lunes, 20 de mayo de 2013

CABALLO DE TROYA 2 DE LA PAG 271 A LA PAG 279 FINAL DE CABALLO DE TROYA 2


Nuestro plan era el siguiente: ese viernes, chequeo a los preparativos del
segundo lanzamiento de la nave. Si todo se producía como imaginábamos, la
siguiente semana abandonaríamos la “base madre” para volar al norte, al
punto previamente establecido por Caballo de Troya en la Galilea. Desde allí
procederíamos a la que suponíamos última etapa de la exploración y que
contemplaba dos objetivos básicos -el seguimiento de las apariciones de Jesús
y toda una serie de comprobaciones en relación a su infancia y juventud en
Nazaret y comarca- y otros “secundarios”.
Pero todo cambió en segundos...
Mi ingreso en el módulo se produjo a las 10 horas y 20 minutos. Nunca lo
olvidaré. Yo había notado algo anormal en las últimas conexiones. La voz de
mi compañero sonaba ligeramente apagada. Lo achaqué al cansancio o, quizá,
a su demoledora soledad.
Nada más verle y descubrir su rostro demacrado, comprendí que algo grave
sucedía. Pensé, incluso, que podía haber sufrido algún nuevo desmayo. Al
cerrar la escotilla se produjo un violento silencio. No quise forzarle y esperé.
Parecía dudar. Me miró fijamente durante varios e interminables minutos y, al
fin, sus ojos se humedecieron.
Tuve que ser yo quien diera el primer paso. Deposité mis manos sobre sus
hombros y le ordené que hablara.
-¿Qué ocurre? ¿Algo va mal?... ¿Quizá la nave?
Negó con la cabeza a cada una de mis preguntas.
-¿Entonces...?.-¡Estamos atrapados! -estalló.
No entendí el significado de aquella explosión.
-¿Qué le pasa a la “cuna"?... Habla, por Dios!
Eliseo secó sus lágrimas y, sentándose frente al cuadro de mandos, tecleó
sobre el ordenador central. Espié cada uno de sus movimientos, convencido de
que, en mi ausencia, el módulo había sufrido algún daño irreparable. Pero no...
No era ése el problema.
Al punto, en el monitor, fue desfilando una serie de dígitos verdosos.
Concluida la operación, señaló hacia la pantalla, invitándome a que lo
comprobase por mí mismo.
Tras una atenta y nerviosa lectura sólo acerté a exclamar:
-Dios de los cielos!... Entonces, tu...
Y sin aguardar la posible explicación de Eliseo, di media vuelta, abriendo el
compartimiento en el que los técnicos de Caballo de Troya habían atornillado
la misteriosa caja de acero de 40 centímetros de lado y que, como dije, se
hallaba conectada a Santa Claus. Tal y como suponía, estaba abierta...
Y las palabras del general Curtiss acudieron a mi memoria:
“Lo siento. "Eso" es materia clasificada... Alto secreto."
Ninguno de los dos habíamos olvidado la enigmática urna metálica. Pero
Eliseo, vencido por la curiosidad o por una premonición, se adelantó a mis
intenciones, desvelando el trágico secreto.
Jamás le pregunté cómo había conseguido abrirla. Eso, ahora, era lo de menos.
La realidad -triste y providencial a un tiempo- estaba allí, ante mis ojos...
Comprendimos las buenas intenciones del general al no querer revelarnos el
contenido y la finalidad de la caja. ¿De qué hubiera servido asustarnos? El
caso es que Caballo de Troya, como quedó dicho en su momento, había
descubierto una posible alteración en los tejidos neuronales, como
consecuencia del proceso de inversión de masa de los swivels. Curtiss nos
había informado de ello y nosotros, libre y conscientemente, aceptamos
continuar con la misión. A pesar de todo, los científicos de Edwards -con la
complicidad del jefe de la operación- habían introducido y dispuesto en la
nave una experiencia que serviría para confirmar sus sospechas. Directa e
íntimamente ligado al ordenador central, aquel experimento -junto a los datos
proporcionados por los dispositivos “RMN" ajustados a nuestros cráneos-había
puesto de manifiesto que los temores de los expertos eran fundados.
En el interior de la caja aparecieron dos tubos de plástico incombustible,
repletos de drosophilas de Oregón, unas pequeñísimas moscas de 3 milímetros
cada una (en un solo gramo pueden entrar mil de estos ejemplares) y cuya
composición celular -uniforme- las hace idóneas para los ensayos y estudios
sobre el envejecimiento. En el fondo de las probetas habían sido dispuestas.unas soluciones de azúcares y
levadura de cerveza con alto poder vitamínico,
que sirviera de alimento a las drosophilas. En una especie de test que guardaba


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cierta semejanza con el de la “geotaxis negativa", Santa Claus había ido
chequeando el comportamiento de las moscas “antes, durante y después” de la
inversión axial de los ejes de los swivels. La probeta de la izquierda contenía
50 moscas “viejas" (de 84 días de edad) y la de la derecha el mismo número,
pero con ejemplares “jóvenes” (de 7 días). Al estar constituidas, como digo,
por un único tipo de célula -al igual que las neuronas-, resultaban ideales para
intentar comprender qué ocurría en lo más “íntimo" de dichas células (1),
quizá así podría descubrirse nuestro mal y el hipotético remedio...
