicos
norteamericanos atrasados que llegaron a la “base”, pudimos confirmar
nuestras sospechas iniciales. Según un télex de la agencia palestina Prensa
Wafa, “gran número de mujeres y niños habían sido muertos o heridos en
aquel "golpe" del Ejército judío en territorio libanés”. Según los palestinos, el.número de muertos era superior a
veintiuno. La organización guerrillera Al
Fatah, por su parte, sostenía que los servicios jordanos e israelíes de espionaje
estaban de acuerdo en la lucha contra la causa palestina.
Naturalmente, la prensa de Jerusalén “justificaba” dicho “ataque preventivo”
como “una medida necesaria ante los planes terroristas de los palestinos,
descubiertos a raíz de las detenciones en Jordania de Abu Daoud y de sus
seguidores”. Éste era el segundo objetivo al que había hecho mención el
general Curtiss. Del primero, en cambio -la maniobra de distracción para sacar
los equipos de la mezquita-, no se decía una sola palabra.
Como digo, me sentí deprimido. Eliseo y los demás experimentaron idéntica
sensación . No eran aquellos nuestros propósitos. Todos éramos científicos y
hombres de paz... Estábamos seguros de que tenía que haber otros "métodos"
menos violentos para procurar un seguro y eficaz transporte del material.
La segunda noticia, tan desoladora como la que acababa de leer, decía así:
“Aviones israelíes derribaron ayer un avión comercial libio Boeing 727, con
83 pasajeros, al ser localizado sobre la península del Sinaí y negarse a admitir
las órdenes de que aterrizara.”
Las primeras y confusas informaciones hablaban de setenta pasajeros muertos
y trece sobrevivientes.
“El avión -seguía el periódico- había caído a unos veinte kilómetros al este del
canal de Suez, en la zona del Sinaí. Helicópteros judíos han trasladado a los
heridos al hospital de Tel Hashomer, en Tel Aviv. El Boeing 727 realizaba un
vuelo regular de Bahrein -en los emiratos árabes- a Alejandría, en Egipto."
La única "explicación”, en aquellos momentos, a tan lamentable suceso fue la
siguiente:
“El avión, al parecer, perdió la ruta debido a las malas condiciones
meteorológicas, entrando en el espacio aéreo de Israel.”
Tanto a mis compañeros como a mí, este “razonamiento”, de la prensa judía se
nos antojó extraño. Habría que esperar nuevas informaciones -en especial de
los periódicos árabes- para saber qué había ocurrido realmente sobre la
península del Sinaí. Nadie en el equipo podía suponer entonces las gravísimas
repercusiones que iba a entrañar el triste y casual (?) incidente libio-israelí.
Tanto para las ya tensas relaciones de Israel con sus vecinos como para
nuestra propia misión. Curtiss había hecho veladas insinuaciones sobre el
agravamiento de la situación de “no guerra, no paz” existente entre Egipto,
Siria e Israel. Sin embargo, a decir verdad, el plan de paz -en tres fases-,
presentado el lunes, 19 de ese mismo mes de febrero, por Hafiz Ismaíl,
entonces consejero de seguridad nacional egipcio (1), nos
---.(1) En la citada fecha, Hafiz Ismail voló a Londres con el fin de entrevistarse
con sir Alee Douglas Home, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores inglés.
¿Objetivos? En primer lugar, negociar una posible apertura del canal de Suez,
así como un nuevo plan de paz para Oriente Medio. Dicha propuesta abarcaba
tres fases.
Primera: retirada parcial de las tropas judías de la zona del Sinaí, con el fin de
permitir la mencionada reapertura de Suez. Esta etapa sólo sería aceptada por
los árabes en el caso de que Israel se comprometiera a pasar a una segunda
fase, en la que la retirada fuese completa en la zona del canal, golfo de Akaba,


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Jordania y Siria.
Segunda: el problema palestino entraría entonces en discusión, aunque se
ignoraba entonces la fórmula que podía proponer Egipto. Se especuló en
aquellas fechas que quizá se trataba de dar a los palestinos una voz en las
negociaciones.
Tercera: se negociaría un acuerdo que diera por cerrada la guerra
---
había hecho concebir esperanzas sobre una probable y paulatina mejora de las
cosas. Pero, de pronto, con el derribo del Boeing 727 de Libia, todo se
oscurecía.
El microbús enfiló la carretera de Jericó. Ninguno de los componentes de la
expedición parecía dispuesto a hablar. En parte, debido a la atenta vigilancia
del oficial judío y, supongo, abrumados también por los trágicos
acontecimientos que acabábamos de conocer.
Durante largo rato permanecí con la mirada extraviada en un cielo tormentoso,
que azotaba el asfalto y los ventanales ahumados del vehículo con furiosas
ráfagas de lluvia. (Era admirable. La minuciosidad de los israelíes llegaba a
extremos insospechados. En aquel microbús, por ejemplo, los cristales
ahumados -en realidad se trataba de vidrios semirreflectantes- permitían la
visión de dentro afuera, pero no al contrario. Esto, unido a la considerable y
calculada altura de tales ventanas, hacia poco menos que imposible que un
hipotético observador distinguiera quien o qué viajaba en dicho vehículo.) Por
espacio de algunos minutos luché por apartar de mi mente los negros
presagios que planeaban sobre la futura misión, fijando la atención en detalles
como los del microbús, el creciente temporal o el paisaje. Pero fue inútil. A
cada instante, como fogonazos. Se presentaban en mi cerebro las sangrientas
escenas de los bombardeos o del derribo del avión de pasajeros. La vieja
angustia afloró entonces y formó un nudo en mi garganta. En esos momentos
la mano de Eliseo -sentado a mi izquierda- presionó mi antebrazo. No hicimos
comentario alguno. Mi rostro debía ser un libro abierto....Hacia las 07.45 horas, el microbús dejó atrás el
pedregoso desierto de Judá. Y
los amarillos carteles indicadores, en hebreo e inglés, empezaron a confirmar
lo que ya sabía. En las proximidades de Almog giramos a la derecha, dejando
la estrecha carretera que conduce a la frontera con Jordania. Al avistar la
plácida y verdosa superficie del mar Muerto. Mí compañero me hizo una señal
indicándome en un mapa de carreteras que aquella ruta conducía al Sinaí. A
punto estuve de sacarle de sus dudas, dibujando el lugar -justo frente al
famoso mar que ahora costeábamos- donde, si no me equivocaba, debería
concluir el viaje. Pero me arrepentí y, con una sonrisa de circunstancias,
---
de 1967 y en el que los árabes se comprometerían a respetar las fronteras de
Israel.
Ismail, el Kissinger del presidente egipcio Anuar el Sadat, celebraría en
Londres la primera de una serie de reuniones con potencias mundiales en tomo
al referido plan de paz elaborado en El Cairo. En círculos pro judíos de
Londres se especuló entonces que dicho plan no era de paz, sino de "no
guerra”. (N. del m.)
---
devolví el lápiz al bolsillo de mi pesado chaquetón. Aquella calzada, en
efecto, llevaba hasta la ciudad más meridional de Israel: Eliat, a orillas del
golfo del mismo nombre y en las puertas del desierto del Sinaí.
El conductor redujo la velocidad. A intervalos, desde la escarpada pared rojiza
que se levantaba a nuestra derecha, se precipitaban pequeñas y blancas
cascadas de agua que invadían el asfalto, dificultando la circulación. Las
torrenteras, que irían aumentando en número y caudal conforme fuimos
aproximándonos a nuestro objetivo, terminaban indefectiblemente en las
saladas aguas del mar Muerto (situado a cuatrocientos metros por debajo del
nivel del Mediterráneo).
A las 08 horas, cuando la contemplación de las famosas cuevas de Qumran -donde
los beduinos descubrieron los célebres Rollos del mar Muerto- había
logrado distraer en parte nuestra tristeza, el rotor de un helicóptero del Ejército
nos devolvió a la realidad. Procedía del norte y venía costeando, a baja altura,
sobre los escasos trescientos metros de dunas que nos separaban de la orilla
del gran lago. Todos, instintivamente, clavamos las miradas en el teniente.


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Pero el oficial, impasible, se limitó a echar una ojeada al aparato. Este, tras
inmovilizarse unos segundos frente al microbús, levantando oleadas de arena
y agitando sin piedad las masas de juncos y retamas, reemprendió el vuelo en
dirección sur. Aunque aquella zona, desde el extremo noroccidental del mar
Muerto, se encontraba alambrada y sembrada de carteles en los que se
recordaba la prohibición de bañarse y el carácter militar de dicha franja. todos.tuvimos el mismo sentimiento:
aquel helicóptero no se hallaba precisamente
en un vuelo rutinario. Y el hecho de haber efectuado un estacionario frente al
vehículo aumentó nuestras sospechas. No había duda. La marcha del microbús
estaba siendo vigilada.
El conductor aceleró, dejando atrás el oasis de Em Gedí. Y a las 08 horas y 20
minutos, ante la curiosidad general, abandonaba la ruta general, tomando un
desvío situado a la derecha. En mitad del inesperado cruce, un enorme cartel
nos “gritó” el nombre de nuestro inminente destino. Un destino que,
efectivamente, me había sido adelantado por el general Curtiss...
“Masada”!
Un murmullo rompió el silencio del grupo, fascinado ante la repentina
aparición por el oeste de la histórica y altiva roca. En poco más de ocho
minutos, el microbús salvó los escasos tres kilómetros de curvas que unen la
base de la gran montaña truncada con la orilla del mar Muerto. Con el paso de
los siglos, las torrenteras como en aquellos tormentosos momentos- habían ido
esculpiendo extrañas y casi mágicas formas entre las dunas y montículos ocres
y amarillentos que acorralan casi en su totalidad la formidable “meseta” de
Masada.
El lugar no podía ser mejor ni más acertado. Tanto para el montaje de la
estación receptora de fotos como para nuestros verdaderos objetivos. Y ello
por dos motivos. El primero, por las características físicas de la aislada
montaña, que, en su cara este, descolla 1 300 pies sobre la superficie del mar
Muerto, y por su privilegiada ubicación: a unos cien kilómetros al sur de
Jerusalén y a cientos de millas de los dos focos de fricción (los altos del
Golán, en la frontera con Siria, y el Sinaí). Aquel "coloso" de roca dorada por
el ardiente sol del vecino desierto de Judá, con su "cima" plana y en forma de
"cubierta de barco”, de 1 900 pies de longitud (de norte a sur) y otros 650 (de
este a oeste), prácticamente cortada a pico a todo su alrededor, era una “base"
segura. Casi inaccesible e ideal para una operación como la que nos
proponíamos.
El segundo motivo resultaba más íntimo e importante para los judíos que para
nosotros, los hombres de Caballo de Troya. En la extensa documentación que
me había facilitado el general se detallaba la insólita y emocionante historia de
aquel gigantesco promontorio. Masada había sido el escenario de uno de los
más dramáticos y simbólicos sucesos de la siempre agitada vida de Israel. En
el año 66 de nuestra Era, el pueblo judío volvió a levantarse en armas contra el
Imperio romano, Aquella guerra duraría cuatro años. Al fin, en el 70, el
general romano Tito conseguiría vencer la resistencia de los defensores de
Jerusalén, destruyendo la Ciudad Santa. Pero un último foco de valerosos
israelitas se refugiaría en lo alto de Masada, resistiendo el cerco romano hasta.la primavera del 73 (1). En el
año 72, el gobernador romano Flavio Silva tomó
la decisión de aplastar este último y molesto reducto de los levantiscos judíos.
Y se dirigió a Masada con la Décima Legión, tropas auxiliares y miles de
prisioneros israelitas. En total, alrededor de 15000 hombres. Tanto los sitiados
como los sitiadores se prepararon para un largo asedio.
---
(1) A principios de la rebelión judía del año 66 d.C. un grupo de fanáticos
tomó al asalto la escasa guarnición romana destacada en Masada. Y allí se
mantuvieron durante toda la guerra. Cuando Tito tomó Jerusalén, un grupo de
zelotes, con sus familias, y también algunos miembros de la secta de los
Esenios, huyeron hacia el sur, refugiándose en Masada y uniéndose a los
patriotas que habían conquistado la fortaleza. Durante dos años lucharon por
su libertad, hostigando a los romanos desde el estratégico enclave. Según F.
Josefo, el primero en fortificar esta defensa natural fue "Jonathan, el Gran
Sacerdote". Pero quien verdaderamente convirtió Masada en un reducto casi
inexpugnable fue el rey Herodes el Grande. Entre los años 36 al 30 a.C. -seguramente
por miedo a una posible invasión de los ejércitos de Cleopatra-,
edificó una muralla almenada que rodeaba toda la cima, una torre de defensa,


