lunes, 6 de mayo de 2013

CABALLO DE TROYA 2 DE LA PAG 01 A AL 30 RESURRECCION DE CRISTO


Caballo de
Troya 2
J. J. BENÍTEZ

2
Índice
EL DIARIO (Segunda Parte)
9 de Abril, Domingo (Año 30)
10 de Abril, Lunes
11 de Abril, Martes, al 14, Viernes
14 de Abril, Viernes
16 de Abril, Domingo






... Y a las 03.30 horas, después de besar el suelo rocoso de la cripta, abandoné el huerto de José de Arimatea.
Los soldados de la fortaleza Antonia continuaban allí, desmayados, como mudos testigos de la más ensacional
noticia: la resurrección del Hijo del Hombre.
A las 05.42 horas de aquel domingo "de gloria", 9 de abril del año 30 de nuestra Era, el módulo despegó con el
sol. Y al elevarnos hacia el futuro, una parte de mi corazón quedó para siempre en aquel "tiempo" y en aquel
Hombre a quien llaman Jesús de Nazaret.”
Así, con estas frases, finaliza mi anterior libro Caballo de Troya. Quienes lo hayan leído recordarán quizá que,
en el relato del mayor norteamericano, se adelanta lo que el propio Jasón denomina un segundo “viaje” en el
tiempo.
Pues bien, la presente obra recoge esa nueva y no menos fascinante aventura, interrumpida en las líneas
precedentes por razones puramente técnicas: el volumen de la documentación era tal que fue preciso dividirlo,
al menos, en dos partes.
Hecha esta puntualización, antes de proceder a la transcripción de esa segunda fase del diario, entiendo
igualmente que es mi deber dejar aclarado otro par de asuntos.
Primero: no sería honrado animar al lector a continuar la lectura del presente trabajo si antes no ha tenido la
oportunidad de leer Caballo de Troya.
Me explico. Dado que lo que aquí se va a exponer forma parte de un todo –el diario del mayor-, con un
entramado que depende en buena medida de lo ya expuesto en Caballo de Troya, el lector que se enfrentase a
este volumen ignorando el ya publicado, se situaría -sin querer- en inferioridad de condiciones a la hora de
comprender muchos de los detalles técnicos, planteamientos, objetivos y sucesos registrados en la llamada
Operación Caballo de Troya. Todo ello me obliga, en suma, a sugerir al lector que, si no conoce mi anterior
obra, aplace la lectura del libro que tiene en las manos.
Segundo: dada la naturaleza de los hechos y afirmaciones vertidos en los 150 folios que constituyen esta
forzada segunda parte del diario, me atrevo a recomendar a los lectores cuyos principios religiosos se
encuentren irremisiblemente cristalizados en la más pura ortodoxia que, de igual forma, renuncien a la presente
información. Aunque tales sucesos y apreciaciones sobre la infancia de Jesús de Nazaret, así como sobre las
apariciones del Maestro de Galilea después de su muerte y resurrección, han sido tratados por el autor del
diario con un absoluto respeto, algunas de las revelaciones son –en mi humilde opinión- de tal magnitud que
los espíritus poco evolucionados o de estrecha visión podrían sentirse heridos o, cuando menos,
desorientados.
Para aquellos, en cambio, que permanecen en la difícil senda de la búsqueda.de la Verdad, los sucesivos
descubrimientos que irán apareciendo ante ellos –estoy firmemente convencido- contribuirán a enriquecer su
alma y a comprender mejor la figura, el entorno y el mensaje del Hijo de Dios.
Éstos, y no otros, han sido y son mis objetivos al escribir ambos libros.
Hechas estas aclaraciones, entremos ya de lleno en esta última parte del diario
del mayor.
El diario
(Segunda Parte)
0055 horas y 43 minutos
Sesenta segundos después del despegue, el ordenador central -nuestro querido Santa Claus- respondió con su
habitual eficacia y minuciosidad, estabilizando la “cuna” en la cota prevista (800 pies) para el inmediato y
delicado proceso de “inversión de masa” de la nave que debería trasladarnos a nuestro tiempo: al siglo XX.
Más exactamente, al 12 de febrero de 1973.
Eliseo y yo cruzamos una significativa mirada. Absorbidos en los preparativos para el despegue, mi hermano
en aquel primer “gran viaje” y quien escribe, apenas si habíamos tenido ocasión de comentar mis últimas y
desgarradoras experiencias al pie de la cruz y en las tensas horas que precedieron al amanecer del domingo, 9
de abril del año 30. Cuando, al fin, hacia las 04 horas abordé el módulo, mi rostro debía ser tan elocuente que
Eliseo se mantuvo en un respetuoso y prolongado silencio.
Y una vez más me sentí aliviado y agradecido por su exquisita delicadeza.



3
Recuerdo que, mientras procedía a desembarazarme de las sudadas y ya malolientes ropas que me habían
ayudado en mi papel como mercader griego, mi compañero, por propia iniciativa, puso en marcha la grabación
registrada durante la llamada “última cena”. (Como ya indiqué en otro momento del presente diario, yo no había
tenido ocasión de escucharla.) Y en silencio, hasta las 05 horas, ambos nos dejamos arrastrar por la voz del
rabí de Galilea: dulce, firme y majestuosa. Conociendo, como conocíamos, toda la dimensión de la tragedia
que acababa de producirse, los consejos y recomendación de Jesús a sus íntimos aparecieron ante mí con una
fuerza y luminosidad indescriptibles.
Como creo haber insinuado ya anteriormente, excepción hecha de Juan, el Evangelista, el resto de los
escritores sagrados no acertaría a transcribir con fidelidad ni los hechos ni el sentido de aquella memorable
cena de despedida.
Pero debo dominarme. Es necesario que sepa controlar mis emociones y el caudal de sucesos que se agolpa
en mi cerebro y, en beneficio de una mayor claridad, proseguir mi relato bajo el más estricto orden cronológico.
Espero que aquellos que lleguen a leer mi legado sepan comprender y perdonar mis continuas debilidades y
torpezas...
A partir de las 05 horas -a 42 minutos del alba-, Eliseo y yo, enfundados en los reglamentarios trajes
espaciales, nos entregamos en cuerpo y alma a una exhaustiva revisión de los equipos, prestando una
especialísima atención a la fase crítica de despegue. Aunque, como ya señalé en su momento, los técnicos
del proyecto habían programado el mencionado despegue, posterior “estacionario” de la nave y retorno de los
ejes del tiempo de los swivels de forma automática, una punzante y lógica duda nos mantenía en tensión. ¿Y si
fallaba cualquiera de las delicadas maniobras ya citadas? ¿Qué sería de nosotros?
Probablemente fue esta temporal pero creciente excitación la que me rescató en aquellos momentos de la
profunda angustia que había anidado en mi corazón a raíz de los once y agitados días que había vivido en
aquel Israel del año 30. Una angustia -lo adelanto ya- que me marcaría para siempre...
05 horas y 41 minutos...
El computador central, de acuerdo con lo programado, accionó electrónicamente el dispositivo de
incandescencia de la “membrana” exterior de la nave, eliminando así cualquier germen vivo que hubiera podido
adherirse al blindaje de la “cuna”. Esta precaución -como ya expliqué- resultaba vital para evitar la posterior
inversión tridimensional de los referidos gérmenes en uno u otro “tiempo” o marco tridimensional. Las con
secuencias de un involuntario “ingreso” de tales organismos en “otro mundo” podrían haber sido nefastas.
05 horas... 41 minutos... 30 segundos.
Mi compañero y yo -pendientes de Santa Claus- captamos la rápida aceleración de nuestras respectivas
frecuencias cardiacas. 120 pulsaciones!... -130!...
Estábamos a 15 segundos de la ignición.
05 horas... 42 minutos.
Oh, Dios mío!
Nuestras frecuencias cardíacas alcanzaron el umbral de las 150 pulsaciones.
El motor principal no respondía...
05 horas... 42 minutos... 3 segundos.
Vamos!... Vamos! Estamos listos!
Eliseo y yo, con la voz quebrada, empezamos a animar al perezoso J85.
Fueron los segundos más largos y dramáticos de aquella última fase de la operación.
05 horas... 42 minutos... 6 segundos..Una vibración familiar sacudió el módulo, al tiempo que mi hermano y yo
conteníamos la respiración. Al fin, la turbina a chorro CF-200-2V fue activada, elevando la nave con un empuje
de 1 585 kilos.
05 horas... 43 minutos...
Sesenta y seis segundos después del despegue, una vez alcanzados los 800 pies de altitud, los cohetes
auxiliares, también de peróxido de hidrógeno y con 500 libras de empuje máximo cada uno, estabilizaron el
módulo, controlando su posición.
Aunque la primera fase del retorno -amén de los seis angustiosos segundos de retraso en la ignición del motor
principal- se había consumado sin mayores dificultades, Eliseo y yo observamos con cierta preocupación que
los niveles de los tanques de combustible fijaban el “tiempo máximo de funcionamiento”, a partir del inicio de
“estacionario”, en 910 segundos.
Era preciso actuar con suma diligencia.
Y Santa Claus, “consciente”, como nosotros, de la peligrosa escasez de nuestras reservas de peróxido de
hidrógeno, no se demoró en la ejecución de la siguiente y no menos delicada operación.
A las 05 horas y 45 minutos de aquel 9 de abril del año 30, cuando el limbo superior del sol asomaba ya por
detrás de los cenicientos riscos de Moab, en la costa oriental del mar Muerto, nuestro fiel ordenador central,
que seguía manteniendo la incandescencia de la “membrana” exterior, accionó el sistema de inversión axial de
las partículas subatómicas de la totalidad de la “cuna”, haciendo retroceder los ejes del tiempo de los swivels a
los ángulos previamente establecidos por los hombres de Caballo de Troya, correspondientes a las 07 horas
del 12 de febrero de 1973. En total, un “salto” de 709 612 días, 1 hora y 15 minutos. Es de suponer que, como
sucediera en la noche de aquel histórico 30 de enero de 1973, fecha del inicio de nuestro primer “viaje” en el
tiempo, una fortísima explosión se dejara sentir sobre la cumbre del monte de las Aceitunas en el instante
mismo de la inversión de masa. Pero, obviamente, en esta ocasión no hubo forma de confirmarlo.



4
Décimas de segundo después de la sustitución de nuestro primitivo sistema referencial de tres dimensiones por
el nuevo tiempo -por nuestro verdadero tiempo-, una súbita claridad penetró por las escotillas del módulo.
Eliseo y yo, con el alma encogida, permanecíamos con la vista fija en los dos pares de monitores de los
cronómetros “moniónicos”, directamente conectados -gracias a Santa Claus- al mecanismo de inversión axial
de los swivels. El vertiginoso baile de los dígitos había desembocado en una secuencia que nos devolvió la
calma y que explicaba, a su vez, aquella sustancial diferencia de luminosidad entre el momento de nuestra
partida del monte de los Olivos y la que ahora inundaba la nave..“07. 12-2-1973.”
(El orto o salida del sol en aquel 9 de abril del año 30 de nuestra Era se había producido, como cité
anteriormente, a las 05.42 horas. “Ahora” -1943 años después-, el alba había te nido lugar a las 06.24. Nuestra
súbita “aparición” sobre la Jerusalén moderna fue estimada, por tanto, a los 36 minutos del referido orto.)
Antes de proceder a una comprobación visual -y de acuerdo con el plan de vuelo- fue necesaria una nueva
revisión de los sistemas que garantizaban el estacionario de la “cuna, y, muy especialmente, del mecanismo de
emisión de luz infrarroja, vital para el apantallamiento de la nave. Todo parecía funcionar a la perfección.
Durante el proceso de inversión de masa, la pila nuclear SNAP-IOA había seguido alimentando el motor
principal y tanto nuestra altitud como posición en el espacio no habían variado. Curtiss y el resto del equipo de
Caballo de Troya debían de encontrarse a 800 pies, tan ansiosos y expectantes como nosotros.
Eliseo me recordó el nivel de combustible -limitado a 600 segundos- y asentí, tratando de tranquilizarme -de
tranquilizar a mi hermano con una media sonrisa. Ambos sabíamos que no podíamos demorar el descenso
sobre la mezquita de la Ascensión. El menor error, la más pequeña duda o cualquier variación por nuestra
parte del estricto programa previsto para el aterrizaje podían ser fatales.
Segundos antes de abrir la conexión con tierra pulsamos nuevamente el ordenador central, solicitando
información sobre el grado de absorción de las ondas decimétricas por parte de la “membrana” exterior. Si ésta
fallaba, los radares militares israelitas no tardarían en detectarnos 1.
Santa Claus nos tranquilizó. De momento, suponiendo que alguna estación de rastreo -en especial la situada
en el monte Hermón- hubiera captado algo anormal a 800 pies sobre el Olivete, el posible “eco”, al carecer de
retorno, hubiera sido identificado por los radaristas como una “zona de silencio”, relativamente habitual en este
tipo de operaciones.
No había tiempo que perder. Y tras una rápida localización visual del octógono y de los hangares levantados en
el recinto interior de la mezquita, Eliseo y yo pusimos en marcha la última fase del programa Apolo XI. Puesto
que aquellos últimos minutos del “gran viaje” hacían absolutamente necesaria la comunicación por radio entre
el módulo y el nuevo “punto de contacto”, los hombres de Caballo de Troya habían ideado un código idéntico al
utilizado por Armstrong y Aldrin con Houston en el memorable 20 de julio de 1969, cuando el hombre pisó la
Luna por primera vez. De esta forma, cualquier penetración ajena al proyecto en la banda de emisión 2 sólo
serviría para confundir al hipotético intruso.
Una vez activada la “banda integradas”, Eliseo se hizo con el micro y, sin poder disimular su emoción,
preguntó:
-Aquí Aguila... ¿Hay alguien ahí?...
Tras unos segundos, la voz de CAPCOM -el supuesto Houston- retumbó en nuestros oídos y en nuestros
corazones -por qué ocultarlo- como la más dulce de las melodías.
-Aquí Houston... Bienvenidos a casa... Os recibimos “5 x 5”...
Eliseo, responsable de las comunicaciones, inspiró profundamente y, tras chequear de nuevo el nivel del
peróxido de hidrógeno, anunció:
-Roger, a la escucha... Estamos a un ocho por ciento de combustible.
La advertencia debió de sonar como un trueno entre los hombres de Curtiss.
-Aquí CAPCOM. Entendí un ocho por ciento...
-Afirmativo -respondió Eliseo, adoptando una falsa tranquilidad-. Estamos listos para aterrizar. Cambio.
-Roger, entiendo. Altitud: 800 pies... Pueden conectar el parabrisas monitorizado 3.
1 En aquellas fechas, las ondas utilizadas habitualmente por los radares militares de Israel oscilaban entre los 1
347 y los 2 402 mega ciclos.
(Nota del mayor.)
2 Las comunicaciones entre el módulo y los equipos situados en tierra habían sido establecidas en la llamada
“banda integradas”, que se halla en el sector de las ondas de radio ultracortas, abarcando frecuencias desde 1
550 hasta 5 200 megaciclos, correspondientes a longitudes de onda de 19 a 5,8 centímetros. Por razones de
seguridad no estoy autorizado a revelar la frecuencia específica utilizada en este caso. (N. Del m.)
3 Este revolucionario sistema de navegación “a ciegas”, que algún día será utilizado masivamente en la
aviación comercial, consiste, en síntesis, en un parabrisas monitor en el que se proyectan todos los datos
necesarios para el aterrizaje, bien superpuestos al paisaje o a un diseño informático que reproduce fielmente el
punto de aterrizaje. En nuestro caso, Caballo de Troya diseñó un sistema modificado MLS (Mi crowave Landing
System) que, ubicado en tierra, simplificaba la operación de descenso, “proyectando” hacia el módulo una
señal que el ordenador central decodificaba en forma de túnel sintético, con efecto de “perspectiva”,
permitiendo así una cómoda y automática aproximación. Estructuralmente, un sistema de este tipo está
integrado por cuatro elementos básicos: un generador de símbolos (un tubo de rayos catódicos que visualiza



5
Santa Claus, a quien considerábamos ya de la familia, respondió a mi orden, dibujando en el monitor un “túnel”
sintético y cuadrangular en cuyo centro se hallaba igualmente digitalizada la imagen de la nave. Ahora todo era
cuestión de dirigir el descenso del módulo por el interior del "túnel”. El fondo del mismo no era otra cosa que el
reducido hangar en el que debíamos posar la “cuna”.
-Roger -intervino Eliseo-, Aguila dispuesta. “Túnel” en pantalla...
-Aquí CAPCOM. Ahora sólo tenéis que dejaros llevar por “mamá Curtiss".
Cambio.
-Aquí Águila... Allá vamos... 750 pies... Oscilación nula y seguimos en descenso...
-Águila, muy bien... Altitud 700 pies... descendiendo a 23 pies por segundo.
¿Podéis reducir a 20? Cambio.
-Roger, entendido... Reducimos a 20... 680 pies y 20 abajo... 610 pies... 580...
540 pies...
La voz de CAPCOM intervino súbitamente, cortando a Eliseo:
-Atención, Águila!... Detectamos rachas de viento a 500 pies. 045 grados y 15 nudos 4.
-Repita, Houston.
Tanto Eliseo como yo sabíamos que, en aquellas críticas circunstancias, uno de los peores contratiempos
podía ser justa mente éste. Una racha de viento de 30 kilómetros por hora, como las anunciadas por la
estación en tierra, era capaz de desplazar el frágil módulo, sacándonos del “túnel “ sintético que nos servía de
guía electrónica. Si esto llegaba a suceder y no éramos lo suficientemente hábiles como para hacer regresar a
la nave a tan particular “ascensor de bajada”, el aterrizaje podía fracasar.
-Repita, Houston -insistió mi compañero.
-Aquí CAPCOM. Estamos leyendo viento a 500. Dirección: 045 grados y 15.
-Aquí Aguila. Entendí 045 grados y 15 nudos.
-Afirmativo. Aguila... Afirmativo. Reducir al máximo. Reducir a nueve y agarraos fuerte hasta que haya
pasado...
-Roger, Houston -señaló Eliseo, haciéndome una señal para que aumentara la potencia de los retrocohetes
auxiliares-. 510 pies y bajando a nueve... 500 pies... 480 pies y manteniendo nueve pies por segundo....Tal y
como nos temíamos, el viento racheado del noreste hizo cabecear la “cuna”. Y a pesar de mis esfuerzos por
controlar los ocho pequeños motores de posición, la imagen digitalizada del módulo terminó por atravesar las
líneas amarillas que configuraban el “túnel de descenso”, haciendo saltar todas las alertas acústicas y
luminosas.
-Aquí Houston... Pérdida de contacto con MLS. Desvío a 225 grados.
Tranquilos, muchachos...
-Aquí Águila -respondió Eliseo, con los ojos fijos en el parabrisas monitorizado, en el que, en efecto, el módulo
aparecía desviado horizontalmente unos 90 pies-. Jasón está luchando con esas malditas válvulas 5. Estamos
estabilizados en 450 pies...
-Roger, Águila... Le escuchamos. Cambio.
-Aquí Aguila. Motores a máxima potencia... Inclinación del módulo, 33 grados... Repito: estabilizados
horizontalmente a 450 pies y retrocediendo a MLS... 40 pies atrás... Ya casi estamos...
-Roger, Águila... -la voz de CAPCOM sonó reposada. en un intento de sosegar nuestros ánimos-. Un poco
más...
-CAPCOM, lo estamos intentando, pero este maldito viento... Inclinación 35 grados y seguimos en 459 pies...
Rayos!, lo que faltaba...!
-Aquí CAPCOM. ¿Qué sucede ahora? Cambio.
Sometidos a un empuje máximo, los motores estaban dando buena cuenta de las cada vez mas mermadas
reservas de peróxido de hidrógeno. Y en esos instantes, cuando la nave había retrocedido 80 pies en su vuelo
horizontal, en busca del interior del “túnel de descenso”. el nivel de combustible -reducido a un cinco por cientohizo
saltar una nueva alarma.
-CAPCOM, aquí Aguila... Tenemos luz cuantitativa. Alarma 1201 ... Lectura de combustible: cinco por ciento.
Vamos a activar la última reserva. Cambio.
-Roger, Aguila. Autorizado a “tanques on" 6.
las informaciones de pilotaje recibidas desde el MLS); un sistema de focalización; un espejo plano que recibe
las informaciones proyectadas por el sistema de focalización y las dirige hacia la óptica de colimación, y la
propia óptica de colimación. (N. del m.)
4 Dirección del viento: 045 grados (noreste) y con una velocidad de 15 nudos (unos 30 kilómetros por hora (N.
del m.)
5 Como ya describí en su momento, la “cuna" disponía de ocho pequeños motores cohete. Cada uno era
accionado por una válvula selenoidal individual del tipo de intervalos. Como en un avión pequeño, el piloto
controlaba el cabeceo por medio del movimiento proa-popa y el bamboleo por el movimiento derechaizquierda
de una palanca. El control de guiada y los citados movimientos estaban conectados eléctricamente a las
válvulas. (N. del m.)