Ahorraré explicaciones excesivamente científicas. La cuestión -la gravísima
cuestión- era que Santa Claus había detectado el problema, almacenándolo en
su memoria. Podría resumirse así: durante los mencionados procesos de
inversión de las partículas subatómicas, “algo” -eso no llegamos a aislarlo con
seguridad- provocaba una mutación o pérdida de ADN nuclear en las neuronas
de nuestros cerebros. El resultado era un irreparable y progresivo -yo diría que
galopante- envejecimiento
---
(1) De acuerdo con las teorías de los doctores Warburg, Harinan y Miquel,
entre otros, los estudios y experiencias sobre ratones y drosophilas indican
que, entre las alteraciones más importantes producidas por el envejecimiento a
nivel subcelular, figuran: inclusiones intranucleares, invaginación de la
membrana nuclear, acumulación del pigmento lipofuscina y disminución del
número de ribosomas y mitocondrias. El pigmento, que es uno de los efectos
del envejecimiento más intensamente estudiados, se origina en gran
proporción a partir de las mitocondrias que, como es bien sabido, pueden
sufrir una degradación de sus membranas con participación de los enzimas
lisosomales. Esta desorganización estructural que, en definitiva, era lo que
Eliseo y yo padecíamos, se acompaña de una gran variedad de alteraciones
bioquímicas, entre las que destacan una disminución de la síntesis de
proteínas, una tendencia a la oxidación de los aminoácidos sulfurados y una
depresión de la oxidación intramitocondrial de los lípidos. (N. del m.)
---
generalizado de toda la red neuronal (1). En otras palabras: estábamos
condenados a una rápida degeneración fisiológica, como consecuencia de la
masiva muerte de las citadas neuronas. De acuerdo con los cálculos del
ordenador, traspolables en cierto modo al cerebro humano, esa pérdida de
colonias neuronales podía estimarse en un porcentaje que oscilaba alrededor
del 10 por ciento anual. Es decir, considerando que la cifra teóricamente
aceptada como la “frontera" límite antes de caer en el envejecimiento.patológico cerebral (con manifestaciones
clínicas) es del 85 por ciento,
nuestro margen de vida activa –o relativamente activa- fue fijado por Santa
Claus en nueve años y escasos meses (2). Eso, en definitiva, era lo que nos
restaba
---
(1) Teníamos constancia de la inactivación del ADN del mitocondrio, causa
casi segura de la degeneración mitocondrial y, a su vez, del envejecimiento
final. Miquel, por ejemplo, en sus experiencias en la NASA, había avanzado
que esa inactivación del ADN podría estar ocasionada -en general- por los
productos nocivos (radicales libres y peróxidos de lípidos) que se originan en
el mitocondrio durante la producción de energía por medio de la respiración
celular. Según esta teoría, el envejecimiento humano y de los animales sería
una manifestación de desgaste y una consecuencia inevitable de la falta de
equilibrio entre los procesos desorganizadores y regeneradores en las células
diferenciadas. Desgraciadamente conocíamos los efectos, pero no la o las
causas de esa mutación..., aunque todo parecía señalar al “mortal” consumo de
radicales libres de las neuronas durante el infinitesimal proceso de inversión
de masa. De hecho, las drosophitas jóvenes -con mayor capacidad de consumo
de ese oxígeno activado- habían muerto más rápidamente y en mayor
proporción que las viejas durante el referido proceso de inversión de los ejes
de los swivels. La clave, en suma, debía de estar en los radicales libres... (N.
del m.)
(2) De acuerdo con las mediciones de Von Economo y Koskinas, la población
neuronal de un ser humano adulto y normal alcanza la astronómica cifra de
14000 millones! Nuestras pérdidas anuales, en base a dicho número, fueron
estimadas en algo menos de 1400 millones. Es decir, para entrar en la


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peligrosa fase de muerte o "cuasi-muerte" cerebral nos separaban tan sólo
unos nueve meses y medio. En un adulto, a partir de los 20 años y en
condiciones de normalidad, esas pérdidas han sido fijadas en unos 36500000
neuronas. Como sabe cualquier especialista en anatomía humana, el manto o
corteza cerebral recubre, formando una capa de sustancia gris, la superficie de
los hemisferios cerebrales, con excepción de aquellas porciones de los mismos
que quedaron rudimentarias, como el “área coroidea". Forma, por lo tanto, una
capa continua, que tapiza no sólo las porciones de las circunvoluciones que
son visibles en la superficie, sino las caras laterales y los fondos de los surcos.