39
grandes cisternas en la roca, almacenes, cuarteles, palacios y arsenales. Estas
construcciones fueron aprovechadas por los 960 zelotes. (N. del m.)
---
Silva mandó construir ocho campamentos alrededor de la montaña, así como
una muralla que circunvalase Masada, cortando cualquier intento de fuga. En
vista de los escarpados acantilados que forman las paredes de la roca, los
romanos llevaron a cabo una faraónica obra en la cara occidental de la gran
meseta: una rampa, a base de piedras y tierra blanca prensada. Cuando dicha
rampa -que todavía se conserva- estuvo terminada, Silva levantó en el extremo
de la misma una torre de ataque, provista de un formidable ariete, logrando
abrir una brecha en la muralla. Aquella noche -previa a la definitiva conquista
de Masada por la legión romana-, los 960 zelotes que integraban el núcleo de
resistencia judía tomaron una heroica decisión. En un discurso memorable -relatado
por el historiador Flavio Josefo (1)-, el jefe de los “revolucionarios”,
Eleazar Ben Yair, ante lo apurado de la situación, resolvió “que una muerte
con gloria era preferible a una vida con infamia, y que la resolución más
generosa era rechazar la idea de sobrevivir a la pérdida de su libertad". Josefo
escribe:
“Antes de ser esclavos del vencedor, los defensores -960 hombres, mujeres,
ancianos y niños- se quitaron la vida allí mismo con sus propias manos.
Cuando los romanos llegaron a la cima, a la mañana siguiente, no encontraron
más que silencio...”.“Y así encontraron “los romanos” -concluye Josefo su dramático relato- a la
multitud de los muertos, pero no pudieron alegrarse de ello, aunque se tratara
de sus enemigos. Ni tampoco pudieron hacer otra cosa que admirarse de su
valor y resolución, y del inconmovible desprecio a la muerte que tan gran
número de ellos había demostrado, llevando a cabo una acción como aquélla.”
Sólo dos mujeres y cinco niños se salvaron del suicidio colectivo,
escondiéndose en una cueva. Fueron ellos quienes, según el historiador judío
romanizado, relataron los hechos a los romanos.
Masada, desde entonces, ha sido y sigue siendo todo un símbolo para el
pueblo de Israel. Un monumento al heroísmo y a los hombres que prefieren la
muerte a la falta de honor y libertad. Esa heroica resistencia de Eleazar Ben
Yair y de sus zelotes hizo exclamar a un poeta judío: “Masada no volverá a ser
con quistada!”
Era fácil entender por qué el Gobierno de Golda Meir -permanentemente
amenazado por sus vecinos, los árabes- había elegido la cumbre de Masada
como el asentamiento ideal para un equipo de técnicos y un instrumental que
debían velar por la seguridad y, en definitiva, por la libertad de todo un
pueblo. Allí,
---
(1) Flavio Josefo: en sus libros Antigüedades judías (XIV y XV) y La guerra
de los judíos (1, II, IV y VII). (N. del m.)
---
la Operación Eleazar adquiría un profundo y simbólico significado, que
nosotros supimos respetar. Por otros motivos, aquel baluarte también iba a
representar para Caballo de Troya un histórico e inolvidable "símbolo”...
Al pie de Masada, en su cara oriental, los israelitas habían acondicionado las
pésimas tierras formadas por depósitos de greda sedimentada, construyendo
un incipiente pero prometedor complejo turístico orientado a explotar las
"antigüedades" de la cumbre de la gran meseta- Desde que el eminente
arqueólogo judío Yigael Yadin, catedrático de Arqueología de la Universidad
Hebrea, concluyera sus excavaciones y trabajos de restauración (entre los años
1963 y 1965) en la fortaleza rocosa, los curiosos y visitantes habían ido en
aumento. Pero sólo a partir de 1970, cuando la compañía suiza Willy Graf, de
Mellen, instaló un sistema de funiculares cerca de la base de la roca, el flujo
de turistas empezó a ser considerable. El aerocarril resultaría de vital
importancia para nuestros trabajos en la cima.
Hacia las 08.30 horas de aquel jueves, 22 de febrero, el microbús se detenía
definitivamente en una amplia explanada, muy cerca de la base del
mencionado funicular y de unas todavía modestas instalaciones turísticas. Un
fuerte y racheado viento del sureste nos empapó de lluvia y de un penetrante.perfume salitroso, procedente del
cercano mar Muerto. Curtiss, de paisano y
protegido por un grueso capote de agua, nos dio la bienvenida, invitándonos a
seguirle hasta un albergue juvenil situado a poco más de cien pasos. El general


40
parecía satisfecho. Y aquello infundió en el equipo notables esperanzas.
Desde el momento en que descendimos del microbús nos llamó la atención la
presencia en el lugar de cuatro vetustos y casi destartalados camiones,
cargados con enormes bloques de piedra de una bellísima tonalidad naranja.
Alrededor, formando un cerrado cerco, observamos también varios vehículos
militares y un nutrido grupo de soldados armados. Sinceramente, en un primer
momento, no asociamos aquellos camiones de cajas verdes y sin toldo con la
Operación Eleazar. Pero los judíos iban a sorprendernos nuevamente...
Al entrar en el frío albergue juvenil, dos oficiales del cuerpo de Ingenieros del
Ejército judío, que esperaban sin duda nuestra llegada, se pusieron en pie
saludándonos militarmente. A sus espaldas habían sido dispuestos varios
mapas y grandes fotografías aéreas; todos ellos de la cumbre de Masada.
Fue Curtiss quien, tras desembarazarse del chorreante capote verde oliva, fue
sirviéndonos unas reconfortantes tazas de café, invitándonos a que tomáramos
asiento frente a los referidos planos.
-Bien, señores -manifestó el general con una frialdad a la que nunca llegué a
acostumbrarme del todo-, como saben, la Operación Eleazar está en marcha.
Parte de los equipos (el primer convoy, para ser exactos) se encuentra desde
hace horas en este mismo lugar...
Curtiss hizo una fugaz alusión con su dedo índice derecho a “algo" que debía
hallarse en el exterior, en la explanada. Pero ni mis compañeros ni yo
acertamos a identificar el citado convoy. Ante las incrédulas miradas de
algunos de los directores del programa, el general sonrió y, señalando a los
silenciosos oficiales israelíes, aclaró:
-Comprendo vuestra extrañeza. Nuestros amigos y aliados, con su habitual
eficacia, se las han ingeniado para transportar ese instrumental en los
camiones que quizá han visto al bajar del autobús. -Curtiss, siguiendo una
vieja costumbre, nos trataba de tú o de usted, según su estado de ánimo o la
gravedad del momento-. Pues bien, ahora no tiene sentido seguir ocultándolo.
Ese tipo de transporte civil, el único autorizado a cruzar la frontera jordana y
llegar a Ammán, ha sido el camuflaje perfecto para sacar los equipos de la
mezquita de la Ascensión y trasladarlos a Masada...
-Pero -intervino Eliseo- esos camiones sólo están cargados de grandes bloques
de piedra naranja...
El general no respondió. Se limitó a intercambiar un guiño de complicidad con
los judíos, prosiguiendo su exposición en los siguientes términos:.-Como les iba diciendo, la Operación Eleazar,
en memoria de aquel Eleazar
Ben Yair, se encuentra en marcha. Hoy mismo se incorporará el resto de los
hombres y el sábado, Dios mediante, llegará el segundo convoy. El transporte
del instrumental a la cima de la montaña dará comienzo a las diez horas. Es
decir... -Curtiss consultó su reloj-, en poco más de cincuenta y cinco minutos.
Las órdenes son claras y precisas. Una vez concluido el trasvase de material
desde la base a la cumbre nos instalaremos en lo alto de la roca. Repito: todos,
sin excepción, acamparemos en Masada...
El énfasis puesto en aquellas últimas palabras nos alarmó. ¿Qué quería decir?
¿Qué era lo que nos aguardaba en la brumosa y desafiante meseta?
-Y ahora, por favor, presten atención.
Curtiss cedió la palabra a uno de los oficiales.
-Mi nombre es Bahat. Estoy encantado de estar a su servicio como supervisor
de la Operación Eleazar. “Oficialmente” somos una nueva expedición
arqueológica, patrocinada y dirigida por la Universidad Hebrea de Jerusalén,
la Sociedad de Exploración de Tierra Santa y el Departamento de
Antigüedades del Gobierno de Israel.
“Mi compañero, el capitán Yefet, es el jefe del campamento. Al concluir esta
breve reunión informativa se les facilitarán los documentos que les acreditan
como miembros de dicha operación... Mientras permanezcamos en Masada,
sus nombres y profesiones serán los que figuran en esos documentos.”
Minutos después, cuando el capitán Yefet repartió las falsas tarjetas de
identidad, mis compañeros no cayeron en la cuenta de un detalle que reflejaba
la sutileza de los servicios secretos israelitas. Al ignorar los pormenores de las
anteriores expediciones arqueológicas a Masada -dirigidas por el general y
arqueólogo Yadin entre 1963 y 1965-, los hombres de Caballo de Troya no
descubrieron que, al menos 34 de aquellas filiaciones y profesiones,
correspondían a arquitectos, arqueólogos, restauradores, supervisores y


41
personal administrativo que, efectivamente, habían sido miembros de las
expediciones dirigidas por Yadin.
Los nombres de Bahat y Yefet, por ejemplo, aparecen en los relatos de
aquellas históricas expediciones como “supervisor” y “jefe del campamento”,
respectivamente. Imagino que los judíos no sabían que yo lo sabía. Aunque
dudo también que eso les preocupase...
Les mostraré ahora el nuevo asentamiento.
El supuesto Bahat -nunca supimos si aquél era su verdadero apellido- señaló
una de las enormes fotografías aéreas de la cumbre de Masada.
-Observen que se trata de una considerable meseta, en forma de romboideo de
“cubierta de barco”. Mide alrededor de 633 metros, de norte a sur, y 216, de
este a oeste. Algo más de la mitad norte de esta plataforma natural se.encuentra “ocupada” por las ruinas de
los palacios, almacenes, sinagoga, etc,
edificados por Herodes el Grande, los zelotes y los monjes bizantinos que
tomaron posesión de Masada con posterioridad. El resto, algo menos de la
mitad sur, carece prácticamente de edificaciones, a excepción del “baño
ritual”, el acceso a una cisterna subterránea, la llamada “laguna grande” y, por
supuesto, los restos de la muralla que rodeaba la totalidad de la cumbre... (1).
El oficial iba indicando en la fotografía cada una de estas reliquias
arqueológicas.
-Pues bien, después de estudiar el terreno y nuestras “necesidades”, la zona
elegida para el asentamiento de la estación receptora de imágenes del satélite
Big Bird ha sido ésta: el sur de la meseta.
Bahat se dirigió entonces a uno de los mapas topográficos que reproducía a
escala la mencionada cumbre, completando su exposición:
-Notarán que el asentamiento guarda semejanza con un triángulo isósceles casi
perfecto Ahí nos moveremos. Las dimensiones
---
(1) Con el fin de simplificar las descripciones del diario del mayor, incluyo en
estas páginas una fotografía aérea de la mencionada cumbre de Masada. (N.
De J. J. Benítez)
---
--- Descripción de la fotografía---
Vista aérea de Masada, desde el noroeste. Abajo, a la derecha, dos de los ocho
campamentos romanos del general Silva. En el centro de la cara occidental de
la meseta puede apreciarse la rampa de tierra blanca construida hace 1900
años por la legión romana (Cortesía de La Fuerza Aérea de Israel.)
--- Fin de la descripción y de la nota al pie de página---
son más que suficientes para nuestros propósitos: noventa metros en la base y
cien de altura. En total, algo menos de 4 500 metros cuadrados, si
descontamos la superficie de las ruinas que les he mencionado anteriormente.
El oficial dedicó algunos minutos más a diversos aspectos relacionados con la
seguridad del campamento Eleazar-y a los que me referiré en breve-pasando
de inmediato al capítulo de preguntas En realidad, las dudas de los allí
presentes se hallaban centradas, sobre todo, en asuntos que nada tenían que
ver con aquel montaje judío. De forma que las preguntas fueron tan escasas
como simples. Sin embargo, uno de los interrogantes, formulado por uno de
los directores del proyecto, sí entrañaba una cierta importancia para nuestros
secretos objetivos:
-Si la cima de Masada continúa abierta al turismo, ¿con qué grado de
seguridad se llevará a cabo la Operación Eleazar?
El oficial israelí parecía esperar la pregunta..-Se ha meditado mucho esta cuestión -explicó-. En un primer
momento, los
responsables de nuestro Gobierno contemplaron la posibilidad de cerrar
Masada al turismo y a los visitantes en general. Pero las evaluaciones de la
Inteligencia variaron esta alternativa. Es mas "seguro" e “inteligente” que todo
siga su curso normal. En estas fechas, la afluencia de curiosos no es muy alta.
Por otra parte, como comprenderán en cuanto se trasladen a la cima, se han
adoptado todas las medidas posibles de seguridad. Aunque sólo formamos un
"esforzado grupo de arqueólogos", entre el personal del campamento Eleazar
habrá una dotación permanente y secreta, encargada de la vigilancia interior y
exterior.
Adoptando un tono tranquilizador, Bahat añadió:
-No deben alarmarse. Tal y como sucedió en el primer emplazamiento, en la