6
-OK... “Tanques on”...
-Águila, dame combustible. Cambio.
-Con la reserva, tiempo máximo de funcionamiento, 180 segundos... Que Dios nos ampare!
Pero el módulo, obediente, había vencido la fuerza del viento, situándose de nuevo en el centro del “túnel”. Y la
voz de Houston sonó “5 X 5”:
-Aquí CAPCOM. Adelante, Aguila. Restablecida la conexión MLS... Proceda a descender..-Roger, y gracias al
cielo. Allá vamos de nuevo... 400 pies y seguimos bajando... 370 pies y bajando a nueve pies por segundo...
Inclinación nula aunque sigue el cabeceo...
-Roger. Parece que las cosas van bien ahora... Dame combustible. Cambio.
-OK, CAPCOM. Leo 120 segundos y bajando a nueve...
-Aquí CAPCOM. Entendí 120. Cambio.
-Afirmativo... Altitud: 220 pies y reducimos a cuatro y medio... 160 pies y cuatro y medio pies por segundo...
-OK, Águila... Vamos, un poco más... “Mamá Curtiss” está escuchando ya vuestro silbido... Cambio.
El control en tierra se refería al ruido de los motores, amortiguado por los potentes silenciadores.
Aquellos últimos metros fueron para mí -responsable del aterrizaje- los más ingratos y penosos. El viento
racheado -oscilando entre los 15 y 20 nudos-desplazaba la “cuna” una y otra vez contra las “paredes” del
“túnel” electrónico, obligando al ordenador central y a mí mismo a una continua corrección de trayectoria.
Cuando, al fin, Eliseo anunció los últimos 90 pies, mis manos y frente se hallaban bañadas en un profuso
sudor.
-CAPCOM. Aquí Águila. Descendiendo, descendiendo... 90 pies de altitud.
Podemos ver la plataforma en el interior del hangar... Abajo la mitad... 45 pies y manteniendo los tres pies por
segundo. Cambio.
-Roger, Aguila... Todo en orden. ¿Me das lectura de combustible?
-Aquí Águila. Tiempo máximo de funcionamiento 60 segundos... 40 pies...
Adelante, adelante... 30 pies y descendiendo a tres por segundo... Parece que recogemos algo de polvo...
Abajo la mitad... 30 segundos...
-Roger, Aguila. Casi os podemos coger con la mano... Cambio..-Aquí Águila... 20 pies... 15... 9 pies... Luz de
contacto!... Gracias a Dios!
Cuando los puntales amortiguadores de choque de las cuatro patas del módulo establecieron contacto con la
plataforma de “mamá Curtiss”, el ordenador central procedió a la desconexión automática de los motores.
La lectura del tiempo máximo de funcionamiento nos dejó sin habla: “10 segundos.”
Eliseo suspiró aliviado, al tiempo que esperaba la orden de desactivación del “escudo” protector de infrarrojos.
-Aquí CAPCOM. Bienvenidos... Registramos parada de máquina. Cambio.
-OK, CAPCOM. ¿Autorizados derogación orden de ascenso? Cambio.
-Afirmativo, Águila. Proceder a desactivación apantallamiento radiación infrarroja e incandescencia “membrana”
exterior 7. Aquí tienen a un grupo de muchachos a punto de quedarse lívidos. Respiramos de nuevo. Muchas
gracias. Cambio.
-Aquí Águila. Gracias a vosotros.
-CAPCOM. ¿Estáis bien? Cambio.
-Perfectamente. Vamos a estar ocupados durante un par de minutos...
Y el silencio reinó en el interior de nuestra querida “cuna”, apenas roto por el progresivo repiquetear de los
interruptores que iban siendo desconectados.
A las 07 horas y 17 minutos de aquel 12 de febrero de 1973, al abandonar el módulo, Eliseo y yo cerrábamos
así el primer y más fascinante “ viaje” practicado por ser humano alguno. Qué poco imaginábamos que en
breve –mucho antes de lo que nadie hubiera supuesto- mi hermano y yo nos veríamos envueltos en una
segunda y no menos increíble aventura!
Cuando descendimos del módulo, una salva de aplausos nos devolvió a la realidad. Los técnicos de la
operación Caballo de Troya, con el general Curtiss a la cabeza, se echaron material mente sobre nosotros,
abrazándonos. Durante algunos minutos, al igual que ocurriera once días antes, con motivo de nuestra partida,
un nudo atenazó todas las gargantas. Y los ojos del veterano Curtiss, a pesar de sus esfuerzos, se
humedecieron. Pero aquella alegría duraría poco.
Esa misma mañana, mientras los ingenieros se afanaban en un vertiginoso desmantelamiento de la “cuna”,
Curtiss y los directores del proyecto, sentados frente a sendas y humeantes tazas de café, iban a recibir dos
noticias que cambiarían el rumbo de la operación.
6 “Tanques on": el módulo tenía prácticamente agotadas las reservas exteriores de combustible y procedió a
encender los tanques interiores. El volumen total de peróxido de hidrógeno ascendía entonces a un escaso
siete por ciento. (N. del m.)
7 El enfriamiento de la “membrana" que cubría el blindaje exterior de la “cuna" -cuyo espesor era de 0,0329
metros- necesitaba de tres minutos, como mínimo. Este recubrimiento poroso de la nave, de composición
cerámica, gozaba de un elevado punto de fusión: 7 260,64 grados centígrados, siendo su poder de emisión
externa igualmente muy alto. Su conductividad térmica, en cambio,- era muy bajo: 2,07113 y 10,6 Col/emls/oC/.
(N. del m.)



7
De acuerdo con lo establecido, una vez concluida la misión, el trabajo de los hombres de Curtiss debía
concentrarse en dos objetivos fundamentales: el ya referido desmantelamiento del módulo, permitiendo el
ingreso de los técnicos israelitas en la estación receptora de fotografías procedentes del satélite artificial Big
Bird y, conjuntamente con la “cuna” y el instrumental utilizado en el “gran viaje”, nuestro inmediato traslado a
los Estados Unidos..Concretamente, a la base de Edwards donde, siempre en secreto, había sido previsto el
exhaustivo análisis de la información y material aportados por los “exploradores”.
La primera noticia -la notificación por mi parte al jefe del proyecto de la pérdida del micrófono, camuflado la
noche del Jueves Santo en la base del farol que alumbraba la llamada “última cena”, en el piso superior de la
casa de Elías Marcos- cayó como un jarro de agua fría. Una de las reglas de oro de la operación establecía
precisamente que ninguno de los exploradores a “otro tiempo” podía “regresar” con objetos, manuscritos o
materiales propios de dicha época. Esto era sagrado. Y, de la misma forma, los miembros de cada expedición
estaban obligados a velar por su propio instrumental y equipo, no permitiendo, bajo ningún concepto, que
cayera en manos ajenas o que, simplemente, se perdiera. La rigidez de nuestro código moral llegaba a tales
extremos que, en el supuesto de “alta emergencia”, cualquiera de los dispositivos tecnológicos manipulados en
la misión que se viera gravemente comprometido debía ser destruido. Sólo aquellas piezas o enseres
asociables al momento histórico motivo de la exploración -como era el caso de las esmeraldas regaladas por
mí a Poncio Pilato y al comandante de la fortaleza Antonia, Civilis, o el oro en pepitas destinado a la obtención
de monedas de curso legal en la Palestina del año 30- se hallaban autorizados y podían ser incorporados al
flujo rutinario de dicha sociedad.
De ahí que el involuntario extravío del diminuto y sofisticado micrófono –diseñado y construido por los
especialistas de la ATT (American Telephone and Telegraph) para esta misión- conmoviera los ánimos de
Curtiss y del resto del equipo. Y aunque comprendieron que las consecuencias del doble seísmo registrado en
las primeras horas de la tarde del viernes, 7 de abril del mencionado año 30 en Jerusalén, resultaban del todo
imprevisibles para mi y para cualquier otro explorador, la sola idea de haber abandonado una pieza tan
específica del siglo XX en un entorno histórico-geográfico tan remoto y ajeno a dicha tecnología, empezó a
obsesionar al director de la operación.
(Sinceramente, ahora doy gracias al cielo por mi involuntario error y, sobre todo, por la obsesiva idea que
germinó entonces en el cerebro del general.).Y fue a lo largo de aquel primer y superficial examen de nuestra
exploración cuando, casi sin querer y como consecuencia del comentario sobre el doble movimiento sísmico,
varios de los directores del proyecto se mostraron especialmente interesados en la naturaleza de dichos
temblores. Lógicamente, hasta que los sismogramas o registros permanentes instalados en la “cuna” no fueran
enviados a Estados Unidos y descifrados por personal cualificado, nuestras apreciaciones sólo tenían el valor
de simples hipótesis. Sin embargo, algo sí aparecía claro en aquellos primeros momentos: el tercer
estremecimiento del módulo -cuando los sismógrafos ya habían enmudecido-sólo podía obedecer a la
presencia de una onda expansiva. Este rotundo convencimiento de Eliseo, que padeció los dramáticos 63
segundos –duración estimada de ambos seísmos- a bordo del módulo, se vio refrendado por la inconfundible
presencia en los sismogramas de las ondas “P”, características de las explosiones nucleares subterráneas 8.
La sorpresa y el desconcierto en los hombres de Caballo de Troya, como digo, fueron tales que, en ese mismo
momento, Curtiss abandonó el hangar en el que se había montado la estación receptora de imágenes y que
nos servía de improvisado cuartel general, regresando a los pocos minutos con los registros analógicos y
digitales. Estos últimos sólo podían decodificarse mediante ordenador. Así que, ayudado por los directores y
por el propio Eliseo, Curtiss examinó las oscilaciones registradas en el papel térmico. Allí estaba,
efectivamente, la serie de “culebreos” provocada por las mencionadas ondas “P” o primarias. En la segunda
sacudida -valorada después por los expertos en una magnitud situada entre 6,0 y 6,9-, este grupo de ondas
aparecía en primer lugar y con extraordinaria claridad.
Curtiss, sumido en un profundo mutismo, se dejó caer sobre su asiento.
Supongo que sus pensamientos eran muy similares a los del resto del equipo:
¿Una explosión nuclear subterránea en pleno siglo I? ¿Y justamente en los críticos instantes en que se
registraba el fallecimiento del Hijo del Hombre?
¿Cómo en tender aquel absurdo?
-A no ser que nos encontremos ante otro tipo de fenómeno -murmuró el general casi para si mismo.
-En cualquier caso -intervino acertadamente otro de los miembros del programa-, es preciso aguardar los
resultados definitivos.
Todos nos mostramos de acuerdo. Sin embargo, el viejo general, en cuya mente rondaba ya una nueva y
audaz idea, sugirió que tales análisis fueran practicados sin demora.
8 La energía liberada en un terremoto se desplaza por la roca en forma de ondas. Aunque sus patrones resultan
muy complejos, constantemente modificados por las propiedades de reflexión, difracción, refracción y
dispersión de las ondas, internacionalmente han sido divididas en tres grupos: ”P”, “S” y “L”. Las" P” o
primarias, de empuje, compresional o longitudinal, viajan por el interior de la Tierra a velocidades muy
considerables: entre 6 y 11,3 kilómetros por segundo, siendo la primera en llegar a la estación registradora. En
las explosiones nucleares subterráneas, este tipo de ondas “P” son características y muy fuertes,
comparativamente con las “L” o superficiales. (N. del m.)



8
Ahora, con la perspectiva del tiempo, no resulta tan extraño o casual que en esos instantes, cuando Curtiss
procedía a guardar los preciosos sismogramas,
decididamente dispuesto a enviarlos a Estados Unidos ese mismo 12 de.febrero de 1973, uno de sus
ayudantes irrumpiera en el hangar, entregando al general un sobre cerrado. Al manipularlo, todos pudimos
distinguir en el reverso el emblema de la embajada de nuestro país en Israel.
Tras unos segundos de atenta lectura, su rostro se ensombreció. Y sus ojos de halcón terminarían por clavarse
en los míos, pasando después a perforar los de Eliseo. Mi hermano y yo nos miramos sin comprender. No hubo
tiempo para más. Curtiss guardó el documento y, levantándose, nos rogó que le disculpásemos.
¿Qué había sucedido? ¿A qué obedecía aquel cambio en el semblante del general? ¿Por qué su mirada se
había centrado en nosotros?
Aquella misiva, procedente de la embajada de Estados Unidos en Israel, contenía la segunda noticia que, como
señalaba anteriormente, contribuiría –y de qué forma!- al cambio de planes en la aparentemente concluida
Operación Caballo de Troya.
Aquella jornada del lunes, 12 de febrero, fue especialmente intensa. Pero intentaré ordenar mis recuerdos y
sensaciones...
Esa misma mañana, una vez interrumpida la reunión con el general, los directores del programa estimaron que
nuestra presencia en la mezquita de la Ascensión no era necesaria y que, en buena lógica, una vez practicados
los obligados y rutinarios exámenes médicos, podíamos disponer del resto del día a nuestro antojo. Si todo
discurría como hasta esos momentos, para el jueves, 15,o lo más tardar el 16 de ese mes de febrero, el
módulo y los equipos auxiliares se hallarían totalmente embalados y dispuestos para su traslado al corazón del
desierto de Mojave. Nosotros y buena parte de los 61 integrantes del proyecto viajaríamos con el material que,
supuestamente, había servido para la instalación y puesta en marcha de la estación receptora de fotografías.
Los israelitas, que seguían vigilando el exterior del octógono, no daban.muestras de inquietud o nerviosismo
alguno. Todo, en fin, parecía sumido en una profunda calma.
Los chequeos médicos, no excesivamente rigurosos dado lo precario de las instalaciones, apenas si llamaron
la atención de los médicos. Yo acusaba un grado de agotamiento ligeramente superior al de Eliseo, pero dentro
de los límites previsibles en una operación de aquella naturaleza. Y aunque mi aspecto físico dejaba bastante
que desear -fruto, sin duda, de la tensión y de la falta de sueño-, los especialistas me despidieron con una
amplia sonrisa. En realidad, y según lo programado por Caballo de Troya, las pruebas médicas “en
profundidad” sólo tendrían lugar en la base de Edwards, días más tarde.
Ahora, al redactar este diario, me estremezco al pensar qué habría sucedido si esos análisis médicos hubieran
llegado a practicarse en las fechas previstas inicialmente... Pero el destino, una vez más, tenía otros planes.
Fue entonces, al quedarme solo en mi habitación del hotel Ramada Shalom, en la discreta zona de Beit Vegan,
cuando toda la angustia acumulada en mi corazón empezó a aflorar, hundiéndome en un confuso océano de
sensaciones, recuerdos y sentimientos. No podía engañarme a mi mismo. A pesar de mi escepticismo inicial y
de todo mi entrenamiento, el contacto con Jesús de Nazaret y, sobre todo, su terrorífica muerte, me habían
marcado para siempre.
Yo sabía que a partir de aquel “encuentro” con el Maestro de Galilea, nada en mi vida sería ya igual. Mi
condición humana, mis debilidades y mis múltiples errores no iban a cambiar. Sin embargo, mi forma de ver la
vida y mis sentimientos más íntimos ya no fueron como antaño. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Por qué mi
alma se sentía tan abatida? ¿Por qué la figura, las palabras y hasta los silencios de aquel Hombre me
asediaban? Yo sólo era un explorador. Un simple observador... ¿Por qué toda mi inteligencia y pragmatismo
parecían flaquear?
Durante horas, en el silencio de mi habitación, busqué soluciones. Traté de razonar conmigo mismo. Fue inútil.
En el centro de mi existencia, y para siempre, se había instalado un nombre: Jesús de Nazaret. Y al descubrirlo
lloré desesperadamente. Lloré como nunca lo había hecho: con miedo, alegría, rabia y la amargura del que
sabe que jamás podrá volver a repetir una experiencia tan singular. Una vez más me equivocaba...
A primeras horas de la tarde -gracias al cielo- una llamada telefónica me rescató de tan sombríos y
atormentados pensamientos. Era Curtiss. El tono de su voz me tranquilizó. Deseaba cenar con nosotros.
Y a las 19.30 horas un taxi se detenía frente al restaurante Shahrazad, en la carretera de Jerusalén a
Bethlehem, muy cerca de la famosa tumba de Raquel.
Curtiss nos presentó al propietario, Michael Klair, un árabe tan discreto como excelente cocinero. El general
había degustado ya las delicias de la casa y deseaba compartir con Eliseo y conmigo unas horas de sosegada
y relajante tertulia. Poco a poco iríamos descubriendo que las intenciones del jefe del proyecto eran otras.
Mientras saboreábamos los primeros platos -a base de en saladas árabe y turca-, el viejo zorro se interesó por
nuestra salud, insistiendo sospechosamente en aspectos y detalles muy concretos. Pero ni Eliseo ni yo
habíamos apreciado en nuestros respectivos organismos alteraciones como las insinuadas por Curtiss. Era la
segunda vez que el veterano oficial, con sus velados interrogantes, dejaba entrever que aquel “salto” en el
tiempo podía acarrear, quizá, serios trastornos psíquicos o fisiológicos. Esta vez no pude o no supe
contenerme. Y, abierta mente, le supliqué que hablara con claridad.
¿Qué estaba ocultando? ¿Qué clase de repercusiones podía tener nuestro “gran viaje”?
Pero el general, echando marcha atrás, adoptó un tono falsamente jovial, rogándonos que disculpáramos a
aquel “solemne aguafiestas”. La operación –según sus palabras- había sido un éxito y el propio doctor