Su superficie es, por lo tanto, considerablemente más extensa que lo que hace
presumir el aspecto externo del cerebro.
Esta “superficie”, evaluada por métodos planimétricos, sería para un sujeto
adulto de 220000 mm2. (Es decir, un cuadrado de cerca de 0,50 m de lado)..De éstos, sólo un tercio
corresponde a la superficie de las circunvoluciones,
mientras que los dos tercios pertenecen a las caras
---
de vida... Ahora comprendía el porqué de las escamas de mi cuerpo, el
desmayo de Eliseo y mi fugaz obnubilación en la casa de los Marcos.
Siempre cabía la esperanza -dudosa, pero esperanza al fin y al cabo- de que la
ciencia hallara un remedio a nuestra crítica situación. (El gran científico
Miquel, del Ames Research Center de NASA, en Moffett Field, California,
ensayaría en esos años con una sustancia -el bromuro de etidio- que dio
excelente resultado con las drosophilas, alargando la vida de las moscas hasta
un 20 por ciento. Pero nosotros, lógicamente, no éramos drosophilas..., aún.)
A petición mía, ambos dedicamos toda aquella jornada a una nueva y
exhaustiva revisión de los parámetros computarizados por el ordenador
central.
Por la noche, el monitor conectado a Santa Claus arrojó el mismo y trágico
balance, con el agravante de que las futuras y necesarias inversiones de masa
podrían acarrear nuevas mutaciones. Sabía y diestramente programado,
nuestro fiel “amigo”, el ordenador, concluyó su “ veredicto” con algo que ya
sabíamos:
“Sólo el mantenimiento del consumo de oxígeno a niveles prudencialmente
bajos en las mitocondrias de sus líneas germinales puede aminorar la pérdida
de la capacidad mitótica de la célula y disminuir así el riesgo de más
alteraciones en la información genética.“
Eso significaba doblegarnos a una vida prácticamente vegetativa.
Descorazonados, caímos en una profunda postración.
Imagino que la increíble idea sugerida por Eliseo en el transcurso de tan larga
y penosa noche no fue improvisada en aque
---
laterales y los fondos de los surcos. El “espesor” de la corteza varía mucho de
unas regiones a otras; de menos de 2 a 4,5 mm, considerándose una media de
2,5 mm. Aceptando esta media y la superficie señalada anteriormente, resulta
que su “volumen” sería de unos 560 cm3. Como su peso específico sería de 1
038, resulta que su “peso” es de unos 581 g. La corteza está constituida
principalmente por células nerviosas, y fibras que son las prolongaciones de
estas mismas células o procedentes de otras colocadas en otras regiones del
sistema nervioso. El elemento noble son las células nerviosas o neuronas.
Contando las existentes en un cuadrado de corteza de 1 y de 2,5 mm de
espesor, los citados científicos -Economo y Koskinas- establecieron el número
en 63000, que multiplicadas por la superficie total (220000 mm2) daría el
referido volumen de 14000 millones de neuronas. De ellas, 8000 millones.corresponderían a las células
grandes y medianas y el resto a las pequeñas. Si
colocáramos todas esas células juntas, ocuparían un volumen de unos 20,4
cm3, con un peso insignificante de 21 g! Resulta asombroso que el hombre
“piense” con tan despreciable peso... (N. del m.)
---
Las últimas horas del viernes, 14 de abril del año 30. Seguramente había sido
rumiada mucho antes.
-Puesto que nos hallamos “ marcados” explicó, -buscando mi aprobación-,
¿por qué no llegar hasta el final en esta aventura?
Y sin esperar mi opinión, yació su corazón, lamentándose de su pésima
fortuna en aquella endiablada misión. No le faltaba razón. Ya me lo había


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insinuado en Masada y en nuestras conversaciones en el hotel de Jerusalén: él
no había tenido oportunidad de ver ni oír al Maestro.
-¿Por qué? -se preguntó a sí mismo-. ¿Por qué...?
-Quizá en Galilea... -comenté, recordándole que la exploración no había
terminado y que faltaba el seguimiento de las apariciones de Jesús en el lago.
Mi hermano reconoció que todo eso era posible, pero su “idea” iba mucho más
allá. Y al exponerla -lejos de sentir rechazo- fui enamorándome de ella. ¿Qué
podíamos perder? El “listón" de nuestras respectivas vidas acababa de ser
dramáticamente fijado en nueve o, con suerte, diez años más... Bien mirado,
¿cuándo se nos presentaría una oportunidad semejante?
-Jamás! Tú sabes que, si logramos volver, seremos retirados del servicio
activo.., y para siempre.
A pesar de todo le pedí tiempo. Necesitaba meditar. Tenía que valorar los pros
y los contras...
Lo comprendió, pero me rogó que tomara una decisión antes del despegue del
módulo hacia Galilea. Se lo prometí.
La “idea” no era otra que “ampliar”, por nuestra cuenta y riesgo, el tiempo de
aquella segunda exploración, viviendo los casi cuatro años de la vida pública
de Jesús, paso a paso y pegados al Maestro!