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mezquita de la Ascensión, nuestro Gobierno no regateará medios para que su
trabajo se desarrolle con un mínimo de comodidades y tranquilidad.
Aquella seguridad del oficial judío me hizo temblar. ¿Qué habían preparado
en lo alto de la montaña?
-Por supuesto -concluyó, al tiempo que Yefet se hacía con los documentos de
identidad, dispuesto a entregárnoslos en cuanto su compañero diera por
finalizada la conferencia-, en estos días, hasta que el último container no sea
depositado en el campamento, Masada permanecerá cerrada. Estimamos que
para el próximo domingo la situación se habrá normalizado. De acuerdo con
nuestras previsiones, el mal tiempo reinante nos ha favorecido. Es mas que
probable que, entre hoy y mañana, las violentas torrenteras que ustedes han
tenido ocasión de contemplar en su viaje desde Jerusalén, “obliguen” a
sucesivos y “lamentables” cortes de la carretera... Ello hará más sencillo el
obligado cierre temporal de las ruinas arqueológicas. Creo que me explico con
claridad...
La intencionalidad de algunas de las palabras pronunciadas por Bahat, y que
he entrecomillado, no dejaban lugar a dudas. Las intensas lluvias de febrero
provocaban en aquella zona frecuentes y habituales desprendimientos o
inundaciones. No era extraño por tanto que la ruta hacia el sur del mar Muerto,
Em Hatzeva, Em Yahav y Elat se viera afectada por las avenidas de agua
procedentes del escarpado desierto de Judá.
Finalizada la reunión, el jefe de campamento repartió los falsos documentos
de identidad, así como gruesos capotes de agua. requisando la totalidad de
nuestras cámaras fotográficas. Y siguiendo las instrucciones de Curtiss, le
acompañamos hasta la plataforma-base del funicular. La lluvia había cesado
momentáneamente, pero no así el viento. Eran casi las diez de la mañana..Al cruzar la explanada advertimos
que los camiones no se hallaban en el lugar.
Tampoco observamos movimiento alguno de turistas o visitantes. La
explicación a la misteriosa desaparición de los camiones no tardaría en llegar.
Los responsables de la Operación Eleazar los habían alineado a los pies de la
casamata que servía de refugio a la pareja de cabinas del aerocarril. Mediante
una poderosa grúa instalada en un transporte militar, los bloques de piedra
naranja habían empezado a ser trasladados y depositados sobre unas reducidas
bases cuadradas o rectangulares provistas de ruedas, que eran rápidamente
introducidas en el interior de cada una de las cabinas del funicular.
Previamente, la puerta corrediza de cada módulo había sido desmontada,
facilitando así el acceso de los aparentemente pesados sillares. El lugar se
hallaba rodeado por el pelotón de soldados que habíamos visto poco antes
junto a los camiones. Mis compañeros y yo empezamos a comprender...
Uno tras otro, una vez cargados con los bloques, cada funicular abandonaba la
base, ascendiendo en dirección a la cumbre de Masada. La laboriosa operación
-como pudimos experimentar personalmente en el transporte del último
cargamento- encerraba un indudable riesgo. Muy especialmente si el viento
alcanzaba los 60 kilómetros/hora. En ese caso, la cabina podía sufrir un
peligroso balanceo. Y una caída desde 262 metros hubiera sido fatal...
Esta circunstancia obligó a un buen número de pausas en el trasvase de los
bloques de piedra. A cada instante, los militares israelitas destacados en la
cima de la montaña establecían conexión por radio con sus compañeros en la
base del funicular, informando sobre las variaciones de los
anemocinemógrafos (1).
---
(1) El anemocinemógrafo es uno de los más completos aparatos que sirven en
meteorología para medir la velocidad y la fuerza del viento
---
El conocimiento preciso de la intensidad y dirección de los vientos era vital. Si
éstos eran nulos o inferiores a los mencionados 60 kilómetros a la hora, el
funicular emprendía el ascenso.
A las 13 horas, aprovechando el transporte de los últimos bloques, la
avanzadilla del equipo de Caballo de Troya (doce de los sesenta y un
miembros) fue embarcando en las cabinas, rumbo a la cumbre. Yo lo hice con
Curtiss y con tres oficiales judíos. El funicular que nos tocó en suerte -el rojo-se
hallaba prácticamente ocupado por la última de las veintiséis misteriosas
“piedras” que ya habían sido enviadas a lo alto de la roca. Nunca olvidaré
aquellos tensos momentos...


43
Cuando habíamos recorrido la mitad de los 799 metros del tendido, sonó el
telefonillo del conductor. El militar que sustituía al vigilante y "chofer”.habitual de dicho funicular respondió con
un seco y preocupante "de acuerdo!.
. Paramos!”
Y la cabina quedó inmóvil en el vacío, a unos 780 pies de altura. Quizá la
expresión "inmóvil" no sea la correcta. Porque el viento racheado comenzó a
silbar entre los cables, zarandeándonos como una pluma.
Los judíos revisaron los anclajes de la piedra, y al descubrir mí palidez,
sonrieron burlonamente.
Sujeto a las barras horizontales de sustentación, evité mirar al abismo,
centrando mi atención en la escasa decoración de la frágil cabina.
“Carga máxima: 40 más 1 personas o 2600 kilos.”
"No fumar."
“Dios mío! ¿Resistirían los garfios aquella tensión?" El viento del sur seguía
golpeándonos, haciendo crujir la metálica que une el techo del funicular con la
gruesa maroma de acero.
Instintivamente desvié la mirada del segundo letrero:
“262 metros: caída vertical.”
-¿A quién se le ocurriría colocar allí tan macabro aviso?
“Capacidad hora: 640 personas."
La cabina continuaba bamboleándose, comprometiendo nuestro ya precario
equilibrio. E intenté mitigar el miedo -¿por qué ocultarlo?- enfrascándome en
un inútil cálculo mental.
“Si la longitud del tendido es de casi ochocientos metros y la capacidad
máxima por viaje es de 41 personas... eso significa un total de quince viajes a
la hora o, lo que es lo mismo, un desplazamiento cada cuatro minutos... Si
estamos, poco más o menos, a mitad de camino, nos quedan aún dos minutos
o mas para pisar esa maldita cima...”
---
viento. Suele estar formado por una veleta registradora. un anemómetro
registrador del recorrido del viento y un registrador de rachas que se basa en el
llamado "tubo de Pitot". (N. del m.)
---
“L-legeman-Harris C.O. N. York.”
“Ese debe ser el fabricante -pensé-. ¿O serán los suizos?”
Era lo mismo. Lo único que deseaba es que los materiales resistieran. Sin
darme cuenta, estaba practicando uno de los sistemas de “descongestión
mental” para situaciones de emergencia, enseñado a todos los astronautas en el
instituto de la Fuerza Aérea norteamericana en Ohio. Se trataba, sin perder de
vista el problema principal, de desviar la atención del piloto hacia otros
asuntos, evitando así una caída emocional..El general debió de adivinar mi situación y pensamientos. Y
señalando las
fotografías de unos muchachos y una pequeña maceta, con un clavel -todo ello
sobre el panel de mandos del conductor-, bromeó con los oficiales
preguntándoles si aquello (propiedad, sin duda, de alguno de los conductores
oficiales) “formaba parte también de la Operación Eleazar”.
Los militares israelíes aceptaron con gusto el relajante comentario, olvidando
por unos momentos nuestra delicada situación. Lo cierto es que los
minuciosos judíos corrigieron el pequeño descuido al llegar a la cumbre,
haciendo desaparecer de la cabina los retratos y la flor.
El viento amainó al fin y el repiqueteo del telefonillo fue la esperada señal
para continuar el ascenso.
Hacia las 14 horas -después de soportar diez largos minutos de "violenta
inmovilización" sobre el abismo-, la cabina número 2 quedaba anclada en el
muelle terminal de la montaña, a sesenta pies por debajo de la cumbre. En
pocos momentos de mi vida he deseado con tanta vehemencia pisar tierra
firme...
Los ingenieros militares judíos y el resto de nuestros amigos nos aguardaban
con impaciencia. Y sin demora alguna, los técnicos desengancharon la piedra
naranja, haciendo rodar la plataforma hasta el angosto pasillo de tierra
existente entre la terminal del funicular y la mencionada pared rojiza de
Masada.
Las barreras de hierro que habitualmente delimitan los caminos de entrada y
salida de los pasajeros a las cabinas habían sido igualmente desmontadas,


44
facilitando así el movimiento de los bloques. Quedé perplejo. Por encima de
nuestras cabezas, en el filo mismo de la cima, los israelitas habían ensamblado
una grúa -tipo pluma- que, en cuestión de minutos, comenzó a izar la carga.
De esta forma se salvaba el incómodo desnivel que separa la terminal de la
meseta propiamente dicha. Al recorrer los 120 metros de cornisa que asciende
por la cara este de Masada -único acceso a la cumbre desde la base del
aerocarril-, comprendí igualmente que el transporte de los sillares por aquel
pasillo de tres metros de anchura hubiera sido tan penoso como ineficaz. Al
final de dicho sendero, una reducida casamata de cemento, que hacía las veces
de control y lugar de venta de mapas de las ruinas, habría imposibilitado
igualmente el paso de las piedras.
Cuando, al fin, pisamos la cumbre, una mezcla de emoción y curiosidad se
apoderó de todo el equipo. El viento seguía azotando aquella increíble
plataforma natural, empujando desde el sur largos jirones de niebla que se
arrastraban lentamente sobre el polvo y la tierra reseca de la cima. Aquél, si no
se producían cambios, iba a ser nuestro “punto de lanzamiento". La árida y
majestuosa belleza de Masada iría cautivándome minuto a minuto....Al oeste se recortaban las suaves lomas y
los acantilados amarillentos del
desierto de Judá, milagrosamente vivos y en “movimiento", merced a las
decenas de cascadas y a los vados serpenteantes que, colmados por las lluvias,
corrían incontenibles hacia la orilla occidental del mar Muerto. Durante mi
estancia en Masada comprendí cómo aquellos “vadi” habían alimentado con
sus turbulentas aguas las ciclópeas cisternas excavadas en la roca virgen por
Herodes el Grande.
Frente a la montaña, en dirección este, a tres kilómetros escasos, las aguas
verdiazules del mar Muerto espejeaban aquí y allá. Los rayos del sol
perforaban en ocasiones las negras y bajas formaciones nubosas, cayendo
sobre el lago salado en bellísimos celajes. Y a lo lejos, a orillas de este mar, el
oasis de Fin-Gedí.
Curtiss me sacó de estas primeras observaciones. El equipo de Caballo de
Troya se encaminaba ya. siempre en compañía del jefe del campamento y de
Bahat, el supervisor, hacia la zona sur de la meseta.
Era asombroso! Junto a la grúa se apilaban buena parte de los bloques de
piedra que habían sido trasladados por el aerocarril. Varios tractores oruga
cargaban los sillares. transportándolos sin interrupción por el centro del
irregular romboide, en dirección a una larga empalizada de madera que
separaba el sur de Masada del resto de la meseta. Pero ¿cómo habían logrado
situar aquellas pesadas máquinas en lo alto de la roca? Por supuesto, era
imposible que hubieran subido por sus propios medios y tampoco cabían en
los funiculares. La explicación llegaría esa misma noche...
La empalizada -porque de eso se trataba en realidad- había sido levantada por
los judíos a base de gruesos troncos, sólidamente hundidos en el terreno.
Alcanzaba la suficiente altura -unos cuatro metros- como para que nada de lo
que pudiese acontecer al otro lado fuera detectado desde las ruinas del sector
norte.
Al cruzar el ancho portalón por el que entraban, incansables, los tractores, un
insólito espectáculo apareció ante mi. A la derecha del mencionado y único
acceso, pegadas a los restos de la muralla del filo oeste de Masada, el Ejército
israelí había plantado diez grandes tiendas de campaña, alineadas en una doble
hilera. A continuación, siguiendo también la línea de la casamata herodiana,
los judíos habían dispuesto dos barracones.
Uno, a escasa distancia de las negras y cuadradas tiendas, servía ya de
comedor a los técnicos y militares que, a juzgar por lo que tenía ante mi,
llevaban algún tiempo en aquel paraje. El otro, mucho más pequeño, estaba
situado a una veintena de metros del primer barracón y prácticamente pegado
a la llamada "laguna grande”, una de las escasas ruinas arqueológicas que -.como nos informó el oficialquedaba
dentro del triángulo isósceles que
constituía el campamento Eleazar.
Pero lo que llamó la inmediata atención del grupo fue una considerable
excavación -ya concluida- abierta en el centro geométrico del triángulo. Tenía
50 metros de longitud por 30 de anchura y 10 de profundidad. La
impresionante "piscina” nos dejó atónitos.
En aquellos momentos ignorábamos si el general estaba al tanto del
enigmático y audaz vaciado. Pero al asomarnos y descubrir en el fondo



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algunos de los bloques de piedra anaranjada, empezamos a intuir la verdadera
finalidad del foso. Otra potente grúa, anclada en el borde norte de la
excavación, procedía a la toma de los sillares, depositándolos en el lecho de la
“piscina”. Tanto las paredes como el reducido fondo habían sido
meticulosamente cimentados y chapeados a base de un material aislante. En la
esquina suroeste, un grupo de trabajadores iluminaba el fondo del supuesto
estanque con las deslumbrantes y azuladas llamaradas de las soldaduras
autógenas.
Algunos de los directores del programa cruzaron con Eliseo y conmigo unas
significativas miradas buscando una explicación a semejante obra. Pero nadie
se atrevió a formular hipótesis alguna. A nuestras espaldas, al pie de la
empalizada, se apilaban cientos de sacos que, supuse, debían contener las
toneladas de tierra extraídas del enorme socavón.
Los oficiales judíos nos dejaron curiosear, silenciosos y divertidos. Al cabo de
unos minutos, amablemente, Yefet, el jefe de tan extraño campamento, nos
invitó a pasar al comedor. El almuerzo estaba listo. Allí, por fin, saldríamos de
dudas.
Aunque el barracón carecía de calefacción, la abundante comida y el vino del
Hebrón templaron pronto los ánimos, haciéndonos olvidar,
momentáneamente, el tropel de interrogantes que había ido acumulándose en
nuestras mentes desde que pisáramos Masada. A la hora del café, cuando los
últimos y rezagados ingenieros y militares judíos hubieron finalizado sus
almuerzos y se reincorporaron a sus faenas, Bahat, el supervisor, cerró con
llave la puerta del salón. En esta ocasión fue el general Curtiss quien se dirigió
al equipo.
-Sé que están formulándose un sinfín de preguntas -comentó en tono
reposado-. Parte del material, como les dije, está ya en el campamento...
El viejo zorro hizo una pausa, escrutando nuestros rostros.
-Supongo que me tomaréis por loco -añadió, acrecentando intencionadamente
el halo de misterio que rodeaba todo aquello y, de paso, la curiosidad general-.
aquí sólo hay piedras, me diréis, sólidos bloques de roca dolomítica y
anaranjada... Si y no. Siguiendo un estricto plan israelí, los dos tercios del.instrumental de la estación de
fotografías han sido transportados hasta la cima
de esta montaña, camuflados en el interior de los aparentes sillares de piedra...
Como saben, esos camiones y ese tipo de cargamento son los únicos
autorizados a cruzar la frontera con Jordania, llegando habitualmente hasta
Ammán. Era difícil que alguien llegara a sospechar de los supuestos macizos
cubos pétreos... En cuanto al resto de los equipos -prosiguió, dirigiéndose a la
pareja de militares israelíes que compartía nuestra mesa-, si no hay
inconvenientes, estará en lo alto de la roca en la mañana del sábado...
siguiendo otro “tipo de vía".
Bahat y Yefet asintieron.
-Hasta esa fecha -continuó el jefe de Caballo de Troya-, nuestra misión será
muy sencilla: esperar. Mañana, quizá a esta misma hora, el grupo electrógeno
entrará en funcionamiento...
-Así está previsto -manifestó el jefe de campamento, como si buscara nuestra
indulgencia-. Hoy mismo será desembarcado. Les rogamos disculpen el
retraso.
"¿Desembarcado? ¿A casi 1400 pies de altitud? ¿Cómo?”
Los judíos son capaces de todo. así que nadie se atrevió a indagar sobre el
particular.
- .. La inmediata y lógica pregunta -continuó Curtiss- es dónde y cuándo será
ensamblada la estación receptora. Por razones de seguridad y siguiendo
igualmente las instrucciones del Gobierno de Golda, esta vez no habrá
hangares al aire libre.
El general percibió nuestra extrañeza. Y echando mano de su inseparable
maletín, extrajo un sobre blanco con la inconfundible estrella azul de seis
puntas, emblema del Estado de Israel. Al desplegar su contenido apareció un
plano del campamento Eleazar. Y en él, un pormenorizado esquema del foso
que habíamos contemplado una hora antes.
No fueron necesarias muchas explicaciones. Curtiss, con su dedo índice
derecho apuntando al centro de la “piscina” -así la llamaríamos en el argot de
Caballo de Troya-, nos invitó a echar una ojeada. La excavación, tal y como
habíamos intuido, no era otra cosa que el receptáculo de la estación de