9
Kissinger, consejero entonces del presidente Nixon, le había telefoneado esa misma mañana, interesándose
por el proyecto y felicitándole por los resultados. Aquél fue un nuevo error de nuestro buen amigo...
-¿Kissinger? -le acorraló Eliseo con su proverbial descaro-. Tengo entendido que el día 10 voló a Hanoi...
Curtiss dudó.
-Díganos, general -presionó mi compañero-, ¿qué está pasando? ¿Qué relación guarda esa llamada telefónica
con la misiva recibida por usted esta misma mañana?
Antes de que el confundido jefe del programa acertara a reaccionar, apoyé las preguntas de Eliseo con un
comentario que me sorprendió a mí mismo:
-Escuche, general. Además de contar con nuestra absoluta discreción, debe saber que, tanto mi compañero
como yo, estamos dispuestos a “regresar”...
Eliseo me miró de hito en hito, adivinando mis intenciones.
-No me pregunte cómo, pero, desde la reunión de esta mañana en el hangar, sé que acaricia usted una idea.
Una idea -remaché con todo el poder de convicción de que fui capaz- que aplaudimos y que hacemos nuestra.
Es preciso “volver” y recuperar ese micrófono...
Curtiss, gratamente sorprendido, se limitó a dibujar una amplia sonrisa, asintiendo con la cabeza.
-Y ahora, por favor, responda a las preguntas de mi compañero. ¿Qué está pasando?
-Está bien -suspiró el general-, quizá vuestra intuición facilite las cosas. Me explicaré. Durante el desarrollo de
la operación se han producido algunos acontecimientos... digamos que preocupantes. A primeros de enero,
como recordaréis, me vi obligado a viajar a Washington, en busca de una solución a la difícil situación creada
por la DIA 9 y por el entonces director de la CIA, Helms. Los servicios de Inteligencia habían detectado la
existencia de nuestro proyecto y exigían, a toda costa, que se les pusiera al corriente. Por sugerencia expresa
del doctor Kissinger, el propio Nixon “aconsejó” la dimisión de Helms, siendo sustituido por James Schlesinger.
Este hombre de confianza de Nixon tomó posesión de la dirección de la CIA el pasado día 6. Justamente
cuando vosotros os encontrábais al “otro lado”.
Pues bien, Schlesinger, que procede de la Oficina de Presupuestos del presidente Nixon, se ha propuesto
agilizar la maldita Agencia Central de Inteligencia, multiplicando sus hombres y medios en Oriente Medio 10.
-No vemos qué relación...
El general nos rogó tranquilidad.
-Desgraciadamente la tiene -prosiguió en un tono grave-. Schlesinger es un hombre frío y astuto. De momento
ha pedido calma a ese “nido de serpientes”, y la CIA, aparentemente, parece haberse olvidado de nosotros.
Pero la realidad es otra. Desde hace unas horas, el número de agentes al servicio de esa rata, tanto en Israel,
Ammán como en Teherán, se ha duplicado. Están en todas partes y lo husmean todo. Pero eso no es lo peor.
Esta mañana, como sabéis, y a través de nuestro embajador, he recibido un comunicado urgente. Debía
personarme de inmediato en la sede de la embajada. Allí, ante mi sorpresa, me han puesto en comunicación
con Kissinger.
Justamente para hoy, 12 de febrero, y como medida complementaria de “distracción” que contribuyese a un
más cómodo y seguro retorno del módulo, Kissinger había orquestado el ansiado primer canje de prisioneros
de la guerra de Vietnam. Y así ha sido. Durante horas, la atención mundial ha estado dirigida a muchas millas
de aquí.
El canje ha tenido efecto en tres lugares distintos, y un total de 115 norteamericanos han sido liberados. El
doctor Kissinger sale esta misma noche de la base de Clark, en Filipinas, rumbo a Washington. Pero antes,
mañana mismo, para ser exactos, hará escala en Atenas. Y allí deberé sostener con él una entrevista que, no
os lo oculto, puede ser decisiva..Mientras Curtiss apuraba su segunda copa de vino del Hebrón aproveché para
interrogarle sobre algo que no alcanzaba a comprender.
-¿Por qué dice usted, mi general, que el cerco de la CIA no es lo peor?
-Mi conversación telefónica ha sido breve. A mi vuelta de Atenas quizá pueda responder a esa pregunta con
precisión. Sin embargo, a juzgar por lo que me ha insinuado el consejero presidencial, sí estoy autorizado a
comunicaros que la estación receptora de fotografías del monte de los Olivos se encuentra gravemente
amenazada.
El general se adelantó a nuestros pensamientos y añadió:
¿Amenazada por qué o por quién? Sólo os diré una cosa: el tema es lo suficientemente serio y urgente como
para que Kissinger, que debía permanecer cuatro días en Hanoi, haya adelantado su vuelta a Estados Unidos.
-¿Lo sabe el Gobierno de Golda Meir?
-Lo ignoro -respondió Curtiss con un gesto de impotencia-. Esa será otra de las cuestiones a tratar en Atenas.
Lejos de tranquilizarnos, las revelaciones del director del proyecto añadieron nuevas dudas a nuestros
corazones. ¿Qué clase de amenaza flotaba sobre la estación receptora de imágenes del Big Bird? Pero, sobre
9 DIA: Agencia de Inteligencia de la Defensa. (Nota del traductor.)
10 Durante la guerra de Vietnam, en el transcurso de los años 1967 al 1969, el Gobierno USA dedicó 6000
millones de dólares anuales a actividades de espionaje, con 150 000 personas empleadas en tales
menesteres. La CIA, en este caso, se llevó la parte del león. A partir de la toma de posesión de Schlesinger, en
efecto, la CIA desvió su atención del Sudeste asiático, considerando el Oriente Medio como “el campo
geográfico del próximo estado de fricción de los Estados Unidos”. (N. Del m.)



10
todo, ¿cómo conjugar aquel maremágnum de intrigas con la idea, implícitamente aceptada por el general, de
“regresar” al tiempo de Cristo?
Aquella madrugada, mientras le acompañábamos al aeropuerto internacional Ben Gurión, en Lod, una
sensación muy familiar me recorrió el vientre. Era el preludio -casi me atrevería a afirmar que un aviso- de una
inminente cadena de acontecimientos.
Curtiss, con su proverbial prudencia, eligió un vuelo regular de la compañía judía El Al para volar a Grecia. Y
antes de partir, impulsado por quién sabe qué fuerza oculta o misteriosa, dejó en el aire una petición que a mi,
personalmente, me hizo concebir ciertas esperanzas...
-No sé si debo -susurró deteniéndose frente a la pequeña escultura levantada en memoria del piloto Dan
Heymann-, pero, aunque sólo sea por una vez en mi vida, quiero seguir mi intuición...
Acarició la delicada estatuilla que simbolizaba a un ser humano con alas, ligeramente echado hacia atrás y en
actitud de emprender el vuelo, conmovido sin duda ante el curioso “encuentro” con una imagen tan próxima a
nuestros más íntimos deseos.
-... Si no se produce un milagro -añadió-, nuestro regreso a Edwards puede demorarse indefinidamente.
Aceptando en principio tal circunstancia y contando con vuestra absoluta discreción, ¿puedo encomendaros
algo?...
Aquella innegable muestra de confianza nos llenó de satisfacción. Y, como un solo hombre, le animamos a que
continuase.
-Quiero que tracéis un plan de trabajo... -el general parecía arrepentirse de aquella espontánea decisión, pero
tras unos segundos de áspero silencio, concluyó- destinado a la recuperación de ese micrófono. Por supuesto,
todo esto es tan provisional como confidencial... Ah!, y olvidaros de la fase de lanzamiento. Quiero únicamente
-subrayó con énfasis- las líneas maestras de una posible segunda “exploración”... Suerte! Nos veremos a mi
regreso.
Mudos e inmóviles como postes vimos desaparecer a aquel hombre imprevisible. Ya no había tiempo de
formularle ni una sola de las muchas preguntas que empezaban a agolparse en nuestros desconcertados
cerebros.
El viaje de vuelta a Jerusalén fue muy significativo. Ninguno de los dos pronunciamos palabra alguna. Sin
embargo, nuestros pensamientos -así me lo confirmaría Eliseo esa misma mañana del 13 de febrero- giraron
en torno a la misma inquietud: la increíble posibilidad de un segundo “gran viaje”...
Buscando apaciguar nuestros respectivos ánimos, nos con cedimos un tiempo de reposo. A las 13 horas
volveríamos a reunirnos y cambiaríamos impresiones. Inútil pretensión. A la media hora de introducirme en la
cama, presa de una creciente excitación, volví a vestirme y llamé a la puerta de la habitación de mi hermano.
Eliseo, tan alterado como yo, ni siquiera había intentado conciliar el sueño. En aquellos instantes no podía
comprender por qué mi organismo -después de más de 48 horas de vigilia- no acusaba cansancio alguno.
El caso es que, con un entusiasmo febril, nos enfrascamos en la elaboración de una serie de posibles planes
de trabajo. Al cabo de dos intensas horas terminamos por claudicar. Una y otra vez, a pesar de la infinidad de
parámetros manejados, los esquemas y borradores se estrellaban siempre ante dos incógnitas fundamentales.
Por un lado, ¿de cuánto tiempo real íbamos a disponer, en el supuesto de que la segunda exploración se
llevara a efecto? Por último, ¿cuáles podían ser los puntos de lanzamiento y contacto?
Sin esta información previa, nuestras ideas y buena disposición resultaban poco menos que estériles.
-Además -insinuó Eliseo con razón-, ¿por qué forjarnos esperanzas cuando no hay nada seguro? Será mejor
que nos olvidemos del asunto....Durante un tiempo permanecí en silencio, sopesando la aplastante lógica de mi
compañero. Pero, gracias al cielo, terminé por revolverme contra el sentido común, animando a Eliseo a
proseguir en aquel aparente absurdo.
-Si nosotros -le planteé con todo mi entusiasmo-, que hemos vivido tan extraordinaria experiencia, no somos
capaces de avivar los deseos de Curtiss, ¿quién crees que está en condiciones de hacerlo?
Y tras una estudiada pausa, colocando mis manos sobre sus hombros y mirándole fijamente, añadí:
-Tenemos que lograrlo. Yo deseo, necesito, volver...
Al percatarme de que, inconscientemente, había adoptado una de las típicas costumbres de Jesús de Nazaret
cuando hablaba o se dirigía a alguien a quien apreciaba, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Eliseo debió notarlo
y, por primera vez, entreabrió su corazón, confesándome algo en lo que no había reparado en nuestra
permanencia en la Palestina del año 30...
-Si, ésa es también mi obsesión. Y no olvides que yo no tuve ocasión de verle...
Quedé paralizado y, al mismo tiempo, humillado por mi descarado egoísmo.
Durante los once días de la exploración, mi fiel y querido compañero, en efecto, no había abandonado el
módulo un solo instante.
A partir de aquella inesperada confesión, una loca idea empezó a madurar en mi corazón. Pero tiempo habrá
de volver sobre ella.
La ilusión, finalmente, prendió de nuevo en Eliseo y, soslayando las dificultades ya mencionadas, nos volcamos
en el único plan aparentemente viable.
Puesto que el objetivo básico de esta segunda exploración era la recuperación de la pieza perdida -ese fue, al
menos, nuestro planteamiento inicial-, el nuevo “salto” en el tiempo debía ubicarse, necesariamente, en las
horas próximas al 6 de abril, Jueves Santo. Sin embargo, al fijar el instante concreto para la inversión de masa,
ambos estuvimos de acuerdo en que resultaba mucho más práctico e interesante reanudar la exploración en



11
las horas previas al amanecer del domingo, 9 de abril del citado año 30. Ni él ni yo, además, nos sentíamos
con fuerzas para “revivir” las amargas jornadas de la Pasión y Muerte del Hijo del Hombre...
Tras un detallado estudio convinimos, pues, que el “salto” debía producirse alrededor de las 03 horas del
Domingo de Resurrección y, a ser posible, localizar el “punto de contacto” de la nave en las coordenadas
utilizadas en la misión anterior. Es decir, en la cota máxima del monte de los Olivos. Ello facilitaría un rápido
acceso al lugar donde suponíamos podía hallarse el farol: uno de los barrios artesanales -quizá en la ciudad
alta- de Jerusalén. Después, de acuerdo con el tiempo concedido a la misión, cabía la posibilidad de investigar
otro fascinante y oscuro capítulo de la “vida" del Cristo: sus apariciones después de muerto y resucitado.
Aquella jornada y la siguiente fueron decisivas. Mucho más de lo que podíamos imaginar entonces...
Absortos en la puesta a punto del audaz proyecto, del equipamiento y de un sinfín de detalles técnicos
necesarios, apenas si fuimos conscientes del paso de las horas.
Y al fin llegó el 15 de febrero.
Aquella mañana del jueves, una llamada del recepcionista del Ramada Shalom precipitaría los
acontecimientos. Minutos más tarde, a las 10 horas, un vehículo oficial de la Embajada USA nos dejaba frente
al número 53 de la calle Rabiah Aldawieh, a treinta pasos de la capilla de la Ascensión.
Al descender del automóvil nos llamó la atención un notable despliegue de seguridad, montado por el ejército
israelita, responsable, como ya mencioné, de la vigilancia del exterior de la plazoleta que albergaba el octógono
y los improvisados hangares. Aquel súbito reforzamiento del dispositivo de cerco de nuestro cuartel general nos
alarmó. Algo grave debía suceder para que en cuestión de horas -nosotros habíamos abandonado el recinto en
la mañana del lunes- el número de soldados se hubiera triplicado. Por un momento, mientras cruzábamos los
controles, llegué a pensar lo peor: ¿habían descubierto los judíos la existencia de la “cuna”?
Nuestros ánimos recuperaron su tono habitual cuando, al ascender los ocho peldaños de piedra que conducen
a la “ante sala” de la capilla, divisamos a Curtiss junto a la pequeña puerta de acceso. Presentaba un rostro
demacrado, como si no hubiera dormido desde nuestro último encuentro en Lod. Así era.
Mientras salvábamos los doce metros que separaban la referida puertecilla del centro de la plazoleta, nos
confesó que -”dada la “gravedad de la situación”-había regresado de Atenas en la misma noche del lunes, 12
de febrero.
Eliseo y yo cruzamos una mirada, sin comprender. Pero el general, con voz cansada, nos rogó que entráramos
con él en el hangar donde había tenido lugar la primera e interrumpida reunión. Allí, entre las sofisticadas
consolas Thomson-CSF, destinadas a la recepción de imágenes del Big Bird, aguardaban los directores del
programa, silenciosos y expectantes.
Al tomar asiento alrededor de la pequeña mesa central, nadie hizo el menor comentario. Todas las miradas
estaban fijas en Curtiss.
-Bien, señores -arrancó al fin, después de extraer una pequeña carpeta de piel negra de un maletín depositado
frente a él y que, si no recordaba mal, había constituido su único equipaje en el reciente vuelo a Grecia-, -
imagino que estarán haciéndose algunas preguntas... Trataré de ir por orden..Y, sin prisas, repasó una serie de
notas manuscritas. Al levantar de nuevo la vista, Curtiss captó al instante la creciente inquietud general. Y
forzando una sonrisa, exclamó:
-No se alarmen. Lo que han visto ahí afuera -su dedo índice izquierdo señaló al exterior del octógono- no
guarda relación con los auténticos objetivos del programa. Eso creo, al menos...
Y volviendo a sus documentos hizo una nueva y desesperante pausa.
-No importa cómo -prosiguió finalmente-, pero el caso es que hasta la Agencia Central de Inteligencia y
Seguridad de Israel, el Mossad, ha llegado una información.., alarmante: el movimiento guerrillero palestino
tiene conocimiento de la operación conjunta que estamos desplegando con el Gobierno de Golda Meir. Me
refiero a la instalación de la estación receptora de fotografías al satélite.
Los rostros de todos los presentes reflejaron una extrema gravedad. La Inteligencia Militar israelí, en especial a
partir de la guerra de los Seis Días, en 1967, era considerada como la más eficaz y afilada del mundo, sobre
todo en asuntos vinculados con el Oriente Medio. Ninguno de los asistentes ponía en duda tal revelación.
Es más que seguro -continuó Curtiss- que, a estas alturas, tanto la OLP 11 como los servicios secretos
egipcios, sirios y, naturalmente, soviéticos, estén al corriente y hayan adoptado las medidas oportunas.
En aquellos dramáticos momentos nadie se percató de una sutil y supongo que involuntaria revelación del
general. ¿Por qué al referirse a los servicios secretos había mencionado, única y exclusivamente, a Egipto,
Siria y la URSS? Días más tarde tendríamos ocasión de conocer la razón de esta triple alusión.
Durante el pasado martes y en el más estricto secreto, tuve oportunidad de entrevistarme con el doctor
Kissinger...
Los directores del proyecto se miraron atónitos, asociando, sin duda, aquella reunión con la repentina partida
del general de aquel mismo hangar. Pero ninguno comentó el hecho, dejando que Curtiss prosiguiera.
El consejero presidencial disponía de información de primera mano. Sus órdenes han sido tajantes: por nada
del mundo debemos arriesgar la vida de nuestros hombres ni el instrumental que nos ha sido confiado.
No hacía falta que diera más explicaciones. Al referirse a la palabra “instrumental”, todos sabíamos de qué
estaba hablando realmente.
11 ) OLP: Organización para la Liberación de Palestina, dirigida entonces por Yasser Arafat. (N. del m.)