Es difícil dibujar el entusiasmo desplegado por mi compañero a la hora de
“venderme” su idea.
-¿Imaginas?... Podríamos conocer muchos de sus secretos. Le seguiríamos al
desierto. Investigaríamos los milagros. ¿De verdad transformó el agua en
vino? ¿Cómo eligió a sus doce apóstoles? ¿Quién era Juan el Bautista? ¿Por
qué no hizo algo por salvarle? ¿Caminó realmente sobre las aguas? ¿Te
imaginas, Jasón?
Por supuesto que sí..Desde el ángulo técnico, la propuesta era viable. Bastaba con manipular los
swivels nuevamente. Pero eso podía entrañar más riesgos para nuestros ya
castigados cerebros...
En Masada no tenían por qué saber de esta aventura “extra”. En cuanto a la
“cuna”, había sido dotada en este “viaje” con elementos y equipos suficientes
como para aceptar el fascinante reto.
Todo, en definitiva, dependía de mí. Eliseo, comprensivo, me adelantó que, en
caso de una decisión negativa, la aceptaría y regresaríamos a “nuestro tiempo”
de acuerdo con el plan de Caballo de Troya.
Y debo confesar que aquellas postreras horas fueron las más difíciles de mi
vida..1 16 6 D DE E A AB BR RI IL L, , D DO OM MI IN NG GO O
Aunque sólo sea por una vez, debo felicitarme y felicitar a mis instructores por
el entrenamiento recibido. A pesar de lo que sabíamos respecto a nuestro
destino, nada varió en el programa de la operación. Al alborear el sábado, 15
de abril, ambos habíamos “olvidado” nuestra común tragedia y nos
enfrascamos en los complejos preparativos del próximo despegue de la
“cuna”, del vuelo a las inmediaciones del lago de Tiberiades y del descenso en
el nuevo “punto de contacto”. Reprogramamos a Santa Claus y, cuando todo
estuvo a punto, sometimos el plan de exploración propiamente dicho a un
último y exhaustivo repaso. Y así, como si nada hubiera ocurrido, vimos
desaparecer el sábado.
Hacia las 06 horas de la mañana siguiente -18 minutos después del orto solar-,
descendí del módulo, poniéndome en camino hacia Jerusalén. Los datos
climáticos recogidos en la nave cambiaron ostensiblemente. El viento del este
había cesado, siendo sustituido por una ligera brisa del noroeste que
presagiaba no muy lejanos frentes borrascosos. La temperatura en la cima del
Olivete descendió hasta 7 °C. Esta, muy probablemente, fue la causa de la
espesa niebla que me recibió y que se deslizaba rápida, barriendo la “base
madre” y el promontorio del sur en dirección este-sureste. La fuerte radiación
del día anterior había calentado el aire, haciéndolo menos denso. Éste había
trepado por las laderas -en un típico movimiento “ anabático”-, condensándose
y dando lugar a tan incómoda niebla. El valle del Cedrón, en cambio, se
hallaba despejado. Y protegiéndome del frío con el holgado manto, elegí la
senda que conducía a la puerta Dorada, en el muro oriental del Templo.
Crucé el atrio de los Gentiles, casi desierto todavía, y, sin prisas, busqué la
casa de los Marcos. La ciudad, como cada día, empezaba a desperezarse al
ritmo obligado de la molienda del grano.
No disponíamos de muchos datos sobre la segunda de las apariciones de Jesús


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de Nazaret a los suyos. Juan cita en su Evangelio que tuvo lugar “ocho días
después” de la primera, sucedida en la noche del domingo último, 9 de abril.
Si el evangelista estaba en lo cierto, esa nueva presencia se produciría el
primer día de la semana; es decir, el lunes. Y por prudencia, decidí
presentarme en Jerusalén veinticuatro horas antes. Mi plan no era complicado..Nada mas pisar la mansión de
mi buen amigo Elías Marcos, trataría de
averiguar el paradero de Tomás, el discípulo "desertor”. A continuación
intentaría encontrarle y conversar con él. Era el único con el que no había
podido sostener una entrevista sobre los últimos sucesos. Después, a ser
posible antes del ocaso, retornaría a la ciudad y esperaría el lunes.
Pero, como casi siempre, todo saldría al revés...
Mis proyectos se fueron a pique cuando, nada más traspasar la puerta de la
residencia de los Marcos, vi a Tomás en el patio, calentándose al fuego y
dando buena cuenta de su desayuno.