46
fotografías.
La casi totalidad de la mitad norte de dicho foso (20 de los 50 metros
disponibles) albergaría el grueso de los equipos: consolas autónomas
operacionales (números 1 y 2), paneles de mando (de distribución y
alimentación eléctrica), pletinas telefónicas y de radio, armarios de
telecomunicación y conversión digital de las señales del satélite (1), receptores
especiales, transmisores en banda “5”, monitores de televisión, subpatrones de
tiempo, climatizadores y un largo etcétera..Los 30 restantes metros de la “piscina" se hallaban divididos en dos
sectores: a
lo largo de la pared sur (ocupando una superficie de 2 X 10 metros) habían
sido dispuestos los laboratorios de revelado fotográfico y una sección auxiliar
de telemetría, armarios para grabadoras de cintas magnéticas (para unidades
de bandas ancha o estrecha) e impresoras ultrarrápidas, capaces de leer e
imprimir datos a razón de 80000 dígitos por minuto. El resto de la franja sur
(de 20 x 2 metros) aparecía como almacén de helio.
El espacio situado entre estas “baterías” de instrumentos se encontraba
prácticamente vacío. En total, 28 metros. Aquélla era otra de las “novedades"
de la Operación Eleazar. Éste casi cuadrado (28 x 25 metros) en el centro de la
“piscina” sería destinado a una antena parabólica orientable de 26 metros,
capaz de seguir automáticamente al Big Bird y recibir sus señales desde
cientos de kilómetros (2). El GSFC (3) había recomendado, desde el principio
de la operación, la utilización de este tipo de antenas. Sin embargo, por
razones de espacio, no fue viable en la mezquita de la Ascensión. La verdad es
que el inesperado y vertiginoso desmantelamiento de las instalaciones no
había permitido siquiera el ensamblaje de las antenas "buscadoras", de barrido
de fase, que debían sustituir a la aconsejada por el Centro de Vuelos
Espaciales Goddard.
---
(1) Aunque no es mi intención detallar aquí la sofisticada y secreta tecnología
USA, utilizada en este tipo de instalaciones, puedo especificar que los dos
amplificadores niaser de la estación -de gran ganancia- procesan los datos con
una pureza extraordinaria. La baja temperatura que requiere este tipo de
aparatos (269 grados centígrados bajo cero) obligaría a un aislamiento especial
de dichos amplificadores en el conjunto de la estructura. Los niaser
funcionaban en doble canal cada uno de ellos. Su característica fundamental
era la gran capacidad de su canal de información, que le permite una recepción
de datos del orden de los 200 kilobits por segundo. (N. del m.)
(2) Esta antena parabólica -construida a base de materiales muy ligeros- puede
trabajar simultáneamente en las proximidades de los dos 6Hz y de los
cuatrocientos MHz, merced a un subreflector dicroico, transparente a ciertas
frecuencias. Gracias a su extraordinaria ganancia puede aumentar un millón de
veces la potencia del transmisor, siendo orientables a cualquier punto del
espacio con una precisión de milésimas de grado. (N. del m.)
(3) El GSFC o Goddard Space Flight Center, ubicado en Greenbelt
(Maryland), en Estados Unidos, es un centro destinado a la coordinación y
puesta en práctica de proyectos espaciales (no tripulados). Una de las misiones
del GSFC es la vigilancia de la red STDN o Red de Seguimiento y.Adquisición de Datos de Vuelos Espaciales,
que consta de 16 estaciones
repartidas por todo el mundo. (N. del m.)
---
Una vez concluido el montaje de la estación, la “piscina” quedaba cerrada con
un ingenioso sistema -accionado eléctrica o manualmente- que ocultaba el
gran foso. Los israelitas nos ampliaron algunos detalles al respecto. La
cubierta o cierre, que se recogía por el procedimiento de tambor en la cara
norte, había sido diseñada a base de una doble lámina de vidrio plastificado,
de gran dureza y ductilidad, que permitía el paso de las señales radioeléctricas
procedentes del Big Bird. Esto, en especial durante las transmisiones diurnas,
favorecía el camuflaje de la estación. En el caso de recepciones nocturnas, la
cubierta podía ser retirada, dejando al aire la superficie ocupada por la antena
parabólica. Esta, pintada de negro, era prácticamente invisible para cualquier
hipotético avión de reconocimiento enemigo.
Cuando el ensamblaje del instrumental hubo concluido, quedamos
maravillados. La astucia y meticulosidad de los israelitas llegarían al extremo
de pintar el referido cierre del mismo color de la tierra ocre amarillenta que


47
cubría la totalidad de la meseta. aquí y allá, con una paciencia benedictina, los
ingenieros militares fueron pegando sobre dicha cubierta un sinfín de
piedrecillas recogidas de la zona norte de la cumbre, que proporcionaron a la
falsa superficie un mimetismo envidiable.
Con la caída del sol, encendiendo de rojo el desierto de Judá, los trabajos en el
campamento Eleazar se interrumpieron- La falta de suministro eléctrico hacía
difícil y peligroso el movimiento de los tractores y de la grúa. Para colmo, las
lluvias y el fuerte viento seguían martirizando la cumbre de Masada. Así que,
de común acuerdo, nos retiramos a las tiendas que nos habían sido asignadas.
Cada uno de aquellos incómodos albergues, de recia lona negra, daría cobijo
en lo sucesivo a diez miembros de la supuesta operación arqueológica.
Astutamente, los judíos procuraron que uno o dos de sus hombres
compartieran con nosotros los respectivos refugios de campaña. De esta forma
podían estar al corriente de nuestras conversaciones y propósitos. Tal
circunstancia provocaría en el equipo de Caballo de Troya algunos momentos
de tensión. Sin embargo, supimos contrarrestar este sutil espionaje...
Bajo la tenue luz de la botella de gas que colgaba del techo de la tienda, con el
agudo ulular del viento entre las lonas, mis pensamientos, una vez más,
volvieron a mí. No cabía duda: su imagen y sus palabras formaban ya parte de
mi propio ser. Y una dulce melancolía fue invadiéndome. Sólo de vez en vez,
con no pocos esfuerzos, conseguía regresar a la realidad. Entonces, un puñado
de dudas oscurecía aquel extraño sentimiento. Una, en especial, me impedía
conciliar el sueño: “¿Cómo nos las arreglaríamos para lanzar la "cuna" desde.aquel foso?” La antena
parabólica -aunque podía ser desmontada- constituía
un serio obstáculo...
De pronto, a eso de las nueve de la noche, un ensordecedor estruendo sacó al
campamento de su obligado reposo. Como un solo hombre, los ocho
norteamericanos y dos israelíes que dormitábamos en aquella tienda, nos
precipitamos hacia la salida.
Una inusitada agitación se había apoderado del medio centenar de hombres
que ocupaba la base en aquellos momentos. En mitad de la oscuridad y de la
implacable lluvia, a poco más de diez o veinte metros sobre nuestras cabezas,
cuatro potentes reflectores iluminaban el extremo sur del campamento
Eleazar.
El bramido de los motores y los pilotos rojos y verdes, intermitentes, nos hizo
comprender que se trataba de dos poderosos helicópteros. Se hallaban en
estacionario entre el foso y las escaleras de piedra que conducían a la cisterna
subterránea ubicada en las proximidades de la cara sureste de Masada. Al
aproximarnos, gracias a la extraordinaria iluminación de los cuatro focos
instalados en las panzas de los aparatos, comprobamos cómo de los CH-47
Chinook -helicópteros de transporte utilizados por la Marina israelí- colgaban
sendos y enormes bultos. Poco a poco, siguiendo las indicaciones del personal
de tierra, las cargas fueron arriadas. Y al instante, cumplida su misión, los
Chinook apagaron sus faros, redoblando la potencia de los rotores y
desapareciendo hacia el norte entre las temibles rachas de viento y agua. A la
mañana siguiente, al conocer el peso, volumen y la naturaleza de lo
transportado, no pude por menos que admirar a aquellos audaces pilotos
judíos.
Calados hasta los huesos volvimos a las tiendas, esperando el nuevo amanecer
con impaciencia. Y, verdaderamente, aquel viernes, 23 de febrero de 1973, iba
a ser una jornada cargada de sorpresas.
La primera llegó con el alba. Hacia las 06.45 horas, después de una noche
desasosegada en la que apenas si pude conciliar el sueño, al asomarme a la
puerta de la tienda fui testigo de un inesperado espectáculo. Como un milagro,
amplias zonas de la superficie del campamento y del resto de la cumbre
aparecieron alfombradas de flores de todos los colores. Era admirable. En
cuestión de horas, fruto de las torrenciales lluvias, la meseta había florecido,
adornándose con millares de brillantes y olorosas flores amarillas, verdes y
rojas. En las áreas más bajas -también hay que decirlo-, el temporal había
formado inmensos charcos, convirtiendo el terreno en un lodazal. A pesar de
la extrema sequedad de Masada y de su entorno -con el mar Muerto a la
derecha y el desierto de Judá a la izquierda-, la realidad que tenía ante mis.ojos venía a confirmar las palabras
de Flavio Josefo cuando, 1900 años antes,
había descrito estas salvadoras lluvias (1).


48
La segunda sorpresa se produjo al entrar en el barracón habilitado para
duchas, letrinas y aseo en general. Como ya comenté, había sido levantado
casi pared con pared con la pieza rectangular conocida como la "laguna
grande”. Aquél fue otro de los múltiples detalles que pasaron inadvertidos
para mi durante la primera jornada en el campamento.
Amén de la falta de energía eléctrica en lo alto de la roca, uno de los
principales quebraderos de cabeza, a la hora de preparar el asentamiento de la
estación receptora de imágenes, fue la ausencia de agua. Ciertamente, según
nos irían explicando los técnicos judíos, ambos problemas podían haber
quedado resueltos -siempre a medias- practicando las correspondientes tomas
de las instalaciones situadas al este de la montaña, en el emplazamiento del
aerocarril. Pero ello, con los kilométricos tendidos de cables y tuberías,
resultaba tan complicado como “escandaloso". El suministro eléctrico,
además, hubiera sido claramente insuficiente para el alto consumo de la
estación. De ahí que, después de estudiar exhaustivamente ambos asuntos, el
Gobierno israelí se decidiera por el transporte hasta lo alto de Masada de un
grupo electrógeno, salvando el segundo obstáculo -el del agua- de idéntica
forma a como lo resolvieran las expediciones de Yadin en los años 1963 al
1965. A unas cuatro millas al oeste de la montaña existía una red de tuberías
que había sido propiedad de la compañía Nafta Oil y que fueron utilizadas en
su momento para prospecciones. Pues bien, por encargo del Ejército judío, la
Mekorot (Compañía Nacional de Aguas) había instalado una tubería más
delgada, que solucionó los problemas de Yadin y, ahora, ocho años después,
los nuestros. Dicha tubería ascendía hasta lo alto de Masada, corriendo
paralela a la rampa romana. En el punto donde terminaba -en el extremo
noroccidental-, los ingenieros empalmaron varios cientos de metros de nuevas
tuberías, ocultos bajo el suelo de
---
(1) Según los datos del Servicio Meteorológico de Israel -que prestaría tan
valiosas informaciones a la misión-, el promedio de días soleados en la región
de Masada y Sodoma, al sur del mar Muerto, es de 26 para febrero y de 31
para marzo. Esta realidad había llevado a los eruditos a continuas polémicas
en torno a las afirmaciones del historiador F. Josefo en relación a las citadas
lluvias sobre Masada. Josefo cuenta, por ejemplo, que antes que reinara
Herodes el Grande, José y otros miembros de su familia se refugiaron en dicha
cumbre. Resistiendo a las tropas de los últimos asmoneos y a las de sus
aliados, los partos, estaban a punto de perecer de sed cuando, repentinamente,
se abrieron los cielos y las cisternas de Masada se colmaron de agua. Y José y.los suyos, dice Flavio Josefo,
se salvaron. Nosotros, como anteriormente
Yigael Yadin, pudimos confirmar la exactitud de los escritos del judío
romanizado. (N. Del m.)
---
tierra de la casamata o muralla de doble muro que corre por dicho filo oeste de
la meseta. Al mismo tiempo, el interior de la “laguna grande” había sido
aprovechado para el montaje de unos depósitos, con una capacidad de 120000
litros. Por último, los judíos habían procedido a camuflarlos cubriendo la
“laguna grande” a base de cañizos. De esta forma el suministro de agua
potable al campamento y a los complejos sistemas de refrigeración o de
alimentación de los equipos quedaba sobradamente cubierto. (En el supuesto
de una avería, el tanque escondido entre las paredes rectangulares de la
"laguna” podía satisfacer las necesidades de la estación -siempre prioritaria-por
espacio de seis o siete días.)
Concluido el desayuno, Curtiss y el resto del equipo se brindaron a colaborar
con los técnicos israelíes en las faenas que estimaron oportunas. Pero Yefet,
después de agradecer nuestra sincera y excelente disposición, se negó,
argumentando que aquéllas no eran las órdenes. El sol flotaba ya sobre los
azules cerros de Moab, rumbo a un cielo transparente. El viento había cesado
y la jornada, en fin, parecía presentarse tibia y apacible.
Minutos antes del desayuno, los oficiales destacados en la base del funicular
habían establecido contacto por radio con el campamento, informando al
general sobre las razones del retraso del medio centenar de hombres que
completaba la expedición de Caballo de Troya y que, según Curtiss, debería
de haber llegado a Masada la noche anterior. Al parecer, el autocar que les
trasladaba desde Jerusalén se había visto obligado a dar media vuelta, como