12
Pues bien, por expreso deseo de Kissinger, y contando siempre con el beneplácito del Gobierno de Israel, la
estación receptora de fotografías debe ser desmantelada de inmediato..Curtiss se hizo de nuevo con los
documentos depositados en su carpeta y, dirigiéndonos una mirada de complicidad, aclaró:
-Esto implica una sustancial variación de nuestros primitivos planes. De momento, salvo que los jefazos de
Washington no dispongan otra cosa, el retorno a la base de Edwards queda pospuesto. Ayer mismo, a mi
regreso de Atenas, celebré una reunión urgente con el “gabinete de cocina” de Golda 12.
El único asunto sobre la mesa, como habrán intuido, fue éste: ¿qué hacer con la estación receptora?
Estuvieron presentes la primer ministro, Golda; el viceprimer ministro, Alón; el ministro de la Defensa, nuestro
siempre zozobrante Moshé Dayán; el jefe del Estado Mayor, teniente general David Eleazar; el jefe del
Departamento de Investigación del Servicio de Inteligencia, general de brigada Arié Shalev y el jefe del Servicio
de Inteligencia, general Zeira. Tras hora y media de intenso debate y por razones que, de momento, no estoy
autorizado a revelarles, el Gobierno de Israel se ha mostrado conforme con el referido y fulminante
desmantelamiento de las instalaciones, acordando su traslado a otro lugar secreto...
(Como ya relaté en las primeras páginas de este diario, en un minucioso estudio elaborado en Washington por
el CIRVIS 13, con la estrecha colaboración del Departamento Cartográfico del Ministerio de la Guerra de Israel,
se había establecido que la instalación de la red receptora de imágenes del satélite artificial Big Bird debía
efectuarse en un plazo máximo de seis meses, a partir de la fecha de llegada del instrumental a la ciudad de
Tel Aviv.
Esto ocurrió en enero de 1973. Los especialistas, en una primera fase, buscarían el asentamiento idóneo y
definitivo. Para ello, los militares judíos habían designado tres posibles puntos: la cumbre del monte de los
Olivos, los altos de Golán -en manos israelitas desde la contienda de 1967-y los macizos graníticos del Sinaí.)
Los directores del proyecto rompieron su mutismo lanzando sobre el general una atropellada oleada de
preguntas: “¿Cuándo tendría lugar eldesmantelamiento?”, “¿Cuál de los puntos alternativos -altos del Golán y
Sinaí- había sido elegido?”, “¿Qué iba a ocurrir con la "cuna" y con todos nosotros?”
Curtiss recobró su perdida sonrisa y solicitó orden y calma.
-Esto es lo que puedo adelantarles... por el momento: las previsiones y evaluaciones de la Inteligencia judía
estiman que la situación general en Oriente Medio tiende a una peligrosa agravación. Y les ruego que no
pregunten por qué. Lo que importa y nos importa es que, por decisión del Gobierno de Golda, la estación
receptora es ahora más vital que nunca y los militares judíos están ya buscando otro asentamiento... distinto a
los previstos inicialmente. Ellos y nosotros disponemos de un plazo máximo de tres días para localizar ese
lugar y ejecutar el tras lado. El doctor Kissinger considera que nuestra presencia en esta nueva etapa del
proyecto es absolutamente necesaria. No podemos ni debemos levantar sospechas. Para los judíos somos los
propietarios y responsables de los equipos y así seguirá siendo... Pero hay algo más -anunció Curtiss,
adoptando un tono solemne-. Algo con lo que no habíamos contado y que, bien mirado, podríamos calificar
como un nuevo y apasionante desafío.
El corazón me dio un vuelco. E instintivamente busqué la mirada de Eliseo.
No sé cómo pero yo sabía lo que el general estaba a punto de comunicarnos.
Por primera vez en los años que llevábamos juntos percibí un ligero temblor en las manos de Curtiss. Y su voz
se vio empañada por la emoción. Nunca olvidaré aquella rotunda afirmación:
-Señores, “regresamos!
Obviamente, los directores del proyecto no comprendieron el significado de aquellas dos simples palabras. Y
uno de ellos, interrumpiéndole, le recordó que, si no había entendido mal, el regreso a casa había sido
pospuesto.
Los ojos de Curtiss chispearon maliciosamente.
-Señores -insistió, remachando cada sílaba-, “re gre sa mos”...
En segundos, los miembros del equipo cayeron en la cuenta y, levantándose de sus asientos, estallaron en una
calurosa ovación. Todos sabían de la pérdida del micrófono y todos, en lo más profundo de sus corazones,
habían contemplado y deseado una segunda oportunidad.
Pero, superados los primeros minutos de lógico entusiasmo, los fríos y racionales directores del programa
despertaron a la cruda realidad, planteando una interminable cadena de dudas..Algunos de aquellos obstáculos
técnicos ya habían sido valorados por nosotros en las densas horas de reflexión y enclaustramiento en el hotel.
Curtiss escuchó pacientemente. Por último, fijando su mirada en nosotros, formuló una escueta pregunta:
-¿Qué tenéis que decir vosotros?
-Hay una posibilidad...
12 Así llamaba el pueblo de Israel al equipo de “confianza” de Golda. La señora Meir, con su fuerte
personalidad, había desarrollado un estilo propio y muy peculiar de Gobierno, pasando por alto en infinidad de
ocasiones la mecánica burocrática e institucional. Ella prefería trabajar en estrecha colaboración con sus
allegados, formando un sistema ad-hoc que se hizo célebre y que denominaban “la cocina de Golda”. (N. del
m.)
13 CIRVIS: Organismo dedicado a Instrucciones de Comunicación para Informar Avistamientos Vitales de
Inteligencia. (N. del m.)



13
Pero, antes de que prosiguiéramos con el plan trazado en el Ramada Shalom, el general dio por finalizada la
reunión.
-De eso -abrevió ante la curiosidad general- hablaremos en su momento.
Ahora urge el total desmantelamiento del módulo y el embalaje completo de los equipos. Señores, manos a la
obra!
A partir de esa decisiva reunión, los hombres de Caballo de Troya nos afanamos en una agotadora labor de
desmontaje general. La mayoría de los técnicos, ajena a los hechos que acabábamos de conocer, se preguntó
una y otra vez el porqué de aquellas extrañas prisas y del reforzamiento de las medidas de vigilancia y
seguridad exteriores. Fue el propio general quien, en mangas de camisa y como uno más en la frenética labor,
les insinuó discretamente que existía el riesgo de un posible atentado terrorista contra la estación y que nos
disponíamos a su inmediato traslado.
A lo largo de uno de los breves períodos de descanso, Curtiss nos puso en antecedentes de otros sucesos
íntimamente relacionados -siempre según el Mossad- con la grave amenaza que se cernía sobre la estación
receptora de fotografías. Los agentes israelitas infiltrados en Beirut, Ammán y Roma habían descubierto un
plan para asesinar al rey Hussein de Jordania, que en aquellas fechas -primeros días de febrero- realizaba una
visita semioficial a los Estados Unidos 14. El grupo guerrillero palestino Septiembre Negro proyectaba
apoderarse de diversos edificios gubernamentales de Ammán, haciendo prisioneros a varios ministros
jordanos. Al parecer, las intenciones de Hussein de negociar la paz con Israel no gustaba a los palestinos y,
aprovechando la ausencia del monarca, habían logrado infiltrarse en territorio jordano, haciéndose pasar por
turistas de los Estados del golfo Pérsico.
Alertados por el Mossad, los servicios de contraespionaje de Jordania detuvieron a un buen número de
activistas, incautando un total de 20 automóviles. Entre los guerrilleros que habían penetrado por vía aérea,
procedentes de Europa, se hallaban dos individuos recientemente liberados por las autoridades italianas -
Ahmed Zaid, estudiante de Irak, y Adnah Hasem, jordano-, acusados de intentar el derribo de un avión de la
compañía judía El Al 15. En los interrogatorios que siguieron a estas detenciones, los jordanos fueron
informados de algunos de los proyectos inmediatos de las diferentes facciones guerrilleras palestinas. Entre los
más importantes destacaban “la toma de una embajada árabe en un indeterminado país del continente
africano” 16, “la creación de un arsenal e infraestructura para el ataque a aeronaves comerciales judías en
Europa” 17 y el “asalto de un comando suicida a la mezquita de la Ascensión”. Era obvio que este último
proyecto terrorista sólo podía estar inspirado en una exacta información de lo que USA e Israel llevaban entre
manos en relación con el Big Bird.
Tan graves acontecimientos -ajenos por completo a nuestra verdadera misión-sólo vinieron a enturbiar los
corazones del equipo, que se entregó hasta el límite de su capacidad a la delicada operación de “limpieza” de
los barracones.
Dos días después -el sábado, 17 de febrero-, con algo más de veinticuatro horas de adelanto sobre lo previsto,
la “cuna” había sido desmontada y puesta a buen recaudo en tres contenedores blindados.
14 El rey Hussein había llegado a Washington el 6 de febrero, celebrando al día siguiente una entrevista con el
presidente Nixon. En aquellas fechas se esperaba una ofensiva diplomática de mi país en Oriente Medio. Antes
de partir de Ammán, Hussein había declarado que el conflicto que enfrentaba a los países árabes con Israel
había que resolverlo en su totalidad y no en tratados separados. De esta forma salía al paso de los rumores
existentes sobre un acuerdo secreto de paz entre su país e Israel en relación al futuro status de Jerusalén y de
los refugiados palestinos. (N. del m.)
15 A raíz de la liberación de estos guerrilleros, Israel pidió explicaciones al Ministerio de Asuntos Exteriores de
Italia. Según los servicios de Inteligencia judíos, Zaid y Hasem, encarcelados en Roma desde agosto de 1972,
eran dos destacados y peligrosos terroristas. (N. del m.)
16 Las informaciones de la Inteligencia jordana e israelí eran correctas. Semanas más tarde -el 1 marzo-,
guerrilleros de Septiembre Negro tomaban rehenes en la embajada de Arabia Saudita en Jartum (Sudán).
Entre las peticiones de los asaltantes figuraban la liberación de 40 guerrilleras palestinas encarceladas en
Israel y de otro medio centenar de guerrilleros, prisioneros en Alemania Occidental, Jordania e Israel, así como
del asesino del presidente Robert Kennedy, Sirhan Bishara Sirham. Con gran desconcierto por nuestra parte -y
suponemos que de los servicios de espionaje judíos y jordanos, que en aquellas fechas no consiguieron una
información más detallada-, los ocho guerrilleros de Septiembre Negro darían muerte a tres de los diplomáticos
retenidos en la embajada: Aleo A. Nock, nuestro embajador en Sudán; Guy Eid, funcionario belga, y Curtiss
Moore, también diplomático norteamericano. (N. del m.)
17 Este arsenal sería descubierto por la Policía italiana el 5 de septiembre de ese mismo año de 1973, en Ostia,
cerca de Roma. En la casa se alojaban nueve palestinos, miembros de un grupo terrorista.
Entre las numerosas armas fueron encontrados dos lanza-cohetes Strela, de fabricación rusa, que podían
haber sido utilizados para el derribo de aviones comerciales en vuelo. Los temibles Strela constan de un tubo
de 1,35 metros, con un peso de 13 kilos, pudiendo ser disparados como un fusil; es decir, apoyándolos en un
hombro y apuntando con un teleobjetivo de reducidas dimensiones. Alcanza fácilmente el motor de un avión,
gracias al sistema de guía por rayos infrarrojos. (N. Del m.)



14
Al coincidir con el día sagrado de los judíos, Curtiss, astutamente, se apresuró a comunicarles que podían
franquear el recinto de la mezquita. Pero, como era de esperar, declinaron el ofrecimiento, demorando su
participación en los postreros trabajos de evacuación hasta la puesta de sol. Aquella providencial coincidencia
nos proporcionaría un precioso margen de casi seis horas en el que la casi totalidad de las consolas y equipos
electrónicos de la estación propiamente dicha fueron “echados abajo” y mezclados y confundidos con los
cajones metálicos que contenían el módulo y demás instrumentos auxiliares.
Minutos después del ocaso -hacia las 17.45 horas-, los técnicos y oficiales israelíes entraban en la plazoleta,
iluminada ya por potentes reflectores, colaborando con nuestros hombres en el desmantelamiento final.
Al alba, la operación había concluido. Todo se hallaba dispuesto para el traslado. Pero ¿adónde? ¿Cuál era el
punto elegido?
Por elementales razones de prudencia -y siguiendo las órdenes del general de brigada Arié Shalev, jefe del
Departamento de Investigación del Servicio de Inteligencia israelí-, los arqueólogos (o supuestos
“arqueólogos”) deberían permanecer en el interior de la capilla de la Ascensión hasta cuarenta y ocho horas
después de la definitiva salida del material. Los árabes, propietarios y custodios del santuario, atentos a todos
nuestros movimientos, podrían haber sospechado algo si los mencionados “expertos" de la Universidad de
Jerusalén, de la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de la Ciudad Santa y del Museo de Antigüedades de
Ammán -integrantes de la “división especial” encargada por el Gobierno de Golda Meir de las excavaciones y
reparación de los cimientos de la cara este de la inolvidable mezquita, supuestamente dañados por el
simulacro de atentado protagonizado por los agentes de Daván- hubieran evacuado la zona al mismo tiempo
que la carga. Esta, según las escasas informaciones que llegaron hasta nosotros en aquellos días,
desaparecería del.lugar durante la noche y de forma gradual, con el fin de levantar un mínimo de sospechas.
La gran pregunta que nos hicimos en tan tensas jornadas, y que Curtiss no pudo o no supo clarificar, encerraba
una decisiva importancia en el planeamiento de la primera fase de la aventura que nos aguardaba: “¿Cuál era
el asentamiento elegido para la estación receptora del Big Bird 18?” Como ya hice alusión anteriormente ese
nuevo y ansiado despegue del módulo y quizá buena parte de la segunda exploración estaban sujetos al
exhaustivo conocimiento del punto donde debería ser levantada la estación receptora. Lógicamente, al
abandonar el monte de los Olivos, ese misterioso emplazamiento tenía que estar ubicado lejos del que, en
principio, ya constituía para nosotros el “punto de contacto”.de la nave: la referida cumbre del monte que ahora
estábamos a punto de dejar. Para salvar este inconveniente, los directores del proyecto -reunidos con Eliseo y
conmigo durante todo el domingo, con el fin de planificar al máximo los pormenores del segundo “gran salto”-
establecieron dos únicas soluciones.
Si la distancia entre el nuevo asentamiento y el monte de las Aceitunas era considerable, una vez efectuado el
despegue y la inmediata inversión de masa, la “cuna” debería salvar esas millas en un vuelo horizontal. Esto
complicaba aún más las cosas. Entre otras razones, por el lógico consumo extra de combustible. Un peróxido
de hidrógeno, por cierto, que debía llegar, y secretamente, desde los Estados Unidos...
Si los kilómetros que nos separaban del “punto de contacto “, por el contrario, no eran muchos, quizá lo más
prudente fuera variar la zona de descenso, cubriendo a pie el camino hasta Jerusalén. En este caso, dado el
indudable riesgo que suponía una marcha de estas características, la estrategia debería ser variada
sustancialmente.
Por expreso deseo de Curtiss, a quien prácticamente no vimos hasta el martes, 20 de febrero, el reducido
equipo que dirigía Caballo de Troya vivió aquellos días única y exclusivamente para la segunda gran aventura.
En nuestro afán por calibrar hasta el último detalle de tan apasionante y -¿por qué negarlo?- peligrosa misión,
contemplamos incluso, en los primeros momentos, la posibilidad de que los altos del Golán o los macizos del
18 Aunque fue detallado en mi anterior libro -Caballo de Troya-, quizá sea conveniente recordar la naturaleza de
este tipo de satélites artificiales, que jugaron un papel decisivo en las dramáticas fechas previas a la guerra del
Yom Kippur, en octubre de 1973. “La serie de satélites Big Bird o Gran Pájaro -reza una de las notas del
mayor-, y en especial el prototipo KI-l II, puede volar a una velocidad de 25 000 kilómetros por hora,
necesitando un total de 90 minutos para dar una vuelta completa al planeta. Como ésta oscila ligeramente
durante ese lapso de tiempo (22 grados, 30 minutos), el Big Bird sobrevuela durante la vuelta siguiente una
banda diferente de la Tierra y vuelve a su trayectoria original al cabo de 24 horas. Si el Pentágono descubre
algo de interés, el satélite puede modificar su órbita, alargando el tiempo de revolución durante algunos
minutos y haciéndolo descender a órbitas hasta 120 kilómetros de altitud. Una diferencia de un grado y treinta
minutos, por ejemplo, cada día, permite cubrir cada diez días una zona conflictiva, sobrevolar todas sus
ciudades y zonas de 'interés militar . Posteriormente, el Big Bird es impulsado hasta una órbita superior.” Con la
instalación en Israel de una de estas sofisticadas estaciones receptoras de imágenes -amén de materializar los
propósitos de la operación Caballo de Troya-, los judíos disponían de un rápido y fiel sistema de control de sus
enemigos y USA de una estratégica estación, que ahorraba tiempo y buena parte de la siempre engorrosa
maniobra de recuperación de las ocho cápsulas desechables que portaba cada satélite y que eran rescatadas
cada 15 días en las cercanías de Hawai.
Al menos, la operación resultaba de gran interés para USA, que podía así fotografiar a placer franjas tan
“inestables” como las fronteras de la URSS con Irán y Afganistán, Pakistán y golfo Pérsico, recibiendo
resultados de negativos a los tres minutos de haber sobrevolado dichas áreas. (Nota de J. J. Benítez.)