María, el resto de su familia, los discípulos y, sobre todo, el benjamín de la
casa me recibieron con la mejor de las sonrisas. La madre del niño, nada más
verme, dejó en el suelo la artesa de madera que transportaba sobre su cabeza y
que contenía la masa fermentada para el pan, y pasó a examinar mi frente. La
verdad es que ni yo mismo recordaba el golpe... Tuve que prometerle que no
me marcharía, al menos hasta que no regresase su esposo. Y, con gusto, acepté
un cuenco de madera con una leche de cabra, hirviente y de sólida nata. Al

sentarme frente a Tomás procuré observarle con disimulo. Los agitados y
frenéticos acontecimientos de aquella larga semana -contando mi primera
exploración- no me habían permitido, como hubiera sido mi deseo, estudiar a
fondo a cada uno de los doce. ¿Qué sabía de sus vidas, de sus familias, de sus
deseos e inquietudes? Prácticamente nada. Sólo conociendo a los seres
humanos se les puede comprender y amar. Y Tomás, como el resto, era un
misterio. Con su reducida pero atlética talla, y por lo poco que fui espigando
en su carácter, quizá encajase en el temperamento “enequético” que describen
Kretschmer, Mauz y Minkowska. Es decir, un hombre poco nervioso, que
reaccionaba con parvedad ante los estímulos, de hablar lento y cadencioso -yo
diría que era todo un “filósofo”-, con una tendencia a la perseverancia muy
poco común, gran trabajador, lógico-analítico y de una pulcritud sobresaliente.
Sirva como ejemplo de esto último el sintomático hecho de que, a diferencia
de sus hermanos, sus uñas se hallaban siempre limpias y sus cabellos
perfectamente peinados y recogidos en una “cola de caballo”.
Me miró en varias ocasiones, pero no dijo nada. Se limitó a bajar su renegrida,
casi egipcia, tez, extendiendo las palmas de las manos hacia el gratificante
hogar. Tomás no había podido superar su timidez, agravada por el estrabismo
que padecía en su ojo izquierdo.
No intenté siquiera interrogarle. No me pareció el momento oportuno. parecía
sumido en difíciles reflexiones. Y con acierto por mi parte, me dirigí al piso
superior, allí seguía la totalidad del grupo. El ambiente general era muy
distinto al de los días precedentes. había optimismo y no se hablaba de otra
cosa que de los preparativos para el viaje a Galilea. Muchos de aquellos.hombres, en especial los hermanos
Zebedeo y Simón Pedro y Andrés, tenían a
su gente en las poblaciones situadas a orillas del lago y ardían en deseos de
volver a verles. Juan me hizo mil preguntas sobre su madre y David, su otro
hermano, a quienes yo había dejado en la casa de Lázaro. Y aproveché la
ocasión para interrogarle, a mi vez, sobre el estado de Tomás.
El Zebedeo movió la cabeza con preocupación. Era el único que seguía
resistiéndose a la ya aceptada idea de la resurrección del Maestro.
-Ayer, sábado -me explicó el joven Zebedeo-, cansados de esperar, Pedro y yo
decidimos salir en su búsqueda. Juan Marcos lo había visto en Betania y hacia
allí nos fuimos. A eso de las nueve o nueve y media de la noche dimos por fin
con él. Estaba en la casa de Simón, “el leproso”. Pero tuvimos muchos
problemas para convencerle de que regresara a la ciudad...
-¿Por qué?
-La muerte del rabí le tenía, y le tiene, trastornado. Y no hace más que repetir
la misma pregunta: “¿por qué se dejó matar?” En su angustia, según lo poco
que hemos podido sacarle, se lanzó al monte y así ha pasado toda la semana.
Nada más amanecer abandonaba la casa de Simón y deambulaba como un
espíritu por las colinas que rodean Jerusalén. Ni siquiera se bañaba...
Y Juan acompañó aquella afirmación con un gesto de incredulidad. Sí,


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realmente debía hallarse muy abatido para olvidarse, incluso, de su meticuloso
aseo personal.
Conozco a Tomás -prosiguió con indulgencia- y sé que, en el fondo, estaba
deseando unirse a nosotros. Pero es tímido y seguramente esperaba que
diéramos el primer paso y que le suplicásemos. Como así ha sido. Te diré un
secreto. Pedro estaba dispuesto a arrastrarlo... Pero no fue preciso.
-¿Por qué lo buscásteis exactamente?
El Zebedeo me miró asombrado.
-¿Es que no lo sabes? Tú estabas aquí cuando Jesús se presentó y nos dijo que
marchásemos al norte...
-Si, claro -fingí-, no lo recordaba. El viaje... ¿Y cuándo será la partida?
-Mañana, al alba... Primero pasaremos por Betania. Seguramente se nos unirán
María, la madre del Maestro y otros familiares. En cuanto a mi madre y a
David, no sé cuáles son sus planes...
Yo sí podía aclararle aquel punto. Por lo que había escuchado en Betania,
David tenía planeado permanecer junto a Marta y María y, una vez liquidados
los negocios de éstas, escoltarlas hasta Filadelfia (la actual ciudad de Amán),
donde se reunirían con su hermano Lázaro.
-¿Y qué opina Tomás sobre las apariciones del rabí?
Mi joven amigo volvió a mover la cabeza, dándome a entender que no había
nada que hacer..-Es testarudo y frío y dice que “tiene que ver para creer"...
