jueves, 29 de septiembre de 2016
miércoles, 28 de septiembre de 2016
sábado, 24 de septiembre de 2016
jueves, 22 de septiembre de 2016
CARLOS BURGOS EXTRACTO DEL LIBRO : CONECTATE A LA FELICIDAD
Kariel dio la vuelta al cartel mostrando a la calle la palabra "cerrado. Recogió
algunas de las cajas que había recibido la última semana, organizó las facturas
y telefoneó a un par de clientes. Cerró la tienda, miro con desdén el cristal roto
de su escaparate fruto de la última revuelta, se encendió un pitillo y se dirigió
calle abajo, hacia el zoco.
Cabizbajo y silencioso, Katriel ordenaba algunos papeles en su cartera mientras
caminaba. Era un hombre de unos treinta años, delgado pero de complexión
atlética, de rasgos marcados, tez oscura y mirada nostálgica escondida tras unas
gruesas gafas de pasta. Había trabajado con su padre en una pequeña oficina de
mensajería hasta que hacía un par de años, en 1974, cambiaron las leyes y la
familia de Katriel comenzó a trabajar para el gobierno. En esa época su madre
contrajo una extraña enfermedad y murió a los pocos meses; su padre, herido de
Amor, dedicó sus últimos días a velar el recuerdo de su esposa,
La vejez y la demencia senil lo convirtieron en una dolorosa carga para la familia.
Bajando por una de las callejuelas del zoco, frente a una pequeña fábrica de seda
de seda vestida de fondas para alojar a los comerciantes, Katriel vio a una mujer
que recogía su compra desperdigada por el suelo; pese alas verjas, los colonos
judíos seguían tirando basura a los palestinos que frecuentaban los mercados
Katriel siempre respetó el suelo del pueblo palestino, así que, a pesar de ser judío,
atravesaba el zoco cada día esperando que algún día fuera el fin de los
enfrentamientos.
Al ver aquellas escena, guardó sus papeles y miro al edificio de donde había caído
un balón de fútbol desinflado que había golpeado la bolsa de aquella mujer; unos
adolescentes reían por haber conseguido que perdiera el equilibrio.
_ En nombre de mi pueblo, te pido disculpas -dijo Katriel a la mujer, avergonzado
Ella alzo la mirada, conectando con la suya.Jamás había visto unos ojos tan hermosos
_ Es una lástima que tu pueblo busque la guerra con el nuestro -dijo la mujer sonriendo
Agradecida, dedicó un gesto de amabilidad a Katriel y salió del callejón; Éste
permaneció absorto en el movimiento del cuerpo de aquella mujer, la más hermosa que había visto nunca.
Ella se giró y sonrió mientras caminaba.
Katriel se había enamorado
la situación no era sencilla: su padre estaba enfermo y casi moribundo, el negocio no
y su mujer, fruto de un matrimonio no deseado pero acordado por una antigua
tradición, había tenido tres abortos en el último año, por lo que vivía sumida en una
profunda depresión.
Ese mismo día Katriel le dijo a su esposa que estaba cansado, se encerró en una habitación y sufrió hasta bien entrada la noche.
Vivía en una cárcel de la que era imposible escapar.tenia miedo a romper con su vida y Amar a aquella mujer. ¿Y si todo aquello no le traía más que problemas?
Al día siguiente, apenas podía concentrarse en el trabajo; a pesar del calor, cada pocos
minutos salía a la calle y se fumaba un cigarro, esperando ver a aquella mujer. Ya a la
tarde, katriel apagó el ultimo cigarro de su cajetilla y, con aire de esperanza, entró a la
tienda para recoger sus cosas, entonces, escuchó a un niño al final de la calle.
_¡Sheiva! ¡Sheiva!, mira! ¡Ése fue el señor que me regaló el coche¡
Katriel se acordaba de ese niño; hacía uno días había entrado en la oficina acompañando
a su padre, y tras cerrar un par de negocios le regaló un peuqeño coche de jugete que
andaba siempre perdido por la mesa del trabajo desde el traspaso.Aquel niño era Simja
el primo pequeño de Sheiva.