15
Sinaí pudieran ser reconsiderados por el Gobierno israelí como una de las plataformas para la definitiva
instalación de la estación. El general nos había advertido que, dada la situación en Oriente Medio, ambos
emplazamientos habían sido desechados por el Estado Mayor judío. Y no tuvimos más remedio que rendirnos
a la evidencia cuando, en esos días, la prensa de Jerusalén publicó dos noticias registradas el jueves último y
justamente en las áreas en litigio. En el golfo de Suez, muy próximo al Sinaí, un avión egipcio y otro judío
habían sido alcanzados en un duelo aéreo entre reactores de ambos países. En cuanto a las alturas del Golán,
tropas sirias habían destruido dos carros blindados y una excavadora israelitas cuando éstos cruzaron la línea
de alto el fuego con el fin de construir una carretera en la zona desmilitarizada.
La tensión entre Israel y sus vecinos árabes seguía incrementándose de forma alarmante, amenazando incluso
nuestros objetivos. Pero las horas más amargas estaban aún por llegar...
En la mañana del lunes, 19 de febrero, aprovechando una obligada interrupción en nuestras sesiones de
trabajo, y casi sin quererlo, mis pasos me condujeron a un lugar que había evitado hasta esos instantes: la
Ciudad Vieja de Jerusalén. Mientras Eliseo y los directores se ocupaban en la sede de la embajada
norteamericana de la tramitación para el envío por valija diplomática de los sismogramas obtenidos en la
primera exploración y que debían ser estudiados, con prioridad absoluta, por el Centro Geológico de Colorado
y la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOSA), ambos en mi país, yo me dejé arrastrar por
una necesidad casi imperiosa: caminar lenta y pausadamente por los mismos lugares de la Ciudad Santa
donde -”siglos antes”-, había vivido tan increíbles y traumatizantes experiencias.
Quizá no debí hacerlo. En el fondo, yo sabía lo que me aguardaba. Pero mi espíritu pujaba por “encontrarle” o
encontrar el menor vestigio que me recordara su presencia.
Ahora, después de tanto tiempo, estoy seguro que hice bien en ocultar a
Curtiss y a la dirección del proyecto mí profunda angustia y el obsesivo deseo
de “volver”, fruto de una compleja mezcla de admiración por Él y de una
ardiente necesidad de conocerle mejor. Nadie, en mis muchos años de vida,
había llegado tan certera y hondamente a mi atormentado corazón. Y una y
otra vez me hacia la misma pregunta: ¿por qué yo? ¿Por qué un individuo
ruin, impuro y eternamente dubitativo como yo se veía envuelto en semejante
situación? ¿Qué tenía aquel Hombre para lograr transformar tan violentamente
una vida -la mía-, llena de vacío?
Como digo, si hubiera informado a Caballo de Troya de mi debilidad por
Jesús de Nazaret -porque de eso se trataba en realidad-, tan flagrante
parcialidad y entusiasmo por el personaje motivo de la segunda expedición me
habrían descalificado sin remedio. La objetividad y frialdad en los
exploradores eran condiciones básicas para el desempeño de una misión de
aquella naturaleza. Y aunque mi compañero y yo compartiéramos estos
sentimientos creo que a la hora de la verdad -tal y como se verá más adelante-supimos
respetar esta regla de oro de la operación, manteniéndonos siempre, y
en ocasiones con serias dificultades-, en una posición distante al margen del
curso de los acontecimientos.
Al cruzar bajo el arco de la puerta de Jafa, en el extremo occidental de la
Ciudad Vieja de Jerusalén, el frío uncial de aquella mañana había empezado a
remitir. Unos tibios rayos de sol templaron mi intensa palidez, alegrando el
ocre de las piedras de la Ciudadela Un abigarrado gentío daba vida a la corta
calle que separa los barrios armenio y judío, al norte, del cristiano y musulmán
al sur. Aunque yo había paseado en numerosas oportunidades antes del “gran
viaje”- por aquel mismo sector de la Ciudad Santa ahora era diferente. Muy
diferente..
Al llegar al final de la Str. of the Chain dudé. ¿Hacia dónde me dirigía? A mi
derecha, a corta distancia, se encontraba el muro de las Lamentaciones: último
y único vestigio del imponente Templo construido por Herodes el Grande. E.instintivamente tomé aquella
dirección. Al desembocar en la gran explanada
existente a los pies del muro occidental del antiguo Templo, cientos de
personas, la mayoría turistas, deambulaban de aquí para allá, curioseando y
tomando fotografías. Me aproximé despacio a la muralla. Era increíble que, de
aquella monumental construcción que yo viera en nuestro primer “salto”, sólo
quedase en pie un reducido paño de sillería de doce escasos metros de altura y
poco más de setenta de longitud (1). Numerosos rabinos y fieles judíos, entre
los que destacaban niños y jovencitos, rezaban o leían los rollos de la Ley, con
los rostros materialmente pegados a los gigantescos y erosionados bloques
cenicientos. La devoción y respeto de aquellos israelitas, cubiertos con sus



16
mantos blancos y típicos sombreros negros y con las filacterias sujetas a la
frente, eran sobrecogedores.
Levanté los ojos, recorriendo minuciosamente las once hileras de piedra que
aún resistían el paso de los siglos, descubriendo cómo algunas cosas no habían
cambiado en el venerable muro. Entre los huecos y ranuras de los imponentes
bloques seguían floreciendo manojos de hierbas silvestres, cobijando a buen
número de palomas y pajarillos. Y entre el susurro de aquellas plegarias
aparecieron en mi memoria las palabras que pronunciara Jesús de Nazaret en
el atardecer del martes, 4 de abril del año 30:
“¿Habéis visto esas piedras y ese templo macizo? Pues en verdad, en verdad
os digo que llegarán días muy próximos en los que no quedará piedra sobre
piedra. Todas serán echadas abajo. “
---
(1) Este muro, llamado “de las Lamentaciones”, es el lugar más venerado por
el pueblo judío. Se trata de la única reliquia de lo que fue el gran Templo,
edificado por el rey Herodes (el Grande) en el año 20 antes de Cristo. El
emperador romano Tito, al destruir Jerusalén en el año 70 de nuestra Era,
ordenó que aquella parte de la muralla que rodeaba el Templo permaneciera
en pie, como muestra del poder de Roma y de sus legionarios, que habían sido
capaces de destruir tan sólida construcción. En el período bizantino, los judíos
fueron autorizados al fin a visitar la ciudad santa, pudiendo acercarse al muro
de los Lamentos una vez al año. Justo en el aniversario de la destrucción de
Jerusalén. Y allí lamentaron dicha destrucción, empezando a rezar por la
reunificación del pueblo de Israel. Esta costumbre perduraría durante siglos.
Entre los años 1948 y 1967, esta parte de Jerusalén fue prohibida nuevamente
a los israelitas, por hallarse en el sector conquistado por Jordania. Pero, a raíz
de la guerra de los Seis Días, el muro occidental fue tomado por los judíos y,
desde entonces, constituye un punto de exaltación nacional y de culto. (N. del
m.)
---.Impulsado por una extraña fuerza me acerqué a una de las moles de piedra.
Mis manos acariciaron la rugosa superficie y mi rostro, lenta y suavemente,
fue a tocar aquella segunda hilera. Cerré los ojos, intentando captar la
formidable energía que, sin lugar a dudas, almacenaba aquella reliquia. Mi
alma necesitaba desesperadamente una señal, un simple recuerdo, quizá el
fugaz perfume de unas piedras que habían sido mudos testigos de la presencia
del Cristo... Un llanto dulce y sosegado fue la única respuesta.
Cuando aquella lacerante tristeza estaba a punto de ahogarme, una mano fue a
posarse sobre mi hombro derecho. Por un instante me negué a abrir los ojos,
imaginando que aquel gesto -tan típico de Jesús- estaba sucediendo en “otro
tiempo"...
Pero al dirigir la vista hacia el hombre que tenía a mi lado, un destello verdoso
me devolvió a la trágica realidad. Era un paracaidista del Ejército judío, con su
uniforme de camuflaje y una metralleta colgada del hombro izquierdo y con el
cañón apuntando hacia tierra. En torno a su cuello presentaba el más singular
manto de oración que yo hubiera visto frente al muro de los Lamentos: dos
cananas, con un brillante enjambre de balas, relampagueando al tibio sol de la
mañana.
El joven -quizá se trataba de un judío ortodoxo que cumplía su servicio
militar- me miró en silencio. Y tras dibujar una sonrisa, hizo un solo
comentario:
-Hermano, el espíritu divino está siempre presente en estas piedras. Aunque
no seas judío, reza, pídele a Dios... Tus deseos se verán satisfechos.
No sé ciertamente si correspondí a su sonrisa. El caso es que me sentí aliviado
y, siguiendo su consejo, recé en silencio y con toda la fuerza de mi mermado
corazón. Al hacerlo, otras inolvidables palabras del Maestro brotaron en mi
cerebro:
“Ninguna súplica recibe respuesta, a no ser que proceda del espíritu. En
verdad, en verdad te digo que el hombre se equivoca cuando intenta canalizar
su oración - sus peticiones hacia y el beneficio material propio o ajeno. Esa
comunicación con el reino divino de los seres de mi Padre sólo obtiene
cumplida respuesta cuando obedece a una ansia de conocimiento o consuelo
espirituales. Lo demás, las necesidades materiales que tanto os preocupan no
son consecuencia de la oración, sino del amor de mi Padre" (1).
En esos momentos comprendí que buena parte de mi angustia nacía de un



17
deseo egoísta: sólo pretendía saciar mi curiosidad e instintos mas íntimos. Y
allí mismo pedí perdón, suplicando
---
(1) Estas y otras palabras de Jesús de Nazaret en torno a la oración, aparecen
en Caballo de Troya (páginas 251 y siguientes.) (N. de J. J. Benítez).---
al Padre que, si nuestra segunda “aventura" llegaba a materializarse, me diera
luz y fuerza para vivirla y aprovecharla, con el único fin de beneficiar a las
generaciones futuras.
Algo más calmado, me alejé de aquel lugar, dirigiéndome hacia el extremo
derecho del muro: el lugar destinado a las mujeres. Bordeé la barrera metálica
que separa ambos sectores y, tomando mi viejo cuaderno denotas, escribí tres
palabras: “Volver con Él.”
Aquélla era, y es, una de las costumbres más extendidas entre las personas que
visitan el muro de las Lamentaciones: escribir en un papel alguna oración o
deseo particular y, tras doblarlo, introducirlo en alguna de las ranuras
existentes entre los grandes sillares de piedra (1). La tradición popular asegura
que tales peticiones siempre se cumplen. Dado que ningún hombre puede
entrar en el citado sector femenino, supliqué a una turista que depositara mi
“mensaje" en la muralla. La mujer, complaciente, lo hizo al momento. Y allí
quedó -y allí supongo que estará aún-el breve, sincero e intenso ruego. Hoy
puedo dar fe que, al menos en mí caso, la creencia popular está en lo cierto...
El resto de mi paseo por la Ciudad Vieja no contribuiría precisamente a
levantar mi ánimo. Todos los lugares por los que acerté a caminar se hallaban
irreconocibles. No guardaban prácticamente parecido alguno con aquella
Ciudad Santa del año 30. Era lógico. Si la memoria no me falla, desde el año
587 antes de Cristo, fecha de la destrucción de Jerusalén y del Templo por
Nabucodonosor, la Ciudad Santa había padecido 16 invasiones, siendo
arrasada y vuelta a edificar en más de una de cena de veces (2). Era absurdo
que pretendiera ver y reconocer
---
(1) Antaño, incluso, cuando los israelitas estaban a punto de iniciar un viaje,
depositaban un clavo de hierro entre las grietas del muro occidental, en señal
de apego a su patria. (N. del m.)
(2) He aquí, como muestra de lo que afirmo, algunos de los más notables
episodios vividos por Israel -y por Jerusalén en particular- a partir del referido
año 587 a.C.:
El año 539 a.C., el rey persa Ciro conquista Babilonia, permitiendo a los
judíos su vuelta a Jerusalén. El Templo sería reconstruido por Zorobabel. En
el 334 a.C., Israel es conquistada de nuevo. Esta vez por Alejandro el Magno.
Tras su muerte es controlada por los Piolomeos de Egipto. En el 198 a.C.,
Antioco II de Siria vence a los egipcios e Israel pasa a manos de los
Seléucidas. En el 175 a.C., Antioco IV es coronado y ordena la supresión del
culto a Dios. Profana el templo, ofreciendo sacrificios paganos en su altar. En
el 167 a.C., los judíos se levantan contra los Seléucidas y lo derrotan. En el.año 64 a.C., Pompeyo conquista
Israel. Un tiempo después, en el 40 a.C., los
partos derrotan a los romanos y conquistan el país. En el 39 a.C., Herodes el
Grande vence a los partos y reina hasta el 4 a.C., siempre bajo el mando de
Roma. Ya en el siglo I de nuestra Era, en el año 66, los judíos se rebelan
contra el Imperio romano. En el año 70, Tito reprime la rebelión y- destruye la
---
en la actual explanada del Domo de la Roca el magnífico Segundo Templo o,
en el barrio musulmán, el primitivo trazado de las callejuelas que había
recorrido...
Al entrar en el gigantesco rectángulo donde antaño se había levantado el
magnífico templo de Herodes, un guía, a media voz, explicaba a un nutrido
grupo de curiosos y respetuosos turistas ingleses cómo muchos rabinos y
judíos de Mea Shearim (el barrio religioso de la ciudad) sólo aceptan caminar
descalzos o incluso, se niegan, a pisar la explanada sobre la que nos
encontrábamos. Según estos estrictos observadores de la Ley judía, “allí se
encuentra sepultada la famosa arca de la Alianza, siendo aquél, por tanto, un
lugar sagrado".
A decir verdad, mientras me dirigía a las mezquitas que ocupan hoy el terreno
del Segundo Templo -la de EI-Aksa y la conocida como el Domo de la Roca-tuve
que reconocer que aquél era uno de los escasos puntos donde los



18
humanos no han caído aún en el lamentable tráfico comercial existente en lo
que los cristianos llaman “santos lugares". Allí todo es silencio y
---
ciudad. En los años 132-135 se registra una nueva revuelta judía, dirigida por
Bar-Kojvá. El emperador Adriano vence. destruyendo Jerusalén. La
reconstrucción se produce poco después y Jerusalén recibe el nombre pagano
de Adra Capitolina. En los años 330-634 se produce la dominación bizantina.
Tras la conversión al cristianismo de Constantino se construyen numerosas
iglesias en la Ciudad Santa. En el 614, nueva invasión. Esta vez protagonizada
por los persas. Centenares de iglesias fueron destruidas. El 636, los
musulmanes conquistan Palestina, convirtiendo a Jerusalén en su tercera
ciudad santa, después de La Meca y Medina. En el 1009, el califa fatimita
Jakem destruye la iglesia del Santo Sepulcro y otros santuarios cristianos,
iniciándose así 200 años de luchas entre Oriente y Occidente y dando lugar a
las famosas Cruzadas. En 1099. la Ciudad Santa cae en poder de los cruzados.
En el 1187, Saladíno, príncipe árabe, derrota a los cruzados en los llamados
Cuernos de Hillin, poniendo fin al Reino Latino de Oriente. En 1263, -otro
sultán, el mameluco Baibars, de Egipto, conquista las fortalezas y el litoral
que seguían en manos de los cruzados. En los siguientes 250 años
permanecerán bajo dominio mameluco. En el 1400, tribus monticas, dirigidas.por Tamerlán, invaden Israel. En
1517 son los turcos quienes entran en
Palestina a sangre y fuego. Durante cuatro siglos, -así formará parte del
Imperio otomano. En 917, durante la primera guerra mundial, Palestina es
ocupada por tropas aliadas, dirigidas por el general Allenby. Ese año es
recordado como el de la Deelar-ación balfour para la creación en Palestina de
un Hogar Nacional Judío. En 1922, el mandato británico sobre Palestina es
confirmado por la Liga de las Naciones. En 1947, la Organización de las
Naciones Unidas establece un plan que divide Palestina en un Estado judío y
otro árabe.
En 1948 finaliza el mandato británico y el 14 de mayo, el Consejo Nacional
Judío proclama el nacimiento del Estado de Israel. Pero el nuevo Estado es
invadido por los países vecinos. Al terminar la guerra, Palestina queda
dividida entre Israel y Jordania. (N. del m.)
---
recogimiento. La venta o el trapicheo de recuerdos más o menos santos o
religiosos están prohibidos terminantemente.
Frente a la mezquita Lejana o de EI-Aksa (1), situada al sur del gran
rectángulo, mi espíritu volvió a estremecerse. Por detrás y a la izquierda de su
cúpula de plata se distinguía buena parte del monte de los Olivos y, en su falda
occidental, Getsemaní. El súbito descubrimiento de la colina y de la ladera por
la que había trepado y descendido en tantas ocasiones desencadenó en mi una
casi violenta reacción. Y, dando media vuelta, me retiré a grandes zancadas,
rumbo a la hermosa mezquita de Omar o del Domo de la Roca (2).
Apenas si me detuve unos instantes junto a la “Octava Maravilla del Mundo”.
Aquél, en mi opinión, es el lugar exacto donde hace dos mil años, se levantaba
majestuoso el Santuario propiamente dicho- Allí mismo, muy cerca de algunas
de las caras del octógono de 60 metros de diámetro que constituye el exterior
de la mezquita -quizá en las orientadas al sur o suroeste-, se hallaron en otro
tiempo las escalinatas de acceso al Templo, en las que yo había visto y
escuchado al rabí de Galilea.
Allí, en aquella explanada, yo había asistido al insólito espectáculo de un
Jesús firme y seguro, látigo en mano, abriendo los portalones del sector norte
del llamado atrio de los Gentiles y provocando la estampida de los animales
destinados a los sacrificios sagrados. Durante segundos, en el silencio del
lugar, pude escuchar los mugidos de los bueyes, el griterío de los cambistas de
monedas y el estruendo de las mesas y tenderetes al ser volcados por el
ganado. Qué lejos y qué cerca parecía todo!
---
(1) Construida entre los años 709 y 715 por el califa EI-Walid, hijo de Abdel
Malek, que edificó la otra mezquita: la del Domo de la Roca. La de EI-Aksa.se encuentra casi exactamente
sobre lo que fue el palacio de Salomón. (N. del
m.)
(2) En el año 135 de nuestra Era, el emperador Adriano levantó en este lugar
un templo dedicado al dios Júpiter. Desde entonces fue considerado como un