49
consecuencia de los cortes en la carretera.
“Su incorporación al campamento Eleazar -concluyeron los militares- se
producirá a lo largo de esta misma mañana.”
Nosotros ignorábamos entonces las “malas nuevas" que portaban aquellos
compatriotas y compañeros...
Dado que nuestras obligaciones eran casi nulas, cada cual se dedicó a lo que
creyó más conveniente. Curtiss y varios de los directores se encerraron en la
tienda que hacia las veces de estación de radio y el resto optó por descansar o
curiosear por la cima de la roca, siempre bajo la discreta vigilancia de algunos
de los judíos, que se ofrecieron, “encantados", como improvisados guías
turísticos.
Eliseo y yo, de común acuerdo, ocupamos buena parte de la mañana en un
meticuloso reconocimiento del perfil y de la topografía del triángulo que
constituía nuestra base. Desde el amanecer, el campamento había recuperado.su intenso ritmo de trabajo. Los
tractores oruga, situados en lo alto de la
meseta por los helicópteros, continuaban el febril trasvase de las piedras
anaranjadas, que eran situadas por la grúa en el fondo de la “piscina”. Buena
parte de los ingenieros y técnicos judíos dedicaba todo su esfuerzo y atención
a los dos gigantescos cajones de acero, arriados por los Chinook. Uno de ellos
contenía un potente grupo electrógeno, de continuidad, perfectamente
despiezado. Se trataba del “corazón” del campamento. Sin aquel generador de
corriente eléctrica, todo habría sido inútil.
Los israelíes lo sabían y se dieron especial prisa en retirarlo de la superficie de
la roca, transportando el motor, el alternador, la bancada, los cuadros de
mando, los sistemas de filtrajes, etc, al fondo de la cisterna subterránea. Hasta
en esto tuvieron suerte los judíos e, indirectamente, Caballo de Troya. La
ubicación del generador había constituido un arduo problema. Por elementales
razones de seguridad no podía quedar a la vista y tampoco ser emplazado en la
“piscina”, junto a los delicados instrumentos de la estación receptora. Las
continuas vibraciones, amén del rugido del motor, habrían interferido en los
equipos, causando un sinfín de molestias innecesarias. De ahí que al estudiar
el subsuelo y la configuración de la zona sur de la meseta, los expertos no
dudasen en elegir la citada cisterna subterránea como el escondite ideal para el
grupo electrógeno y para el correspondiente tanque de diario de gas-oil. La
gigantesca cisterna -horadada en la roca por Herodes el Grande- tiene una
capacidad de 140000 pies cúbicos. Se trata de una formidable “sala” de ocho
metros de altura a la que se accede por unos escalones, igualmente ganados a
la piedra. Allí, en fin, fue trasladado y montado el flamante generador-tipo 16
cilindros (y), de la serie 149, fabricado por la General Motors-, con una
potencia de 1200 KVA o 1300 HP y un voltaje de salida de 30000 voltios.
(Con semejante “monstruo” se hubiera podido alimentar las principales
instalaciones de un aeropuerto de tipo medio.) Fue asombroso. Aquellas diez
toneladas -”en seco”, es decir, sin el agua y el aceite- quedaron armadas y
listas para entrar en acción en 24 horas. La pericia de los ingenieros,
especialmente a la hora de la decisiva operación de alineación del motor y
alternador, fue total.
Por último, un abanico de cables, enterrados a un metro de profundidad y
especialmente aislados, fue distribuido por el campamento, dispuesto a “dar
vida” a los diferentes servicios. Aprovechando dos grandes aberturas en el
techo de la referida cisterna subterránea -por las que antaño penetraba el agua
y que son visibles sobre el acantilado sureste de la montaña-, los especialistas
israelíes montaron igualmente un poderoso sistema de extractores y
ventiladores, proporcionando así una continua y excelente renovación del aire.(1). Aunque Charlie -así
bautizamos al generador- apenas producía humos,
tanto la tubería
---
(1) Este tipo de generador consume, por término medio, 142 m3 de aire por
minuto, sólo para la combustión del motor (éste trabaja a razón de 60 ciclos).
Por su parte, la refrigeración del radiador exige 2349 m3 de aire, también por
minuto. Todo el conjunto emite un calor equivalente a 189 KW por minuto.
(N. del m.)
---
de escape de gases como el resto del complejo de aireación fueron dotados de
sendas rejillas de filtrado. Si llegaba a producirse una fuga de humos o de

50
cualquier fuente de calor, un hipotético enemigo habría sabido que "algo”
anormal estaba ocurriendo en las entrañas de Masada.
El segundo cajón depositado por los helicópteros sobre el campamento
Eleazar era de idéntica y vital importancia. Contenía alrededor de 350 láminas
de acero, de un metro de lado cada una, destinadas a la construcción de los dos
depósitos de combustible del grupo electrógeno: el de diario y el de
almacenaje. Charlie consumía unos 160 gramos de gas-oil por caballo hora.
Ello exigía la presencia de un tanque de diario con una capacidad mínima de
5420 litros. (Este fue el consumo medio y diario del grupo electrógeno.) Como
era lógico, resultaba más práctico, rentable y seguro instalar en la roca un
tanque de aprovisionamiento o almacén que efectuar cada día el
correspondiente trasvase de combustible. Un trasvase que, dada la situación de
Masada, sólo podía practicarse con rapidez y comodidad desde el aire. En este
sentido, los helicópteros cisterna del Ejército de Israel jugarían un destacado
papel. Una vez cada treinta días, varios de aquellos gigantescos Sikorsky 5-64
(tipo CH-54 Tarhe), previamente modificados, volaban durante la noche hasta
lo alto del campamento, colmando la capacidad del citado tanque de
almacenamiento: 162600 metros cúbicos. Este segundo depósito -de 5 metros
de ancho por 15 de largo y 3 de alto- fue montado en una de las cuevas que se
alinean en el ya mencionado acantilado sureste de la montaña, muy próxima a
la cisterna subterránea (1). Con la ayuda de la grúa y a base de cuerdas, los
israelitas, en un alarde de “alpinismo”, fueron transportando las piezas de
acero desde la cima a la boca de la gruta natural, jugándose el tipo en un
acantilado de más de 1000 pies de altura. Creo que nunca les estaremos lo
suficientemente
---
(1) En este acantilado suroriental de Masada, muy cerca de la casamata, puede
distinguirse una hilera de cuevas. En la situada en el extremo sur -la más
pequeña de todas-, las expediciones arqueológicas de Yadin encontraron los.restos de veinticinco seres
humanos. Probablemente, zelotes autoinmolados en
aquella histórica noche. Entre los esqueletos había fragmentos de tejidos y
trozos de lienzo. Según el doctor N. Hass, de la Facultad de Medicina de la
Universidad Hebrea, aquellos huesos pertenecieron a catorce varones, seis
mujeres y el resto a niños. Casi con toda seguridad, defensores de Masada.
Esta circunstancia, aunque resulte increíble, condicionó grandemente la
operación. A pesar de que los arqueólogos de Yadin habían registrado las
restantes cuevas, no hallando nuevos esqueletos, antes de “profanar” una de
aquellas grutas con el depósito de gas-oil, los israelitas practicaron una
exhaustiva revisión de la caverna en cuestión, con el fin de cerciorarse de que,
en efecto, no albergaba restos de sus héroes nacionales. (N. Del m.)
---
agradecidos. En la mañana del sábado, una vez rematada la operación de
ensamblaje y soldadura del tanque, los ingenieros pusieron a punto las bombas
de trasiego, uniendo ambos depósitos -el de almacenaje y el diario- con una
tubería que fue anclada y camuflada en la referida pared suroriental de
Masada. Dicho conducto penetraba en la cisterna subterránea a través de uno
de los orificios de ventilación.
Mis conocimientos sobre la historia de Masada, de sus edificios y de los
castros romanos que la rodean -todo ello fruto de la documentación facilitada
por el general- resultarían muy útiles cuando, siguiendo nuestro plan de
reconocimiento del terreno, nos dirigimos al norte de la meseta. Mi hermano y
yo quedamos maravillados por la audacia y belleza del palacio del Norte, con
sus tres terrazas escalonadas. Y sentimos una especial emoción al recorrer el
laberinto formado por los restos de los almacenes que mandara construir
Herodes y que sirvieron de despensa a los heroicos zelotes. Asomados desde
aquella especie de “proa”, en el punto más alto de Masada, comprendí por qué
el rey Herodes había edificado, justamente allí, su palacio colgante. Aquel
vértice de la gran roca -en especial las terrazas central e inferior- es el único
punto resguardado del ardiente sol y de los temibles vientos del sur que, en
ocasiones, superan las sesenta millas por hora. “ De no haber sido por este
apretado complejo de ruinas (palacios, almacenes, baños, edificios
administrativos, puestos de guardia, etc.), el campamento Eleazar -nos explicó
uno de los inseparables "guías”- habría sido dispuesto aquí mismo.”
Aquellos incómodos vientos del sur y sudoeste, tan frecuentes en Masada,


51
iban a constituir una auténtica pesadilla para los hombres de Caballo de Troya;
en especial, en los decisivos minutos del despegue y ulterior descenso del
módulo. (Espero que Dios me conceda las fuerzas suficientes para llegar a ese
punto del presente relato.) En los estudios meteorológicos de la estación de
Kalya, al norte del mar Muerto, las estadísticas elaboradas en base a los datos.recogidos en 1972 por los tres
centros de observación (1) arrojaban, sin
embargo, para febrero, una frecuencia e intensidad de los vientos
relativamente bajas o soportables: la estación número 20 apuntaba un
porcentaje de 18,9 para el viento sur y sólo un 4 por ciento para el suroeste.
Por su parte, las estaciones números 21 y 22 -para los mismos vientos- fijaban
unos índices de 18,9 y 7,9 y de 14,7 y 5,6, respectivamente. En los tres casos,
las velocidades de dichos vientos oscilaban en torno a los 12-19 kilómetros
por hora. Sólo las estaciones
---
(1) Al no existir estación meteorológica en Masada, los datos fueron
suministrados por la de Kalya Alef. Sus tres observatorios se encuentran
ubicados a 395, 270 y 60 metros por debajo del nivel del mar,
respectivamente. (N. del m.)
---
20 y 21 preveían vientos entre 50 y 61 kilómetros por hora, pero en un tanto
por ciento muy bajo (0,1). Naturalmente, la cumbre de Masada se encuentra a
más de mil pies de altitud y ello se notaba.
Pero el lugar que más nos impresionó -quizá porque se conserva tal y como la
dejaron los legionarios de Silva- fue la rampa de tierra y piedra prensadas que
se empina desde las profundidades hasta casi tocar el filo noroccidental de la
meseta (1). Aquel terraplén de asalto es, sin lugar a dudas, una de las
estructuras o “fórmula” de asedio del ejército romano más interesante del
mundo. La verdad es que, se encuentra francamente bien conservada. La
blancura de la rampa -cuya tierra fue extraída del llamado “promontorio
Blanco", justo en el nacimiento de la misma- es deslumbradora. Durante
algunos minutos quedamos sobrecogidos y ensimismados ante la
contemplación del terraplén y del campamento de Flavio Silva. Ahora, 1900
años después de aquella lucha por la soberanía y libertad de un pueblo, el
Estado de Israel había vuelto a Masada, precisamente, como ya insinué, para
velar por esa seguridad...
Nuestro paseo por las ruinas de Masada se vio gozosamente interrumpido
cuando, a media mañana, los funiculares depositaron en la cumbre a los
cincuenta rezagados especialistas de Caballo de Troya. Al igual que hiciera
con nosotros, Curtiss les había puesto en antecedentes de “algunos” de los
detalles de la secreta misión. Y todos, como era previsible, se mostraron
entusiasmados con aquel segundo intento. Su permanencia en el campamento
Eleazar fue, en consecuencia, tan discreta y eficaz como era de esperar. Pero
aquellos amigos no eran portadores de buenas noticias precisamente...
---.(1) En los escritos de Flavio Josefo se dice en relación a esta rampa: "Ya que
el general romano Silva había construido una muralla en el exterior, alrededor
de todo este lugar, como ya hemos dicho anteriormente, y había de tal manera
construido una previsión muy adecuada para evitar que cualquiera de los
sitiados huyera, se dedicó al asedio propiamente, aunque encontró tan sólo un
lugar donde fuera posible edificar la rampa que tenía proyectada, ya que detrás
de aquella torre que protegía el camino del palacio, y hasta la cumbre de la
colina por la parte oeste, había una cierta eminencia de la roca, muy ancha y
prominente, y sólo trescientos codos (500 pies) por debajo de la parte más
elevada de Masada. Era llamado el “promontorio Blanco”. Por tanto, se fijó en
aquel lugar de la roca y ordenó a sus soldados que trajeran tierra, y cuando se
aplicaron a esta tarea con ardor gran cantidad de ellos, se levantó la rampa que
era sólida, de doscientos codos (330 pies) de altura, y, sin embargo, no se
consideró esta rampa lo suficientemente alta para el uso de las máquinas
guerreras que habían de instalarse allí y se elevó sobre esta rampa otra alta y
grande, hecha de grandes piedras unidas, que medía cincuenta codos, tanto de
altura como de anchura.” (N. del m.)
---
Por encargo de Curtiss habían hecho acopio de una amplia muestra de la
prensa internacional de aquellos días. Tanto el general como el resto del grupo
intuíamos que el reciente derribo del Boeing 727 libio sobre la península del