Sheiva. Era el nombre más bonito que katriel jamas había escuchado.Ambos volvieron
a mirarse, él sonrió y Sheiva hizo un gesto de complacencia acompañado de una leve
sonrisa. A partir de entonces, cada atardecer, Sheiva tomaba ese camino para pasar frente al negocio de katriel y dedicarle una sonrisa antes de acelerar la marcha.
Y por supuesto, siempre se giraba para acariciar con su mirada a atención de Katriel.
Pasaron las semanas, y Sheiva y katriel entablaron una extraña pero prohibida amistad
Entre un judío casado y una palestina que rehuyo un matrimonio forzado, abandonando
a su familia demasiado joven. La sonrisa de Sheiva iluminaba los dias de Katriel, Pero
al llegar a su casa él se sumía en una profunda tristeza. Se sentía en una cárcel, un pobre
rincón carente de palabras de Amor.
Al día siguiente, martes, katriel pidió a Sheiva hablar con ella. Se verían al atardecer,
cuando los vigilantes que patrullaban las callejuelas no indagaran mucho en ese extraño y prohibido contacto, práctica habitual para evitar las revueltas.
Ese día Katriel organizó con prisa su trabajo, tanto que apenas le dio tiempo para
fumarse un cigarrillo; llegada la tarde recogió la oficina, se lavó y peinó en el pequeño aseo que había en la parte trasera al patio, y salió en busca de Sheiva.
Durante la bajada hacia zoco, Katriel sentía emoción y miedo a parte siguales. Por fin
iba a encontrarse con ella. No le importaba lo que dijeran los demás, solo le importaba su nueva vida junto a aquella mujer. Al doblar la esquina de la calle de los colonos, en la plaza, vio a Sheiva, que le dedico una de sus sonrisas.
Entonces, sucedió algo. se oyó el grito de una mujer; estaba a unos cien metros de
espaldas a katriel y alertaba de algo que estba sucediendo junto a Sheiva. En la plaza se creo un tumulto de personas que corrían despavoridas; Sheiva perdio la sonrisa e intentó correr, pero fue incapaz ya que mucha gente la empujó haciéndola tropezar hasta caer al
suelo.
Katriel aceleró el paso y comenzó a gritar su nombre.
_¡Sheiva! ¡Sheiva! ¡Sal de ahi!
No hubo tiempo para mucho másUna tremenda explosión asoló la plaza del mercado
y un monton de cuerpos salieron despedidos en todas direcciones. Un terrorista suicida,
de apenas unos dieciséis años de edad, mató a doce personas entre las que se encontraba Sheiva y su primo Simja.
Katriel quedo paralizado. Lleno de miedo, pánico y rabia, se acerco lentamente al mercado donde mucha aún gritaba o sacaba heridos. Caía del cielo un montón de ceniza
fruto de la columna de humo de las tiendas que ardian tras la explosion, Katriel, sin embargo, seguía caminando, con los ojos vidriosos y el rostro desencajado contemplando
la trágica escena.
Cuando llegó a la altura de Sheiva, tumbada boca abajo junto a su primo, Katriel se arrodilló, sintiendo el dolor mas profundo que jamás habia sentido, mientras un montón de personas aún gritaban y corrían en todas direcciones. Entonces escucho el grito de otro chico que estaba a pocos pasos de él. Era otro terrorista palestino. Pronunció algo ininteligible y entonces, los ojos llenos de lagrimas de katriel reflejaron un inmensa luz.
Una luz cegadora que, en un instante , hizo el silencio.
Madrid, 00:18 horas del 19 de julio de 1976
Silencio. Mucho silencio. Y el llanto de un niño recién nacido. Mi llanto. Éste es el comienzo de mi historia de Amor a travéz del tiempo
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jueves, 8 de septiembre de 2016
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