19
lugar maldito. En el 636, tras la invasión árabe, el califa Omar limpió de
escombros el monte Mori , construyendo una mezquita que todavía hoy lleva
su nombre. Los musulmanes identificaron la roca o cumbre del monte Mori
con el lugar desde el que Mahoma había subido a los cielos en un caballo
alado. Según otra tradición, esta roca blanca fue el punto donde Abraham
estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac. Los árabes, en cambio, consideran
que el hijo en cuestión era Ismael. En el año 691,Abdel Malek, de la dinastía
de los Omeyas, restauró la primitiva mezquita, convirtiéndola en lo que hoy
conocemos. Bajo la cópula, fabricada a base de hojas de aluminio bañadas en
oro que la hacen centellear al sol de Jerusalén, se encuentra, como digo, la
roca o cúspide del monte Mori . Alcanza 45 metros de longitud por 11 de
anchura, elevándose otros 2 por encima de la superficie circundante. En el
mundo islámico, el Domo de la Roca es el tercer lugar sagrado, después de la
Káhaba de La Meca y la tumba del Profeta en la ciudad de Medina. (N. del
m.)
---
A treinta o cuarenta metros hacia el noroeste, en lo que es actualmente el
límite norte del monte del Templo, imaginé por un momento la casi
inexpugnable y orgullosa fortaleza Antonia. Y nuevos y vivos recuerdos
acudieron a mi mente. Del formidable “cuartel general" romano no queda casi
señal o vestigio alguno. Todo ha desaparecido (1). Mejor dicho, todo no...
Yo había tenido ocasión de visitar, tiempo atrás, el convento de las Hermanas
de Sión, donde se venera por los cristianos el famoso litóstrotos o patio
pavimentado por grandes losas, perteneciente, al parecer, a la primitiva
fortaleza Antonia (2). Para algunos, éste fue el sitio donde el Cristo fue
juzgado por Poncio Pilato y presentado a la multitud después de la flagelación.
Otros arqueólogos y exégetas, más prudentes, no están tan seguros.
Tras descender por unas breves escalinatas situadas en la esquina
noroccidental del monte Mori y dejar a mi derecha -en lo que fuera el corazón
de la fortaleza Antonia- un recoleto paseo, flanqueado por jóvenes cipreses,
me introduje sin más dilación en el convento de las Hermanas de Sión, en
pleno barrio árabe. Mi espíritu volvió a inquietarse. Aunque comprendo que, a
veces, estas cosas son necesarias o irremediables, no pude evitar un
sentimiento de rechazo. Nada más cruzar bajo la pequeña puerta del santuario
apareció ante mi un luminoso establecimiento,
---.(1) La fortaleza Antonia fue totalmente arrasada por el general romano Tito, al
romper el cerco judío en el año 70. Durante siglos sólo fue un montón de
escombros sobre el que se levantaron diversas construcciones. Poco a poco, en
la edad moderna, la arqueología ha ido fijando su posición exacta. En la
actualidad, que fue la fortaleza que reconstruyera también Herodes el Grande
alberga una escuela musulmana, un monasterio de la Orden Franciscana y el
referido convento de las Hermanas de Sión. En este último lugar es donde se
encuentra, en mí opinión, el vestigio más claro de una de las instalaciones del
"cuartel general" romano durante las fiestas de la Pascua judía. (N. del m.)
(2) El litóstrotos, que en griego significa" patio pavimentado de losas
grandes", fue descubierto al este del supuesto emplazamiento de la fortaleza
Antonia. En base al texto de Juan el Evangelista (19.13) -"Entonces Pilato
oyendo estas palabras llevó a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio
llamado litóstrotos"-, algunos especialistas bíblicos, como digo, creen ver en
dicho recinto el escenario de parte del juicio del procurador romano a Jesús de
Nazaret y de su presentación al pueblo judío. Otros, en cambio, piensan que el
litóstrotos pudo ser el patio principal de Antonia, donde el Cristo fue flagelado
y de donde saldría con el madero o patibulum, rumbo al Gólgota. La
fundación del convento de las Hermanas de Sión se debe a un judío converso,
el padre Ratisbone. Entre 1931 y 1937, la madre Godeleine y el padre Vicente,
de la Escuela Bíblica de Jerusalén, excavaron el lugar, descubriendo el
pavimento en cuestión. Recientemente, arqueólogos ingleses y el profesor
judío Kaufman han lanzado una tercera hipótesis: el litóstrotos podría datar
del año 135 d.C. (del tiempo de Adriano). (N. del m.)
---
cargado hasta los topes de toda clase de recuerdos de la capilla de la
Flagelación o del venerado litóstrotos: desde medallas y escapularios hasta
camisetas, ceniceros, artesanía, postales, bustos policromados de escayola de
María o de su Hijo, réplicas de la columna de la flagelación y un interminable



20
etcétera, por no hablar de los juguetes japoneses o refrescos. - Aquel lugar,
como otros muchos, por no decir la mayoría, se había convertido en un
excelente negocio... a costa de Jesús de Nazaret y de sus padecimientos. Y
otras frases del Cristo, pronunciadas en la madrugada del lunes, 3 de abril, en
la casa de Lázaro, en Betania, acudieron a mi mente:
“... Mi alma sufre por los hijos de los hombres, porque están ciegos en su
corazón; no ven que han venido vacíos al mundo e intentan salir vacíos del
mundo. Ahora están borrachos. Cuando vomiten su vino, se arrepentirán.”
Quizá lo más doloroso de aquel “cambalache" es que, al igual que sucediera
con Anás y los restantes sacerdotes -propietarios del negocio de los
intermediarios en el atrio del Templo-, ahora, dos mil años después, los que se.dicen sacerdotes o religiosos al
servicio del Hijo de Dios siguen consintiendo
o participando en transacciones comerciales, que nada tienen que ver con lo
que El deseaba y pretendía. Y esto, precisamente allí, escenario de tan trágicos
momentos, empaña considerablemente la grandeza del lugar. Mientras
caminaba hacia la sala abovedada donde se exhibe el liróstrotos me pregunté
qué habría sucedido si el rabí de Galilea hubiera expresado el menor deseo de
que sus ropas, objetos personales, etc, fueran conservados y reverenciados...
Por fortuna conocía bien la debilidad de la naturaleza humana y tuvo sumo
cuidado de no cometer semejante error. A pesar de ello, los cristianos, lejos de
practicar las enseñanzas de la religión “de" Jesús, cayeron desde los primeros
tiempos en lo que, justamente, no deseaba el Maestro: una religión, una forma
de ser y unos ritos “a propósito" de Jesús...
Al ver las lajas rectangulares, que se supone cita Juan en su Evangelio, sentí
un escalofrío. Algunas de las enormes y desgastadas losas -estriadas para
evitar que los caballos resbalasen- eran parecidas a las de caliza dura que
había visto y hallado en el patio central de Antonia. La pulcritud de las
religiosas responsables del liróstrotos rotos y el paso de los siglos las habían
transformado en cierta medida, proporcionándoles un especial brillo. Pero
aquel pavimento no correspondía al del gran patio adoquinado a base de
cantos rodados y situado en el sector norte de la fortaleza, en el que se había
congregado la multitud la mañana del Viernes Santo. Sólo el enlosado de la
terraza situada frente a dicha explanada. y en la que se celebró el debate entre
Poncio y los sacerdotes judíos, guardaba semejanza con lo que tenía ante mi.
A decir verdad, Juan el Evangelista no cometió error alguno al comentar que
el Maestro fue llevado ante Pilato, “en el tribunal” en el sitio llamado
“lihtóstrotos". Lo que sí puede ser craso error es asociar este pavimento del
convento de las de Sión con el “tribunal" en el que se sentaba el procurador
romano. La justificación al margen de mi propio testimonio, y que debería ser
contemplada por los exégetas y arqueólogos bíblicos, está grabada
precisamente en algunas de esas losas. En ellas se aprecian un conjunto de
rayas, practicadas con espadas u objetos punzantes, que todos los expertos han
identificado como una especie de juego de rayuela o “juego del círculo" -del
que habla Flavio-, y al que eran muy aficionados los legionarios romanos.
Como ya hice referencia en otra parte de mí diario, sobre una de las lajas del
patio central pude distinguir un círculo y una raya tortuosa que discurría entre
diversas figuras (una corona real y una “B"). Los soldados, uno tras otro,
lanzaban cuatro dados marcados con letras y números, cantando jugadas como
la de “Alejandro”, la de "Darío", “el Efebo" o la que remataba la partida: la
del “Rey". Por pura lógica, un divertimento de esta índole -que obligaba a.marcar y dañar un enlosadodifícilmente
hubiera tenido como escenario un
lugar tan solemne como el litóstrotos, donde Poncio impartía justicia.
Si, en cambio, el patio porticado del cuartel romano, punto de confluencia de
los hombres francos de servicio y en el que no tenían lugar demasiados actos
oficiales.
Cuando me disponía a salir de la cámara, el susurro de otro guía turístico,
comentando los detalles y pormenores del citado “juego del Rey", me retuvo.
“Según la tradición -explicó el hebreo-, si un reo aceptaba jugar, y ganaba la
partida, podía salvar la vida... En el caso de Jesús -concluyó el buen hombre
con una sonrisa-, los legionarios romanos no aceptaron porque sabían que el
Galileo podía ganar..."
Algo reconfortado por la ingenuidad de aquel guía dejé atrás el convento de
las Hermanas de Sión, adentrándome en la llamada por los cristianos vía
Dolorosa (barrio Al-Mujahedeen), que forma parte de un intrincado laberinto


21
de callejas estrechas, malolientes y, en ocasiones, cubiertas, en pleno mercado
oriental. Como en la Jerusalén del año 30, aquel sector-hoy ocupado por
musulmanes- así conservaba un cierto parecido con lo que yo había conocido:
pasadizos y calles a cuál más angosto, precariamente empedrados en la
mayoría de los casos, surcados de canalillos pestilentes y, a ambos lados, un
sinfín de tenderetes y diminutos establecimientos infectos en los que se
guisaba, vendía o comerciaba con todo lo inimaginable. Confundido,
abriéndome paso con dificultad entre aquella marea humana -mezcla de
turistas, árabes arreando asnos cargados con voluminosos fardos, mujeres con
el rostro cubierto por velos y balanceando grandes cántaros de arcilla sobre
sus cabezas, religiosos de todas las confesiones y algún que otro rabino
presuroso, luciendo su tradicional indumentaria: levita larga y negra como la
noche y sombrero de ala ancha y terciopelo igualmente azabache, con luengas
barbas y patillas acaracoladas cayendo desde las sienes- logré acceder al fin a
otro de los santuarios de la Ciudad Vieja. Sin duda, el más santo para el
cristianismo: la iglesia del Santo Sepulcro.
No fue fácil desembarazarse de la chiquillería que, desde el instante en que
pisé la supuesta vía Dolorosa (1), asaltan prácticamente al viandante
extranjero o con aspecto de turista, metiéndole por los ojos toda clase de
mercancías. Recuerdo con desolación cómo uno de los viernes, a las tres de la
tarde, cuando me encontraba en pleno adiestramiento, acerté a pasar por la
mencionada vía Dolorosa, coincidiendo con una tradicional y semanal
procesión que organizan los padres franciscanos. Aquel espectáculo me
conmovió. Mientras los religiosos y fieles avanzaban lenta y pausadamente
por las calles, ora de rodillas, ora cargando grandes cruces, a uno y otro lado,.los propietarios de los comercios
seguían pregonando sus artículos y
souvenirs, ajenos y sin el menor respeto hacia aquellos devotos cristianos.
Pero aquel descarado e irritante negocio se ve eclipsado ante lo que, para mi,
constituye una de las más negras y frías afrentas que pueda concebirse en un
lugar tan sagrado y especial como el del Santo Sepulcro...
Ahora me pregunto si no debería haber omitido estas nada edificantes
experiencias. Pero es preciso que sea fiel a mis propios sentimientos y
absolutamente claro y sincero.
La verdad es que tampoco tiene mayor trascendencia que la roca del Gólgota -casi
oculta bajo la basílica del llamado Santo Sepulcro- estuviera, o no, unos
metros más al norte o al sur de su actual y pretendida ubicación. Lo que
importa es que éste sí fue el paraje real y concreto donde se desarrollaron las
dramáticas horas finales del Nazareno. Ni siquiera la circunstancia de que la
tumba de Cristo haya sido marcada por la religión y las tradiciones a tan
escasa distancia del lugar de ejecución debería revestir problema alguno.
(Como también especifiqué con anterioridad, la propiedad de José de
Arimatea -una pequeña finca de recreo y descanso- se hallaba relativamente
retirada del Gólgota.) No era habitual, ni lógico, que este tipo de propiedades
fuera fijada prácticamente al pie de un lugar tan tétrico
---
(1) Digo "supuesta" vía Dolorosa porque, tal y como relaté en anteriores
páginas de este diario, el camino que siguió Jesús de Nazaret desde el interior
de la fortaleza Antonia al Gólgota en la mañana del viernes, 7 de abril del año
30, no fue el que tradicionalmente veneran los cristianos. Las circunstancias
políticas, como expliqué, aconsejaron al oficial romano elegir otra vía: la que
rodeaba el exterior de la muralla norte de la Jerusalén de entonces. Como ha
ocurrido con otros "santos lugares”, la tradición no estuvo muy afortunada a la
hora de fijar con exactitud dónde ocurrieron tan importantes sucesos. (N. del
m.)
---
como el de las ejecuciones públicas. A mi “regreso” de la Jerusalén del año
30, tras consultar mapas y recorrer la zona, estoy convencido que la gruta que
albergó el cadáver de Jesús se encuentra en algún punto del extremo
nororiental del actual barrio árabe. Concretamente, entre la iglesia de Santa
Ana y el Museo Rockefeller; este último, fuera del citado barrio. Quizá algún
día, si se practican excavaciones en dicho sector, el mundo pueda descubrirlo
(1).
Lo que sí me pareció indigno del lugar que se pretende venerar fue un hecho
que me tocó vivir en aquella agitada mañana Durante un buen rato



22
deambulé sin rumbo fijo por las oscuras y recargadas capillas, absurdamente.divididas entre los griegos
ortodoxos y los católicos romanos (2),
descendiendo incluso a una de las criptas donde, según la tradición, Santa
Elena había hallado las tres cruces, “arrojadas a una especie de basurero por
los soldados romanos, una vez concluidas las crucifixiones" (3).
---
(1) El actual pintoresquismo de los llamados “Santos Lugares" llega al
extremo de que, un poco al norte de la puerta de Damasco, el visitante puede
encontrar "otro Gólgota". Todo arranca del año 1883, cuando el general
británico C. Gordon asoció un montículo allí existente con la forma de una
"calavera". La existencia en la roca de una tumba del siglo ¡contribuyó -y de
qué forma!- a dividir las opiniones. En 1892, la sociedad del Jardín de la
Tumba compró el lugar, siendo visitado desde entonces por numerosos
peregrinos- Personalmente no comparto el criterio del buen general inglés.
Entre otras razones, por que la citada puerta de Damasco y la muralla en la
que se encuentra no existían en tiempos de Cristo. El verdadero Gólgota
estaba mucho más próximo, en las cercanías de la puerta de Efraim. (N. del m)
(2) La actual iglesia del Santo Sepulcro, construida en gran parte por los
cruzados en el año 1149, está dividida entre seis confesiones religiosas, de
acuerdo con un statu quo decretado en 1852 por los turcos, ante las constantes
peleas y auténticas "batallas campales" que protagonizaban, y aún
protagonizan, los diferentes credos que disfrutan de su propiedad. Lo que
realmente constituye el Gólgota o Calvario está ocupado por dos capillas,
pertenecientes a las sectas más prósperas y poderosas: la griega ortodoxa y la
católica romana- La primera -la griega- ocupa el lugar donde se supone que
Cristo fue crucificado. La católica corresponde, según la tradición, al punto
donde Jesús fue despojado de sus vestiduras. Casi un tercio de la base donde
descansan ambas capillas reposa a su vez sobre la roca del Gólgota
propiamente dicha. Sólo una pequeña porción de la misma puede ser
contemplada bajo el altar dedicado a la Virgen de los Dolores, así como en la
parte inferior de otra capilla: la de Adán. (N. del m.)
(3) Esta tradición tiene escaso fundamento. La realidad es que los legionarios
romanos no acostumbraban a despreciar las cruces donde llevaban a cabo las
ejecuciones. Es más: el madero vertical o stípe permanecía fijo en el suelo.
Las peripecias de esta "atormentada" iglesia se remontan al siglo IV. En el año
324, cuando fue edificada por primera vez, quedó casi en el centro de lo que
era entonces la Jerusalén amurallada. Según todos los vestigios arqueológicos,
unos once años después
---
En otra de las dependencias volví a encontrarme con la "columna de la
flagelación”: un delicado y costoso mojón de mármol rojo, de unos cincuenta.centímetros de altura y con un
mimado basamento. No pude por menos que
sonreír. Aquella especie de millar jamás pudo ser utilizado para atar
caballerías. Era demasiado caro y exquisito...
Y de pronto me encontré frente a un grupo de turistas, que hacía cola para
visitar la no menos supuesta tumba del Galileo (1). Aquél era uno de los
santuarios que yo me había negado a inspeccionar durante mi etapa de
entrenamiento. Creo haberlo mencionado ya: tanto la dirección de Caballo de
Troya como yo mismo consideramos que, para determinadas fases de la
misión, era mejor prescindir de las informaciones ya existentes. Ello nos
proporcionaba un mayor grado de objetividad. De ahí que, al unirme al
paciente grupo, sintiera una inevitable curiosidad. Era del todo imposible que
la gruta que sirvió de enterramiento a Jesús de Nazaret se hallara tan próxima
al Calvario. (Apenas veinte o treinta metros en el interior de la iglesia.) Pero
decidí echar un vistazo.
El monumento que cubre y protege en la actualidad dicha sepultura,
excesivamente recargado y con una gran cúpula de estilo ruso, es tan
sumamente angosto que sólo permite el paso de cuatro o cinco personas a un
tiempo. A gran velocidad, casi mecánicamente, los turistas que me precedían
fueron entrando y saliendo de la tumba. Cuando me tocó el turno,
sinceramente, quedé horrorizado. En un estrechísimo cubículo de apenas dos
metros de largo por uno de ancho y otros dos de alto puede contemplarse, a la
derecha de la estancia, una laja de mármol que no supera el metro y setenta
centímetros de longitud. Era