52
Sinaí podía arrastrar pésimas consecuencias en el ya deteriorado panorama
político de Oriente Medio. No nos equivocamos. Los comentarios y
reacciones de medio mundo fueron unánimes: el ametrallamiento del avión de
pasajeros y la muerte de 104 de sus ocupantes fueron condenados sin
paliativos. Los países árabes se mostraron especialmente agresivos, caldeando
aún más la atmósfera de preguerra hacia su vecino, Israel. La lectura de
aquellos periódicos ingleses, norteamericanos y egipcios, como digo, nos llenó
de confusión e incertidumbre.
La prensa de El Cairo, por ejemplo, calificaba el hecho de “asesinato
premeditado” y de un “nuevo y bárbaro crimen contra civiles árabes”. El
diario egipcio Al Ahram recogía también las declaraciones de un portavoz del
Gobierno de Sadat en las que, entre otras cosas, aseguraba que "el sionismo
israelí, que vive de la agresión, la usurpación y el delito, pagará cara esta
acción y recibirá su justo castigo, de manos de los árabes”.
Por su parte, los más prestigiosos diarios de Nueva York y Washington se
pronunciaban en los siguientes términos:
“La incursión israelí en el Líbano y el derribo de un avión de pasajeros sobre
el Sinaí despertaron en el mercado de valores de Nueva York el miedo a que.la situación en Oriente Medio
empeore. Ello hizo caer en picado los precios de
los valores.”
“Nixon y el secretario de Estado USA, William P. Rogers, enviaron mensajes
de condolencia a Muamar Gadafi y al presidente de Egipto.”
En un editorial titulado “Tragedia en el Sinaí", The Times decía que el
incidente no era sólo otro desgraciado hecho de
--- Inicio de la Descripción del campamento ---
Superficie de la meseta de Masada. En el triángulo sur, el campamento
Eleazar. 1, recinto subterráneo destinado a la estación receptora de fotografías
(Terraplén blanco). 2, escaleras que conducen a la cisterna subterránea. 3, la
laguna grande. 4, barracón destinado a los aseos. 5, comedor. 6, tiendas de
campaña. 7, portalón de la empalizada. 8, la ciudadela occidental. 9, el baño
ritual. 10, la muralla o casamata oriental. 11, muralla o casamata occidental.
12, vivienda de los zelotes. 13, el palomar. 14, taller de mosaicos bizantinos.
15, residencia de la familia real. 16, habitaciones de los zelotes. 17, pileta de
natación. 18, villa. 19, palacio Occidental. 20, la rampa romana. 21, Iglesia
bizantina. 22, edificio de los oficiales. 23, la torre occidental. 24, viviendas de
los zelotes. 25, cisterna abierta. 26, aerocarril. 27, puerta del camino o sendero
de las víboras. 28, almacenes. 29, baños. 30, palacio del Norte: terraza
superior. 31, terraza intermedia. 32, terraza inferior.
--- Fin de la Descripción ---
guerra, sino una matanza de civiles sin consideración. Y, como tal,
injustificada, si no totalmente premeditada.
El Dailv Telegraph calificaba la acción judía de brutal, asegurando que "la
matanza de civiles suponía un duro golpe a los intentos de Nixon para lograr
un acuerdo sobre el canal de Suez".
Por último, porque la lista sería interminable, el Fitiancial Times escribía:
"Después de un período de cinco años de "no paz, no guerra Israel no quiere
arriesgarse a negociar un verdadero acuerdo de paz.”
En todo aquello, sin embargo, se percibía algo extraño. Por más que
repasamos los periódicos, en ninguno encontramos una sola reacción o
declaración del vehemente coronel Gadafi. El Boeing siniestrado era de su
país y, además, 55 de los 104 pasajeros fallecidos eran libios... ¿Por qué
guardaba un mutismo tan anormal? ¿Es que tenía algo que ocultar a la opinión
pública? ¿Por qué el avión se había desviado cientos de millas de cualquiera
de las dos rutas habituales de vuelo desde Bahrain, en los Emiratos Árabes, a
su aeropuerto de destino, en Alejandría? (1).
No disponíamos en aquellos momentos de los datos meteorológicos de la zona
en la jornada del 21 de febrero -fecha del siniestro-, pero se nos antojaba
difícil de creer que “las malas condiciones climáticas" (razón esgrimida en un.principio por la prensa judía)
hubieran forzado al Boeing a violar el espacio
aéreo de Israel, justamente sobre un sector militar. Era, cuando menos,
sospechoso...
Las tímidas y escasas noticias procedentes de Tel Aviv tampoco arrojaron
demasiada luz sobre lo ocurrido en el centro del Sinaí. En una conferencia de
prensa celebrada en El Cairo, los periodistas aseguraron haber escuchado la


53
voz del comandante del Boeing 727, gritando: “Se nos dispara! Se nos dispara
desde el caza!” Naturalmente, como era de esperar, la prensa judía acusaba al
piloto de desobedecer las órdenes de los interceptores. El copiloto, Jean Pierre
L-lure, uno de los siete supervivientes, aseguró “que estaban aterrorizados y
que no siguieron las instrucciones de los cazas israelíes, decidiendo escapar”.
A las pocas horas del incidente, el jefe supremo de la Fuerza Aérea israelí,
general Mordekai Hod, y dos pilotos de Phantom cuyos nombres no fueron
revelados, celebraron otra rueda de
---
(1) Las rutas comerciales de vuelo desde Bahrain a Alejandría, en Egipto,
siguen, habitualmente, las siguientes direcciones: una hacia Damasco, y, desde
allí, sobrevolando el sur de Beirut y aguas internacionales del Mediterráneo, a
Alejandría. La segunda vía cruza la Arabia Saudí, sobre Buraida y el norte de
Medina, hasta adentrarse en Egipto. Al norte de Asuán, los aviones giran 90
grados, enfilando Alejandría. El Sinaí se encuentra en la bisectriz de ambas
aerovías. (N. del m.)
---
prensa. con el fin de informar sobre el gravísimo asunto. Según los militares
judíos, "se hicieron desesperados esfuerzos para obligar a aterrizar al Boeing.
Uno de los cazas incluso se aproximó lo suficiente como para hacer señas con
las manos a la tripulación del avión libio para que descendiese. Pero el 727
huyó -informaron los oficiales judíos-, para evitar un conflicto diplomático”.
Algún tiempo más tarde, la propia prensa de Israel lanzaría otra no menos
extraña explicación; "Temían que el Boeing viajara en misión de sabotaje a
Tel Aviv." Y aunque, en efecto, las amenazas de los guerrilleros de
bombardear la mencionada ciudad fueron reales, en el fondo, nadie dio crédito
a ninguna de las “justificaciones”. Ni a las judías ni tampoco a las árabes...
Días más tarde, a su regreso de Estados Unidos, Curtiss nos informaría sobre
la verdadera “razón” de aquel lamentable derribo. Una causa que si era
suficientemente grave para los israelitas y que jamás admitirían
"oficialmente"...
Nada digno de mención sucedería ya en aquel viernes, 23 de febrero. El
equipo, intranquilo por aquellos sucesos, se hizo mil preguntas. Pero, por el
momento, todas sin respuestas. ¿Cómo podía afectar el envenenamiento de las.relaciones judío- árabes al
desempeño de nuestra misión? Si todo
desembocaba en nuevas hostilidades o, lo que era aun peor, en una cuarta
guerra, ¿qué papel iba a jugar aquel medio centenar de norteamericanos,
perdido en lo alto de una solitaria montaña?
Al atardecer, poco antes de que los funiculares dejaran de funcionar,
sometiéndonos así a un forzoso aislamiento, Curtiss se las ingenió para
rodearse de varios de sus directores de proyecto y, en un apacible paseo por
las ruinas del sector norte -esta vez sin “guías” ni intrusos israelíes- impartió
las “consignas” a tener en cuenta al día siguiente, sábado:
-Debíamos estar atentos a la llegada del resto de los equipos. Una vez en lo
alto de la meseta, Caballo de Troya pondría en marcha la fase “verde” de la
operación.
Esta, como ya señalé, consistía, fundamentalmente, en el proceso de montaje
de la estación y, a partir de un determinado momento, de la “cuna”. Esta
última parte de la fase “verde” había sufrido sustanciales modificaciones, en
relación a su gemela de la mezquita de la Ascensión era la cumbre del monte
de los Olivos. La especial configuración de la “piscina” y del campamento
Eleazar exigía otro tipo de táctica para mantener alejados a los judíos durante
el proceso de ensamblaje de los scanners ópticos y del resto del instrumental
“clasificado”. El pacto inicial de Curtiss con el Gobierno de Golda Meir, por
el que el personal israelí debería abandonar la estación mientras durasen los
mencionados y secretos trabajos, seguía en pie. Pero nadie estaba al tanto de la
argucia planeada por Curtiss.
Cuando uno de los directores se interesó por la “vara de Moisés" y por el
imprescindible combustible para el módulo -en especial por la fórmula elegida
para introducirlo clandestinamente en Masada-, el general se limitó a repetir:
-Calma. Todo está previsto.
El ocaso puso punto final a los febriles trabajos de los israelitas.
Excepcionalmente, dada la urgencia y naturaleza de la Operación Eleazar, los
turnos de montaje de Charlie y del tanque de almacenamiento fueron liberados


54
de la sagrada obligación de guardar el sábado. Apoyados por grandes pantallas
alimentadas a base de gas, los técnicos encerrados en la cisterna subterránea y
en la gruta prosiguieron sus faenas toda la noche. El resto del campamento
quedó sumido en una casi total oscuridad, apenas rota por las mortecinas
botellas instaladas en el interior de las tiendas y del comedor. Por obvias
razones de seguridad, el Ejército había prohibido la utilización de reflectores
en la superficie de la meseta. Ni siquiera cuando el grupo electrógeno entró en
funcionamiento se quebró esta rígida norma. La integridad física de la estación
y del centenar de hombres que formábamos el campamento así lo requería.
Éramos una “simple y pacífica expedición arqueológica” y, en consecuencia,.la presencia de focos en el
triángulo sur de Masada sólo habría servido para
levantar sospechas.
Al clarear del día siguiente, cuando nos disponíamos a desayunar, echamos en
falta a Curtiss y a varios de los oficiales jefes del campamento. Bahat,
adivinando nuestras preguntas, nos invitó a que echáramos un vistazo desde el
filo oriental de la roca. Y hacia allí nos encaminamos, presa de una notable
curiosidad- Sinceramente, en aquellos momentos nadie recordaba las palabras
del general sobre la llegada del último tercio del material.
Desde el portón de entrada del llamado “camino de serpiente o de las víboras”
-una zigzagueante y angosta trocha que asciende hasta lo alto de Masada por
su cara este (1)- surgió ante nosotros una visión difícil de olvidar: muy cerca
de la base del aerocarril, ocupando prácticamente la explanada contigua, se
agrupaba una estimable manada de camellos o dromedarios (desde aquella
distancia era difícil precisar).
El grupo entró en una encendida polémica en torno a las posibles razones de la
presencia en Masada de aquellos animales
---
(1) Este escarpado sendero arranca prácticamente de las actuales instalaciones,
al pie de la montaña, a unos 1200 pies de la cima. A buen paso se precisan 40
o 50 minutos -quizá más- para recorrerlo. Sus piedras escalonadas" fueron
dramáticamente descritas por Flavio Josefo. Los israelitas aconsejaron el uso
del mismo para el transporte del material hasta lo alto de la meseta. (N. del m.)
---
del desierto. ¿Es que el cargamento había llegado a lomos de los mismos? Y si
era así, ¿por que?
El debate terminó con la llegada de unos de los militares judíos. Se nos
reclamaba junto a la estación de radio. Minutos mas tarde una veintena de
hombres de Caballo de Troya embarcaba en el funicular, rumbo a las
instalaciones de la base.
El insólito y multicolor espectáculo que nos aguardaba al pie de la roca nos
dejó sin habla. Curtiss y varias decenas de israelíes se afanaban en la descarga
de una serie de voluminosos bultos, ayudados en todo momento por los
miembros de aquella caravana beduina. Alrededor de cuarenta o cincuenta
dromedarios los famosos “barcos del desierto"- se apretaban nerviosos frente a
la plataforma del aerocarril. De sus gibas colgaban -por ambos costados- unos
fardos enmallados que contenían arcones, enseres domésticos y hasta
pequeños corderos. A cierta distancia, entre las dunas, permanecían otras seis
u ocho bestias, portando grandes baldaquines descubiertos en los que se
distinguían mujeres y niños..Los nómadas, ataviados con largos albornoces negros de lana, sin mangas y
con las cabezas cubiertas con gorros de pelo de camello y airosos pañolones
rojos y blancos, desenganchaban las banastas, que eran trasladadas de
inmediato al interior de las cabinas del aerocarril. Por un momento me
pregunté para que necesitábamos en el campamento todo aquel ajuar, con los
corderos incluidos. Los beduinos habían obligado a los dromedarios a
arrodillarse, manteniéndolos en esta más asequible posición gracias a una
cuerda que unía las cabezas de los animales con una o ambas rodillas.
Terminada la operación, los dromedarios fueron desatados y uno de los
voluntariosos árabes -el que parecía el jeque o jefe de la tribu- se despidió del
oficial de máxima graduación con un seco “Salaam aleikuni” ("La paz sea
contigo"). El israelí correspondió con otra leve inclinación de su cabeza,
respondiendo "Aleikum as salaam” ("Que contigo sea").
Y beduinos y dromedarios tomaron la dirección de las dunas, uniéndose al
grupo de las mujeres.
Me hallaba tan fascinado por aquellos increíbles ejemplares humanos que, de