Esa misma tarde, poco antes de la cena, el escéptico discípulo se unió a los
diez y, como era de prever, mientras dábamos buena cuenta del excelente
guisado de borrego con lentejas que había cocinado María, varios de los
apóstoles sacaron a colación la última de las “presencias” de Jesús y la
misteriosa convocatoria en la Galilea. Tomás les escuchó en silencio pero, al
final, sin poder contenerse, en una de las escasas crisis de irritabilidad que le
vi protagonizar, les tachó de locos. La polémica se encendió nuevamente y
alguien mentó a las mujeres, recordándole que también ellas le habían visto.
Fue el colmo para Tomás. Y en su aversión al sexo femenino -consecuencia
casi segura de su timidez y del defecto en su vista-, arremetió con acritud
contra la de Magdala, recordando, incluso, las palabras de los profetas en el
Antiguo Testamento:
Esas son todas ridículamente vanidosas, voluptuosas y perversas, como dice
Isaías.
Yo no conocía la misoginia del galileo y seguí la disputa entre divertido y
atónito.
llenas de duplicidad, según Jeremías y Ezequiel, y golosas, perezosas,
celosas y peleadoras. así son las mujeres -sentenció Tomás-. además, escuchan
detrás de las puertas.
Y pletórico concluyó su parecer sobre las hebreas con un viejo y mordaz
aforismo, muy popular entre los rabíes.
-¿Es que no conocéis lo que pensó el Altísimo, bendito sea su nombre, cuando
se decidió, en mala hora, a crear a la mujer? Escuchad, ingenuos... “¿De qué
parte del hombre la sacaré?-se dijo el Omnipotente-. ¿De la cabeza? No, será
demasiado orgullosa. ¿Del ojo? No, será demasiado curiosa. ¿De la oreja?
Tampoco -reflexionó Yavé, bendito sea su nombre-. Escuchará detrás de las
puertas. ¿De la boca? Charlará. ¿De la mano? No, porque será pródiga. Por
último, tomó una parte del cuerpo, muy oscura y muy oculta, con la esperanza
de hacerla modesta...” Pero, ya veis, le salió mal.
Los discípulos protestaron con energía, saliendo en defensa de la Magdalena y
del resto.
Y Mateo Leví, uno de los más instruidos, le respondió con otro apólogo,
atribuido al rabí Gamaliel.
-Un emperador le dijo a un sabio: “Tu Dios es un ladrón: necesitó, para crear a
la mujer, robarle una costilla a Adán, cuando estaba dormido.” Y como al
sabio le costase responder, la hija de éste tomó la palabra y replicó:
“Traigo una queja. Unos ladrones se introdujeron en casa durante la noche y
robaron un aguamanil de plata, dejando en su lugar un aguamanil de oro.
“Y el emperador contestó: así tuviera yo cada noche visitas semejantes!".“Pues bien -sentenció Mateo-, eso fue
lo que hizo nuestro Dios. Le quitó al
primer hombre una simple costilla, pero, a cambio, le dio una mujer."
Los comensales rieron y aplaudieron rabiosamente. Y Tomás, sin inmutarse,
se limitó a dejar bien sentado que él no creería en esa superchería de la


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resurrección mientras “no viera al Maestro y no tocara con sus dedos las
heridas de los clavos".
El destino estaba a punto de jugarle una mala pasada...
Creo que los cronómetros del módulo debían señalar las 18 horas,
aproximadamente. La servidumbre de los Marcos hacía rato que había
prendido las lámparas de aceite y, como decía, nos encontrábamos en plena
cena. En esta ocasión, a petición de los íntimos de Jesús, la señora de la casa
había accedido a adelantar la última comida de aquel domingo, 16 de abril. El
grupo se proponía madrugar y era lógico que tratara de reponer fuerzas antes
del largo viaje a la Galilea. Pero surgió lo que nadie podía prever...
Recuerdo que, siguiendo mi costumbre, había ido a acomodarme en uno de los
divanes del extremo de la mesa, Tomás se hallaba reclinado entre Pedro y
Bartolomé, en el mismo “brazo” de la “U” en el que yo comía y departía
plácidamente con Juan. Aún resonaban en la habitación los ecos de la
polémica cuando, de repente, las candelas amarillentas de las lucernas
oscilaron ligeramente.
Se hizo un silencio de muerte. Instantáneo. Y supongo que el mismo
escalofrío que me recorrió de pies a cabeza, sacudió igualmente a los otros
once. más de uno se quedó con la cuchara de madera a medio camino entre el
plato y la boca. Hubo un vertiginoso relampaguear de las miradas y los
corazones se detuvieron.
En esta ocasión, alertado por el doloroso llamear de las lámparas, eché mano
de mi cayado, dispuesto a todo.
No tuve que esperar. Frente a mi, como salido del otro lado del muro, avanzó
una figura alta y corpulenta, difuminada por la penumbra de la cámara. Las
llamas recuperaron la verticalidad y yo, espantado, creí que mi corazón se
partía en dos.