23
---
de la muerte de Cristo (año 30), el Gólgota ya había quedado dentro del
recinto de la ciudad, gracias a la muralla construida por Herodes Agripa en el
citado año 44. En el 135, el emperador Adriano, tratando de borrar los lugares
venerados por cristianos y judíos, ordenó la construcción de un templo a
Júpiter en los puntos donde, según la tradición, se hallaban el Gólgota y la
tumba de Cristo- Y lo mismo sucedería con la gruta de la Natividad, en Belén.
Tomando como referencias los mencionados templos paganos, la reina Santa
Elena, madre del emperador Constantino, erigió en el año 326 una magnífica
basílica en los lugares ocupados por el Calvario y la supuesta tumba de Jesús.
En el 614, los persas la destruyeron y fue levantada nuevamente por el abate
Modesto. En el 1009, el califa Jakem la arrasaría, siendo la destrucción de esta
iglesia una de las causas de las Cruzadas. En el 1048 sería restaurada por
Constantino Monómaco. (N. del m.)
(1) Una descripción detallada de la cripta donde fue sepultado Jesús aparece
en las páginas 474 y siguientes de mi anterior obra Caballo de Troya, que
corresponde a la primera parte del diario del mayor norteamericano. En ella,.en efecto, se dice que el techo de
la gruta se hallaba a 1,70 metros y que la
estancia era cuadrada: de unos tres metros de lado. (N. del autor.)
---
imposible que el cuerpo del Cristo. con su 1,81 metros de estatura, hubiera
encajado en posición horizontal sobre dicho banco de piedra. Pero estas
apreciaciones. insisto, eran lo de menos.
Lo que me exasperó fue la actitud del pope griego que permanecía en pie al
lado de la cabecera de la dudosa tumba. Su principal, yo diría que única,
misión consistía en hacerse con los billetes-si eran divisas tanto mejor- que
cada visitante se veía casi forzado a regalar. La "operación" por parte de los
codiciosos griegos ortodoxos era perfecta. Al entrar en la reducidísima
cámara, los cuatro o cinco emocionados y temblorosos fieles se ven abordados
por un "ayudante" del hierático pope, quien, mostrándoles un puñado de finas
velas negras y sin casi pronunciar palabra alguna, les da a entender que lo
correcto es dejar una buena "limosna". Por si el sorprendido visitante duda o
no sabe qué cantidad de dinero debe dejar, los astutos "propietarios" de la
tumba van depositando los billetes más fuertes (dólares, marcos alemanes,
etc.) al pie de uno de los cirios situados en la citada cabecera, junto al
vigilante sacerdote. El "abordaje” es tan descarado y fulminante que son muy
escasas las personas que se niegan a participar en semejante “cambalache". Y
lo mas doloroso es que, una vez consumado el “asalto'“ no hay tiempo para
nada más. Ni siquiera para musitar un apresurado padre nuestro. (Es preciso
que recuerde que la inmensa mayoría de los que desfilan por la tumba de
Cristo está convencida que aquélla es la roca sobre la que reposó el cadáver
del Salvador. Algo tan grande y emotivo como para, al menos, poder orar o
meditar durante unos minutos. Pero hasta eso está sutilmente “prohibido” por
los modernos Anás y Caifás...)
Una vez prendidas las velas, el grupo es invitado -casi empujado- a abandonar
el lugar, con la excusa de que son muchos los fieles que todavía aguardan en
el exterior. En eso tienen razón, aunque las verdaderas intenciones de los
griegos-ortodoxos apuntan en otra dirección. Si tenemos en cuenta que a lo
largo de cualquier Semana Santa visita dicha cripta un promedio de 46 000
individuos y que la media de dinero donado por persona es de unos cinco
dólares USA, no hace falta ser muy despierto para intuir cuáles son esas
"intenciones”... Como dicen los israelitas, la tumba de Jesús de Nazaret es una
“fuente de oro”.
¿Qué negocio de esta índole reporta un beneficio medio y diario de 15 000
dólares?
Fue quizá un momento de debilidad. Pero, ante semejante abuso, no pude
contenerme. Por supuesto, no entregué un solo centavo. Y encarándome con el.impasible pope, le recriminé lo
que consideraba un deshonesto “alquiler" de la
tumba del Nazareno. El griego acarició sus negras y desaliñadas barbas y,
mirándome con displicencia, argumentó:
-Nadie le obliga, hermano...
-Claro...
No hubo tiempo para más. El "ayudante”, obedeciendo una significativa y
estudiada mirada del sacerdote, hizo presa en uno de mis brazos y, suave pero



24
firmemente, me arrastró hacia la salida.
Dolorido e indignado no me detuve hasta alcanzar la muralla sur de la Ciudad
Santa. ¿”Ciudad Santa"? Dios mío!, que poco han cambiado las cosas...
Una ligera brisa me recibió bajo el arco de la puerta de Sión, al final del barrio
armenio. Me detuve, buscando serenar mi espíritu. En el fondo, ¿quién puede
cambiar tan drásticamente las tendencias y debilidades humanas? Quizá algún
día -como profetizó el Maestro- “el mundo salga del invierno materialista para
entrar en la primavera espiritual..”. Pero eso parece aún lejano.
Al abordar la calzada de Hativat Etzioni, entre las murallas de la Ciudad Vieja
y el monte Sión, el instinto fue mi único guía. Al cabo de unos minutos me
hallaba en el filo de las profundas barrancas del valle del Hinnom, donde,
antaño, estuviera ubicado el basurero de la Jerusalén bíblica: la Gehenne
mencionada en los Evangelios canónicos. Aquella tortuosa depresión,
salpicada de rocas y peñascales, no había variado demasiado.
El principal y más agudo recuerdo de aquel desfiladero era la ansiosa
búsqueda, en la mañana del sábado, 8 de abril del año 30, en compañía del
joven Juan Marcos, del desaparecido Judas.
Traté de orientarme, en un absurdo afán por reconocer el punto exacto sobre el
que se había despeñado el infeliz apóstol. Recordaba muy bien que el cuerpo
yacía en el fondo de aquella garganta, a unos cuarenta metros de profundidad.
Retrocedí hacia el oeste, bordeando la zona donde se levantan hoy la tumba de
David y el Cenáculo. Fue inútil. Las sucesivas edificaciones y cambios en la
orografía habían borrado parte de la antigua y abrupta depresión. Quizá la
iglesia de San Andrés, al borde de la Derecha del Hevrón, sea el rincón más
aproximado. Pero no podría asegurarlo. Resulta triste que la Cristiandad -a
pesar de haber sido un traidor- no haya erigido un simple y modesto
monumento a la memoria de un personaje tan importante y -¿por qué no?- tan
cercano al Maestro. Ojalá estas líneas muevan a alguien a emprender la
caritativa -no sé si justa- empresa de plantar una cruz en el fondo o en el filo
del valle del Hinnom, en memoria del Iscariote. Por mi parte, tras recoger en
una de las laderas de la barranca un puñado de primerizas margaritas y
arroparlas en un manojo de verdes y brillantes mirtos salvajes, muy
abundantes entre los roquedales, arrojé el improvisado ramillete al corazón del.desfiladero. Nunca logré
explicarme satisfactoriamente el porqué de aquel
sincero gesto. Quizá, en ocasiones, me sienta más atraído por los hombres
derrotados o equivocados que por los justos o intachables. “Él", después de
todo, también había amado a Judas. Y en cierta ocasión había dicho: “... Dios
es tan liberal que permite, incluso, que te equivoques... Cuando llegue el caso,
pide explicaciones a tu hermano, pero nunca le odies. Solo cuando miréis a
vuestros hermanos con caridad podréis sentiros contentos.”
Eché una última mirada a mi modesta ofrenda, confundida entre los abrojos y
arbustos que crecen dolorosamente en las grietas rocosas del fondo y,
reconfortado, deshice el camino que serpentea paralelo sobre el Hinnom,
tomando las calzadas de Malchisedek y Ha Ofel. Bajo el famoso pináculo del
Templo, en el extremo más oriental de la Ciudad Vieja, decenas de palomas -como
hace dos mil años- se acurrucaban en los huecos de la orgullosa muralla.
Pero mi atención se vio desviada por la falda oeste del monte de los Olivos. El
paso de los siglos y la construcción en dicha ladera de las conocidas iglesias y
santuarios de Getsemaní, Dominus Flevit (1), la tumba de la Virgen María, la
de Santa María Magdalena (2, y la de las Naciones (3), entre otras, han
trastocado el primitivo y genuino perfil del monte sagrado. A excepción de
algunos y aislados corros de olivos, el resto es igualmente irreconocible.
Caminé lentamente, siguiendo el curso de la muralla oriental del desaparecido
Segundo Templo, haciendo continuas paradas. Pero, salvo los precipicios que
van configurando la vieja torrentera del Cedrón y los cuatro monumentos
funerarios que todavía se levantan en el nacimiento de aquella ladera del
monte de las Aceitunas -atribuidos a Absalón, Josafat 14, Santiago y Zacarías-,
nada conserva su antiguo aspecto. Los viejos caminos que discurrían de
---
(1) Dominus Flevit o "Dios lloró” recuerda las lágrimas derramadas por Jesús
en la mañana del Domingo de Ramos. La primitiva iglesia, obra de los
cruzados, data del siglo XII. Tras su destrucción fue reconstruida en 1891 en
forma de “lágrima”. (N. del m.)
(2) También llamada la iglesia Rusa. Fue edificada en 1888 por el zar



25
Alejandro III, en recuerdo de su madre. Es propiedad de las monjas rusas. En
la cripta se encuentra enterrada la gran duquesa Elizabet Feodorovna, hermana
de la emperatriz Alejandra, muerta en Siberia en 1918 por los bolcheviques.
(N. del m.)
(3) La actual iglesia, una de las más hermosas de Jerusalén, fue edificada a
principios del siglo XX. Se la llama "de las Naciones" porque los fondos para
su construcción fueron donados por 16 países. En cada una de las cúpulas
puede admirarse el escudo, en mosaico, de cada una de las 16 naciones. Frente
al altar pude contemplar los restos de lo que la tradición cristiana considera.como una de las rocas de la agonía
de Jesús de Nazaret. La verdad es que la
basílica y la masa pétrea en cuestión se encuentran prácticamente en el fondo
del valle del Cedrón, y la referida “oración del huerto” tuvo lugar en una cota
superior, y algo más al norte, de la ladera occidental del monte de los Olivos.
(N. del m.)
(4) Las tradiciones judeocristianas aseguran que este estrecho valle del Cedrón
será el escenario del Juicio Final. (N. del m.)
---
una a otra parte, salvando el valle, y que el Galileo había frecuentado en sus
idas y venidas desde Betania o desde el campamento de Getsemaní, habían
sido borrados o sustituidos por modernas carreteras y vías asfaltadas.
Un viento frío empezó a soplar desde el noreste, arrastrando negras y
amenazadoras nubes sobre Jerusalén. Apenas si quedaban tres horas de luz y,
consciente de que nuestra próxima reunión en el Ramada Shalom había sido
programada para las 18 horas, aceleré el paso. Tampoco en aquellos
momentos sabía lo que buscaba. ¿Quizá algún escondido o remoto vestigio del
lugar donde el Maestro acostumbraba a plantar su campamento?
Conforme fui aproximándome al jardín de Getsemaní, aquel empeño iría
debilitándose. Como dije, ni siquiera el templo que recuerda el lugar del
prendimiento del Galileo está correctamente emplazado. Durante algunos
minutos ascendí por la estrecha carretera que se empina hacia la cumbre y que
desemboca en la mezquita de la Ascensión. Y tomando como referencia la
puerta Dorada del muro este del Templo ,ahora tapiada hasta “el fin de los
tiempos "Y giré a la izquierda, saliendo de la calzada. Si no me equivocaba,
no muy lejos de allí había vivido los intensos momentos de la “oración del
huerto" del proceso sanguinolento o “hematohidrosis" de Jesús. y en una cota
inferior, en el viejo y extinguido sendero, la llegada de la tropa romana y
levita y el accidentado prendimiento del Maestro . No tardé mucho en desistir.
Tras una corta incursión en un reducido campo en el que crecían unos
jovencísimos olivos, una serie de modernas fincas me cortó el paso. Todo
había sido arrollado por el progreso. Una vez más, perdido en mi propio
presente, lamenté que los seres humanos no hayan sabido o querido respetar
un entorno tan entrañable y sagrado como aquel. Sé que es un sueño
imposible, pero ¿no hubiera sido más emotivo y auténtico conservar, tal cual
eran, los lugares donde vivió el Cristo. Sin iglesias ni santuarios? Después de
estas decepcionantes vivencias, comprendo mejor a los seguidores del rabí de
Galilea que eligen rememorar su recuerdo, alejándose de los tradicionales
“santos lugares” y buscando aquellos parajes -montañas, desiertos, playas de
Galilea o campiñas- que siguen vírgenes y sin transformación alguna..Poco faltó para que, al descender hacia
la transitada carretera de Derech
Yericho -la que pasa frente a la iglesia de Getsemaní-, siguiera mi camino, en
busca de un taxi que me devolviera al hotel. Pero “algo" inexplicable, esa
especie de “ fuerza” interior que me acompaña desde 'entonces, me obligó a
detenerme frente a la puerta del Holy Place: el jardín donde se conservan y
miman ocho venerables olivos que, según la tradición, fueron los mismos que
cobijaron al Maestro. Tras sortear a los inevitables vendedores ambulantes y a
los árabes que se empeñan en montar a los turistas en sus camellos, penetré en
el silencioso y sosegado recinto. Empezaba a llover y la mayoría de los
escasos visitantes se precipitaba hacia la salida. Al ver los ancianos y
enroscados olivos sentí un estremecimiento. Algunos de aquellos vetustos y
gruesos ejemplares sí eran idénticos a los que crecían en la propiedad de
Simón "el leproso". Aferrado a la cerca de hierro que los separa y protege del
público y absorto en la contemplación de aquellos posibles testigos mudos del
paso de Jesús de Nazaret durante sus caminatas por la falda del Olivete. no me
percaté de la intensa lluvia que me empapaba. Hasta que, providencialmente,



26
casi como una aparición. Vi surgir de debajo de uno de los frondosos olivos, a
un personaje menudo que, a buen paso, se situó frente a mi. Con una luminosa
sonrisa, el franciscano me devolvió a la realidad, recordándome que estaba
lloviendo. Y sin más protocolos me hizo cruzar la verja, conduciéndome al pie
del gigantesco árbol del que le había visto separarse segundos antes. Era el
padre José Montalverne. Casualmente, jardinero de excepción y una de las
autoridades mundiales en el asunto de los añosos olivos de Getsemaní. Bajo
las brillantes hojas verdiblancas del improvisado "paraguas” se estableció
entre ambos una viva corriente de simpatía. Cuando le interrogué acerca de la
antigüedad real de aquellos ocho ejemplares, el religioso sonrió
maliciosamente,, como si aquella pregunta fuera habitual entre los peregrinos
que les visitan a diario. El amable y paciente franciscano me explicó entonces
que habían sometido una porción de un tronco abatido en 1954 a las pruebas
del carbono 14. Pues bien, según las tablas de Nieh-Bohr, aquella madera se
remontaba a 200 años antes de Cristo. Al replicarle que los romanos habían
ordenado la tala de todos los árboles que rodeaban Jerusalén (1), Montalverne,
sin inmutarse, me aconsejó que si deseaba mayor información sobre los olivos
no dudase en consultar con el profesor Shimón Lavee, director del Volcani
Agriculture Centre, en Betá Dagan. Lavee es considerado como el más grande
especialista del mundo en olivos. Y según este científico, “cualquier olivo de
Israel que tenga una circunferencia en su base de seis metros, tiene, al menos,
dos mil años”. El franciscano señaló entonces el rugoso y atormentado tronco
del árbol que nos resguardaba de la lluvia, añadiendo:
---.(1) Para muchos historiadores, este punto no aparece del todo claro. Flavio
Josefo escribe que Tito mandó cortar todos los árboles existentes alrededor de
la Ciudad Santa. Esto ocurría en el año 70. Otros especialistas, en cambio,
opinan lo contrario: que el general romano Vespasiano y su hijo Tito tuvieron
sumo cuidado en respetar los lugares sagrados. Y éste, Getsemaní o el "jardín
de Zorobabel", como lo denominan todavía los árabes, era considerado como
zona sagrada y monumental. Al parecer, dicho "jardín” fue plantado por orden
del rey Ciro de Babilonia, hacia los años 520-530 a.C. (N. del m.)
---
Y éste, querido amigo, tiene 11,80 metros.
La verdad es que no necesitaba de tantas explicaciones. Pero fueron bien
recibidas. Saltaba a la vista que algunos de los venerados olivos del huerto de
Getsemaní sumaban dos mil años o más.
Y movido por un íntimo deseo, tomé una de las ramas entre mis dedos,
aproximándola a los labios. El buen franciscano, conmovido quizá por aquel
espontáneo beso, se apresuró entonces a cortar un manojo de hojas,
entregándomelo. Yo sabía que aquello estaba prohibido. Una de las
justificaciones de la cerca metálica que rodea los ocho olivos es precisamente
ésta: evitar que el exceso de celo de los peregrinos asole los árboles (1). Y
agradecí doblemente su generosidad. Hoy, las espigadas, toda vía verdes y
queridas hojas son el único recuerdo físico de mi paso por Israel (2).
Entre las sombras del ocaso, con mi preciado “tesoro” entre las manos, regresé
finalmente a nuestro cuartel general: el Ramada Shalom. Eliseo me aguardaba
nervioso e impaciente.
“Algo” muy grave estaba sucediendo.
La preocupación de mis compañeros era más que justificada.
Durante su permanencia en la embajada USA en Jerusalén había circulado un
rumor -confirmado esa misma mañana- que podía precipitar la ya precaria
situación. Las autoridades jordanas habían detenido al jefe de los servicios
secretos de la organización guerrillera palestina Septiembre Negro, Abu
Daoud, cuando se disponía a pasar en automóvil a Jordania desde la vecina
Siria. Con él fueron capturados otros veinte terroristas.
La información, debidamente comprobada por el Mossad y el Agaf (3), era
correcta y no tardó en llegar a los servicios de Inteligencia
---
(1) En mi primera visita a Israel (1985), al recorrer el jardín de Getsemaní,
pude comprobar cómo algunos turistas llegaban a pagar hasta 50 dólares para
que sus respectivos guías les proporcionasen -siempre a escondidas- algunas
hojas o ramas de los mencionados olivos. (N. Del a.).(2) En esta parte del diario del mayor aparece un
sobrecillo de plástico,
grapado al folio correspondiente, conteniendo tres hojas de olivo de 4,5