55
vuelta a la roca, casi no presté atención a las explicaciones del general sobre
los fardos que acababan de ser descargados y sobre su insólito periplo.
Al parecer, si no recuerdo mal, tres días antes, la caravana en cuestión se había
hecho cargo del citado último tercio del instrumental, perfectamente
camuflado en los bultos. La recogida del cargamento tuvo lugar la noche del
21, miércoles, en un punto al noroeste de Qumrán, en pleno desierto de Judá.
Aquella zona era frecuentada desde tiempo inmemorial por las caravanas de
beduinos que iban y venían de Arabia. Muchas de estas tribus traficaban con
armas o cambiaban vino por mujeres, cruzando con libertad la frontera de la
antigua Jordania. Supongo que, por un alto precio, aquella tribu o clan de los
nobles shammar (1) había aceptado la misión de transportar hasta Masada lo
que, oficial y aparentemente, sólo era un prosaico conjunto de cacharros y
enseres domésticos, “necesarios en todo campamento” Los beduinos se
volvieron mudos y sordos ante la generosa recompensa de los israelíes...
Verdaderamente el plan de la Inteligencia judía funcionó a la perfección.
¿Quién hubiera imaginado que entre los fardos de aquella austera caravana
viajaba un sofisticado equipo de recepción de fotografías vía satélite?
Siempre distantes de las carreteras y de los núcleos de población, los shammar
habían caminado de noche -descansando durante el día- por una intrincada red
de cañadas y senderos, en pleno desierto, que conocían y frecuentaban desde
hacía siglos.
Pero la misión de los beduinos no había terminado. Aquel mediodía,
correspondiendo a una invitación del jeque de la tribu para participar en el
siempre complejo ritual de la preparación y degustación del café, Curtiss.tendría la oportunidad de maquinar un
nuevo y astuto plan. Una estratagema
que nos “cubriría las espaldas" en el crítico momento del lanzamiento del
módulo...
Aquel trabajo fue bien venido. El aislamiento en lo alto de nuestro
“portaaviones” de piedra, sin suministro eléctrico ni distracción alguna y con
medio centenar de hombres, mano sobre mano, empezaba a preocuparnos. así
que, espontánea y voluntariamente, el grupo de Caballo de Troya se ofreció a
transportar los fardos y a depositarlos -con el resto de los bloques de color
naranja- en el fondo de la “piscina”. Oficialmente, la fase “verde" acababa de
ser inaugurada...
Curtiss, que, como decía, fraguaba algo en su cerebro, nos pidió que
apartásemos la media docena de corderos. Y el personal lo hizo encantado,
sujetándolos a uno de los vientos de la tienda del general. Algunos de los
muchachos, compadecidos por los lastimeros balidos de las frágiles crías, se
erigieron en improvisadas “nodrizas", diezmando las reservas de leche de la
cocina. La verdad es que no hubo malas caras entre los cocineros
---
(1) Los shammar constituye una de las mas nobles y antiguas tribus beduinas
de la Arabia septentrional. Se subdivide en cuatro grandes fracciones tribales:
los abde, los singiara, los aslam y los turnan. Los shammar se consideran
qathanitas, es decir, descendientes de Qathar. Este, junto al mítico Ismael, es
reconocido como uno de los fundadores de varias estirpes del pueblo
musulmán. Se supone que los shammar se asentaron en la región comprendida
entre el Yébel Agia y el Yebel Selma, al sur, y el temible desierto del Gran
Nefud, al norte. (N. del m.)
---
israelíes. Allí, lo único que sobraba era comida y aburrimiento.
(Cada mañana, puntual y religiosamente, el funicular nos abastecía de pan
caliente, leche y de aquellas viandas que empezaban a escasear en las
despensas del barracón.)
Hacia las dos de la tarde, el general tomó sus seis corderillos y, acompañado
por Bahat, el supervisor, cruzó el portalón de la empalizada dirigiéndose a la
plataforma del aerocarril. El paciente Curtiss encajó con deportividad las
chanzas de judíos y norteamericanos, divertidos ante la poco usual estampa de
todo un general de la USAF pastoreando un rebaño. Cuando interrogué a
Eliseo sobre las intenciones del jefe de la operación, mi hermano se encogió
de hombros. Nadie en el campamento Eleazar tenía la menor idea de por qué
se había hecho cargo de los animales. La posible explicación debía de estar en
el interior de la larga tienda negra de lana de cabra que habían levantado los


56
shammar aquella misma mañana sobre las amarillentas dunas que se extienden.al noreste de la montaña, a un
tiro de piedra de los restos del campamento
romano “B” (1). Era evidente que los beduinos tenían intención de permanecer
en el lugar, al menos por algún tiempo. Pero esta circunstancia no parecía
inquietar a los militares israelíes. De todas formas, nos equivocamos cuando
dimos por hecho que, a su regreso a la cumbre, Curtiss nos aclararía el
misterio. Entre otras razones, porque el general no volvería a Masada. Hacia
las cuatro de esa tarde del sábado, el funicular dejó en la meseta a Bahat. Traía
el encargo de recoger las escasas pertenencias del general y bajarlas a toda
prisa a la plataforma base. El supervisor fue muy parco en explicaciones. Un
coche oficial aguardaba a Curtiss, había sido reclamado con urgencia por la
embajada USA. Horas más tarde, los oficiales encargados de la radio
recibirían una comunicación del propio general. Se hallaba en Tel Aviv a
punto de despegar hacia los Estados Unidos. Todo aquello conmocionó a los
hombres de Caballo de Troya. En los planes del jefe de la operación -al menos
que nosotros supiéramos- no figuraba aquel repentino viaje. ¿Qué estaba
pasando?
---
(1) El plan de asedio a Masada por el general romano Silva, como ya hice
mención, contemplaba la construcción de una muralla que abraiase la roca, así
como el levantamiento de ocho campamentos para unos 15000 hombres. Estos
"castros" se conservan en tan buen estado que, observados desde la cumbre o
desde un avión, parece como si acabaran de ser abandonados. Fueron
montados dos campamentos grandes -el ve1 "F"- y otros seis mas pequeños.
El primero, al este de Masada, el "F", al Oeste. Ambos se hallaban fuera de la
muralla de circunvalación y son casi gemelos, tanto en dimensiones -140 x
180 yardas el x' 130 x 160 el "F'.- como en su planificación. La mitad del
grueso de la X Legión orfreterisis, se alojó en el “B”, y el resto en el “F”. Este
último campamento, según Josefo, fue el cuartel general de Silva durante el
asedio. (N. del m.)
---
Las últimas palabras del mensaje de Curtiss, sin embargo, parecían
tranquilizadoras: “Empiecen sin mi. Regresaré a tiempo."
El resto de la jornada transcurrió casi sin sentir. Los hombres se refugiaron en
las tiendas o en el comedor, discutiendo y polemizando sin cesar sobre tan
inesperada partida.
Bien entrada la tarde-noche, las encendidas tertulias fueron momentáneamente
interrumpidas por la presencia en la cumbre de los Sikorsky.
De acuerdo con el programa previsto por los israelitas, una vez finalizado el
montaje de los depósitos de combustible, éstos serían llenados en el transcurso
de dos noches consecutivas: las del sábado y domingo. Para la mayor parte del.campamento, aquel trasiego
de gas-oil constituyó uno de los peores suplicios
de toda la operación. Por razones de seguridad, los gigantescos helicópteros-grúa
israelíes -a cuyas panzas habían sido acoplados sendos tanques de 10
toneladas cada uno- sólo podían sobrevolar Masada en plena oscuridad y, a ser
posible, sin luces. El tronar de los rotores principales, con sus seis palas, fue,
como digo, una pesadilla. Cada hora, puntuales como relojes, una pareja de
Sikorsky tomaba tierra en el filo suroriental del triángulo, vaciando sus
cisternas. Fue inútil intentar conciliar el sueño.
Impacientes por verificar el buen funcionamiento del generador, los judíos -una
vez colmados los 5500 litros del tanque de diario- activaron a Charlie. Los
sistemas respondieron a la perfección y los técnicos, lógicamente, se
felicitaron mutuamente.
Hacia las cinco de la madrugada del lunes, 26 de febrero, el último S-64
despegaba de la cumbre, alejándose hacia el sur: a la base de Etzion. El
laborioso trasiego de casi 170000 litros de combustible había concluido. Un
mes más tarde, si todo seguía su curso normal, los helicópteros repetirían la
operación de llenado del tanque de almacenamiento. Pero antes, mucho antes,
tendrían lugar “otros" acontecimientos...
Mucho antes del amanecer del domingo, 25 de febrero, más de la mitad del
campamento Eleazar se hallaba en pie, desvelado por el incesante bramido de
los helicópteros. De común acuerdo, aunque los rostros de los hombres
denotaban un profundo cansancio, consecuencia de una noche de vigilia, los
oficiales judíos y los directores de Caballo de Troya fijaron aquella misma


57
mañana para el inicio del ensamblaje de la estación receptora de imágenes. Sin
embargo, la mayor parte de la jornada fue destinada a labores preliminares,
apertura de los falsos bloques de piedra y de los fardos y, muy especialmente,
a una exhaustiva serie de pruebas del cierre eléctrico que debía cubrir la
“piscina". Cuando los técnicos de ambos bandos quedaron satisfechos, el
"techo" de la futura estación fue cerrado, iniciándose, como comentaba, las
labores previas de desembalaje.
Judíos y norteamericanos, hombro con hombro, nos empeñamos con ardor en
lo que, para las dos partes, significaba una misión de “vital importancia”. Para
ellos en un sentido y para Caballo de Troya, naturalmente, en otro muy
diferente...
Solo siete de los veintiséis cubos de “piedra" naranja -previamente marcados
con un círculo negro- fueron respetados. Para nuestros “amigos”, aquella parte
contenía el instrumental “clasificado", que sólo podía ser abierta y manipulada
por nosotros. Prudentemente, con el fin de evitar desagradables “confusiones”
a la hora de manejar el material, los siete “cajones" en cuestión fueron aislados
en el centro del foso y convenientemente precintados. Al establecerse los.turnos de trabajo -el plan preveía
cuatro de seis horas cada uno-, los directores
norteamericanos designaron a tres de los diez especialistas USA (cada turno
estaba formado por dos brigadas -judía y norteamericana- de diez hombres por
brigada) que integraban las respectivas “partidas", con el solapado fin de que
“no perdieran de vista” tales bloques. Merced a este sutil procedimiento, la
“cuna" estuvo protegida día y noche.
Conforme fueron pasando los días y la estación empezó a tomar forma, Eliseo
y yo caímos en la cuenta de otro “detalle", magistralmente planeado por el
equipo de directores. Como ya dije, una de nuestras muchas preocupaciones,
desde que ascendiéramos a Masada, había sido la inevitable antena parabólica,
prevista en el centro de la estación. Nuestra torpeza no tuvo perdón. Al situar
los siete bloques de “piedra" en mitad del foso, Curtiss, astutamente,
imposibilitó el inicio del ensamblaje de la referida parábola, que, en
condiciones normales, podía simultanearse con el levantamiento del resto de
los equipos. Esta "maniobra” nos beneficiaría considerablemente. (El
asentamiento del módulo, como iremos viendo, fue fijado en el área que debía
ocupar la parábola de 26 metros de diámetro.) Por otra parte, en buena lógica
y con la finalidad de no entorpecer la labor de los técnicos, los israelitas se
mostraron conformes con la propuesta de sus aliados: la instalación y las
pruebas de la parábola se llevarían a cabo en el último momento.
Hasta el martes, 27 de febrero, no se iniciaría el ensamblaje propiamente dicho
de la estación receptora de fotos del Big Bird. El lunes, finalizada la operación
de trasiego de gas-oil, los israelitas, siempre minuciosos y desconfiados,
colaboraron en el desembalaje de los equipos pero sus esfuerzos y máxima
atención se centraron en la infraestructura que debía “mover" aquella compleja
red de instrumentos e instalaciones. Buena parte de sus hombres permaneció
bajo tierra, verificando y probando una y otra vez los sistemas de aireación,
suministro de combustible, tendido eléctrico, etc.
Recuerdo que la llegada de la prensa -hacia el mediodía de dicho martes- trajo
una prudente relajación en el campamento. Aunque las reacciones contra el
derribo del 727 libio seguían siendo extremadamente duras (1). las
tranquilizadoras declaraciones de Hafiz Ismail, consejero de Seguridad
Nacional de egipto -bautizado como el Kissinger egipcio- arrojaron algo de
luz sobre el tormentoso presente en Oriente Medio.
“A pesar del incidente en el Sinaí -decía Ismail en Washington-, aún hay
esperanzas de paz."
Al mismo tiempo, Dayán pedía un teléfono rojo para unir Israel con otras
capitales árabes, a fin de exitar sucesos como el del Boeing.
Pero, lo que causó un especial impacto fue el súbito viaje de Golda a Estados
Unidos. Según los periódicos judíos, la primer ministro llegaría esa misma.noche del martes, 27 de febrero, a
USA. Fuentes oficiales adelantaban que "la
visita tenía como objetivos prioritarios la celebración de conversaciones con el
presidente Nixon y otras altas autoridades y, presumiblemente, la negociación
de la compra de aviones de combate Phantom".
Si teníamos en cuenta que el sábado, día 24, el ministro israelí Galill había
declarado al Jerusalem Post que la referida visita de Golda a los Estados
Unidos se produciría a principios de marzo (2), ¿podíamos interpretar