El “hombre" -porque en esta ocasión no hubo fenómenos luminosos ni
extraños- se detuvo entre los divanes ocupados por Santiago y Mateo Leví,
frente por frente al lugar de Tomás.
Era El! Vestía su familiar atuendo: manto color vino y la inmaculada túnica
blanca. Creo que fui el único que se puso en pie, impulsado por una feroz
descarga de adrenalina. El resto, pillado por sorpresa, no reaccionó. Y con los
nervios a flor de piel, sin reparar siquiera en las “crótalos”, activé los
dispositivos de la “vara de Moisés", en especial el squid (1), apuntando a
ciegas hacia aquel cuerpo... absolutamente humano! Esa fue, al menos, mi.impresión. Era el mismo Jesús que
había conocido en vida! Pero, ¿cómo podía
ser si yo le había visto muerto? Mis ojos se clavaron en su rostro, en sus
cabellos, en su torso, en sus brazos, en las sandalias... Todo era normal!
¿Normal? Dios mío!, qué locura! además, ¿por dónde demonios había
entrado?
Y al plantarse frente a los mudos y casi hipnotizados discípulos, les saludó así:
-Que la paz sea con vosotros...
No cabía duda. Aquélla era su voz. Y articulaba las palabras como cualquier
ser humano... Su faz se hallaba seria.
He esperado una semana -continuó, moviendo la cabeza a todo lo largo de la
mesa y dirigiendo así una mirada general-, hasta que estuviérais todos
reunidos, para aparecer de nuevo y daros, una vez más, la orden de recorrer el
mundo divulgando el evangelio del reino...
El tono era apacible. Reposado. No advertí signo alguno de artificialidad ni
sonoridad o eco metálico que pudieran infundir sospechas sobre el origen de
dicha voz.
Os lo repito: lo mismo que el Padre me ha enviado al mundo, yo os mando. Lo
mismo que he revelado al Padre, vosotros vais a extender el amor divino, no
sólo con palabras, sino también con vuestras vidas cotidianas. Os envío, no
para amar las almas de los hombres, sino para amar a los hombres. No basta
que proclaméis las alegrías del cielo. Es preciso también demostrar las
realidades espirituales de la vida divina en vuestra experiencia diaria. Sabéis
por la fe que la vida eterna es un don de Dios. Cuando tengáis más fe y el
poder de arriba (el Espíritu de la Verdad) haya penetrado en vosotros, no
ocultaréis vuestra luz. Aquí, tras las puertas cerradas, daréis a conocer a toda
la Humanidad el amor y la misericordia de Dios. Por miedo, huís ahora ante
una desagradable experiencia. Pero, al estar bautizados del Espíritu de la
Verdad, iréis felices y alegres a propagar las nuevas experiencias de la vida


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eterna en el reino del Padre...
Por un instante desvié la vista de la “aparición” -¿o no debería llamarla así?-,
concentrándome, en la medida que me lo permitía mi turbación, en la
activación de los ultrasonidos y de la tele-termografía, que resultarían también
de notable utilidad en aquel primer y apresurado análisis del increíble
“hombre".
-... Podéis permanecer aquí o en Galilea durante un corto periodo -les
manifestó, relajando ligeramente el timbre de la
---
(1) El squid era un sofisticado sistema destinado a la medición de las
interferencias cuánticas superconductoras, capaz de registrar ínfimas.variaciones de naturaleza magnética.
Pero hablaré de él más adelante. (N. del
m.)
---
voz-. así podréis reponeros del golpe de la transición entre la falsa seguridad
de la autoridad del tradicionalismo y el nuevo orden de la autoridad de los
hechos, de la verdad y de la fe en las realidades supremas de la viva
experiencia. Vuestra misión en el mundo se basa en lo que he vivido con
vosotros: una vida revelando a Dios y en torno a la verdad de que sois hijos
del Padre, al igual que todos los hombres. Esta misión se concretará en la vida
que haréis entre los hombres, en la experiencia afectiva y viviente del amor a
todos ellos, tal y como yo os he amado y servido. Que la fe ilumine al mundo
y que la revelación de la verdad abra los ojos cegados por la tradición. Que
vuestro amor destruya los prejuicios engendrados por la ignorancia. Al
acercaros a vuestros contemporáneos con simpatía comprensiva y una entrega
desinteresada, les conduciréis a la salvación por el conocimiento del amor del
Padre. Los judíos han exaltado la bondad. Los griegos, la belleza. Los
hindúes, la devoción. Los lejanos ascetas, el respeto. Los romanos, la
fidelidad... Pero yo pido la vida de mis discípulos. Una vida de amor al
servicio de sus hermanos encarnados.