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centímetros de longitud cada una. Para mí también constituyen un preciado
“tesoro"... (N. del a.)
(3) El Agafo Agaf Hamodiin: el Servicio de Inteligencia del Ejército de Israel.
Trabaja paralelamente al Mossad. Se trata de uno de los departamentos del
Estado Mayor. Entre sus múltiples funciones "especiales” figuran la
estructuración de las evaluaciones en la política de seguridad nacional,
siempre basadas en informaciones secretas; la obtención de información de
carácter militar en los países vecinos (muy especialmente en los árabes);
desarrollo de metodologías y tecnologías especiales para el trabajo de la
Inteligencia; cartografía militar; censura y seguridad militares, y la supervisión
de la misión de los agregados
---
norteamericanos destacados en Ammán y, casi simultáneamente, a los de
Israel. Al día siguiente, 20 de febrero, el diario Davar confirmaría los hechos,
pronosticando el recrudecimiento de la “guerra fría” entre Libia -defensora a
ultranza de los movimientos guerrilleros palestinos- y Jordania. Aquello,
insisto, podía perjudicarnos seriamente. De todos era conocido que cuando el
Mossad Lemodiin Vetafkidim Meiujadim (el célebre Instituto de
Informaciones y Operaciones Especiales o Mossad) o el Ejército judío
asestaban un golpe a la resistencia palestina, ésta respondía con tanta violencia
como rapidez, eligiendo-a veces de manera suicida- los objetivos más a mano.
Y “nosotros" -la estación receptora de fotografías, desmantelada y oculta en el
interior de la mezquita de la Ascensión- éramos un más que hipotético
objetivo "militar” de las facciones palestinas.
Aquella noche del 19 de febrero fue especialmente tensa. Temíamos por la
seguridad de la “cuna", pero, salvo mordernos los puños e intentar la búsqueda
de Curtiss, no conseguimos gran cosa. El general, de acuerdo con las
informaciones que obraban en nuestro poder, debía hallarse -desde la mañana
del domingo, 18 de febrero- en plena “batalla” con el Estado Mayor del
general Eleazar, pujando y presionando, suponíamos, para averiguar el nuevo
asentamiento de la estación y el “operativo" que permitiera el transporte de los
equipos.
Hacia las once de esa noche, al fin, sonó el teléfono de la habitación de Eliseo,
donde nos hallábamos concentrados. Era el director del proyecto. Sus órdenes
fueron breves y rotundas: debíamos poner en marcha la fase “azul” del
programa. A pesar de nuestras insinuaciones, Curtiss se negó a hablar.
“Mañana en Lod -fue su respuesta-. Todo está dispuesto. El árabe estará ahí a
las 08 horas. Suerte.”.Eliseo comprendió que no había nada que hacer y colgó el auricular. La fase
"azul" -nombre en clave que solo conocían Curtiss, los directores y nosotros-era
en realidad la primera de las tres etapas en que había sido dividida la
segunda "aventura". Pero no me referiré, de momento, a las siguientes fases: la
“ verde” y “roja". La que debíamos ejecutar al día siguiente era vital, de cara a
la “exploración” que nos suponíamos. Como simple adelanto informativo (lite
que, según el programa previsto por Caballo de Troya, uno de mis “trabajos"
al “otro lado” -suponiendo que todo funcionase correctamente- debía consistir
en el análisis de la naturaleza y composición atómica y molecular del llamado
por los cristianos “el cuerpo glorioso" de
---
militares israelitas en el extranjero. Su eficacia era extraordinaria, habiéndose
ganado, al igual que el Mossad, un reconocido prestigio mundial. (N. del m.)
---
Cristo. Suponiendo, naturalmente, que tales “apariciones" evangélicas,
después de muerto y resucitado, fueran ciertas...
Para ello, mi querida y familiar “vara de Moisés" -tan útil en las
comprobaciones médicas durante la Pasión y Muerte de Jesús- debería sufrir
ciertas modificaciones, a las que haré alusión en su momento. Uno de los
dispositivos, en especial, era básico para el desempeño de la referida misión
de investigación del misterioso “cuerpo glorioso”. Y aunque el acoplamiento
en el interior de la “vara" no ofrecía demasiadas dificultades técnicas, la
escasez de tiempo disponible y el obligado traslado de la sofisticada
“herramienta” a los Estados Unidos, nos preocupaba. En esto, como digo,
estribaba la fase “azul”: en el envío a nuestro país de los equipos susceptibles
de modificación o de cambio. Dadas las agrias circunstancias por las que
atravesábamos -endurecidas aún más con la detención de Abu Daoud-, lo que



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en condiciones normales hubiera sido un trámite sin complicaciones, se
presentaba como una operación comprometedora. Me explicaré. En vista de
los azarosos acontecimientos vividos en los últimos días, y por razones de
seguridad, Curtiss había preferido que la “vara de Moisés" permaneciera con
el resto de los equipos, en la mezquita. Ahora había que sacarla de allí y,
debidamente embalada y camuflada, transportarla lo más rápido y seguro
posible a USA. Con los israelitas, en principio, no parecía haber demasiados
problemas. El general, a lo largo de sus contactos con el Estado Mayor, se
había encargado de dejar en claro que, de cara a un segundo ensamblaje de la
estación receptora de fotos, “parte del instrumental" debía ser revisado y
renovado por los expertos de la USAF. Los judíos lo comprendieron y
aceptaron, ofreciendo toda clase de facilidades para el traslado. Pero la
amenaza palestina contra el octógono de la Ascensión obligaba a adoptar.medidas “suplementarias”. Ahí
entrábamos nosotros, siempre “de la mano” y
convenientemente “cubiertos” por los astutos israelíes...
El sencillo plan para sacar la “vara” era perfecto y sin complicaciones
aparentes.
A la mañana siguiente, martes, 20 de febrero, a las 08 horas, un potente
automóvil -un Subaru, con placa amarilla (1), numeración 22-552-84- frenaba
frente a la puerta del hotel. Eliseo y yo, de acuerdo con lo establecido,
ocupamos la parte posterior y el automóvil arrancó sin perder un segundo. Al
volante y en el asiento contiguo -silenciosos como tumbas- viajaban dos
individuos absolutamente desconocidos para nosotros. Vestían a la usanza
árabe: sendos abbo o albornoces de lana de color marrón
---
(1) Los vehículos con este tipo de placa o matrícula están autorizados a
circular libremente por todo el Estado de Israel. En las llamadas “zonas
ocupadas" (fundamentalmente habitadas por árabes), los turismos particulares
llevan placas azules y los taxis, verdes. (N. del m.)
---
oscuro y, cubriéndoles las cabezas, otros tantos pañuelos a cuadros blancos y
rojos, sujetos al cráneo con dos vueltas de gruesa cuerda negra. Uno de ellos,
el que conducía, a juzgar por su mostacho, perilla y piel caoba, debía ser un
auténtico musulmán. Quizá un beduino. El otro, en cambio, más joven,
blanco, de nariz prominente y ojos claros, presentaba unas características muy
típicas de los sabras (1). Ambos, por descontado, debían ser miembros del
Ejército judío o, nunca lo supimos, quizá de alguno de los servicios de
Inteligencia de Israel. Pero lo importante es que estaban allí para ayudarnos.
Veinte minutos más tarde, el Subaru aparcaba frente al restaurante The Tent.
Los controles montados por los soldados israelíes alrededor de la mezquita de
la Ascensión -situada a veinte metros del referido restaurante- impedían el
paso a cualquier vehículo no autorizado. Y el nuestro, al parecer, no lo estaba.
Aquello me extrañó. Horas después, Curtiss nos explicaría el porqué de tan
anómala y, hasta cierto punto, absurda situación.
Nada más descender del coche, el “árabe" de piel blanca se dirigió al oficial
responsable, mostrándole un documento en el que sólo acerté a descifrar un
par de palabras en inglés. El resto se hallaba escrito en caracteres orientales. Y
de pronto empecé a intuir...
Aquel organismo oficial -Santa Custodia- me dio una idea de lo que habían
tramado las “altas esferas”. Desde que se iniciaran los trabajos de restauración
de los supuestamente dañados cimientos del octógono, los miembros de la
Santa Custodia de los Lugares Sagrados -responsables también de la
mezquita- venían controlando la labor de los arqueólogos y especialistas..Aquella visita, en consecuencia,
podía ser tomada como una rutinaria gira de
inspección por cualquier hipotético "observador" del recinto.
Lo que no sabíamos entonces es que el teniente que se había hecho cargo del
documento estaba al corriente de la maniobra y, obviamente, de la verdadera
identidad de nuestros acompañantes. Esto explicaba por qué en tan delicados
momentos -con la amenaza de un atentado palestino-, el oficial judío apenas si
nos prestó atención. Tras simular un registro de nuestras ropas, dio orden de
que nos acompañaran hasta el muro que rodea la capilla. Los supuestos "
árabes" nos precedieron y una vez en el interior cerraron la pequeña puerta
metálica, haciéndonos una señal para que procediéramos.



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(1) Así llaman a los nacidos en Israel. Sobra es el nombre del croto de la
chumbera, muy abundante en aquel país. Al igual que los elbras -repletos de
puyas en su exterior, pero dulces en su interior-, los israelíes, a primera vista,
son duros. Cuando se les conoce resultan amables y agradables como el fruto
de la chumbera. (N. del a.)
---
Durante el tiempo empleado en la localización y recogida de los dos estuches
blindados -de algo más de un metro de longitud cada uno y en los que fueron
rotuladas las frases “Frágil. Material de Laboratorio"-, que contenían las
diferentes piezas en que había sido desmontada la “vara de Moisés", nuestros
protectores no se movieron del citado acceso.
A las 09 horas, una vez depositado el “cargamento” en el maletero del coche,
éste partía a toda velocidad en dirección norte. Veinte minutos después, en el
aeropuerto de Jerusalén, un helicóptero de la Fuerza Aérea judía nos
trasladaba a Tel Aviv. A las 10,05 horas, tras 16 minutos de vuelo, tomábamos
tierra en la zona militar del aeropuerto internacional de Lod. Allí, a pie de
pista, aguardaba sonriente el general Curtiss. El mismo se hizo cargo de las
urnas metálicas, confiando su custodia a los dos hombres de Caballo de Troya
que debían depositarlas en la base de Edwards, en Estados Unidos. A media
mañana, un vuelo regular de la TWA despegaba, vía Roma, con nuestro
preciado instrumental La fase “azul" estaba casi concluida.
Bastante más relajados, de regreso a Jerusalén, el viejo zorro se interesó por el
desenlace de nuestra visita a la mezquita de la Ascensión. Cuando le pregunté
por qué el Subaru no había sido provisto de la lógica autorización oficial para
aparcar al pie de la plazoleta, simplificando así las cosas, Curtiss nos hizo la
siguiente observación: la “comedia”, preparada, en efecto, por la Inteligencia
israelí, buscaba un fin primordial: despistar a los posibles informadores de la
guerrilla palestina, muy atenta, según el Mossad, a todos los movimientos,
dentro y fuera de la mezquita. En este sentido, la sutileza judía había llegado.al extremo de utilizar un automóvil
similar al del árabe encargado de vender
los souvenirs en el oscuro interior del octógono. Con falsificación incluida de
placas... En definitiva, dada la estrecha vinculación de este musulmán -cuya
identidad silencio por razones obvias- con la Santa Custodia. lo aconsejado
por los servicios secretos para dicha misión fue suplantar al referido
encargado de la mezquita. con automóvil y todo. Si el “rescate” de la “vara” -concluyó
el general- hubiera sido efectuado “a cara descubierta” por el
Ejército judío o por personal norteamericano, su transporte se habría visto
permanentemente amenazado. El Mossad lo advirtió con toda claridad, no
haciéndose responsable de la seguridad del instrumental si no se aceptaban su
plan y sus métodos.
Aunque lo intentamos, una vez concluidas estas explicaciones, Curtiss no hizo
más comentarios. El resto del viaje, de los 62 kilómetros que separan Tel Aviv
de Jerusalén, transcurrió en un denso silencio. Sabíamos que el general
disponía de nuevas informaciones. Pero respetamos su mutismo, impacientes,
eso si, por conocer el desenlace de la misión.
Aquello era nuevo. Curtiss nos observó divertido, pero no dijo nada. Cuando
finalmente tomamos asiento en la habitación de Eliseo, el general, refiriéndose
a los tres hombres de paisano que habíamos saludado en el corredor, junto a
las puertas de nuestras respectivas estancias, aclaró:
-No os alarméis. Son cosas de la embajada... Abajo, en el hall, lo digo para
vuestro conocimiento, hay más.
Era la primera vez que se tomaban tan excepcionales medidas de seguridad y,
francamente, nos alarmamos. Evidentemente “algo” no marchaba bien. Pero el
sonido del teléfono nos obligaría a posponer algunas de las muchas preguntas
que, en mi opinión, teníamos derecho a plantear. El resto del equipo esperaba
en el comedor del hotel.
Al salir de la habitación, Curtiss cruzó unas breves palabras con uno de los
funcionarios, y al momento dos de ellos se unieron a nosotros. Apenas
iniciado el almuerzo -siempre bajo la discreta vigilancia de los
guardaespaldas, sentados en una mesa cercana-, el general se adelantó a mis
pensamientos e intenciones.
-Os supongo enterados de la detención de ese guerrillero... ¿Cómo se llama?
-Abu Daoud -intervino uno de los directores del proyecto.
-Eso es -asintió Curtiss con un gesto de preocupación-. El Gobierno de Golda



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teme una represalia palestina. No os extrañe por tanto -comentó bajando el
tono de la voz y señalando disimuladamente a los funcionarios- que se hayan
adoptado medidas especiales. Personalmente creo que este incidente puede
beneficiarnos...
Ante la lógica consternación de los presentes, redondeó así su exposición:.-Ese peligro latente ha obligado a
los israelitas a acelerar el trasvase de los
equipos al nuevo asentamiento.
-Entonces -le interrumpió Eliseo-, ya se sabe el lugar...
Curtiss esbozó una maliciosa sonrisa. Todos esperábamos la ansiada
respuesta. Pero no fue así.
-Desde hace 48 horas. Justo desde la mañana del domingo, poco después que
la red del Mossad fuera informada de la presencia de Daoud en Jordania.
-¿Y bien? -le presionamos.
-Lo siento. Os pido un poco de paciencia. A las 07 horas del próximo jueves,
día 22, quizá esté autorizado a revelaros el lugar...
Curtiss percibió el desagrado y la desilusión en nuestros rostros. Éramos sus
hombres de confianza... ¿Por qué entonces aquella absurda postura?
Comprendedlo -insistió, tratando de salir al paso de la indudable decepción
colectiva-. Son órdenes del Estado Mayor israelí... Lo que sí puedo
adelantaros es que la Operación Eleazar dará comienzo al anochecer de
mañana...
“¿Eleazar? ¿Mañana? ¿Qué demonios había querido decir?”
Curtiss, siguiendo su costumbre, nos dejó hablar. Cuando los ánimos parecían
calmados tomó de nuevo la palabra, haciendo dos únicas advertencias.
Primera: “El Ejército judío llevaría a cabo esa noche del día 21 un ataque
preventivo, que marcaría el comienzo de la Operación Eleazar."
Segunda: “A las 06.45 horas del jueves, todos nosotros -con equipajes
incluidos- deberíamos encontrarnos en el vestíbulo del hotel.”
-Ah!, se me olvidaba -concluyó Curtiss, recobrando su tranquilizadora
sonrisa-, y con aspecto de esforzados arqueólogos...
Ninguno de los presentes insistió. Conocíamos al veterano militar y no valía la
pena. “Algo" decisivo -eso estaba claro se había maquinado en los despachos
del Estado Mayor judío. Pero ¿qué? ¿Hasta qué extremo peligraba la
seguridad de la estación receptora de fotografías como para que el Ejército
hubiese planeado un ataque preventivo? Dios mío!, todos conocíamos la
dureza de esos “golpes de mano” israelíes y empezamos a sospechar que no
tardaría en correr la sangre. Aquella funesta idea -tan alejada de lo que yo
había aprendido junto al Maestro- no me abandonaría en las siguientes y
tensas horas.
Curtiss cambió de tema, interesándose por los detalles del aparentemente
próximo “salto”. Examinó muy por encima el informe redactado por el equipo
y, después de guardarlo en su maletín, prometió estudiarlo esa misma noche.
Varios de los directores del programa, lógicamente preocupados por un sinfín
de problemas técnicos, le acosaron a preguntas. Pero el general sólo respondió
con cierta concreción a una de ellas: la referente al necesario stock de.combustible. Sin esa reserva de
peróxido de hidrógeno -que debería llegar
desde los Estados Unidos-la nueva y fascinante “aventura en el tiempo” era
inviable.
-Está en marcha -anunció, al tiempo que se levantaba, dando así por finalizada
la comida y la reunión-. Mañana, a las ocho, volveremos a vernos. Para
entonces quizá pueda despejar algunas de las incógnitas que me habéis
planteado. Entre tanto, por favor, seguid trabajando en el plan... Me preocupa,
sobre todo, el nuevo equipo de Jasón y el tiempo real de permanencia en el
"otro lado”. Por cierto -añadió, haciéndome un gesto para que le acompañase-,
tengo un “trabajo” extra para ti...
Mientras nos acercábamos a la puerta del hotel, Curtiss abrió de nuevo su
maletín y sacó un pequeño paquete. Y antes de abordar el vehículo oficial que
le esperaba, me susurró casi al oído:
-Confío en tu total discreción... Quiero que estudies esto. Os será de gran
utilidad. Pero, por favor, ni una palabra a nadie. Al menos hasta que yo te lo
autorice personalmente...
Asentí con la cabeza. Segundos después me perdía en la soledad de mi
habitación... Aquel misterioso encargo del general había excitado nuevamente
mi curiosidad.

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