58
semejante cambio de planes?
Instintivamente, los hombres de Caballo de Troya asociamos este inesperado
vuelo de la primer ministro judía a Washington con el no menos repentino
viaje de nuestro jefe, el general Curtiss.
“Algo" especialmente grave sucedía...
Era curioso y significativo. Por más que buceamos en la maraña de noticias no
logramos hallar una sola que hiciera alusión al pensamiento o intenciones del
coronel libio Gadafi. Habían pasado seis días desde el derribo del 727 e,
inexplicablemente para los observadores políticos, el mesiánico y polémico
líder de la revolución libia seguía mudo. Horas antes, en Bengasi, durante los
funerales por las víctimas del Boeing, miles de libios habían estallado,
gritando: “Venganza, Gadafi, venganza!" Portaban carteles en los que se leía:
“Las almas de los mártires del Sinaí sólo descansarán con la venganza" y “Ojo
por ojo y diente por diente".
---
(1) El rey Hassan II de Marruecos llegó a anunciar que enviaría tropas a Siria
en el mes de marzo. Por lo visto, estaba convencido que Israel “atacaría a sus
hermanos sirios por las alturas del Golán". (N. del m.)
(2) En el transcurso de la visita del Kissinger egipcio a USA -la primera de un
representante del Gobierno de Egipto desde la guerra de los Seis días (1967)-,
la Casa Blanca anunciaría también la llegada de Golda Meir a Estados Unidos
para primeros de marzo. (N. del m.)
---
El tumulto alcanzó tal grado de histerismo y violencia que Gadafi se vio
obligado a escapar de las masas en un Land-Rover, pero, como digo, el
dirigente libio no hizo manifestación alguna.
Los egipcios, por su parte, también se habían lanzado a las calles, clamando
venganza y coreando un grito que nos llenó de espanto: “Guerra, guerra.
Sadat!"
Dios mío! ¿En qué podía desembocar todo aquello? Quizá la mejor síntesis
fue hecha por el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Egipto, Mohamed
Hassan el Zax'vat: "Oriente Medio -declaró el lunes, 26 de febrero- está
próximo a estallar. Nuestro país debe emprender todos sus esfuerzos.nacionales, tanto políticos, militares
como económicos, para finalizar la actual
situación."
Estas manifestaciones -formuladas después de la reunión de los embajadores
árabes en El Cairo para tratar sobre el incidente del Sinaí- conmovieron muy
especialmente a los militares judíos del campamento Eleazar. Pero,
prudentemente, guardaron silencio, negándose a hacer comentarios. Las
medidas de seguridad en torno a nuestra base y en las instalaciones del
aerocarril, eso si, fueron discretamente intensificadas. Noticias procedentes de
Damasco -donde había tenido lugar una reunión de guerrilleros palestinos,
presidida por Yasser Arafat, líder de la OLP (Organización para la Liberación
de Palestina)- advertían de un inminente recrudecimiento de los atentados
terroristas contra Israel, "en todo el mundo y a todos los niveles".
Aquella tarde, a petición de los israelíes, se celebraría en el campamento una
reunión secreta y urgente en la que participaron nuestros directores, en calidad
de representantes de Curtiss. Al día siguiente, el centenar de hombres tendría
ocasión de conocer y experimentar algunas de las medidas “especiales"
adoptadas por nuestros superiores...
Finalizada dicha reunión, la tienda que albergaba la radio experimentó una
inusitada actividad. Los oficiales judíos entraban y salían de la misma
impartiendo órdenes al personal a su cargo. A raíz de una de aquellas sigilosas
comunicaciones con la estación de la plataforma base del aerocarril, la grúa y
los tractores empezaron a ser desmontados a gran velocidad. Hacia las diez de
la noche, el eco del motor de un helicóptero, golpeando como una gigantesca
maza la pared oeste de Masada, nos sacó de los albergues. A los pocos
minutos otro poderoso Sikorsky (S-64) hacía estacionario a tres metros de la
cumbre. Y allí permaneció, sin tocar tierra, hasta que el container, con el
material despiezado, fue convenientemente asegurado a las poleas de su
panza. Después se perdería como una sombra, recortándose entre las estrellas.
De acuerdo con el Estado Mayor judío, las ruinas arqueológicas de la montaña
fueron definitivamente abiertas al público en la mañana del miércoles, 28 de
febrero. El tiempo había mejorado en los últimos días y, por expresa


59
recomendación de el Mossad, no convenía levantar sospechas manteniendo
cerrado el acceso a la cumbre. Si, como se esperaba, las acciones guerrilleras
volvían a multiplicarse, una parcial “normalidad” en Masada podía ser una
excelente fórmula para desviar la atención de los palestinos. La presencia de
turistas, aunque escasos, entrañaba también algunos riesgos. Pero la
Inteligencia judía y los militares del campamento Eleazar supieron resolverlo
satisfactoriamente. Desde aquella misma mañana, todo recobró su ritmo
habitual, tanto en el funicular como en las ruinas del sector norte. Los.soldados “desaparecieron", y frente al
portalón de la empalizada fue levantado
un enorme cartel (en hebreo e inglés) en el que podía leerse:
OBRAS DE RESTAURACIÓN DE LA CIUDADELA OCCIDENTAL.
UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALÉN.
SOCIEDAD DE EXPLORACIÓN DE TIERRA SANTA.
DEPARTAMENTO DE ANTIGÜEDADES DEL GOBIERNO DE ISRAEL.
SE PROHIBE EL PASO.
Ni que decir tiene que aquel “prohibido el paso" estaba prácticamente de más.
El único acceso al triángulo sur era por el citado portalón. Y éste, desde el
amanecer de aquel miércoles, estuvo ya permanentemente vigilado por dos
israelíes, cuya misión básica era identificar a cuantos entraban o salían. En la
“cumbre" secreta del día anterior, los directores y oficiales judíos se habían
puesto de acuerdo, entre otras cuestiones, para establecer rigurosos turnos de
vigilancia interior y exterior del campamento, así como un curioso sistema de
contraseñas. Me explicaré. Cada día -mientras durase la operación-, el jefe de
seguridad recibiría del Estado Mayor, y en clave, un nombre. Esta palabra era
transmitida por radio a las doce de la noche y era válida hasta la misma hora
del día siguiente. El invento tuvo que ser obra de alguien que conocía bien los
pormenores de las anteriores excavaciones arqueológicas de Yadin. A lo largo
de dichos trabajos, los miembros de la expedición -creo recordar que fue uno
de los voluntarios, domador de elefantes en su vida normal- encontraron entre
las ruinas (1) once pequeños y extraños ostraca o trocitos de alfarería con
inscripciones, que constituían en la antigüedad un material común y corriente
de escritura. (Conviene recordar que el papiro y el pergamino eran
---
(1) Yadin cuenta que este hallazgo se produjo en uno de los lugares
estratégicos de Masada: cerca de la entrada que conduce a las conducciones de
agua y próximo a la plaza que se encuentra entre los almacenes y edificio
administrativo, en un punto en el que confluyen todos los caminos que van a
la cima. (A'. del m.)
---
muy costosos.) Pues bien, en estos once ostracas -distintos a las 700
inscripciones halladas en Masada- aparecían sendos nombres, todos diferentes,
aunque, al parecer, escritos por la misma mano (1). Eran vocablos extraños.
Algo así como apodos o motes. Por ejemplo: “Joav" o “Joab" (un nombre
poco frecuente en la época del Segundo Templo y que venía a significar
“hombre especialmente valeroso").
Otro de los nombres era el mítico Ben Yair, que, seguramente, hacía
referencia al caudillo zelote: Eleazar Ben Yair..Las contraseñas manejadas en aquellos días, en definitiva, se
basaron en estos
apodos. De acuerdo con las necesidades del campamento, cada persona que
salía del mismo recibía el santo y seña del día. Sólo el jefe de seguridad y los
guardianes del portalón estaban al corriente de dicho nombre. Cualquier
improbable intento de penetración de un individuo ajeno a la operación se
habría visto condenado al fracaso.
Además de esta medida, los israelíes designaron de entre sus hombres libres
de servicio en la “piscina” un turno permanente de diez vigilantes,
responsables de la seguridad general del campamento. Nosotros, de acuerdo
con los planes del Ejército, fuimos relevados de tan ingrata misión. Aunque el
acceso a la cima de Masada por los acantilados oriental y occidental era casi
impracticable, los judíos establecieron seis puntos de observación (tres en
cada una de las vertientes citadas), estratégicamente repartidos en el interior
de la casamata. Con semejante despliegue, los trabajos en la meseta se vieron
continua y perfectamente protegidos.
“Demasiado protegidos", lamentamos los hombres de Caballo de Troya,
imaginando que aquel férreo control del campamento Eleazar sólo podría


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traernos “dolores de cabeza" en los decisivos momentos del despegue de la
“cuna"..
Pero Curtiss no era fácil de vencer.
La rutina era casi un milagro con aquel hombre. Y una vez más nos sorprendió
a todos. A las 12 horas del miércoles, 28 de febrero, cuando el primer turno de
trabajo -en el que me hallaba incluido- dio por terminado su cometido en la
“piscina",
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(1) Los arqueólogos piensan que estos once ostraca pudieron ser las
piezas utilizadas en el fatídico "sorteo" realizado por los zelotes.
Josefo escribe en este sentido: "Entonces, ellos escogieron por sorteo a
diez hombres, para que mataran a todos los demás; todos se tendieron en el
suelo al lado de su mujer e hijos, y poniendo su brazo por encima de ellos
ofrecieron el cuello al tajo de aquellos que, por sorteo, llevaron a cabo tan
triste labor; y cuando estos diez hombres sin miedo hubieron matado a
todos, siguieron la misma regla para echar a suerte entre ellos, que aquel a
quien le cayera en suerte primero, mataría a los otros nueve y después se
mataría.” (A'. del m.)
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un sonriente y familiar rostro nos aguardaba al final de la escalerilla de acceso
al foso. Curtiss!
El general había regresado tan inesperadamente como se fue. Y, tal y como
tenía por costumbre, no hubo demasiadas explicaciones, al menos en las.primeras horas de su nueva estancia
en el campamento. El personal libre de
servicio le rodeó asediándole con mil preguntas. Pero, incorruptible, se limitó
a interesarse por la marcha del ensamblaje de la estación. La verdad es que a
raíz del suceso del Sinaí y del empeoramiento de la situación internacional, los
oficiales judíos habían impreso un acelerado ritmo a las tareas de montaje.
Estaba claro que presentían algo y deseaban concluir la Operación Eleazar en
un tiempo récord.
Eliseo, los directores y yo mismo apenas si intercambiamos palabra alguna
con el general. Nos bastó mirarle a los ojos para comprender que ocultaba
“algo" especialmente grave. Decidimos esperar. Si lo deseaba, no tardaría en
hacérnoslo saber.
En efecto, así fue. Terminado el almuerzo, con la excusa de mostrarle a
Charlie y las admirables instalaciones llevadas a cabo en la cisterna
subterránea, los directores, mi hermano y quien esto escribe tuvimos
oportunidad de conocer ese "algo".
Sinceramente, he dudado a la hora de transcribir esta parte de la operación.
¿Es que, transcurridos ya cinco años, beneficia a alguien el conocimiento de lo
que aconteció en aquellos primeros meses de 1973? quizá no. De lo que sí
estoy seguro -razón que en definitiva me ha impulsado a relatarlo- es de que el
mundo tiene derecho a saber cómo y hasta qué extremos es manipulado
secretamente por las grandes potencias. Dios mío!, qué ciegos estamos!
Somos ignorantes de lo que se cuece en los despachos de los políticos y de los
militares. Y lo peor es que muchas de esas “maniobras" y “operaciones"
confidenciales -como en el caso que me dispongo a exponer- han llevado y
seguirán llevando a la muerte, a la ruina y al caos a millones de inocentes...
Sirva, pues, de ejemplo cuanto voy a decir.
El general Curtiss nos explicó cómo fue reclamado con urgencia por el propio
Kissinger. El mismo día de su llegada a Nueva York -domingo 25-, el
entonces consejero del presidente Nixon le atendió en su apartamento de lujo
del hotel Waldorf Astoria. En el más estricto secreto, Curtiss recibiría dos
informaciones que justificaban sobradamente su precipitado viaje a USA y
que, por supuesto, le hicieron temblar.
La primera se refería al derribo del Boeing 727 libio en el corazón de la
península del Sinaí. Todos -ya lo expresé anteriormente- habíamos intuido que
aquel suceso obedecía a “razones especialmente graves.”. No era normal que
la Fuerza Aérea de Israel se dedicase a ametrallar aviones de pasajeros en
pleno vuelo...
Los agentes norteamericanos en Jerusalén y Tel Aviv -siempre en estrecha
conexión con la Inteligencia judía- habían confirmado un punto decisivo que,
obviamente, jamás sería “reconocido" por el Gobierno de Golda: en el.momento del encuentro de los cazas
Phantom judíos con el 727, éste

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