Tras este discurso, el Maestro hizo una breve pausa. Y concentrando en los de
Tomás aquella mágica luz y aquella afilada fuerza que seguían irradiando sus
ojos, le dijo sin reproches:
-Y tú, Tomás, que has dicho que no creerías a menos que me vieras y pusieras
tus dedos en las heridas de los clavos de mis muñecas, ahora me has visto y
oído...
Mire de soslayo al perplejo discípulo. Estaba lívido.
A pesar de que no veas ninguna señal de clavos...
Y Jesús acompañó aquellas palabras con un movimiento de sus brazos. Los
alzó hasta que las palmas quedaron a la altura de su rostro y, por efecto de la
gravedad -otro detalle a tener en cuenta-, las amplias mangas se deslizaron al
momento hacia abajo. Los antebrazos y muñecas, en efecto, no presentaban
cicatrices o señales de las pasadas torturas.
Las miradas de todos -como las de un solo hombre- se centraron en las
extremidades superiores del rabí, que permaneció unos segundos en la misma
posición. Fue desconcertante! Su piel aparecía tersa, con el mismo y
abundante vello de antes y con los vasos perfectamente marcados.
-... ya que ahora vivo bajo una forma que tú también tendrás cuando dejes este
mundo -reanudó su importante aclaración-, ¿qué les dirás a tus hermanos?
El mismo Jesús respondió a su pregunta..-Reconocerás la verdad, ya que, en tu corazón, habías empezado a
creer, a
pesar de manifestar con insistencia tu incredulidad. Es justo el momento en
que las dudas empiezan a desmoronarse... Tomás, te pido que no pierdas la fe.
Sé creyente... Sé que creerás con todo tu corazón.
Al ver las muñecas de su Maestro y escuchar estas palabras, Tomás se alzó del
diván, cayendo de rodillas sobre el entarimado. Y asustado, exclamó:
-Creo, mi Señor y mi Maestro!
Fue la única vez que vi sonreír a Jesús. Fue una sonrisa fugaz pero clara. Y el
“hombre" replicó:
-Has creído, Tomás, porque me has visto y oído. Benditos sean en los tiempos
venideros...!
La sangre se me heló en las venas. Jesús giró ligeramente su rostro,
mirándome a los ojos. Y repitió:
-... Benditos sean en los tiempos venideros los que crean sin haberme visto


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con los ojos de la carne, ni oírme con los oídos humanos!
Una mezcla de emoción, miedo y ganas de gritar me inundó el alma,
dejándome como muerto.
Finalizadas estas históricas frases caminó hacia el extremo en el que me
hallaba y, al llegar a mi altura, se volvió hacia los boquiabiertos testigos. Y los
sistemas electrónicos de la “vara” lograron chequearlo a todo lo largo y ancho
de sus grandes espaldas.
Entonces, a manera de despedida, les comunicó:
-Ahora, id todos a Galilea. allí os apareceré muy pronto.
Se volvió nuevamente hacia mí, me sonrió y caminó despacio, sin prisas,
hacia la penumbra de la pared por la que le habíamos visto surgir. Y dejamos
de verle. Simplemente, se esfumó...
Y yo, con los dispositivos conectados, permanecí en pie, como una estatua, tan
ensimismado, perplejo y confuso como los demás.
Ni siquiera me percaté del inmediato y tumultuoso embrollo que estalló en la
cámara.
Claro que, al regresar a la nave y proceder a las “lecturas” del squid y de los
restantes sistemas ultrasónicos de resonancia magnética nuclear y
teletermográficos, mi turbación fue aún mayor... Aquel “cuerpo”, entre otras
incomprensibles “características “, tenía dos que iban contra todos los
principios físicos establecidos: carecía de sangre y de aparato digestivo...
Dios de los cielos, dame fuerzas para proseguir mi relato!
NOTA DEL AUTOR.Incomprensiblemente para mí, los documentos del mayor finalizan aquí. Y
como podrá apreciar el lector, de forma brusca. Como si algo o alguien le
hubiera impedido su continuación.
Al final de esa última y patética súplica-”¡Dios de los cielos, dame fuerzas
para proseguir mi relato!” -mi amigo incluye unas enigmáticas frases. He aquí
el texto completo:
MIRA, ENVIO MI MENSAJERO
DELANTE DE TI MARCOS 1.2
HAZOR ES SU NOMBRE
Y 505 ALAS TE LLEVARÁN
AL GUÍA MARCOS 6.2.9
EL NÚMERO SECRETO DE SUS PLUMAS
ES EL NÚMERO SECRETO DEL GUÍA.
EL QUE HA DE PREPARAR TU CAMINO MARCOS 1.2
Ignoro por el momento su significado. Pero imagino que guarda estrecha
relación con el resto del Diario. Ese, al menos, es mi ferviente deseo. Y
suplico a cuantos lleguen a leer tan intrincado enigma y acierten a desvelarlo,
se dignen informarme. Mi afán e interés por la figura y el mensaje de Jesús de
Nazaret no han hecho sino despertar...
Con mi gratitud.
J. J. BENÍTEZ
Marzo de 1986

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